Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Mario Campa*
México tiene contadas cartas en la histórica relación asimétrica con los Estados Unidos, y una de ellas es el giro de alianzas en una era de multipolaridad y economías de preguerra
No cabe duda que la geopolítica vive días recios. Y detrás del trazado del nuevo mapamundi de alianzas está el mandamás de la Casa Blanca. El momento ultranacionalista del hegemón cierra puertas y abre ventanas de oportunidad a nuevos polos de poder. América Latina está obligada a la articulación para ganar márgenes de negociación ante las agresiones asimétricas que hoy son norma en las relaciones internacionales.
Una de las reconfiguraciones más notables en décadas es el escalamiento de las potencias emergentes. Planes audaces como el incremento del comercio Sur-Sur o incluso la creación de un retador monetario son hoy algo más que sueño guajiro. Washington lo sabe. En meses recientes, Trump amenazó con aranceles del 100 por ciento a los BRICS si acuñan una moneda para rivalizar al dólar. “Los BRICS están muertos”, declaró Trump como una advertencia que acompañó con 20 puntos porcentuales de aranceles adicionales a China y alegatos y amenazas contra Sudáfrica.
Los BRICS son una asociación económica-comercial de países emergentes creada en 2010 que en su origen aglutinaba a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. En 2024, otros cinco Estados fueron aceptados como miembros plenos: Egipto, Emiratos, Etiopía, Irán e Indonesia. En meses recientes, la agrupación incorporó trece miembros asociados, entre ellos Turquía, Tailandia y Vietnam, además de Cuba y Bolivia en América Latina. En su diversidad y desalineación radica su fuerza, pero también su debilidad.
Aunque los BRICS construyen instituciones como el Nuevo Banco de Desarrollo (NDB) que preside Dilma Rousseff, representan un grupo heterogéneo sin un robusto entramado institucional de comercio. Para muestra, las represalias a la amenaza de aranceles a Trump fueron tan dispares como sus vocaciones de exportación: mientras China contraatacó a Trump con aranceles del 15 por ciento al carbón y al gas natural licuado y de 10 por ciento a otros bienes, además de vetos de exportación y carpetas antimonopolio contra corporativos estadunidenses, el primer ministro Narendra Modi (India) viajó a Washington con la promesa de comprar más combustibles y aviones caza F-35 para negociar exenciones.
Pero aun desde la heterogeneidad, la apuesta desalineada de Estados Unidos y ambiciosos planes futuros vuelve a los BRICS imposibles de ignorar. Para abrir boca, el PIB de los cinco Estados miembro originales ajustado por Paridad de Poder Adquisitivo (PPA) tuvo un peso del 35 por ciento de la economía en global en el 2024 frente a solo el 30 por ciento del G7, y la brecha crece. Y América Latina tiene en Brasil un representante ancla.
¿Dónde entra México como segunda economía regional más grande?
México está atado a Estados Unidos por geografía y el TMEC. Eso lo vuele uno de los países más vulnerables a la ola proteccionista. Estados Unidos es de calle su socio comercial más importante, con más del 80 por ciento de las exportaciones—equivalente a casi 30 por ciento del PIB— dirigidas al norte. Esta proporción es mucho mayor que la de cualquier otro país de ingreso medio y también superior a la de Canadá, socio y aliado de larga data.
Cadenas de suministro integradas son una restricción de corto plazo para un Mexit duro, pero las reglas del juego cambiarían si Trump impone aranceles a sus vecinos. Si bien la amenaza de aranceles generales se diluye en semanas recientes por una pinza de lobby corporativo al interior y contadas concesiones al exterior, tanto México como Brasil ya son afectados por los nuevos aranceles estadunidenses del 25 por ciento al acero y (en menor medida) al aluminio. Mientras la moneda gira en el aire, lo prudente es guardar cartas para mejores turnos.
Como lo aprendió Zelenski a las malas, Trump suele equiparar los quilombos geopolíticos a juegos de naipes, donde las partes ocultan y develan cartas según la ronda y el marcador de poder. México tiene contadas cartas en la histórica relación asimétrica con los Estados Unidos, y una de ellas es el giro de alianzas en una era de multipolaridad y economías de preguerra. ¿Dónde quiere y debe estar México después de Trump? Mientras el debate al interior del país y de la coalición gobernante de izquierdas sigue abierto, crecen las pulsiones de la vía latinoamericana.
La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) es una vía para el relanzamiento comercial intrarregional. No obstante, la ausencia de un secretariado y sede permanentes limita su alcance y efectividad. El cruce de fuego entre Petro y Trump dio fe cuando Honduras canceló la cumbre extemporal por considerar una “falta de consenso” entre los países miembros. Aunque es una vía institucional que a futuro puede hacer contrapeso a la Organización de Estados Americanos (OEA), en lo inmediato otros derroteros han de andarse.
La puerta de entrada de México a los BRICS puede ser Brasil. En marzo del 2025, Lula invitó a México, Uruguay y Colombia a participar en la reunión del bloque a celebrarse en julio. Antes, en septiembre del 2024 en una visita a la Ciudad de México, Lula confirmó el deseo de suscribir nuevos acuerdos comerciales con México. Las dos economías latinoamericanas más grandes tienen firmadas dos Acuerdos de Complementación Económica (ACE) que facilitan el entendimiento mutuo. Con cifras del Observatorio de Complejidad Económica al 2023,
Brasil fue el séptimo destino de las exportaciones mexicanas y México el sexto de las ventas brasileñas al exterior. De firmarse un tratado, la probable expansión moderada del déficit comercial en el campo mexicano podría justificarse con la diversificación de mercados y el combate estratégico a la inflación. Estrechar vínculos con el gigante sudamericano sería una llave geoeconómica al Mercosur y una forma indirecta de estrechar vínculos con los BRICS sin un desdén frontal a Estados Unidos — condición de posibilidad geográfica en la realpolitik.
En lo inmediato, la prioridad mexicana es eludir un choque económico para preservar la reducción de la pobreza y la estabilidad macroeconómica. En un segundo momento, un poliamor comercial y el Plan México como proyecto de política industrial y expansión del mercado interno serían nuevos pilares soberanistas.
Tender puentes con los BRICS de la mano de Brasil es hoy una carta complementaria de negociación y mañana una apuesta diversificadora y solidaria con el Sur Global. México debe aprovecharla hoy. Mañana, podría despertar y Lula ya no estaría allí.
*Economista y politólogo