Nunca más un ajuste: el globo de Macri se desinfla – Por Aram Aharonian

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Todo indica que el voto macrista tocó techo y las victoriosas encuestas se pinchan, en un período entre elecciones demasiado largo como para mantener el engaño.

Quizá la jactancia en los anuncios hechos por Alfonso Prat-Gay fue lo que rebalsó el vaso. Las certezas del ajuste enunciado por él, que llevaría al empobrecimiento de los trabajadores y de la clase media media, a las reprivatizaciones al mejor estilo de los 1990, la devaluación y el reendeudamiento con el riesgo que se trasvasen a los fondos buitre YPF, Aerolíneas, más las reservas de Vaca Muerta, comenzaron a causar miedo en los sectores mayoritarios.

A dos días del show (debate) televisivo, Macri mandó a callar a todos sus economistas: la gente comenzó a tomar conciencia y eso sí generó miedo. Hasta el jefe económico del massismo, Roberto Lavagna, salió a marcar diferencias: “Un cambio para el ajuste es invotable”, dijo.

El candidato presidencial por el FpV indicó que “el aumento en la harina y en los medicamentos” de las últimas horas se produjo luego de que su rival de Cambiemos dijo que “va a dejar el dólar al libre mercado”. Scioli volvió a criticar las propuestas devaluacionistas de esa alianza, porque generarían “un efecto muy negativo en la clase media y en todo el equilibrio del Estado. Por eso han mandado a callar a sus economistas”.

Cambiemos planteó una campaña alegre, divertida, positiva, al estilo pare-de-sufrir, sin contenidos ideológicos, mientras el FpV se empecinó en el reconocimiento a la década ganada y en el miedo hacia el futuro posible si ganase el proyecto del PRO. La habilidad de los que idearon el producto Macri fue hacer creer que lo muy viejo –el neoliberalismo– era la novedad. Al kirchnerismo, con todos los cambios que significó para la sociedad argentina, lo presentan como aquello que hay que cambiar. Quizá Hernán Brienza tenga razón y ésa sea la principal operación mediático-cultural que realizó la derecha en los últimos meses.

Durante dos semanas pareció que esta apelación a la percepción de algo nuevo inutilizó los argumentos de tipo racional sobre logros del kirchnerismo en la última década y sobre el temor del retorno a las épocas oscuras. En la última semana, sin embargo, hasta los medios hegemónicos tuvieron que aceptar que no existía tal brecha y que el final será cabeza a cabeza. Como en todo balotaje.

Por lo tanto, aquel ajuste anunciado por Prat-Gay ayudó a tomar conciencia a un electorado al que cierto descontento de circunstancias le dificultaba dimensionar lo que realmente está en juego, para el país e, incluso, para sus intereses personalísimos, los de sus hijos y sus nietos.

Desmintiéndose a sí mismo acerca de una presunta situación económica muy mala, Macri volanteó el jueves último en Córdoba y reconoció que Argentina “no tiene problemas de fondo”, como “conflictos religiosos o raciales”, y aseguró que se “inventan los problemas”. Fiel a su libreto de campaña, el candidato de Cambiemos se mostró junto a sus socios radicales y dijo que los argentinos “somos capaces de hacer cosas maravillosas”; como prueba de ello enumeró: “Tenemos un Papa, el mejor jugador del mundo, una reina”, como si fuesen productos de una fábrica, además de ser acontecimientos registrados durante los años de gobierno kirchnerista.

Sigue con el discurso hueco de un Cambiemos que intenta sumar a la derecha tradicional, promotora de corridas cambiarias, acumulación de soja en silobolsas y de cacerolazos, a muchos ahijados de las ONG privatistas y financiadas desde el exterior, más afines al mensaje edulcorado y despolitizado que al viejo anticomunismo reaccionario. Promete una lluvia de dólares pero se abstiene de aclarar qué ofrecerá a cambio a quienes los provean.

Los más interesados en acumular fortunas durante la próxima gestión son los grandes capitalistas locales, que ya han fugado al exterior sumas exorbitantes: ocultan dentro del país unos 70.000 millones de dólares y fuera de las fronteras otros 300.000 millones. Quieren que la fiesta siga, a costillas del país y de los trabajadores. Como antes.

Poder fáctico: la miniCorte ataca

La miniCorte Suprema –que alguna vez tuvo siete miembros, hoy sólo tres y está a menos de un mes de quedar con dos– está revientacaballos, firmando fallos sobre temas de impacto político, que se convierten en títulos de tapa, antes de que se haga efectiva la renuncia de Fayt con el cambio de gobierno, el 11 de diciembre. El mismo día que decidió obligar a YPF a revelar todo el acuerdo con Chevron para la explotación petrolera en Vaca Muerta, resolvió también beneficiar al Grupo Clarín con la continuidad de una medida cautelar que la exime de adecuarse a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, tras dormir la decisión durante siete meses.

En deportes eso se llama “timing”: en apenas seis renglones rechazó el recurso oficial con el argumento de que “no se dirige contra una sentencia definitiva”. Viene dándole oxígeno al Grupo durante cuatro años, renovándole medidas cautelares, firmó el fallo declarando la validez constitucional de la Ley pero ahora impide aplicarla.

Apareada a las políticas de la oposición, la Corte armó su comisión de lucha contra el narcotráfico y declaró la inconstitucionalidad de la ley de subrogancias. ¿Vendrá la semana próxima alguna resolución de inconstitucionalidad del control cambiario? Alejandro Vanoli,  titular del Banco Central, ya sostuvo que quienes presentaron una denuncia en su contra por operaciones de cobertura del valor del dólar a futuro tienen como objetivo “judicializar la política, amedrentarme y tener un BCRA para devaluar y volver a ponerlo, como en la década del ’90, al servicio de determinados intereses”.

*Magister en Integración, periodista y docente uruguayo, fundador de Telesur, director del Observatorio en Comunicación y Democracia, presidente de la Fundación para la Integración Latinoamericana.

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