Luis Alberto Moreno, presidente del BID, sobre el papel de América Latina en la cumbre de París: «Industrializados deben pagar más por el cambio climático»

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Por Sergio Gómez Maseri

Un aspecto central en la Cumbre de Cambio Climático (COP21), que arranca hoy en París, es el del financiamiento y ayuda que deberán recibir las naciones en vías de desarrollo para poder transitar hacia economías más verdes, que sirvan de freno al calentamiento global.

En el caso de América Latina, buena parte de ese esfuerzo recaerá en entes multilaterales como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

En esta entrevista con EL TEMPO, su presidente, Luis Alberto Moreno, habla de la agenda de la entidad en la COP 21 y deja claro que en esta cruzada todavía hace falta que los países industrializados aporten una mayor cantidad de recursos para garantizar esa transformación.

¿Qué mensaje lleva el BID a la Cumbre en París?

Hoy día el 17 por ciento de los créditos que da el BID están asociados a cambio climático. Lo que estamos anunciando es nuestro compromiso de aumentarlos hasta un 25 por ciento de aquí al 2020. Es decir que para ese año estaremos prestando algo más de 3.000 millones de dólares anuales con este fin. La mayoría de esos programas son para temas de eficiencia energética, que son los más costo- efectivos, pero también para tema de adaptación y en energías renovables.

¿Cómo encaja en ese plan el Mecanismo Regional de Bonos Verdes para eficiencia energética que acaban de anunciar?

Eso es justamente parte del tipo de financiamiento novedoso que estamos haciendo. Este bono es uno en el que el BID pone 400 millones de dólares de su capital, pero moviliza otros 600 millones que provienen en parte de un fondo que tenemos con el Gobierno chino y que está asociado al llamado Fondo Verde que se acordó recientemente como preámbulo a París. Básicamente, lo que se busca es apuntalar esos recursos hacia las pequeñas y medianas empresas para que estas comiencen a renovar sus equipos por otros más eficientes.

Como, por ejemplo, una tienda en cualquier parte de Colombia que utiliza hoy aire acondicionado y neveras que producen mucho CO2…

Vamos a arrancar con México. Pero se ha seleccionado a un grupo de países de la región, entre los que está Colombia, con los que también vamos a trabajar.

La cumbre busca un acuerdo que limite en 2 grados centígrados el aumento de la temperatura mundial y que este sea vinculante y verificable. ¿Fracasaría París si no alcanza estos objetivos?

Esa es la pregunta del millón. Yo creo que saldrá un acuerdo, pero hace falta ver qué se define frente a dos aspectos claves: el nivel de ambición (al desarrollo) y qué tan vinculante termina siendo. Creo que buena parte de la discusión va a girar en torno a eso.

En la medida en que el nivel de ambición sea más alto, las probabilidades de que sea más vinculante son menores y viceversa. Es un poco lo que ha sido la historia de esta discusión. Acá lo que importa no es tanto quién causó la contaminación, sino qué hacemos para resolver el problema. Qué saca Colombia, por ejemplo, con controlar sus emisiones y hacer buenas prácticas si el resto del mundo no hace su parte.

Es importante que el acuerdo reconozca que los países desarrollados tienen una responsabilidad histórica en la generación del cambio climático y que por tanto deben hacer más esfuerzos para solucionarlo.

Sin duda, y la manera de hacer más es creando los instrumentos financieros que permitan hacer cosas como las que estamos haciendo con los bonos verdes. Y para eso se necesita que los países industrializados pongan más sobre la mesa. De los llamados 100.000 millones de dólares anuales a los que se comprometieron en reuniones previas a la COP21 (por ahora solo van 70.000 millones, según informe de la Ocde), la tercera parte viene de entidades multilaterales como el BID, el Banco Mundial, el Banco Africano o el Asiático. Acá lo importante es que una parte mayor provenga de recursos concesionales que nos permitan hacer los créditos para que los países en desarrollo puedan transformar economías que están basadas en combustibles fósiles a unas más eficientes y menos contaminantes.

Como lo que estamos haciendo en Colombia para mantener áreas protegidas, o reforestación de bosques húmedos que son los mejores depósitos para almacenar el CO2. Pero se necesitan los recursos.

¿No le preocupa que falte plata de las ayudas?

Aún se puede llegar a la cifra pactada, pero claro que preocupa. Ya deberíamos estar por encima de los 100.000 millones de dólares. Entre otras cosas, porque la plata que ponen los multilaterales es deuda y lo que se necesita son más recursos concesionales.

