La Habana del lado correcto de la historia – Por Magda Arias

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La Habana del lado correcto de la historia

Documentos desclasificados por Trump confirman denuncias de Cuba sobre el uso de la guerra no convencional en la política exterior de los Estados Unidos.

Por Magda Arias

Poco después de que Donald Trump asumiera la presidencia para un nuevo mandato, firmó un conjunto de órdenes ejecutivas y decretos entre los que estuvo la desclasificación de los archivos inéditos relacionados con el asesinato del presidente John F. Kennedy (1961-1963). Esos archivos fueron mantenidos en secreto por más tiempo, por alegados motivos de “seguridad nacional”.

Las especulaciones sobre los hechos relacionados con el atentado, amplificaron diferentes teorías conspirativas, algunas de ellas relacionadas con Cuba. Las inconsistencias del relato público y los informes se fueron enriqueciendo con el paso del tiempo debido a las hábiles maniobras de encubrimiento utilizadas y al escaso interés por probar la verdad. En el fondo, nada era lo que parecía y las instituciones estadounidenses fueron parte de la traición y el engaño.

Para Fidel Castro, el asesinato del presidente Kennedy fue una “conspiración maquiavélica” (Kornbluh, 2013) contra su política internacional y su activo acercamiento con Cuba, que hubiera podido conducir a la normalización de relaciones.

Los documentos desclasificados podrían proporcionar detalles adicionales, matices y perspectivas que ratificarán las denuncias realizadas por La Habana, sobre los planes que se fraguaban y ejecutaban contra la isla desde los Estados Unidos. Evidencias y testimonios aportados sobre esa nefasta operación se publicaron en los libros cubanos Operación Mangosta: preludio de la invasión directa a Cuba de Jacinto Valdés-Dapena y en la serie La guerra secreta, de Fabián Escalante Font, conformada por los títulos 1963: el Complot, Proyecto Cuba, Operación ZR/Rifle, Acción Ejecutiva y Operación Mangosta. Ninguno de esos libros, ricos en evidencias, fueron visibilizados.

Ese desdén de las fuentes cubanas ha conducido a que hoy los medios y las redes sociales tengan expectativas sobredimensionadas en descubrir elementos novedosos en el nuevo contenido desclasificado. Por ahora, lo más relevante ha sido volver a hablar sobre un tema escabroso para el Estado profundo estadounidense, sobre el que se evita profundizar o confirmar la veracidad de los alegatos cubanos.

Planes anticipados

Desde antes del triunfo de enero de 1959, Allen Dulles, un político sin escrúpulos, inventor de la guerra fría, primer director civil de la CIA y miembro de la comisión Warren que investigó el asesinato del presidente Kennedy, trabajaba por impedir la victoria del Ejército Rebelde dirigido por Fidel Castro.

Dulles, fue un fiel defensor del excepcionalismo estadounidense. Se ocupó de planificar acciones para obstaculizar el avance de las fuerzas revolucionarias, e incluso, asesinar al líder cubano. Su intensa actividad contaba con la aceptación del Consejo de Seguridad Nacional y del presidente Dwight Eisenhower.

Tras el triunfo del 1959, los planes de la CIA no pararon. Después de la entrevista sostenida por el vicepresidente Richard Nixon con Fidel Castro (Safford, 1980), el anfitrión reconoció que Estados Unidos tenía que “derrocar de inmediato” al joven gobierno revolucionario. Para hacerlo, aprobaron en marzo de 1960 el Programa de Acción Encubierta contra el Régimen de Castro, conocido como Programa Cuba u Operación Cuba. Su objetivo descrito era “provocar la sustitución del régimen de Castro por uno que responda mejor a los verdaderos intereses del pueblo cubano y sea más aceptable para Estados Unidos” (Diez, 2020)

Este programa describió dos opciones: reemplazar el gobierno por una Junta y convocar a elecciones en seis meses, o establecer por la fuerza un gobierno provisional opositor que pidiera la intervención norteamericana. Desde entonces, se han sucedido o coexistido operaciones, programas, estrategias e infinidad de acciones hostiles que han causado y aún causan severos daños al país y al pueblo cubano.

