Noam Chomsky, filósofo y activista estadounidense:»El proceso de paz en Colombia pudo iniciarse mucho antes»
Por Sergio Gómez Maseri
A los 86 años, Noam Chomsky es una especie de superestrella del mundo intelectual, quizá el último que queda de una generación que produjo gigantes como Bertrand Russell y Jean-Paul Sartre.
“Lo que está pasando es muy grave. El hombre mismo está sembrando el camino para la destrucción de su especie”, dice ya al final de una larga conversación telefónica, desde su oficina en el célebre MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts), en Boston, al tocar uno de los temas que más lo preocupan por estos días: el cambio climático.
Usted siempre ha sido muy crítico de las intervenciones de Estados Unidos en América Latina. Recientemente catalogó el Plan Colombia como un nuevo fracaso. Sin embargo, Washington la vende como una de las intervenciones más exitosas porque ayudó a rescatar a un país al borde del abismo. ¿Cómo reconcilia esa versión con la suya?
El Plan Colombia militarizó el conflicto y convirtió a las Farc, un grupo guerrillero que tenía programas y ofrecía algo a los campesinos, en otro grupo terrorista que se aprovechaba de ellos. Incrementó las violaciones de derechos humanos, ya de por sí terribles, con más de 150.000 muertos, y la tasa de asesinatos de sindicalistas, la más alta en el mundo, con millones de desplazados. El resultado final es que Colombia está comenzando a funcionar nuevamente, a desarrollarse económicamente. Pero se pudo haber logrado sin este brutal plan. Colombia es un país muy rico y es sorprendente que no se haya desarrollado ya como uno de los más prósperos del mundo. Tiene enormes recursos, un sector de la población muy educado, y no tiene enemigos externos. Pero ha sido plagada por una historia interna de violencia que fue exacerbada por el Plan Colombia.
Es curioso que lo diga. Muchos piensan que esa ayuda permitió golpear a las Farc, debilitar el narcotráfico y conducir al país hacia el proceso de paz que pondría fin a 50 años de conflicto…
Yo espero que eso sea cierto. Pero creo que antes que avanzar en esa causa, el Plan Colombia la retrasó. El proceso de paz pudo iniciarse mucho antes. De hecho, el de finales de los años 80 estuvo muy cerca del ingreso de las Farc al sistema político, pero se rompió cuando sus líderes fueron asesinados (la Unión Patriótica). Y pudo haber revivido a finales de los años 90, con una política más constructiva, sin tener que atravesar por este terrible período de destrucción. A esto hay que sumarle la guerra química contra las drogas a través de la fumigación. Yo fui al país, he visto personalmente sus efectos y son terribles. Destruyó la agricultura, las comunidades, empujó a la minería ilegal y causó, en parte, que el país acumulara la población de desplazados más grande del mundo.
Sabemos que sigue de cerca las negociaciones de La Habana. ¿Cree que, si se materializan, solucionarán los problemas que causaron el conflicto y conducirán a una paz duradera?
No conocemos todos los detalles. Las cosas parecen marchar por buen camino, y esperemos que les estén prestando atención a los problemas de fondo de la sociedad colombiana, que provocaron el surgimiento de los movimientos guerrilleros. Si no lo hacen, no desaparecerán.
Una de las grandes encrucijadas de este proceso es cómo tratar a personas acusadas de graves violaciones de los derechos humanos. Un sector importante de la sociedad no respalda el perdón de sus crímenes o un sistema de justicia transicional sin privación efectiva de la libertad de los responsables. ¿Usted qué opina?
Podemos mirar otros casos para evaluar. En Sudáfrica, por ejemplo, hubo una comisión de reconciliación y muchos confesaron serios crímenes. Hubo algunos castigos, pero casi nada si se compara con la magnitud de sus crímenes. Y, sin embargo, condujo a cierta reconciliación. En otros países, como Indonesia, un caso en el que he estado involucrado, se cometieron crímenes espantosos bajo el régimen militar. La invasión de Timor Oriental es lo más cercano a un genocidio desde la Segunda Guerra Mundial. Solucionaron su problema, pero con total impunidad. Tomaron la decisión de mirar hacia adelante y avanzar en la reconciliación. Creo que para ellos fue una decisión sabia.
