“El doble legado del fujimorismo”. Artículo escrito por el sociólogo peruano Guillermo Rochabrún en el que analiza la “anomalía” del estable apoyo electoral que cosechó la candidata presidencial Keiko Fujimori, en contraposición a las fluctuaciones de la intención de voto del resto de los candidatos
Este no es un artículo sobre la “segunda vuelta” ni su resultado posible. Tampoco es una explicación de la primera. Solamente se propone examinar la “anomalía” de una adhesión estable por Keiko Fujimori [en adelante KF] en medio de las amplias fluctuaciones hacia arriba y hacia debajo de casi todos los candidatos (que fueron) importantes.
Volátiles, estratégicos y cruzados
Me considero una persona “de izquierda”, desde que voté por Carlos Malpica en las elecciones complementarias de 1967; pero en 1990 voté por Fujimori -ojo- en primera vuelta, por la falta de opción de las candidaturas de izquierda para evitar que la segunda fuese entre Vargas Llosa y el APRA. En cambio para elecciones congresales siempre he votado por candidatos o listas“zurdas”. Sí pues, prácticamente siempre he votado en contra de, por la inviabilidad del triunfo de mis candidatos naturales.
Ahora bien, ni el voto estratégico ni el voto cruzado son “rarezas” en este país; todo lo contrario, pues si algo caracteriza de manera creciente al electorado peruano desde mediados de los años 80 es la disminución progresiva del “voto cautivo”. O si se prefiere, el incremento en la “volatilidad” del voto. Primero tuvo lugar entre los partidos “tradicionales”, y luego por afuera de ellos. Fue así que surgieron los independientes exitosos, ya que independientes sin trascendencia siempre existieron.
La volatilidad electoral puede medirse si vemos qué ha ocurrido en los últimos tiempos con el “sólido norte” aprista, o la sierra sur que la izquierda consideraba “suya”, incluyendo Arequipa. En medio de este panorama destaca el crecimiento de la votación por el fujimorismo.
El fujimorismo en las ánforas
Si bien Carlos Bologna fue muy crítico del período 1995-2000, postuló el 2001 identificado con las reformas institucionales y políticas económicas que él contribuyó a llevar a cabo, y que continúan hasta la fecha marcando la escena nacional. Obtuvo entonces el 1.7%, en medio del descrédito derivado de la fuga y refugio de Fujimori al Japón y de los “vladivideos”, mientras que para el Congreso su candidato Alfredo González ingresó con el 3.6%. Por su parte el fujimorismo “propiamente dicho” (Cambio 90), sin candidato presidencial logró en el Parlamento 4.8. En las elecciones del 2006 Martha Chávez alcanzó un 7.8%, y es sólo recién el 2011 en la primera candidatura de KF que el fujimorismo estuvo a punto de ganar en la segunda vuelta (48.5%) mientras que en la primera registró un 23.6%.Como sabemos, este año KF en la primera vuelta ha obtenido el 39.86%, el 36.3 % de los votos congresales, y dada su dispersión geográfica, el 56% de los escaños1.
A todo esto, ¿qué ocurría con los partidos políticos? Un partido puede verse, muy descriptivamente, como una estructura que comprende una dirigencia, un cuerpo de “militantes” u operadores, y una base electoral. A partir de la década del 30 del siglo XX, aunque con más claridad desde los años 50, hasta fines de los 80, en Perú hubo un complejo conformado por organizaciones con esas características que además exhibían un programa de acción y cierto campo ideológico. Pero desde fines de siglo la política adopta en todas partes una forma tecnocrática, cuando las grandes decisiones son tomadas a puerta cerrada y los gobiernos obedecen a los cánones de la llamada “globalización”.
Mientras tanto en el Perú con la crisis de los años 70 y 80 languidecían las formas de acción colectiva -gremios sindicales, movilizaciones sociales o regionales, etc.-, reemplazadas por organizaciones de sobrevivencia y el empleo individual2. Bajo esas condiciones, el líder se convertía en caudillo, la militancia pasaba a ser un variopinto conjunto de operadores de frágil lealtad, y la base electoral se volvía extremadamente incierta.