Al mismo tiempo, la rama civil del gobierno, representada por el Departamento de Estado, propuso a la Casa Blanca una estrategia diferente que, sin abandonar la vertiente violenta, introducía en la lucha por recuperar el control de Cuba a un viejo elemento de las guerras: el bloqueo económico. Así, al amparo de la Ley de Comercio con el Enemigo de 1917, el subsecretario de Estado Asistente para los Asuntos Interamericanos, Lester Mallory, propuso en abril de aquel mismo año 1960 una visión que determinaría buena parte del curso futuro de la política hacia Cuba.

En un memorando dirigido a su Jefe, el subsecretario Roy Rubottom, el 6 de abril, escribió: “…“La mayoría de los cubanos apoyan a Castro… el único modo previsible de restarle apoyo interno es mediante el desencanto y la insatisfacción que surjan del malestar económico y las dificultades materiales… hay que emplear rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba… una línea de acción que, siendo lo más habilidosa y discreta posible, logre los mayores avances en la privación a Cuba de dinero y suministros, para reducirle sus recursos financieros y los salarios reales, provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno” (StateDepartment, 1960).

Nuevas evidencias y verdades conocidas

Las nuevas evidencias demuestran que la Operación Cuba fue una campaña delirante y de máxima prioridad para el gobierno de Washington. Era una operación pensada y rigurosamente aplicada para que nada fallara. Tenía fases claramente definidas, planes de acción diferenciados y bien estructurados, que continuaron incluso después de darse por concluida formalmente.

En un corto lapso de tiempo tenían que caldear el ambiente social al máximo, debilitar al gobierno cubano y confundir a la opinión pública internacional. La discreción con que planificaban las operaciones para no levantar sospechas, resistencias o represalias, así como el empeño por neutralizar la capacidad defensiva de La Habana, no siempre fueron efectivas, no solo por errores de la parte estadounidense, sino por la capacidad disuasoria y de enfrentamiento y defensa que paulatinamente comenzaba a adquirir la revolución cubana.

Aquel gran programa incluyó sabotajes, infiltraciones, espionaje, acciones de inteligencia, operaciones encubiertas, guerra psicológica y otras actividades. En el caso de las operaciones encubiertas, y en función de cumplir con la directiva de la CIA, combinó actos de propaganda, guerra económica, acción directa preventiva, subversión y ayuda a los grupos y organizaciones clandestinas dentro de Cuba, en los propios Estados Unidos y en otros países de la región y del mundo.

Entre los halcones de la política imperial prevaleció el entusiasmo. A ellos se sumaron expertos en política exterior, hombres de negocio, cubanos afines a la dictadura derrocada, e incluso, quienes se sentían afectados por las medidas adoptadas por el gobierno revolucionario, para seguir el guión pautado y recaudar fondos.

Esa operación requirió abundantes recursos, y muy especialmente, del desembolso de millones de dólares de los contribuyentes, ejecutados por numerosas agencias especializadas de la comunidad de inteligencia, así como por varias secretarías y departamentos del Gobierno de los Estados Unidos que, en ningún momento, se sintieron preocupados por cumplir las normas del derecho internacional o por la naturaleza terrorista de muchos de los actos planificados.

No pocos exiliados cubanos, atraídos por el caudal de recursos que circulaba, asumieron desde entonces diversos roles en el negocio anticubano, y algunos lo convirtieron en un modo de vida. El mecanismo mafioso cubano-americano, cuyas raíces estaban en el modus operandi de los grupos batistianos previos a la revolución y en sus vínculos con las mafias de Nueva York, influyó en el crecimiento de la plantilla del centro de la CIA en Miami, se nutrió con las organizaciones contrarrevolucionarias respaldadas por Washington y avanzó en décadas posteriores, hacia la conformación de un poderoso lobby político.

Dentro de aquel plan, el diseño principal fue la Operación Pluto: una acción militar directa que involucraba una brigada de infantería conformada por exiliados cubanos -exmilitares, expolicías y otros elementos vinculados a la dictadura de Batista o a sus círculos empresariales, básicamente-, con asesoramiento, conducción y apoyo de fuerzas militares de Estados Unidos. El fin era atacar a Cuba, ocupar una parte del territorio, instalar un gobierno provisional y pedir apoyo al gobierno de Estados Unidos para que éste entrara con sus fuerzas armadas.

