China y sus revolucionarias dark factories sin trabajadores
Por Diego Lorca*
En esta nueva fase de desarrollo del sistema capitalista se están produciendo profundos cambios en los modos y formas de producir y trabajar, donde la virtualidad se consolida como un nuevo territorio donde se produce el valor, el poder y el sentido común. Como dice Lucas Aguilera, 2023 en su libro Nueva Fase “el capital está conduciendo su fuerza productiva hacia un nuevo tiempo y espacio de aparente libertad pero de suma esclavitud”. En medio de este proceso observamos un creciente proceso de robotización y automatización que va reemplazando a los obreros industriales en particular, y a los trabajadores, en general.
En el gigante asiático podemos observar con mayor claridad este proceso. En 2022, China instaló 290.367 robots industriales, cifra que equivale al 52% de todas las instalaciones realizadas a nivel global, según datos de la Federación Internacional de Robótica (IFR). Esto evidencia el fuerte impulso del país asiático hacia la incorporación de la IA y la automatización en su industria manufacturera. Desde 2023, China alcanzó una densidad de 470 robots por cada 10.000 trabajadores del sector industrial, una proporción que supera ampliamente el promedio mundial de 162 robots por cada 10.000 empleados.
Compañías como Foxconn y BYD están a la vanguardia de este cambio. Foxconn, por ejemplo, sustituyó a 60.000 empleados por robots en su planta de Kunshan en 2016 y ha logrado automatizar el 30% de sus operaciones. De manera similar, BYD, fabricante destacado de vehículos eléctricos, utiliza robots para ensamblar baterías y chasis en sus plantas de Shenzhen y Xi’an.
Lo particular de este proceso, es que es incentivado y promovido como política de gobierno y conducido por el Partido Comunista Chino. El Ministerio de Industria y Tecnología de la Información de China, mediante un comunicado informó que: «El país creará numerosas empresas pequeñas y medianas especializadas en el mercado de los robots humanoides que estarán dotadas de tecnologías de vanguardia. Tendremos de dos a tres compañías con influencia global para 2025. Para 2027, los robots humanoides se convertirán en un nuevo e importante motor de crecimiento económico para China».
Pero lo novedoso de este proceso es el grado de desarrollo que ha alcanzado en el gigante asíatico, hasta el punto de llegar a construir ¡fabricas sin trabajadores!. Las llamadas “fábricas oscuras” son centros de producción completamente automatizados que operan sin intervención humana. Reciben este nombre porque no necesitan iluminación convencional, dado que no hay trabajadores presentes en la planta.
En estos entornos, toda la cadena de producción —desde el ensamblaje y la inspección hasta la logística— está a cargo de tecnologías avanzadas como la inteligencia artificial (IA), la robótica y otros sistemas automatizados. Estas nuevas formas de producción se centran en achicar los tiempos sociales de producción, reducir significativamente los costos laborales y posibilitar un funcionamiento constante sin pausas ni desgaste físico de trabajadores.
Un ejemplo representativo de este modelo en China es la fábrica inteligente de Xiaomi ubicada en Changping. Allí, se fabrica un teléfono por segundo utilizando sistemas de IA y robots que aseguran altos niveles de precisión y eficiencia. Para este proyecto, Xiaomi destinó cerca de 330 millones de dólares. La planta, que se extiende por 81.000 metros cuadrados y tiene capacidad para producir 10 millones de dispositivos al año, incorpora inteligencia artificial desarrollada internamente para tareas como el monitoreo en tiempo real y el mantenimiento automatizado, incluyendo la eliminación de partículas de polvo.
¿Pero cómo es posible una fábrica sin trabajadores?
En sus Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (1857–58), Marx advierte que “la acumulación del saber y de la destreza, de las fuerzas productivas generales del cerebro social, es absorbida así, con respecto al trabajo, por el capital y se presenta por ende como propiedad del capital, y más precisamente del capital fijo, en la medida en que este ingresa como verdadero medio de producción al proceso productivo”.
Lo que antes residía en manos de obreros cualificados —la pericia de cada operario, el oficio aprendido— se transfiere ahora a un entramado de máquinas dotadas de algoritmos con IA; el capital no solo compra fuerza de trabajo, sino que incorpora el conocimiento social como parte de su maquinaria.
A medida que la gran industria progresa “la creación de la riqueza real se vuelve menos dependiente del tiempo trabajado y del cuanto de trabajo empleado que del poder de los agentes puestos en movimiento durante el tiempo de trabajo, y cuya efectividad no guarda relación alguna con el tiempo de trabajo inmediato que cuesta su producción, sino que depende más bien del estado general de la ciencia y del progreso de la tecnología”.
Por eso en Changping la fábrica inteligente de Xiaomi puede ensamblar un teléfono por segundo: no es la mano humana la que marca el ritmo, sino la combinación de IA, robótica de precisión y redes de sensores que garantizan una entrega constante, sin pausas ni errores.
Marx introduce además la idea del “intelecto general” para describir cómo “el desarrollo del capital fijo revela hasta qué punto el conocimiento social general se ha convertido en fuerza productiva inmediata, y, por lo tanto, hasta qué punto las condiciones del proceso de la vida social misma han entrado bajo los controles del intelecto general y remodeladas conforme al mismo ”. Esa es la esencia de la “fábrica oscura”. En una planta sin operarios, el hombre deja de ser sujeto central de la producción: su rol se limita a vigilar pantallas, ajustar parámetros o resolver fallos puntuales, mientras que el trabajo manual repetitivo corre por cuenta de redes neuronales de IA y brazos robóticos.
La fábrica sin trabajadores no es solo un logro técnico, sino la cristalización de una lógica que subordina lo social a lo tecnológico y extiende la alienación hasta su forma más extrema. Frente a esta realidad, se impone la urgencia de repensar la socialización del saber y de reivindicar la participación colectiva en el proceso productivo, antes de que la máquina reemplace por completo al sujeto social que la engendró.
*Por Diego Lorca, Licenciado en Psicología, Director del Observatorio Internacional del Trabajo del Futuro – OITraF, asociado a NODAL.