Piénsese que ganadores de la Presidencia como Toledo u Humala han desaparecido en un tiempo tan breve. Contra todas las expectativas ni García ni Flores lograron levantar vuelo, y la supuesta “resurrección” de Acción Popular es tan contingente como la mayor parte de la votación por Verónika Mendoza. Para darse cuenta basta remitirse a las fluctuaciones que han tenido a lo largo de la campaña, las cuales indican la debilidad de los lazos. Los vínculos firmes existen sólo en candidatos hoy insignificantes, entre los que destacan Toledo, Urresti, y la alianza García/Flores. Y existen…en KF. Es la magnitud de la intención de voto, junto con su estabilidad, lo que hace a su figura algo tan singular e importante.
Una doble herencia política
El caso es que el apellido Fujimori está asociado a los más diversos significados, superando en ello y en intensidad de sentimientos, a cualquier otro personaje de la política peruana, con la posible excepción de Alan García. Si KF ha llegado a ser una figura política es exclusivamente por esta vinculación. Por lo mismo, tanto de parte de ella como del electorado su figura no puede sino ser vista como el resultado de una herencia política. La cuestión es cómo dicha herencia ha sido manejada por el fujimorismo y por sus opositores.
En un amplio sector de la población ha quedado el recuerdo de lo que se considera la obra “positiva” de Fujimori, parte de la cual no deja de ser reconocida -generalmente de muy mala manera- por diversas franjas del antifujimorismo. A saber, para muchos de ellos hay que votar contra KF a pesar de esos logros, porque más pesan cuestiones de principio -aunque tengan muy vastas consecuencias materiales- como la (falta de) honestidad, el (i)respeto a los derechos humanos, y la demolición de las instituciones. Hay pues, una herencia doble que la hija hereda. Muchos entre sus electores han experimentado los lados más negativos de este legado -como la violencia de las Fuerzas Armadas-, pero aun así pueden inclinarse por KF porque la asocian con la solución a sus problemas del presente, lo cual llegará -paradoja mediante- de la mano del Estado. Esta es una situación totalmente diferente a las condiciones materiales de los intelectuales antifujimoristas, a quienes esta opción política les parece irracional.
De hecho KF ha buscado reforzar la herencia positiva pero sobre todo ha buscado desligarse de la negativa. Lo curioso es que lo ha venido haciendo a contracorriente de uno de los grandes principios del padre: formando una organización política estable. Esto a su vez la diferencia también de otros candidatos que incluso alcanzaron la Presidencia, y luego desaparecieron, como Toledo y Humala.
Mucho se ha discutido acerca del tipo de organización que ella habría ido montando, y no solamente en las campañas presidenciales sino también para las municipales y regionales, vinculándose con personajes clave en cada lugar, y no tanto mediante militantes convencidos -como en la “vieja partidocracia”. Un caso emblemático sería Vladimiro Huaroc. Pero esto no sería muy diferente a lo que habrían hecho otros candidatos, salvo por su tenor sistemático y de largo plazo; y en esta “labor de hormiga” empata con su padre3.
Hechos, símbolos y valores en la política peruana
En realidad la diferencia insalvable que sus rivales tienen frente a KF es que ella hereda del padre una figura simbólica que funciona tanto para adherentes como para detractores, y casi en su totalidad con distintos contenidos para unos y otros. Para los primeros representa la solución práctica a diversos problemas centrales: derrota del “terrorismo”, estabilidad macroeconómica, tranquilidad local, servicios médicos, colegios, comunicaciones. Ahí no se trata de grandes temas ideológicos. Desde el lado negativo para ellos el dinero o los lingotes que habrían ido a parar al extranjero son “cuentos” de sus enemigos en la medida en que no han sido demostrados4.
Por su parte el antifujimorismo es más disperso y variado en contenidos e intensidades, pero descansa en un componente axiológico -cuando no ideológico- de importancia central. Se organiza alrededor de valores, y no de metas concretas, valores que no siempre son fáciles de entender y se prestan incluso a ser fácilmente tergiversados: “los que hablan de derechos humanos defienden a terroristas”, “mantener controles estatales es comunismo”, “roba pero hace obra”.
Pero tanto de un lado como del otro en el caso del fujimorismo estamos ante hechos cruciales convertidos en símbolos que marcan la historia inmediata: derrota del terrorismo, estabilidad económica -se puede ser pobre, pero sin estar empobreciéndose-, programas de ayuda, servicios públicos, cercanía física y cultural con el Presidente. Y en el otro extremo, violencia desde el Estado, genocidio, esterilizaciones forzadas, venta de la nacionalidad, sumisión a los organismos multilaterales, atropello a las instituciones, corrupción y saqueo de los fondos públicos. Frente a todo esto ni Toledo ni Humala condensan -ni remotamente- una constelación similar; junto con García han terminado asociados casi exclusivamente a anti-valores, y por tanto reducidos electoralmente a su núcleo más “duro”.
