18 mil pozos petroleros que explican el interés de EEUU en Venezuela
Bruno Sgarzini*
Carlos Mendoza Pottellá es una de las personas que más sabe de petróleo de Venezuela. En su biografía destacan hitos cómo haber sido discípulo de Juan Pablo Pérez Alfonso, ministro de Petróleo del país en los años 70 y creador de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), y asesor del Banco Central de Venezuela. También ha escrito libros como “Petróleo, excremento del diablo”, “El Nacionalismo petrolero en cuatro décadas” y dado clases como profesor de Economía Petrolera en la Universidad Central de Venezuela. Es lo que conoce como una “eminencia” de la materia.
Ha visto pasar innumerables procesos en la economía venezolana relacionados con el “excremento del diablo”, como alguna vez lo nombró Pérez Alfonso. Desde la “nacionalización chucuta”, como se llamó la transferencia de los yacimientos venezolanos a compañías estatales integradas por gerentes de las compañías estadounidense, pasando por la apertura petrolera de los años 90, un plan de desregulación de la principal industria del país, hasta la política de nacionalización de Hugo Chávez de la Faja del Orinoco, el principal reservorio de petróleo del mundo. En esta conversación, Mendoza Pottellá analiza el reciente retorno de sanciones y aranceles al crudo venezolano por parte de la administración Trump. También cuál es el interés de la estadounidense Chevron en el país, y el objetivo energético del gobierno estadounidense para buscar un cambio de gobierno en Venezuela.
La nueva presidencia Trump comenzó de nuevo con sanciones y la vuelta a una política de máxima presión contra Venezuela, una nación que, por largas décadas, fue proveedora de petróleo a Estados Unidos.
Siempre hay que tener una perspectiva histórica. Estados Unidos, el país, fue el fundador del negocio petrolero en 1856 con el Pozo de Drake. Durante mucho tiempo fue el principal productor y el principal exportador de petróleo. Estados Unidos construyó el mundo petrolero desde que (John) Rockefeller, fundador de la Standard Oil, distribuyó 100.000 lamparitas de kerosene en las costas de China y creó el mercado mundial. Luego, las guerras hicieron del petróleo y la gasolina un producto mundial. Durante todo este tiempo hasta 1971, Estados Unidos fue el primer productor mundial y el primer consumidor mundial, junto con su proveedor estrella, Venezuela.
En 1971, Caracas alcanzó la cúspide de su producción, a la que más nunca volvió, porque fue explotada a mansalva desde 1920. Se crearon 50.000 pozos petroleros, por donde salió el petróleo venezolanos, que luego no fueron bien mantenidos. Cuando Venezuela estaba dispuesta a tomar su industria de acuerdo con la ley por estos desmanejos, las compañías petroleras propusieron una nacionalización hecha por ellos mismos. Y así fue como ocurrió una nacionalización en la que las antiguas filiales transnacionales se convirtieron en estatales dirigidas por sus mismos gerentes, que ya eran venezolanos según un plan que habían dirigido desde el 68 de venezolanización de las gerencias.
El petróleo de Venezuela es muy conveniente para Estados Unidos para cubrir las necesidades de sus refinerías del Golfo de México
Entonces hicieron una nacionalización acorde a sus intereses y comenzaron a diseñar proyectos y planes para expandir aún más la industria petrolera venezolana, más allá de sus propios intereses. El objetivo fundamental de eso era el petróleo de la Faja del Orinoco, algo muy complicado en lo que las compañías privadas no querían participar, pero que el Departamento de Estado y todos los think tanks geopolíticos del mundo consideraban como el futuro del petróleo global que sostendría la producción hasta 2050.
Así comenzó un proceso donde la nacionalización y la desnacionalización del petróleo iban de la mano. Venezuela no volvió a alcanzar nunca más la cota de 1971. Se comenzó a manifestar, independientemente de planes multimillonarios, la tendencia irreversible a la declinación de sus yacimientos convencionales. Y el inmenso yacimiento de la Faja del Orinoco, tal vez la mayor acumulación de petróleo sobre la tierra, nunca estuvo listo porque no es cualquier petróleo, es uno extra pesado que debe ser procesado, mejorado, convertido en petróleo mediano-liviano. Y eso no tenía una perspectiva económica, y las compañías petroleras lo sabían y no querían asumir eso.
Siempre Venezuela ha estado en la mira geopolítica y geoestratégica de los petroleros y del gobierno norteamericano. Lo que pasa ahora no es extraño. Lo extraño es el estilo agresivo de Trump.
Pero a diferencia de las décadas anteriores, Estados Unidos se ha convertido en el mayor productor de petróleo del mundo. ¿Por qué entonces le interesa tanto lo que pasa con el crudo venezolano?
Lo que pasó con Estados Unidos es que en 2010-2014, sus petroleros descubrieron que había unas rocas impermeables, porosas pero impermeables, que antes no se sabía cómo explotar, y se descubrió la fracturación hidráulica, lo que se conoce como fracking. Eso permitió liberar una cantidad gigantesca de petróleo. Estados Unidos, que producía 12-15 millones de barriles en el 71, llegó a 6-7 millones entre 1981 y 1983. Y volvió de nuevo hasta el sitial como máximo productor mundial gracias al shale oil. Eso cambió el panorama mundial.
