Venezuela Productiva y Sustentable
Matías Strasorier y Maria Rizzo *
La producción agroalimentaria venezolana viene en crecimiento constante en los últimos años. Producto de la decisión conjunta del Gobierno Nacional de la República Bolivariana de Venezuela y de las y los venezolanos organizados, las Comunas, las y los campesinos, las y los pescadores, en definitiva de quienes producen y trabajan.
Construyendo una Venezuela Productiva y Sustentable
En 2024, la economía venezolana mostró signos de crecimiento, según el Banco Central de Venezuela, el PIB aumentó el 9% —impulsado principalmente por sectores como la minería no petrolera (21%), la construcción (25,9%) y el turismo (44%)—, mientras que el PIB agrícola también creció un 6,2%, reflejando un fortalecimiento progresivo del sector agroalimentario.
La producción agrícola vegetal, alcanzó niveles significativos, cubriendo el 57% de la demanda interna. Rubros esenciales como el maíz, el arroz, la papa, el café, el cacao y la caña de azúcar experimentaron incrementos notables. El maíz blanco, por ejemplo, con una producción cercana a las 900 mil toneladas satisface más del 95% de la demanda nacional, mientras que el amarillo, con fines compartidos entre el consumo humano y el de conversión en proteína animal, supera las 500 mil Tn. Por su parte, la producción de arroz roza las 600 mil Tn y alcanza a cubrir un 72% de la demanda interna.
La producción de alimentos de origen animal también muestra crecimiento. La producción bufalina venezolana cuenta con más de 3 millones 700 mil cabezas, lo que representa el 20% del ganado en el país, cuyo destino es la producción de carne y leche. Esta última aporta unos 900 millones de litros de leche anualmente. Mientras que la producción láctea de ganado bovino cuenta con alrededor de 4 millones de cabezas, principalmente de las razas Girolando y Carora, aportando alrededor de 1.800 millones de litros anuales.
La ganadería bovina para carne en 2023 contaba con casi 12 millones de cabezas, en 2024 se estima una existencia ganadera de alrededor de 15 millones de cabezas. En cuanto a la producción de carne aumentó de 240 a 290 mil toneladas entre 2023 y 2024, lo que refleja un crecimiento superior al 30 %, según fuentes oficiales.
El crecimiento de la avicultura muestra un crecimiento del 12,9% y la producción de huevos un 28,6%, alcanzando excedentes para el mercado interno. Esto significa un avance sustancial hacia la autosuficiencia alimentaria, uno de los grandes anhelos de la Revolución.
Detrás de estas cifras está el impacto de políticas públicas que priorizaron el acceso a los alimentos como un derecho humano fundamental: programas como los CLAP y el Programa de Alimentación Escolar, entre otros, han garantizado la alimentación de millones de familias venezolanas en los momentos más duros.
La apuesta por una agricultura sustentable es otro de los grandes logros. Con la prohibición de semillas transgénicas y el impulso a prácticas agroecológicas a través del Plan Integral de Renovación Agrícola y el Programa Alianza Científico-Campesina, Venezuela avanza hacia una producción de alimentos respetuosa del medio ambiente, fortaleciendo su soberanía y preservando su biodiversidad.
Además, la organización comunal ha sido piedra angular en esta recuperación. La política «Comuna o Nada» y ahora el «Plan de las 7T» (7 Transformaciones) demuestran que el poder popular y la autogestión son caminos viables para reconstruir un país más justo, productivo y soberano.
De la resistencia a la ofensiva.
El pueblo venezolano sufrió al igual que el resto de los pueblos de nuestramérica las políticas globalistas del sistema capitalista mundial. La década de los 90 finalizó con más del 75% de las y los venezolanos por debajo de la línea de la pobreza, con una estructura económica absolutamente dependiente del petróleo. Ser un país productor de petróleo y missuniverso era el rol que el capitalismo le asignó al bravo pueblo de Bolívar y Zamora, el resultado fue miseria y hambre para el pueblo y desarrollo para los capitalistas estadounidenses y sus cipayos locales.