En la hoja de balance, como han dicho varios analistas -en particular Carlos Meléndez-, el fujimorismo se convierte en la columna vertebral de la política peruana en forma análoga a como lo fue el aprismo a partir de los años 30 del siglo XX, cuando las alineaciones político-ideológicas se definieron como “aprismo” y “anti-aprismo”. Fue así que, ya desde la primera vuelta en buena parte de las opciones electorales aparecía el tenor “anti-fujimorista” como un componente importante de su identidad.
A partir de aquí hay importantes diferencias con el caso aprista, diferencias que facilitan la tarea al fujimorismo. Generalmente al APRA se le aceptaba o rechazaba en bloque, considerando su discurso “anti-stablishment”, su tendencia excluyente, y los actos de violencia que se le atribuían. Por otro lado, en la historia del aprismo transcurrió medio siglo sin que llegase al gobierno, de modo que funcionó para sus militantes al mismo tiempo como frustración y como futuro por realizar. En cambio, en el caso de Fujimori el rechazo y sobre todo la adhesión pueden ser más selectivos5; y esta última puede ser vista más bien como un legado a conservar y expandir.
1El resultado de una votación está sujeta a muchísimas contingencias, empezando por el cuadro formado por el conjunto de competidores. No es necesario recordar las peripecias que en tal sentido hubo en la primera vuelta. Por otra parte los resultados presidenciales y congresales por región simplifican en exceso los resultados. Por ejemplo, un “país naranja” en primera vuelta, que puede perder en la segunda.
2Véase “El Problema Está en los Representados” [Ideéle No. 160, diciembre 2003] Incluido en Guillermo Rochabrún: Batallas por la Teoría. En Torno a Marx y el Perú. IEP, 2ª edición. Lima 2009.
3Poco después de las elecciones de 1995 -hace veinte años-, escribí lo siguiente: “Si sus opositores explican la reelección de Fujimori por los amplísimos recursos políticos y económicos que manejó desde la Presidencia de la República, lo concreto es que todos los gobiernos han dispuesto de medios similares y han apelado a los mismos mecanismos demagógicos para continuar en el poder. Pero luego de la semi-dictadura de Leguía (1919-1930), y salvo cuando Odría consiguió su reelección apresando a su competidor en 1950, siempre fracasaron. En cambio, en 1995 el electorado prefirió a Fujimori porque a sus ojos ha sido eficiente para enfrentar [la violencia política y la inflación]; en vez de intentar ocultar fracasos las obras y los regalos coronaban los mencionados éxitos. Es decir, los votantes han experimentado los resultados de una política de la cual se sentían directos beneficiarios, y no de una estratagema de último momento. Por eso, y a pesar de todas sus argucias y maniobras, el gobierno ha venido gozando de una elevada credibilidad.”En “Descifrando los Enigmas de Alberto Fujimori.” La primera cursiva es agregada. Escrito y publicado inicialmente en mayo de 1996, citado de Batallas… (Op. Cit.), p. 435.
4En cuanto a los hechos, en la medida en que proviniera del narcotráfico su origen habría sido muy distinto al “saqueo” de las arcas públicas. Preguntada por la educación de los hijos de Fujimori en Estados Unidos, Martha Moyano responde: “Eso es una leyenda. Nadie puede demostrar que fue dinero del Estado. Cuando asume Kuczynski el ministerio de Economía informó que las arcas del Estado estaban en azul.” IDL: Entrevista a Martha Moyano: «Yo asumo los pasivos y seguiré siendo fujimorista hasta el día en que muera».
5Acontecía la campaña electoral municipal de 1996, en plena década fujimorista. La señora que desde su carretilla me vendía fruta, ataviada con inequívocas prendas andinas, me dice que va a votar por Alberto Andrade, y con gran parsimonia expone su principal razón: “Ya mucho poder para el Chino.” Si bien no era lo mismo que argumentar la “división de poderes”, la señora entendía que más allá de cierto punto la concentración del poder podría dar resultados negativos.