Varios países ya presentaron sus contribuciones previstas y determinadas a nivel nacional (INDC, por sus siglas en inglés). Sin embargo, diversas organizaciones afirman que con ellas no se llegará a la reducción del calentamiento en un máximo de dos 2 grados para este siglo.

El problema central es que hay algunos países que cumplen y otros que no. Creo que el reto es ver cómo se movilizan recursos del sector privado para invertir en programas que mitiguen el cambio climático. Y la mejor manera es combinando de forma inteligente recursos concesionales y de ayuda al desarrollo que generen garantías para que fondos de pensiones y bancos participen en el financiamiento de la economía verde.

El contexto global ya no es el del 97, cuando se adoptó el Protocolo de Kioto. Hoy, países en desarrollo como China, India, Indonesia, Brasil y México contribuyen de una manera significativa al cambio climático. ¿Cómo afecta eso la posición de América Latina?

No solo México y Brasil, sino muchos países de América Latina han tenido un desarrollo económico importante. Hay menos pobreza, niveles de ingreso per cápita mayores, y eso ha contribuido a que estemos generando como región muchas más emisiones. Pero el tipo de emisiones que generamos proviene más de la agricultura que de la industria. Y corregir esos problemas es fundamental para limitar emisiones. El otro gran tema es el proceso acelerado de deforestación de nuestros bosques que hubo en su momento, sobre todo en la Amazonia. Por eso, cosas como las que ha hecho Colombia para proteger áreas sensibles y zonas de amortiguación son muy importantes.

Existe la creencia de que este es un problema que debe resolver el primer mundo, por ser los grandes contaminantes. ¿Cree que hay conciencia sobre nuestra responsabilidad en el calentamiento global?

Si usted mira, de los 10 países más vulnerables al calentamiento global, cuatro están en América Latina. Entre ellos, Guatemala y algunas islas del Caribe. Se ven casos como el de la roya en el café, el aumento de los huracanes, las sequías, o el fenómeno de la Niña, que impactará duro en países como Colombia. Dentro de un mismo país, hay zonas inundadas y otras en sequía. En Argentina se perdieron hace 3 años un millón de cabezas de ganado. Todo eso es el cambio climático en la región. Creo que hay conciencia entre los líderes públicos. Las encuestas dicen que los temas ambientales preocupan a muchos, especialmente a los jóvenes. Hay un vacío de información y de capacidad para canalizar los esfuerzos necesarios. Tenemos que valorar nuestro patrimonio ecológico.

Para la mayoría de países en la región es muy importante que los acuerdos no limiten sus ambiciones de desarrollo. ¿Cómo lograr eso y cumplir simultáneamente con acuerdos para limitar las emisiones?

No hay duda de que hay que encontrar ese balance, pues no se trata de no poder seguir creciendo. Siempre habrá efectos sobre el medioambiente, pero estos se pueden mitigar. Si en una zona muy remota de un país la única manera de generar energía es usando diésel, entonces una manera de mitigar es sembrando un número de árboles que puedan almacenar esas emisiones. Hay muchas maneras de mitigar. Nuestro Amazonas es un patrimonio de la humanidad, y hay que encontrar la manera de movilizar recursos de los países más desarrollados para preservarlo y mantenerlo como depósito de emisiones de CO2.

¿Y existe ese compromiso por parte de ellos?

Esa es precisamente la prueba de París.

El presidente Juan Manuel Santos acaba de anunciar un ambicioso plan para invertir más de 2 billones de dólares en desarrollo sostenible, de los que una parte vendría de la comunidad internacional. ¿Cuál es el papel del BID?

Si se llega a firmar la paz, como todos esperamos, cerca de un millón de personas que fueron desplazadas volverán a territorios que son sensibles. Lo importante es que ese retorno se dé protegiendo el medioambiente. Será necesario financiar programas de reforestación, para protección de áreas, para controlar emisiones. Nosotros ayudamos a crear un consejo de asesores de muy alto nivel, entre los que están el exvicepresidente Al Gore y el exsecretario del Tesoro de EE. UU. Frank Pulson, para que aconseje al Gobierno colombiano en este proceso. Además, el BID aportará su experiencia en este campo y servirá como una especie de garante.

Hace poco, tanto la ONU como EE. UU. dieron cuenta de un importante repunte de los cultivos de coca en el país. ¿No impacta eso las metas de iniciativas como Colombia Sostenible?

No hay duda de que es un gran reto el que tiene Colombia, y es una mala noticia saber que los cultivos ilícitos aumentan. No solo por el daño que causa a la humanidad el consumo de drogas ilícitas, sino por la manera como se producen, empleando agroquímicos y causando deforestación, con un efecto destructivo en el medioambiente.

El Tiempo

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