Pluto, concebida bajo el gobierno de Eisenhower, fue legada a Kennedy, en un escenario de alta conflictividad, después de que Washington rompiera relaciones diplomáticas con La Habana e impulsara el aislamiento regional de la isla, y que Cuba, acosada, estableciera vínculos políticos y económicos con la URSS y la República Popular China, todo lo cual colocaba la confrontación en otra dimensión. La operación tuvo un final escandaloso, cuando las fuerzas invasoras fueron derrotadas en menos de 72 horas en Playa Girón, varios barcos y aviones estadounidenses fueron hundidos o derribados, y más de mil mercenarios hechos prisioneros.

Con la derrota de la invasión mercenaria en Playa Girón, las fuerzas de seguridad, las milicias populares y las fuerzas armadas cubanas demostraron su capacidad defensiva y se evidenció el apoyo popular a la Revolución. Aquel duro revés disuadió a Washington respecto a la intervención directa con su ejército, y les dejó claro las dificultades de exportar una contrarrevolución a Cuba.

La operación Mangosta y las muchas otras

El fracaso de aquellas operaciones, en particular de la invasión mercenaria, y las políticas de Kennedy hacia la isla y la Unión Soviética generaron intensos debates y controversias en el establishment. Algunos creían que el Presidente era “demasiado blando” con los comunistas, en medio de la guerra fría. Para otros, su actuación era «inquietante». Ciertamente, Kennedy abrió canales de comunicación y diálogo secreto con la dirección de la revolución cubana. Pero la historia demuestra que no pocas de sus acciones y decisiones contribuyeron a incrementar las tensiones contra Cuba y violaron su soberanía nacional.

En la Operación Mangosta, iniciada en noviembre de 1961, como respuesta al fracaso de los planes anteriores, y en las muchas otras operaciones paralelas o sucesivas los métodos se repetirían: espionaje, sabotaje, terrorismo, acciones militares, reclutamiento de activistas locales, difusión de noticias falsas para influir en los estados de ánimo y de opinión de la población, aplicación de medidas de bloqueo económico, comercial y financiero. Buscaban fracturar la conducción del gobierno, fortalecer la resistencia interna y derrocar la revolución.

Según los informes desclasificados, en varios momentos hubo dudas respecto a los resultados que obtenían y se cuestionaron los gastos excesivos de recursos y la dilación en el tiempo de lo planificado, sin alcanzar resultados. Era evidente que la CIA tenía poca o ninguna capacidad para llevar a cabo muchas de las acciones, pocos avances que mostrar y varias acciones políticas habían fracasado. En esa coyuntura el presidente Kennedy se sintió inadecuadamente asesorado, apreció que los cubanos habían adquirido un entrenamiento, accesos, recursos y capacidad de actuación que los convertía en una amenaza a la seguridad nacional y pidió que ejercieran control efectivo sobre sus grupos.

Para octubre del siguiente año, las tensiones bilaterales habían escalado a un nivel sin precedentes: eran frecuentes los bombardeos y sabotajes de cañaverales e instalaciones económicas, se multiplicaban las acciones armadas de bandas, grupos de infiltrados y lanchas piratas; eran constantes las provocaciones en el perímetro de la base naval de Guantánamo, los vuelos de aviones espías y buques de la armada estadounidense cerca de las costas cubanas. Arreciaban el bloqueo económico y el aislamiento diplomático en las Américas.

En esas condiciones, fueron revelados emplazamientos en construcción para misiles soviéticos y la presencia de fuerzas militares de ese país en Cuba, lo que condujo a la crisis de los cohetes, del Caribe o de Octubre, que puso al pueblo de Cuba y al mundo al borde de un holocausto nuclear. Su salida negociada, aunque de espaldas al gobierno cubano, implicaba la permanencia de tropas soviéticas y garantías de no agresión a Cuba, constituyó un varapalo definitivo que llevó al límite las tensiones entre los grupos anticubanos de la Florida y la Casa Blanca, y las críticas a la conducta del Presidente. Los Estados Unidos, que habían creado una multitud de organizaciones como la Rosa Blanca, Omega 7, Alfa 66, Poder Cubano, Movimiento Nacionalista Cubano, la Coordinación de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU) y otras, se enfrentaron al hecho de que estas comenzaron a vivir del terrorismo e interactuar con grupos delincuenciales internacionales.