Era un país dependiente de las exportaciones petroleras, con bajo a medio desarrollo de la producción agroalimentaria, monopolizado por la Cargill y otras grandes empresas agroalimentarias. En el cual las importaciones de alimentos cubrían las demandas.
Eso fue lo que Hugo Chávez encontró en 1999, una realidad que profundizaba la desigualdad, es por ello que, el 4 de Febrero de 1992 se rebeló junto a hombres y mujeres se levantaron en armas contra el imperialismo capitalista.
Tierra y hombres (y mujeres) libres.
La consigna de Ezequiel Zamora fue central para impulsar la producción agroalimentaria venezolana en miras de lograr la seguridad y la soberanía agroalimentaria. Mientras se desarrollaron programas que priorizan el acceso a los alimentos como un derecho humano fundamental, como Mercal o PDVAL; de fondo se paría la construcción de comunas productivas como El Maizal o la Che Guevara. Una nueva forma de producir alimentos en comunidad, con centralidad en el ser humano y en la naturaleza.
Este proyecto que poco a poco crecía, se encontró huérfano de padre cuando el 5 de marzo de 2014, cuando Nicolás Maduro anunció el paso a la eternidad del comandante Hugo Rafael Chavez Frías. Pero antes de partir le encomendó al mismo Maduro, las comunas como su propia vida, en un golpe de timón que adelantaba las tempestades que se aproximaban para el pueblo venezolano, ante un capitalismo que mutaba a una Nueva Fase (Aguilera 2023).
En 2015, por iniciativa de Marcos Rubio, Barack Obama estableció la “Ley de la guerra contra el pueblo venezolano”, conocida como Ley Obama. Una serie de sanciones, mejor definidas como medidas coercitivas unilaterales, que golpearon profundamente sobre la economía venezolana, haciendo de 2016, 2017 y 2018, quizás los peores años del siglo XXI. Mientras la corrupción y las mafias amparaban a algunos traidores, el bravo pueblo mantuvo en pie el lema de Zamora, mujeres y hombres que jamás se resignaron a entregar la tierra y la libertad.
Hacia la construcción de los BioComunes
Comuneras y comuneros afrontaron la crisis a base de lucha y de producir lo que sea, el quinchoncho, el frijol chino, acompañaban las arepas cuando la Caraota no llegaba. El mango verde con sal y limón, o mango maduro, les permitieron “aguantar la pela” cuando no se podía comprar una empanada.
La producción se sustentó en los saberes ancestrales de campesinas y campesinos entremezclados con los saberes que la ciencia y la tecnología, sumado a profesionales que con conciencia revolucionaria e internacionalización de la lucha, aportaron a paliar la crisis.
Uniendo lo biológico con el conocimiento para producir en escasez, transformando en alimento lo que la naturaleza brindaba. Se unían mujeres y hombres con ciencia y naturaleza, haciendo de la producción el arma contra la guerra de sanciones. Allí nacieron proyectos productivos, creció la pesca artesanal, se profundizó en prácticas agroecológicas, se recuperaron frutos, tubérculos, hojas, entre otros alimentos que el capitalismo quiso sustituir en los McDonalds o los KFC.
El gobierno de Nicolás Maduro comprendiendo la Nueva Fase del Capitalismo impulsó políticas públicas y le dió centralidad a las comunas en la ejecución de los proyectos. De esta manera, a través del Plan Integral de Renovación Agrícola y el Programa Alianza Científico-Campesina, Venezuela avanza hacia una producción de alimentos respetuosa con el medio ambiente, fortaleciendo su soberanía y preservando su biodiversidad. Impulsando un sistema productivo basado en la ciencia y tecnología en los bioprocesos, bioinsumos, pero sobre todo con centralidad en las mujeres y hombres en comunión con la naturaleza. Se pare la Biocomunidad productiva.
*Strasorier es Director del Centro de Estudios Agrarios, Argentina. Maestrando en Estudios Sociales Agrarios (FLACSO) y Analista agropecuario. Rizzo es co-Directora del Centro de Estudios Agrarios, Médica Veterinaria, maestranda en Desarrollo Regional y Políticas Públicas de FLACSO.