Macri y el arte del acuerdo – Diario La Nación, Argentina

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

El discurso de Mauricio Macri tras su jura como presidente de la Nación ha sido una muestra contundente de la necesidad que se observa en nuestro país por volver a resignificar determinadas palabras y acciones. Después de 12 años de un poder político arrogante, pendenciero, avasallante, irrespetuoso para con los críticos y, muy especialmente, vengativo, apelar a la reconciliación, al diálogo y a la unión para alcanzar objetivos termina siendo necesariamente una de las principales demandas que se le hace a nuestra maltratada democracia.

«Convoco a todos a aprender el arte del acuerdo», sostuvo Macri, cuya llegada al poder es, precisamente, producto de una alianza entre diversas fuerzas políticas, las que, a juicio de la mayoría de los ciudadanos que votaron en el ballottage del mes último, mejor representan el cambio que demanda la hora.

Macri hizo girar su discurso de ayer sobre los principales ejes de la campaña de Cambiemos: unir a los argentinos, derrotar al narcotráfico, combatir la corrupción, garantizar la independencia de poderes y reducir al máximo posible la pobreza y la indigencia. Para ello, será necesario dar varios pasos impostergables, que fueron enunciados durante el acto ante la Asamblea Legislativa. El flamante presidente se comprometió a trabajar para todos los argentinos, sean del signo político que fuesen; aseguró que se sincerarán las estadísticas y que la información pública será realmente pública, al alcance de todos; dijo que será implacable con quienes se apropien del Estado para su beneficio personal o partidario, y que no habrá jueces militantes, que será la Justicia la que deba hacer su propia limpieza, porque no existe democracia sin una justicia independiente. Al respecto, agradeció a quienes desde ese poder han impedido que nuestro país sea irreversiblemente tomado por un proyecto absolutista, tarea con la que -cabe destacar- también han contribuido, y mucho, los medios de prensa independientes.

Son, en sí, grandes objetivos. Seguramente, las precisiones de cómo se llevarán adelante vendrán con el correr de los días, cuando el nuevo gobierno tenga mayor acceso a la enorme cantidad de información que le fue vedada por la administración saliente. Lo que no puede objetarse es que todas esas metas figuren en su agenda como verdaderas declaraciones de principios. No es poco que un gobierno manifieste su compromiso público de acatar la ley y que pida a los gobernados trabajar en conjunto, aportando, disintiendo, marcando los errores, sumando diferentes visiones, trabajando todos los días un poco mejor y sin esperar milagros ni recetas mágicas. Los argentinos hemos venido padeciendo en los últimos 12 años los nefastos efectos de transitar por el camino contrario, con autoridades que han hecho culto de los personalismos, que han puesto su voz por encima de la de los demás, que han usado al Estado para su exclusivo beneficio, privilegiando el amiguismo por sobre la capacidad y la eficiencia. Han sido muchos años de enfrentamientos inútiles, con resultados lamentables para todos.

Entre otros enunciados del nuevo mandatario merecen destacarse la universalización de la protección social, la urbanización de villas, la ampliación de la economía mediante la generación de nuevos empleos y una inversión inteligente y expansiva, con infraestructura y oportunidades. También, el combate contra la inseguridad, que tantas vidas se ha cobrado ya en nuestro país. Un párrafo muy especial le ha dedicado Macri a la educación, poniéndola a la par de los otros grandes objetivos. Prometió una revolución en la calidad de la educación pública, basada en una ética del crecimiento y de la superación, prestigiando y valorando al docente. Su discurso también incluyó una breve referencia, pero no menor, al vetusto sistema de votación que sigue rigiendo en nuestro país.

Realizó un llamado a consolidar y ampliar los acuerdos con América latina, abriendo también la posibilidad de generar entendimientos con países de otras regiones, al tiempo que hizo público su reconocimiento al resto de los candidatos a presidente que compitieron en los últimos comicios.

La forma en que ha quedado dividido el mapa político del país durante las últimas elecciones, advierte también sobre el esfuerzo que deberá poner el gobierno nacional para establecer diálogos francos y abiertos con los gobiernos de cada uno de los distritos. La circunstancia de que ahora los gobiernos nacional, bonaerense y porteño se encuentren gestionados por equipos del mismo sector partidario abre una nueva esperanza de trabajo coordinado para hacer frente a las acuciantes demandas de seguridad, salud e infraestructura, y crea un compromiso todavía mayor de parte de aquellos administrados por Cambiemos.

Esa alianza electoral se ha impuesto en numerosos distritos, entre ellos, los que concentran el mayor número de habitantes, pero no contará con mayoría propia en ninguna de las dos cámaras del Congreso de la Nación.

Macri deberá construir poder: su llegada a la primera magistratura encarna los reclamos de quienes lo eligieron por convicción, pero también de quienes lo votaron espantados de las prácticas kirchneristas, exacerbadas hasta lo impensable y hasta segundos antes del recambio presidencial.

Hará falta mucho esfuerzo y delicadeza para desactivar la bomba de tiempo que deja el kirchnerismo en lo económico y social. También el desquicio que deja en lo cultural, en los modos y en las formas. Conseguir poner al país en la senda de la normalidad perdida es una meta razonable, aunque ciertamente difícil. Con ella debemos colaborar todos como sociedad, unidos en la diversidad, con respeto por las instituciones y con la verdad como punto de partida.

La Nación

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