Pero hay que mirar caso por caso. Nunca es fácil, pero lo que siempre hay que preguntarse es cómo superar esos horrores del pasado y avanzar hacia un futuro donde haya más esperanza.
Usted se declaró simpatizante de los movimientos de izquierda que se tomaron el poder en países de América Latina bajo la bandera de un nuevo socialismo. Pero muchos, y particularmente en Venezuela, parecen colapsar. ¿Fracasa el modelo, como fracasó la Unión Soviética, o son las personas al frente quienes no han podido ejecutarlo?
Lo de la Unión Soviética no fue socialismo. Ellos quisieron llamarlo así para obtener cierta autoridad moral y Occidente también, para denigrar del socialismo. Estados Unidos, de hecho, está más cerca del socialismo de lo que lo estuvo la Unión Soviética. El concepto central del socialismo es que los trabajadores controlan la producción, pero en la URSS no tenían derechos, era una tiranía. No puedo ver algo más alejado del socialismo. En el caso de Venezuela, se lo llamó ‘Socialismo del siglo XXI’, pero nunca tocó la estructura capitalista del país. Hubo medidas socialdemócratas, pero nunca se caminó en esa dirección. (Hugo) Chávez hizo un esfuerzo para tratar de instituir reformas, pero un cambio que viene desde arriba, sin una iniciativa sustancial de las fuerzas populares, tiene muy pocas esperanzas de ser exitoso.
Hubo algunos logros, como reducir la pobreza y mejorar la salud. Sin embargo, Venezuela nunca pudo enfrentar sus problemas económicos fundamentales, entre los que se destaca su dependencia casi total del petróleo. Hubo cosas positivas, pero no se enfrentaron los problemas fundamentales y eso no tiene nada que ver con el socialismo.
Entonces, ¿qué futuro le ve al chavismo en Venezuela?
Las cosas se ven muy graves. La economía está en muy mal estado y no veo propuesta para salir del hueco. La oposición, según las encuestas, parece que ganará las próximas elecciones, pero tampoco tienen programas para solucionar los problemas.
Pasando a un tema más próximo para usted, ¿qué opina de que Estados Unidos considere con seriedad la candidatura presidencial de Donald Trump?
Lo que está pasando en las primarias republicanas es totalmente absurdo, vergonzoso, y no había sucedido algo así en la historia de nuestra democracia. Es un carnaval. Los pocos candidatos que tienen algo de semejanza a una figura política están lejos en las encuestas, y lo que producen los que están adelante, en materia de declaraciones y políticas, es muy triste, lejos de una sociedad funcional. Es triste la reflexión sobre lo que le ha pasado a Estados Unidos durante este periodo neoliberal: los dos partidos, Demócrata y Republicano, se han corrido hacia la derecha.
Los que se llaman ahora demócratas son los que antes se llamaban republicanos moderados. A Bernie Sanders –candidato del Partido Demócrata–, que me gusta y tiene buenas ideas, se lo considera de extrema izquierda, pero sus ideas no son muy diferentes a las del expresidente republicano Dwight Eisenhower, quien hizo énfasis en que cualquier persona que se alejara del New Deal (el programa que favoreció a los más pobres tras la Gran Depresión) debía ser excluido del sistema político de Estados Unidos.
Sanders, de hecho, es el único que representa esos valores del New Deal en esta carrera, y prueba lo mucho que nos hemos movido. Lo que ha pasado con los republicanos es que se salieron hasta del espectro. Se fueron tan a la derecha en su apoyo a la riqueza y la concentración de poder que perdieron su base. Y se han visto forzados a movilizar a un sector de la población que siempre estuvo allí, pero que nunca se había movilizado con fuerza: los cristianos evangélicos, los nacionalistas que creen que los hispanos se están robando el país, que viven tan asustados que cargan armas al entrar a una cafetería. Esa es la base del partido ahora, un prospecto que da miedo.
