Gabriel Boric, diputado de Izquierda Autónoma y exdirigente estudiantil: «En Chile hay un simulacro de democracia donde las decisiones las toma una elite»
Por Emmanuel Ganora
En marzo del próximo año, Gabriel Boric, diputado de Izquierda Autónoma, cumplirá dos años desde su ingreso al Congreso. Un espacio que al ex presidente de la Fech todavía no le acomoda del todo, pese a reconocerle cierta utilidad política. En esta entrevista, su balance refleja un tono de denuncia.
“El Congreso no es lo que parece ser. No es representativo de la diversidad, no es el lugar donde se toman las decisiones que definen el rumbo del país. Desgraciadamente, las decisiones se toman en otros pasillos, donde la democracia no tiene acceso”, sostiene el diputado por Magallanes.
¿Dónde se toman las decisiones a su juicio?
Son los poderes fácticos. En las mesas y reuniones con los empresarios, en los debates internos de los partidos y no sometidos al escrutinio público. Más allá de lo que se diga en el discurso oficial, termina siendo una suerte de buzón, en donde llegan leyes precocinadas y a las que es posible echarle un poquito de sazón, pero en ningún caso determinar su contenido y carácter.
¿Podría identificar quiénes protagonizan esos “poderes fácticos”?
En instancias como Icare, en citas con lobistas, en las relaciones que tienen los políticos con los empresarios, en reuniones de asesores. Todo el circuito de decisiones no está sometido al escrutinio público. Y eso es un déficit tremendo de la democracia en Chile, habla de su desgaste y revela el profundo abismo que existe entre sociedad y política. A la sociedad le cuesta mucho entrar a los circuitos institucionales que están raptados por una casta que es minoritaria y que no quiere soltar el poder. Eso fue muy patente en la discusión de la ley de partidos políticos, donde los partidos tradicionales han hecho todo lo posible para dificultar la entrada de nuevas fuerzas al escenario político institucional.
Entonces, ¿hay una debilidad de la democracia?
En Chile hay un simulacro de democracia, donde las decisiones las toma una pequeña elite, que además es muy endogámica. Tiene las características de ser santiaguina, rica y machista. Y eso genera una suerte de protección donde no se escucha lo que pasa afuera. Si uno ve las reacciones que han tenido los actores institucionales frente a los casos de corrupción, han sido súper erráticas. El mismo Congreso no capta lo que pasa afuera. Ejemplo de ello es que el PS defiende a Fulvio Rossi, la UDI defendiende a Jovino Novoa y se igualan en eso, dos partidos que vienen de tradiciones muy diferentes.
¿Se puede acercar la sociedad al Congreso utilizando sus espacios? Se supone, por ejemplo, que los parlamentarios se acercan a la gente en sus semanas distritales.
La semana distrital se transforma en una suerte de momento de clientelismo. Y si bien reconozco que hay parlamentarios que hacen un trabajo real, hay muchos que se dedican sólo al asistencialismo, que era lo que hacía Fulvio Rossi en Iquique, con su casa de acogida que tenía pagada por las mineras. Se requieren nuevas alternativas políticas y dar por superado el bicoalicionismo de derecha y Nueva Mayoría. Es el desafío de Izquierda Autónoma, Revolución Democrática, entre otras fuerzas políticas que no están representadas en el Congreso.
A las comisiones del Congreso van invitados de la sociedad civil a exponer sus argumentos. ¿Tampoco vale eso?
Pese a las excepciones, muchas de las instancias de participación que hay acá terminan siendo para la foto, para dejar tranquilo a las personas que vienen. Por ejemplo, he visto a muchos parlamentarios de la Nueva Mayoría que estaban de acuerdo con lo que exponía la gente que iba a la Comisión de Trabajo por la reforma laboral y al final votaban en bloque.
El Congreso suele emitir proyectos de acuerdo sobre diversos temas ¿Sirven?
Hay muchos diputados que apenas pasa algo, presentan un proyecto de ley. Esa cuestión es para la foto, porque los proyectos que se aprueban son muy pocos. Se utilizan de manera muy grosera para decir ‘nosotros presentamos esto’, cuando saben que no hacen nada porque se apruebe, eso sí que es para la galería. He visto muy pocos proyectos de acuerdo que tengan una utilidad concreta.
Otro fenómeno son los perfeccionamientos que hace el Senado a los proyectos que aprueba la Cámara.
Hay que pensar si tiene sentido esta bicameralidad en donde el Senado se atribuye un rol de consejo de sabios que no lo tiene. Uno ve que ahí están los senadores Iván Moreira (UDI), Jaime Orpis (UDI) Ena von Baer (UDI) y Fulvio Rossi (PS), que están igual de comprados por el empresariado. Se atribuyen una función revisora o de madurez que no tienen. En el Senado se producen los mismos vicios que en la Cámara, lo que pasa es que se dan más ínfulas, tienen un divismo mayor.
Así las cosas, ¿cree que ha sido útil su paso por la Cámara?
Sin lugar a dudas. Ha sido útil desde una perspectiva de aprendizaje, de conocer in situ los límites de la democracia chilena y los vicios de la misma, pero también el tener la posiblidad de traer intereses sociales no representados en la política al Parlamento. Ha servido como una plataforma para dar cuenta de esta crisis. El discurso general es bastante autocomplaciente y es bueno que hayan voces críticas adentro. Y yo estoy hablando desde la política, me interesa hacer política, por tanto no me siento un outsider hablando de esto. Lo hago sin pasarme el rollo, con humildad.
¿Y piensa repostularse?
Es muy pronto para decirlo, pero para eso hay que analizar tres factores: tener una buena evaluación en Magallanes, que Izquierda Autónoma tenga fuerza a nivel nacional y tiene que ser por la región de Magallanes. Soy de ahí y no estoy disponible para hacer turismo político.