IV Cumbre CELAC: la disputa entre dos modelos de integración regional – Por Camila Vollenweider

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Con un cuadro de la serie de las Manos de Guayasamín de fondo, y tras haber recibido a los representantes de los 33 países que componen la CELAC, Rafael Correa Delgado dio inicio a la IV Cumbre. El ahora ex presidente pro témpore del organismo comenzó su discurso haciendo alusión a esas manos “de dolor, de protesta, de impotencia” que reflejaban la historia de los pueblos latinoamericanos y del Caribe. Exhortó a la CELAC a cambiar el significado de las manos, para que reflejasen “alegría, prosperidad y esperanza”. Ese fue, precisamente, el mensaje de fondo de la Cumbre: fortalecer la unidad de las naciones que componen la CELAC para mejorar sustancialmente las condiciones de vida de sus ciudadanos.

Correa recorrió casi todos los temas que, posteriormente, surgieron en el Debate general de los Presidentes y Jefes de Estado y de Gobierno. En primer lugar destacó, como el resto de los representantes, sin excepción, que la región está atravesando una situación económica y financiera muy desfavorable, como consecuencia de la caída del precio de los commodities y de la preeminencia de matrices productivas poco diversas, entre otros factores. Instó, por lo tanto a redoblar los esfuerzos por distribuir la riqueza de forma más equitativa, en un continente extremadamente desigual, y redoblar esfuerzos para intensificar la integración. En segundo lugar, manifestó su deseo de que la CELAC vaya progresivamente reemplazando a la OEA, por considerarla más anacrónica que nunca y, sin decirlo abiertamente, hipócrita. En este sentido, Correa recordó que la sede de este organismo se encuentra en Nueva York, en un país que “incumple abiertamente su carta fundacional” y que no ha ratificado ninguno de los acuerdos multinacionales en materia de Derechos Humanos. Afirmó, por lo tanto, que el desarrollo es un problema político, una consecuencia de la orientación de las decisiones de los gobiernos respecto de las distintas dicotomías que el capitalismo impone: élites o pueblos, mercado o sociedad, finanzas o producción. Por supuesto, destacó los logros de su país en la mejora de indicadores sociales y económicos y mencionó también el esperado fin del conflicto armado en Colombia como un logro del trabajo mancomunado de los países de la región.

Tras varias horas de reuniones bilaterales entre los distintos países comenzó el esperado Debate de Presidentes y Jefes de Estado y de Gobierno, donde cada representante expuso su parecer sobre los ejes temáticos que habían sido consensuados con anterioridad, en la Cumbre de Cancilleres de la CELAC en noviembre del pasado año en Quito. Éstos eran: 1) La reducción de la pobreza y las desigualdades; 2) el fortalecimiento de la educación, la ciencia, la tecnología y la información; 3) el consenso sobre políticas medioambientales y contra el cambio climático; 4) la gestión de financiamiento para el desarrollo enfatizando la infraestructura y la conectividad y, 5) el desarrollo y el potenciamiento del bloque regional. Todos los mandatarios se refirieron a estos temas, aunque cada uno, en los 6 minutos previstos de disertación, ahondó en algunos de manera particular.

Los representantes de los Estados caribeños, que en su mayoría disertaron al final, fueron enfáticos en la solicitud de ayuda a la Comunidad para combatir graves problemas que aquejan a esa región: Antigua y Barbuda, Jamaica, Barbados, Belice y otros señalaron que el sistema financiero liderado por los países centrales está ahogando sus economías y que la CELAC debe diseñar estrategias para matizar la capacidad de injerencia del poder financiero internacional. También solicitaron mayores esfuerzos por parte del bloque para conseguir incrementar inversiones y financiamiento para infraestructura, combate a las epidemias como el dengue y el zika, y para contrarrestar de manera eficiente los efectos adversos del cambio climático que golpea a esos países mediante catástrofes naturales. Asimismo, fueron frecuentes las alusiones de los países centroamericanos al problema migratorio, ya sea desde su rol como países con fuerte población migrante o como países de tránsito.

Los representantes de los países sudamericanos introdujeron algunos otros componentes al debate, componentes que, de algún modo, pusieron de manifiesto los disensos políticos importantes entre algunos bloques al interior de la CELAC. Fue, particularmente el pedido del Ministro de Relaciones Exteriores de Haití lo que catapultó los desacuerdos más significativos. Lener Renauld solicitó a la CELAC que enviase una misión técnico-política a su país para ayudar a resolver el grave problema político derivado de las pasadas elecciones presidenciales. Señaló que la OEA en su momento había enviado una misión para observar las elecciones, y que ésta seguía en el país, en carácter de misión técnica, para evaluar la situación. Correa señaló entonces que habría que ver qué es lo que una comitiva de la CELAC podría aportar en dicha situación dado que ya había un organismo multilateral trabajando en Haití; sin embargo, dejó claro que si un país miembro estaba solicitando ayuda a la CELAC, correspondía atenderla. Mientras la Presidenta de Chile, Michelle Bachelet apoyó de manera inmediata la moción de Correa, la vicepresidenta de Argentina, Gabriela Michetti, consideró que no había que superponer esfuerzos y que la presencia de la misión de la OEA en Haití ya era suficiente y que, eventualmente, el tema podría tratarse “online”, a lo que Correa respondió: “somos 33 países que tenemos que ponernos de acuerdo”.

