El NO de Dilma: síntoma de un nuevo tiempo – Por Agustín Lewit

421

Que EEUU intervenga y decida actuar unilateralmente frente a cualquier país del mundo, no es una novedad para nadie. Pero que ocurra lo contrario, sí. Y fue precisamente eso lo que aconteció éste martes, cuando Dilma Rousseff anunció la suspensión de la visita oficial de Estado a su par estadounidense, Barack Obama, prevista originalmente para el 23 de octubre próximo. La situación –en extremo particular- al tiempo que refleja los coletazos interminables del escándalo por el espionaje norteamericano, no deja de evidenciar un escenario geopolítico internacional en plena mutación, en el cual Brasil se consolida cada vez más como un referente mundial de los países emergentes.

Aunque el gobierno con sede en Planalto se haya esforzado por edulcorar la decisión, presentándola en su comunicado oficial como fruto del consenso entre ambos países y hablando, además, de una “postergación” momentánea y no de una cancelación, lo cierto es que la suspensión de la reunión –la única con rango de visita oficial de Estado programada por la Casa Blanca para todo el 2013- es un hecho de amplia relevancia y un signo inconfundible de que algo está cambiando a nivel regional respecto a las relaciones con Estados Unidos.

Ni la conversación que mantuvieron hace algunas semanas en San Petersburgo en medio de la Cumbre del G20, ni una llamada telefónica de veinte minutos a inicios de esta semana, le alcanzaron a Obama para “ablandar” a Dilma y hacerle repensar una decisión que, aunque postergada, parecía madurada y ya tomada desde hace tiempo. Y es que la mandataria brasileña, desde que un programa de la red O Globo exhibió documentos de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense en los cuales se confirmaba que ella y parte de su Gabinete habían sido víctimas directas del espionaje norteamericano, se mostró profundamente molesta y dispuesta a tomar cartas en el asunto, argumentando que lo hecho por el país del norte constituye un atentado grave a la soberanía nacional de su país.

En tal sentido, no sólo exigió el cese inmediato del espionaje, sino reclamó también un pedido de disculpas formal por parte de EEUU, demandas que el flamante Canciller brasileño, Luiz Alberto Figueiredo, llevó en persona a Washington. Ninguna de las dos cosas llegó desde el gobierno del Premio Nobel de la Paz, apenas una lábil y escurridiza promesa de una investigación futura, lo que hace aún más entendible la categórica decisión de Dilma. Una decisión, por otra parte, que la reposiciona en el escenario geopolítico mundial, en tanto la aleja de la pasividad y condescendencia que mostraron los líderes europeos respecto a Estados Unidos, y que podría pronunciarse mucho más aún si –tal como se prevé- Brasil termina llevando el reclamo contra EEUU a la Asamblea General de la ONU, que tendrá lugar a fines de este mes.

Aunque es pronto para anticipar los alcances y repercusiones que tendrá la decisión tomada por la presidenta brasileña, sí es posible ver allí un contundente gesto de defensa de la soberanía nacional y una posición firme frente a la prepotencia estadounidense, dos cuestiones relativamente novedosas para la región, que hablan a las claras de la presencia inconfundible de un nuevo tiempo, y que se suma, por ejemplo, a la contundente respuesta que Unasur dio frente al ataque sufrido por Evo Morales y su avión presidencial en Europa.

Si somos conscientes de la importancia decisiva de Brasil para la región, y de que no es posible apuntalar nuestra soberanía si, en paralelo, no lo hacen también nuestros vecinos, tendremos real dimensión de lo que ocurrió el martes y no podremos, entonces, más que festejar y acompañar esta importante decisión de Dilma Rousseff.

http://www.politicargentina.com/2013/09/el-no-de-dilma-sintoma-de-un-nuevo-tiempo/

Más notas sobre el tema