Tres Reflexiones para el Perdón (Colombia) – Por Juan Luis Castro Córdoba
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Ayer en un día soleado me encontraba en un centro comercial compartiendo con mi familia, observaba a una señora que caminaba con su niño de aproximadamente dos a tres años, el niño salió corriendo contagiándome su alegría y de repente precipitadamente hizo un traspié y cayo, como todos los niños hubo ese momento de silencio momentáneo, precediendo al grito del llanto. Su madre inmediatamente corrió a levantarlo y le dijo; “Sana que sana culito de rana….” y el niño al corto tiempo ya se encontraba jugando y sonriendo de nuevo.
Esa capacidad de dejar de llorar de retornar a la normalidad después de un accidente es lo que permite aprender de los traspiés y retornar al disfrute de la vida, cuando los accidentes o traumas son frecuentes y severos, los niños lloran no por ratos sino por horas y usualmente responden mal a estas situaciones, ellos sufren de estrés crónico o postraumático. En la adultez se vive algo similar, estos traumas o accidentes muchas veces se ven representados en odios o tristezas crónicas si los podemos llamar así sin embargo su alegría no cambia y continúan con sus actividades esto lo podemos llamar perdón. Bien, ahora que estamos hablando de paz, es muy necesario prever lo que estamos haciendo, porque lo mas difícil esta por venir que es la reconciliación.
La firma del punto de justicia transicional fue probablemente el más importante de los que faltaban por firmar por parte del equipo negociador de la insurgencia y del gobierno nacional. De varias fuentes de alto turmequé, conocí la renuencia de parte y parte en varios puntos para firmar el acuerdo, tuve el privilegio de escuchar a Enrique Santiago, asesor del proceso de paz explicar con detalles varias puntos y quede satisfecho con la explicación y que se había alcanzar castigar lo máximo posible y perdonar lo máximo posible también.
Fui un televidente y testigo más de la transmisión, como todos los colombianos y luego de la esperanza que generó el apretón de manos del mandatario Juan Manuel Santos con Raúl Castro y Timochenko, sin embargo el canal RCN empató la transmisión con un resumen de las atrocidades de guerra cometidas por las FARC, este llevaba por supuesto toda la intención venenosa de quitar esos aires de esperanza y revivir el odio por este grupo y contra el proceso de paz.
Los medios de comunicación y la derecha de este país han invertido los últimos 13 años construyendo en el imaginario del colombiano, el eje del mal representado por las FARC y todo lo que se asimile a izquierda. Esta estrategia históricamente ha sido exitosa, pues evoca los sentimientos más primarios como el temor, lo que desde el punto de vista político electoral genera réditos inmediatos es de anotar que no ayudaron mucho los festines de sangre de los que fueron protagonistas la insurgencia, ni mucho menos las respuestas por parte del ejercito nacional que para alimentar la sed de venganza nacional generaban sus propias masacres, el objetivo no era capturar sino asesinar.
Acompañado de unos medios que no tratan de buscar la noticia de fondo sino que viven del rating generando indignación y haciendo énfasis en lo que toque las fibras más íntimas.
Además hay que agregarle que estos noticieros son totalmente parcializados a los grupos económicos que pertenecen, por eso noticias como el cierre de los hospitales, la corrupción rampante, la muerte por desnutrición de niños, sino los cuerpos de guerrilleros, soldados o población civil asesinada, no mueven indignación nacional.
Nos encontramos con un país ad portas de firmar un proceso de paz pero con las heridas abiertas, todavía hay mucha gente que solo concibe el asesinato de los jefes farianos como la única salida al conflicto que nos ha frenado las posibilidades de crecer, de vivir en otro país durante los últimos 50 años.
Perdonar es uno de los actos más complejos que podemos realizar como seres humanos, por eso no somos tan evolucionados y nos diferencian de los animales. Uno no ve una perro diciéndole a una perra “te amo”, tampoco lo ve diciéndole “te odio” los odios y amores de los animales están impresos en sus genes o apegados a necesidades instintivas como la comida, vienen equipados así para defenderse de sus enemigos naturales.
Sin embargo, los seres humanos podemos a través del uso de la razón y de un esfuerzo consciente cambiar los sentimientos de odio por los de reconciliación. No es fácil, pero odiar hace mas daño al que ejerce el odio que al odiado, de hecho cuantas veces no se ha encontrado usted reviviendo momentos dolorosos que hayan sido causados por alguna persona, posteriormente aumenta la frecuencia cardiaca, se libera adrenalina, incluso se le daña el genio y el día por hay derecho. Mientras tanto su archienemigo sigue fresco y campante como si nada hubiese pasado.
En Inglaterra después de la Segunda Guerra Mundial fue estimado que todas las familias inglesas habían perdido por lo menos un miembro de su familia.