La presencia de contrarrevolucionarios cubanos armados y organizados en el magnicidio de Dallas, en noviembre de 1963, convenientemente omitida o subestimada por todas las investigaciones sobre el asesinato de Kennedy, excepto las cubanas, ratificó las implicaciones y riesgos de la alianza entre aquellos grupos, los halcones de la Administración y el Estado profundo. Los primeros documentos revelados de la más reciente desclasificación confirman la participación de aquellos terroristas de origen cubano, implicados, además, en un complot de doble propósito que permitiera, al eliminar al mandatario yanqui, desatar una reacción que condujera a la muerte inmediata de Fidel Castro, según lo describe el investigador Fabian Escalante. El dato más novedoso en la zaga es la conexión que enlaza a dichos grupos con el sionismo internacional.

Toda esta cadena de acontecimientos condujo a que, a partir de mayo de 1964, el presidente Lyndon Johnson, indicara la reorganización de las operaciones contra Cuba y ordenara cancelar las misiones de sabotaje con pocas posibilidades de éxito. Debido a que los abusos e irregularidades de las agencias de inteligencia continuaban, su sucesor, el presidente Gerald Ford, creó comisiones y comités investigadores para reorganizar la inteligencia y especificar las funciones y misiones de la CIA.

Ese proceso enfrentó la resistencia de los conservadores que se aseguraron de que, tras la Operación Mangosta, siguieran otras como Northwoods, Caos, Gillette (en el marco de Cóndor), Liborio, Piramideo, Furia Urgente y otras. Durante el gobierno de Reagan, los planes adquirieron mayor sofisticación a partir de las directivas trazadas por las plataformas de Santa Fe. Apareció la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA) que articulaba funciones de PAC –Political Action Committee– y de Estado Mayor de actividades subversivas y terroristas, a la vez que sus miembros lavaban dinero del narcotráfico y otros ilícitos en negocios inmobiliarios y de comunicaciones. La Fundación ordenó y jerarquizó el negocio de la contrarrevolución, impulsó la llegada de personajes de origen cubano al Congreso de la Unión, y comenzó a ejercer una influencia mafiosa en la política exterior estadounidense.

Con los sucesos que barrieron con el socialismo en Europa del Este y luego en la URSS, se apostó a la “teoría del dominó, al “golpe blando”, a la “primavera cubana”, al “Carril II” y a los “programas de promoción y restauración de la democracia”. El complemento de las nuevas operaciones encubiertas contó con la activa participación de la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID), la Fundación Nacional para la Democracia (NED) y otras dependencias y ONG que, de manera abierta y abarcadora involucraban a académicos, activistas, investigadores y periodistas presentados como ”independientes”, pero ocupados todos de asuntos relativos a los “derechos humanos”, la “democracia y gobernabilidad”, los “conflictos” y la “transición”.

Aún así, un reporte de la auditoría realizada por la Oficina General de Contabilidad (GAO) a los fondos asignados para la subversión en Cuba entre 1996 y 2005 identificó “transacciones cuestionables”, “gastos dudosos y debilidades en el control” que le impidieron asegurar “el buen uso de los recursos”. No obstante, el negocio continuó, amparado en el temor al comunismo, a la mafia cubano-americana de la Florida y en el poder simbólico de sus acciones contra Cuba. Como dijera el exoficial de operaciones clandestinas de la CIA, Philip Agee, Cuba, para el Estado profundo continuó siendo una “fascinante obra en progreso” (Francis, 2006) por lo que mantienen la guerra.

Hasta hoy

De la larga guerra contra Cuba y de sus organizaciones y estructuras ejecutoras, salieron miles de agentes a sueldo para desatar el terrorismo, el asesinato político, el tráfico de armas, el tráfico de drogas, los asesores en contrainsurgencia y tortura de las dictaduras militares latinoamericanas, los escándalos Watergate e Irán-Contras, la Operación Cóndor en Sudamérica, las incursiones mercenarias en África, Asia y América Latina. Incluso, la instalación de algunos individuos en la política europea, especialmente en España y en las nuevas repúblicas del este. Casi hasta fines del año 2000 se estuvieron organizando intentos de asesinar a Fidel Castro, que alcanzaron la escandalosa cifra de 638 planes.

