Especial a 10 años del NO al ALCA: entrevista exclusiva de NODAL al excanciller argentino Jorge Taiana

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“El No al ALCA significó el sí a la integración entre iguales”

Jorge Taiana, vicecanciller y coordinador de la Cumbre de Mar del Plata que le dijo No al ALCA, y luego titular de la Cancillería desde diciembre de 2005 hasta el año 2010, cuenta los entretelones de aquella gesta continental y analiza lo desafíos pendientes en materia de integración regional. Por Cecilia Escudero, de la redacción de Nodal

Hace diez años, la IV Cumbre de las Américas celebrada en Mar del Plata marcó un punto de inflexión en la historia de América Latina, cuando los países del Sur del continente derrotaron el ALCA, a partir de la movilización de las organizaciones políticas y sociales.

Se trataba de un proyecto estratégico de Estados Unidos para la región, que consistía en crear la mayor Área de Libre Comercio de las Américas, en consonancia con el dogma neoliberal y estrictamente funcional a los intereses norteamericanos.

El histórico No al ALCA expresó un cambio de época, a partir del giro político que representaban los nuevos gobiernos progresistas y de centro izquierda en Latinoamérica, que precisamente vinieron a cuestionar la hegemonía neoliberal liderada por EE.UU.

En esta entrevista exclusiva para Nodal, el entonces canciller argentino y responsable de la organización de la cumbre, Jorge Taiana, cuenta cómo el presidente Néstor Kirchner se puso al frente de la resistencia contra del proyecto hemisférico que pretendía subordinar las economías latinoamericanas a las necesidades de la primera potencia mundial. A la vez, subraya el papel crucial que jugó la alianza tripartita entre Néstor Kirchner, Luiz Inácio Lula da Silva y Hugo Chávez , quien con su célebre frase “ALCA, al carajo” expresó la sepultura de este proyecto.

Además, a la luz de la experiencia del No al ALCA, Taiana analiza la actual coyuntura latinoamericana y los desafíos pendientes del proceso de integración latinoamericana.

Usted fue el responsable de la organización de la IV Cumbre de las Américas celebrada en la Argentina, en la que los presidentes del Sur de América Latina le dijeron “No al ALCA”. A diez años de este acontecimiento, ¿qué reflexión hace?

La principal conclusión es que teníamos razón. Al decir no al ALCA, dijimos no a una integración subordinada a los EE.UU. Nos proponían una integración con la primera potencia mundial, que era básicamente un gran competidor de nuestras exportaciones agrícolas y una enorme potencia industrial, en momentos en que intentábamos recuperar nuestra industria. Entonces, no sólo no convenía por razones políticas de soberanía, que conllevaban la posibilidad de decidir en función del interés propio, sino que el triunfo del ALCA hubiera significado concretamente competir en desventaja con la producción agrícola norteamericana y hubiera implicado pulverizar la posibilidad de recuperación del tejido industrial. Estábamos recién saliendo de la apertura de los 90’. Ahora bien, Estados Unidos podía formular la propuesta del ALCA sobre el supuesto político y estratégico de que iban a mantenerse como la única potencia en un mundo unipolar…

¿Cómo explica esa idea?

Al considerar que el unilateralismo post caída Muro de Berlín, que posicionó a EEUU como la superpotencia global, iba a sostenerse, EE.UU. proponía simplemente ir detrás de él. Porque no nos ofrecía nada a cambio, como hizo la Unión Europea con los miembros que se le fueron sumando.

Al contrario de esa lectura, nosotros creíamos que avanzábamos hacia un mundo que iba a ser cada vez más multipolar, desde el punto de vista económico sobre todo. Por eso, creíamos que debíamos mantener grados de autonomía y decisión propia para aprovechar la emergencia de este mundo más multicéntrico que estaba emergiendo, donde nosotros pensábamos que iba a haber más oportunidades de comercio, de inversión, de financiamiento, de transferencia de tecnología. Diez años después, está demostrado que estábamos en lo correcto. El no al ALCA significó el sí a la integración entre países en desarrollo, a la integración regional entre iguales. Un ejemplo de este nuevo orden mundial, caracterizado por la revolución tecnológica, es que hace 15 o 20 años era impensable que China pudiera hacer transferencia de tecnología a centrales nucleares de potencia en Argentina. Eso lo hacía Alemania, Francia, Canadá, Estados Unidos y punto. Ahora no es así.

En el libro Del No al Alca a Unasur, Atilio Borón dice que si bien ese proyecto librecambista fue derrotado en 2005, EE.UU. logró de alguna manera reconstruirlo, a través de la celebración de Tratados de Libre Comercio -TLCs- con varios países de la región. ¿Qué opina de esto?

Toda América Latina tiene TLCs con EE.UU. salvo los países miembros del Mercosur, más Ecuador y Cuba. Incluso lo tienen países que integran el Alba, como Nicaragua y El Salvador. Asimismo, me parece que la inexistencia del ALCA no es lo mismo que la existencia que una trama de tratado bilaterales. También es cierto que la trama de tratados bilaterales tiende a reemplazar aquel proyecto estadounidense. Pero, muy probablemente, el nivel de intercambio y de interconexión de la región con los países emergentes como China, no se hubiera logrado con el ALCA. No tendríamos dos represas que se están reconstruyendo con financiamiento chino, no tendríamos el ICBC (Industrial and Commercial Bank of China), ni el Belgrano Cargas, por mencionar sólo cuestiones referidas a la Argentina. Los acuerdos bilaterales reemplazaron al ALCA, pero sólo en parte. Porque además el No al ALCA fue importante no sólo para la región, sino también para que no se alcanzaran ciertos objetivos que tenían los países desarrollados en otras cuestiones posteriores, como fueron las negociaciones de la Ronda de Doha de la OMC. Es difícil pensar que en 2008 hubiéramos resistido a la ofensiva de los países desarrollados en ese organismo si no hubiera existido el triunfo contra el ALCA.