Los ingleses pudieron externalizar su odio en los alemanes en alguien que no hablaba el idioma de ellos, que no compartía sus costumbres y que además vivía en otras tierras, además el acompañamiento de la comunidad internacional conjuntamente con las sanciones que recibió Alemania ayudó a resarcir y ejercer un duelo.
Esto fue importante porque les permitió vivir en la intimidad de su cultura el duelo de la guerra, la postguerra y la reconciliación.
Para los colombianos es mucho más complicado, el enemigo lo hemos intentado externalizar, siendo un error, porque la guerrilla y los paramilitares son colombianos que hablan nuestro idioma, compartimos con ellos nuestra cultura, costumbres y crecimos en la misma tierra. Esto hace más difícil entender por qué nos hemos hecho tanto daño y poder superar el daño que nos causa alguien cercano es más difícil.
“La guerra colombiana ha afectado directamente a todas las familias colombianas”.
Uno de los mecanismos de defensa que utilizamos de manera inmadura para tratar de superar estos traumas es el de externalizar el daño, proyectarlo en el otro aunque provenga de nosotros mismos. Eso es precisamente lo que hacemos cuando intentamos dividir la sociedad entre “buenos y malos”, usualmente esto produce polarización, divisiones que es lo que nos aqueja a los colombianos en este momento en gran parte y que no ha permitido que este proceso sea exitoso.
“Todas esas divisiones de “buenos y malos” se vuelven relativos cuando uno toma en cuenta la indiferencia que hemos tenido con respecto a la pobreza, la falta de oportunidades, los atropellos de la clase política y muchas cosas más…”.
Perdonar es complicado pero para empezar yo le recomendaría estas tres reflexiones:
Primero: Usualmente cuando uno le echa la culpa de lo que le sucede a otros, está dándole control de su vida a el “otro”, es como si usted no pudiese hacer nada para cambiar la situación.
Por eso lo primero es entender lo siguiente:
Somos el país con los índices de desigualdad más altos del planeta tierra ocupando el puesto 12 en mayor desigualdad del ingreso entre 168 países del mundo, de acuerdo con el Informe sobre Desarrollo Humano que acaba de presentar el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud).
Nuestro sistema de salud y educativo está en colapsado y rezagado por la corrupción de nuestros mandatarios y nosotros seguimos eligiendo el mismo régimen.
En todas las alcaldías nos prometen el metro en Bogotá y aún no lo tenemos.
Tenemos zonas del país con índices de mortalidad materno infantil y desnutrición como los de Haití o los peores países de África. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), este índice, a 2013, era de 54,62 muertes por cada 100.000.
Y esto no es de ahora, antes de la existencia de la guerrilla tuvimos “La Guerra de los Mil Días” y luego tuvimos el “Bogotazo”… En fin estas situaciones se han repetido históricamente porque hemos tenido un país que ha excluido de los beneficios de pertenecer a una sociedad democrática a la mayoría.
Eso es culpa suya, mía y de nuestros antepasados; La información está en las redes, no soy comunista, no soy guerrillero, este es el paso más difícil el de reconocer que uno tiene responsabilidad en lo que le sucede a este país, la salida olímpica es echarles la culpa a los demás, sea quien sea.
Finalmente uno de los mayores socios de la depresión, ansiedad y los sentimientos de odio crónicos son la falta de control sobre situaciones determinadas.
Segundo: Para aquellos que siguen odiando que no conciben una paz que no incluya sangre o sufrimiento de los farianos o los paramilitares, solo me queda decirles que están en todo su derecho de sentirse así especialmente si han sido victimizados. Pero así como el niño del ejemplo anterior dejó de llorar en algún momento para volver a sonreír luego de haber sido lastimado, deseo que prontamente usted también lo haga.
El estado natural del ser humano desde el punto de vista mental requiere poder vivir sin rencores y mirar con paranoia saludable las cosas, vigilar para que no vuelvan a abusar de nosotros, pero no inventar enemigos donde no los hay “Van a entregar el país a las FAR” “Esto va a generar mas violencia” cuando la evidencia indica que por fin después de décadas este nudo de traumas represados se va empezar a desenrollarse.
Tercero: deje de vivir en el pasado esto conlleva a la depresión por lo que no se logró, es cómo manejar un carro y mirar solamente el espejo retrovisor, solo se ve lo que se deja atrás y no se ve lo que viene adelante. Si usted maneja su vida así, se va a mantener estrellado.
Finalmente vivir con prejuicios o prevenido con el pasado es como mantener unas gafas oscuras y unos tapones en el oído, a pesar de que el sol brilla no se ve tan brillante a pesar de que la noche no es tan oscura se ve densa e impenetrable, los violines de la paz suenan pero solo se escuchan los tambores de la guerra.
Juan Luis Castro Córdoba. Colombiano. Médico psiquiatra con dos especializaciones. Hijo de la exsenadora Piedad Córdoba.