Las experiencias del siglo XX, los cambios geopolíticos ocurridos en el siglo XXI, los avances tecnológicos y la revolución digital transformaron el trabajo operativo en los “Centros de Misión” que integraron las funciones de análisis, operativas, técnicas y logísticas con un alto nivel de decisiones en el terreno en función del espionaje y la subversión política e ideológica.

Desde el Manual de Campo, titulado Guerra de Guerrilla y Fuerzas de Operaciones Especiales (1961), el Manual de Campaña La Guerra No Convencional para las Fuerzas de Operaciones Especiales del Ejército (2008), el Manual de Guerra No Convencional para las Fuerzas Especiales (2010), los Estados Unidos dieron un nuevo impulso y sofisticación su accionar punitivo internacional (Kilcullen, 2019).

Las actualizaciones de estos enfoques no se detuvieron. Con Guerra No Convencional (2013) el Manual de controladores/observadores para la guerra no convencional (2014) aportaron detalles sobre las tareas a realizar en el marco de las operaciones especiales (Martí, 2021) y Con Una visión para 2021 y más allá (2021) se definió al 1º Comando de Fuerzas Especiales – Aerotransportado, como “arma potente y amenazante contra adversarios autoritarios” (ARSOF, 2021) en el nuevo escenario mundial.

Ahora, y a medida que se puede acceder al contenido de la información secreta desclasificada, se demuestra la verdad irrebatible de las constantes denuncias realizadas por Cuba; se comprenden los modus operandi, los componentes básicos de la subversión, así como el contenido doctrinal detrás de cada acción y operación. Cuba nunca mintió. Sus acusaciones, aún sometidas al criterio de la duda razonable aplicable a todos los asuntos de este carácter, son tan serias como consistentes y documentadas, por eso, se mantiene dispuesta a dialogar sobre la base del respeto y en igualdad de condiciones. Al tiempo que continúa construyendo un sistema político y económico propio, exige respeto al ejercicio de la soberanía, sin descuidar la anticipación y la vigilancia revolucionaria.


ReferenciasARSOF. (2 de 2021). Una visión para 2021 y más allá, 1er Comando de Fuerzas Especiales – Aerotransportado. Recuperado el 30 de 3 de 2025, de soc.mil: https://www.soc.mil/USASFC/Documents/1sfc-vision-2021-beyond.pdfDiez, T. (19 de 3 de 2020). Programa de Acción Encubierta contra el Régimen de Castro (Final). Recuperado el 2 de 4 de 2025, de trabajadores.cu: https://www.trabajadores.cu/20200319/programa-de-accion-encubierta-contra-el-regimen-de-castro-final/Francis, D. (23 de 1 de 2006). Philip Agee, ex agente de la CIA: EE.UU. nunca renunció a subvertir la Revolución Cubana. Recuperado el 4 de 4 de 2025, de cubadebate.cu: http://www.cubadebate.cu/opinion/2006/01/23/philip-agee-ex-agente-de-la-cia-eeuu-nunca-renuncio-a-subvertir-la-revolucion-cubana/Kilcullen, D. (2019). La evolución de la guerra no convencional. Scandinavian Journal of Military Studies, 2(1), 61-71. Obtenido de https://sjms.nu/articles/10.31374/sjms.35Kornbluh, P. (22 de 11 de 2013). El acto final de Kennedy: acercarse a Cuba. Recuperado el 2 de 4 de 2025, de cubadebate.cu: http://www.cubadebate.cu/opinion/2013/11/22/el-acto-final-de-kennedy-acercarse-a-cuba/Martí, D. I. (1 de 12 de 2021). Nuevas herramientas para la guerra no convencional. Recuperado el 31 de 3 de 2025, de cubadebate.cu: http://www.cubadebate.cu/especiales/2021/12/01/nuevas-herramientas-para-la-guerra-no-convencional/Safford, J. J. (10 de 1980). La reunión Nixon-Castro del 19 de abril de 1959. Historia Diplomática, 4(4), 425-431. Obtenido de https://doi.org/10.1111/j.1467-7709.1980.tb00359.xStateDepartment. (6 de 4 de 1960). Memorandum, “The Decline and Fall of Castro,” Secret. Recuperado el 10 de 3 de 2025, de nsarchive.gwu.edu: https://nsarchive.gwu.edu/document/27400-document-1-state-department-memorandum-decline-and-fall-castro-secret-april-6-1960


 

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