Usted elaboró la declaración presidencial de la inauguración de la Cumbre, ¿cómo fue la elaboración del texto?

Hicimos un borrador, que fue corregido por Néstor, Cristina y Carlos Zannini. Fue un discurso muy recordado, que generó mucho revuelo. Pero en realidad, el posicionamiento en contra de las políticas neoliberales que propugnaba EEUU no era nada nuevo con relación a lo que ya veníamos diciendo.

En 2003, en la ONU, Kirchner había transmitido ideas parecidas. Lo que pasó es que muchos no nos creían. Especulaban con que al final íbamos a ceder a las presiones, pero no fue así. Entonces el discurso de Néstor contrariando a Bush frente a frente fue una sorpresa, más para el resto que para nosotros, que ya sabíamos que iba a suceder. Kirchner tenía en claro que esa era una de las batallas políticas más importantes de su gestión.

¿Qué otras cosas recuerda de la trastienda de la organización de la Cumbre?

Hubo de todo. Lo más destacable fue la firmeza de Néstor Kirchner, la confianza que nos transmitía. Yo estaba seguro que no iba a retroceder, pero había muchos incrédulos. Otra cuestión que sobresalía fue el triángulo muy firme que armaron Néstor, Lula y Chávez. Los tres habían terminado de soldar posiciones meses atrás durante la inauguración de la Asamblea General de la ONU. La negociación del texto que iba a cerrar la Cumbre de Mar del Plata llevó más de un año. Ahí se dio una puja entre quienes pretendían agregar un párrafo a favor del ALCA y nosotros que rechazamos la idea. Primero, decíamos que no era importante. Luego decíamos que no estábamos a favor. Por último, que si incluíamos algo sobre el ALCA era para criticar el proyecto. Y finalmente logramos que no se incluyera ninguna alusión, ni siquiera lavada sobre el tema. Pero, durante mucho tiempo de negociaciones la pregunta repetida era: ¿y cuándo viene el párrafo sobre el ALCA? Y nosotros hablábamos de todo, menos de eso.

El entonces presidente George W. Bush, ¿creía que en Mar del Plata se iba a poder negociar algún acuerdo de último momento?

Sí, creía que alguna concesión iba a conseguir. Que algún párrafo iba a salir. Querían ver si podían doblegar nuestra posición, pero aguantamos bien.

El “No al ALCA” contó con el apoyo decisivo de Brasil. ¿Cómo jugó en esa postura la redefinición de la política exterior brasileña hacia América Latina con los gobiernos del PT?

El acompañamiento de Brasil hubiera sido muy difícil sin el PT en el poder.

Porque Lula Da Silva planteó una visión de desarrollo de su país en la región muy distinta a la que tradicionalmente se había establecido. Nosotros hubiéramos llevado la bandera del No al ALCA en soledad igual. Pero lo cierto es que Brasil tuvo una papel clave. Porque además, el país presidía las negociaciones comerciales con EE.UU. Las definiciones políticas de la Cumbre iban en paralelo con una serie de negociaciones económicas que se desarrollaban en muchos ámbitos. Para ellos fue una decisión más fuerte todavía. Entre otras cosas, porque el intercambio comercial bilateral era muy importante. En ese entonces, Argentina exportaba el 6 o 7 % a EE.UU. y Brasil el 25%.

El No al ALCA aceleró la integración regional, cuyos grandes logros fueron la creación de la Unasur, la Celac y el Alba. Actualmente, a este proceso se le atribuye cierto amesetamiento. ¿Coincide con esta visión? Y si es así, ¿a qué se debe?

Sí, responde a varias razones. Primero, se murieron Néstor Kirchner y Hugo Chávez. Y si bien a las personas se las reemplaza en las funciones, a veces no es tan fácil. Segundo, se hicieron sentir los efectos de la crisis mundial. El proceso de integración se dio en un marco de recuperación de políticas que pusieron el acento en lo productivo y en la distribución del ingreso, pero también ocurrió en un contexto en el cual América Latina crecía más que el promedio mundial. Ahora es exactamente al revés: la región crece menos que el promedio mundial. Entonces es muy distinto encarar un proceso de integración cuando estás creciendo que en momentos menos prósperos. Además, el menor crecimiento económico hace más defensivos a los gobiernos, a los empresarios, a los trabajadores, a los políticos. Entonces, se arriesga menos. Yo creo que ese es un error estratégico, porque considero que efectivamente la única posibilidad de desarrollo sustentable es con mayor integración.

Una menor integración, ¿no atenta en realidad contra la recuperación económica?

Exactamente, no vamos a recuperar altas tasas de crecimiento si no avanzamos y pegamos un salto en la integración. Sé que no es fácil. Pero me parece que la clave está ahí, esa es mi convicción. Los problemas de integración creo que se arreglan con más integración. Hay que ser ofensivos, proactivos y buscar la forma de salir de esto para adelante. Por último, diría que el proceso de integración regional cumplió una primera etapa. Es como una casa. Primero se levantan las paredes. Eso ya está. Ahora hay que ver como terminamos de construirla entre todos.

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