Pero un factor importante que todavía pesa es que las refinerías del Golfo de México, que están en Kansas, Texas, Florida, fueron diseñadas en los años 50 y 60 para consumir el petróleo que llegaba del mayor exportador, que era Venezuela. Esas refinerías están acondicionadas para consumir petróleo pesado ácido, de 17 a 25 grados, con alto contenido de azufre. Y ese es el petróleo venezolano. Los conflictos han llevado a que esta complementariedad natural se interrumpa. Aunque los intereses de compañías, que están establecidas allí, siempre presionaron para lograr un mecanismo de acuerdo. Y este es el caso de Chevron, que es la mayor consumidora y suministradora de petróleo al sur de los Estados Unidos, quien proporciona crudo a compañías como Valero, ConocoPhillips, también ubicadas en esta región estadounidense.
Desde ese punto de vista, el petróleo de Venezuela es muy conveniente para Estados Unidos para cubrir las necesidades de lo que llaman el PADD-3 ( como el Departamento de Energía denomina a esta zona de “defensa energética”), esa área que forma el Golfo de México, donde están las mayores refinerías, que fueron, en su origen, diseñadas para consumir petróleo venezolano. Así que eso, aunque parece un detalle menor, es importante: lo que suministra el país a ese sector está en el orden de los 300.000 barriles diarios.

Claro, uno se pregunta: ¿por qué Estados Unidos no se suministra a sí mismo a través de oleoductos? Porque los oleoductos no fueron construidos en épocas anteriores, fueron condenados por razones ambientales. El Keystone, que venía de Canadá y que hubiera podido traer petróleo crudo pesado equivalente al venezolano desde Canadá, después de atravesar Estados Unidos, no llegó a completarse. Y tampoco el petróleo de Texas sirve sin una modificación tecnológica, que no es viable en las condiciones y perspectivas del mercado petrolero contemporáneo. Entonces, la importancia del petróleo venezolano en ese aspecto es inmediata y de corto plazo. ¿Por qué? Porque el negocio petrolero tiene una vida muy larga por delante, pero no tanto como se pensaba antes.
Estados Unidos mismo, que descubrió esa fantástica cosa del fracking, ya llegó al tope de su potencial. Trump dice «drill, baby, drill» (perfora, nene, perfora) , pero las compañías dicen «no», porque «drill, baby, drill» significa perforar hoy para producir dentro de cinco años en el caso del fracking, que tiene un ciclo muy rápido. Pero desde hace cinco años, la perspectiva del mercado no garantiza que haya una demanda suficiente. Así que «drill, baby, drill» no es lo que ocurre ahora. Lo que desean es explotar lo que tienen, obtener el máximo que puedan.
La Administración estadounidense busca tumbar pero sin dañar el principal yacimiento de Chevron
Y ahí es donde Venezuela entra en juego ya que el país posee 18 mil campos petroleros, ya perforados, que pueden ser puestos, rápido, en producción . ¿Qué pasa? Son 18 mil pozos que producen entre 20.000 y 30.000 barriles diarios cada uno. Por lo que hasta se agoten, Venezuela podría producir, durante 60 años, más, 2 millones de barriles diarios.
Por eso, el arancel del 25% a todos los que quieran comprar petróleo venezolano, y la extensión por 60 días de la licencia para que Chevron opere en Venezuela, parece una maniobra para quedarse con el petróleo venezolano a precios mucho más bajos.
A Trump el petróleo le interesa de manera marginal; el problema es político, y su política es derrocar al gobierno de Maduro. Quien está casada con esas políticas de Trump y Bush, desde la época de Bush, es María Corina Machado. Y ella ha dado su beneplácito y aprobación. En estas semanas dijo, está en internet, que hay que presionar para lograr la salida de Maduro. Hay mucha gente que está de acuerdo con eso, aunque no comparta el extremismo político de la señora Machado.
Después está el interés de Chevron en el campo Boscán, que queda en el occidente del Zulia en la costa del lago de Maracaibo. Es un campo que Venezuela tenía en sus estadísticas como uno de los cinco campos importantes del estado Zulia, con 1.400 millones de barriles de reservas. Hace unos años descubrí en una publicación de la Sociedad de Ingenieros Petroleros de Estados Unidos que Boscán es uno de los pocos campos gigantes con más de 30.000 millones de barriles de reservas. Eso significa que tiene una vida muy grande por delante, con un petróleo de 17 grados y alto contenido de azufre, ideal para las refinerías del sur de Estados Unidos. ¿Por qué lo conoce Chevron? Porque el campo fue descubierto en 1944 por Richmond, filial Standard Oil de California y antecesora de Chevron. Así que la petrolera estadounidense conoce cómo ha sido perforado desde 1944. De ahí su insistencia en continuar en el país.
Con el final de los permisos petroleros en Venezuela, el objetivo del secretario de Estado, Marco Rubio, era cortar todo pero el lobby de Chevron dijo: «Bueno, extiende mi licencia por dos meses para ver si en ese tiempo, de acuerdo con tus objetivos políticos, logramos no dañar la operación a largo plazo, que siempre tendremos ahí». Porque ellos buscan tumbar el gobierno, pero no dañar Boscán, porque conocen su importancia para el negocio.
* Periodista. Ha trabajado en medios como Telesur y publicado en Sputnik, Vice y Télam de Argentina. Analista de Diario Red.