El tema más caliente en la arena internacional es Rusia. Primero, por la anexión de Crimea; luego, por su papel en Ucrania, y ahora, por su intervención militar en Siria. ¿Cuál cree que es la apuesta de Vladimir Putin y cómo puede responder Occidente?
En el caso de Crimea, Rusia sí invadió y se anexó el territorio. Pero se trata de un territorio que fue ruso durante mucho tiempo, hasta que Nikita Kruschev lo entregó a Ucrania en 1954, y donde la población es muy prorrusa. Pero fue un acto ilegal y debe ser condenado. Sin embargo, no es fundamentalmente diferente a la manera como Estados Unidos se ha aferrado al sureste de Cuba (Guantánamo) durante 100 años. Tiene muchos menos argumentos Estados Unidos con Cuba que Rusia con Crimea. La crisis de Ucrania viene de las decisiones que se tomaron en los 90, cuando colapsó la Unión Soviética y Occidente expandió la Otán hasta las propias fronteras de Rusia. Aunque hay mucho que criticar sobre cómo se ha comportado Rusia, no solo un lado es el responsable. Occidente tiene su parte.
En Siria, nos guste o no, Rusia está apoyando al Gobierno legal, reconocido internacionalmente y con asiento en la ONU. Es un gobierno terrible, pero hay muchos gobiernos terribles. Esta mal apoyarlos, pero no es ilegal. Rusia entró al conflicto cuando el régimen de Al Asad estaba cerca de colapsar bajo el ataque de fuerzas yihadistas, muy parecidas al grupo terrorista Estado Islámico (EI), que son apoyadas por Turquía, Arabia Saudita, Qatar y la CIA, que les da armas. La política de Estados Unidos es totalmente incoherente: está atacando al EI, pero también está apoyando a yihadistas, y sus aliados en la zona también lo hacen.
Cuando mira al mundo de hoy, ¿qué cosas le producen temor y cuáles le generan optimismo?
Hay cosas horribles que están pasando, como las que hemos discutido. Pero hay dos sombras muy grises que se posan sobre todo y amenazan la posibilidad de supervivencia de la raza humana. La primera es la guerra nuclear. Desde hace 70 años, cuando se detonaron las primeras bombas atómicas, el hombre demostró que había desarrollado una tecnología con la que podía autodestruirse. Es un milagro que hayamos sobrevivido estas siete décadas. Pero es poco probable que ese milagro sea eterno.
Lo otro es el cambio climático, causado por los hombres. Es innegable que está pasando. Mi propia universidad, el MIT, acaba de comprometerse institucionalmente a donar recursos sustanciales para tratar de evitar la catástrofe que científicos en todo el mundo coinciden en predecir. A menos que suceda algo muy significativo, algo que nos aleje del uso de combustibles fósiles y nos lleve hacia el empleo de energías limpias y renovables, el futuro de nuestros nietos no será promisorio. El cambio climático no es algo en el futuro, está pasando ya. La destrucción de especies como resultado del cambio climático está al mismo nivel de hace 65 millones de años, cuando un meteorito acabó con los dinosaurios. Así de grave es.
Algunos de los más grandes conflictos del mundo están siendo exacerbados por esto. Como lo que estábamos hablando de Siria. Durante los últimos años han experimentado una sequía grande, de las más grandes de su historia, y eso ha movido a campesinos a zonas urbanas, donde no pueden sostenerse, lo cual ha elevado las tensiones y los conflictos. Es así también en Darfur, donde tribus nómadas penetraron en zonas agrícolas por la desertificación de las áreas donde vivían. Si esto sigue así, lo que viene son catástrofes muy reales, de magnitudes inimaginables.