El Presidente de Ecuador reiteró en varias oportunidades más la importancia del hecho de que la Comunidad no podía hacer oídos sordos al pedido de uno de sus miembros, aunque no terminara de aclararse qué podría aportar la CELAC siendo que la OEA estaba tomando cartas en el asunto o, como dijo el vicepresidente uruguayo, Raul Séndic, que dudaba de la capacidad de la CELAC para aportar en esta circunstancia. Finalmente se acabó consensuando que la CELAC enviaría una misión compuesta por los cancilleres de Ecuador, Uruguay, Bahamas y Venezuela, aunque quedó en evidencia que existen diferencias importantes en cuanto a la idoneidad de la ONU para resolver problemas específicos de la región latinoamericana y caribeña. Lo que está en el fondo de este debate es la disputa por los modelos de integración regional para América Latina. La CELAC y la Unasur son dos casos paradigmáticos de una nueva estructura institucional regional con una clara impronta antiimperialista, que dan cuenta de las transformaciones vividas en este siglo XXI en la región. La OEA, comandada históricamente por EEUU, que hoy tiene como portavoz y presidente a Luis Almagro pugna por no perder protagonismo mientras continua su labor de erosionar los procesos de cambio vinculados a la defensa de los intereses de los sectores más vulnerables de las sociedades latinoamericanas.

Otro aspecto a destacar del debate tiene que ver con las medidas que se han de tomar para abordar los problemas económicos de la región que, como todos los representantes señalaron, afectan especialmente a los segmentos más vulnerables de la población. En este sentido, José Manuel Santos de Colombia fue el único que mencionó la palabra “austeridad”, mientras otros que implementan políticas de corte neoliberal -como Argentina, Paraguay, Perú o México- sólo mencionaron o hicieron recuentos de políticas sociales más o menos exitosas. Algunos discursos, como el del liberal Jimmy Morales, de Guatemala, o el de Michetti, fueron un compendio de buenas intenciones (combate a la corrupción, al narcotráfico, pobreza cero, etc.) pero sin ningún tipo de alusión a lo que se estaba haciendo al respecto o cómo se pensaba alcanzar esas metas. Santos fue el único que “blanqueó” que la estrategia era el ajuste. “Austeridad inteligente”, o “con corazón” según sus palabras, ya que no tienen que afectar demasiado al empleo ni a la calidad de vida de los más vulnerables, y bregó por la implementación de políticas sociales focalizadas que, aunque “difíciles, son necesarias”.

La respuesta del bloque posneoliberal vino directo desde Ecuador. El Presidente Correa salió al cruce de su par colombiano cuestionando la efectividad de la austeridad y el ajuste como vía para equilibrar cuentas sin afectar la calidad de vida de la población más vulnerable. Estuvo más en sintonía con la propuesta de Nicolás Maduro de centrar esfuerzos, en 2016, para elaborar e implementar un Plan Económico Táctico Anticrisis en la región para incrementar los flujos comerciales, la solidaridad entre los pueblos y complementar las economías regionales. El razonamiento es inverso: no hay que ajustar sino que hay que diversificar la matriz productiva a partir de un esfuerzo regional conjunto de cooperación e interconexión económica sin sacrificar políticas sociales integrales.

Si bien Correa intervino luego de varias disertaciones para comentar algún aspecto en su calidad de presidente pro témpore, lo cierto es que el mandatario ecuatoriano se destacó como el más radical en sus posturas y el que apuntó certeramente a tocar los temas que evidenciaban las diferencias. Ello no quiere decir que los demás sean moderados, sólo que primó, entre la mayoría, el discurso previsible (al menos en las reuniones abiertas). Los consensos fueron abrumadores en torno al apoyo del proceso de paz en Colombia, al combate al crimen organizado y al narcotráfico, la mejora de la legislación migratoria y ambiental, y los importantes avances en la relación entre Cuba y EEUU.

Lo que dejó la IV Cumbre de la CELAC -ahora con su presidencia pro témpore en República Dominicana- es el consenso absoluto sobre su importancia regional, al menos en el mediano plazo. Aun así, y a pesar de algunas intervenciones que hicieron hincapié en la diversidad dentro de la unidad, es evidente que hay gobiernos que la consideran una herramienta vital para el desarrollo y la unidad de los pueblos y otros no tanto. De todos modos, la correlación de fuerzas en la CELAC sigue siendo favorable a las líneas políticas que le dieron origen y, quizás por ello, ha primado el consenso en los temas más relevantes.

Camila Vollenweider. Magister en Sociología por la Universidad Autonoma de Barcelona y Licenciada en Historia por la Universidad Nacional de Rio Cuarto.Se desempeña como docente en la Universidad Nacional de Rio Negro y es investigadora del CIETES (UNRN).

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