Mujer y trabajo en Colombia
Por Jennifer Villagrán Demoya
La memoria histórica como ejercicio político es necesaria para reconocer la lucha de las mujeres en el movimiento obrero a nivel mundial, como trabajadoras y revolucionarias. Desde el ejercicio personal y colectivo de sindicalista, quiero comenzar enunciando algunos momentos coyunturales en la vinculación de mujeres al mundo laboral y sindical, retomando sus continuas transformaciones en la reflexión sobre la incidencia de los procesos organizativos en la conquista de derechos laborales.
“Históricamente la mujer tuvo un rol estrechamente relacionado al ámbito doméstico – familiar, en rigor al espacio privado”, afirma la abogada uruguaya Andrea Rodríguez en su artículo “Una visión evolutiva del trabajo femenino hasta su lugar actual en el capitalismo de plataformas” (2023). En Colombia, solo hasta finales del siglo XIX y principios del siglo XX, las mujeres pasaron del trabajo artesanal a vincularse a las fábricas y a adelantar acciones en busca de participación política, pese a la oposición de conservadores y liberales.
Hacia 1912, se desarrollaron las primeras protestas para exigir mejores condiciones de trabajo. En ese momento quedó en evidencia la inconformidad de hombres que vieron sus contratos amenazados por el ingreso de mujeres y niños como mano de obra más barata, en medio del auge del Capitalismo, lo cual incluso generó debates entre las condiciones de la burguesía citadina y las obreras, según el estudio de Luz Gabriela Arango, “Mujer, religión e industria: Fabricato 1923- 1982” (1991).
A la par que se profundizaron estas contradicciones, la acción de la iglesia para volver a masculinizar las fabricas no tuvo descanso. Y en una campaña agresiva que tenía como banderas la moral, la disciplina sexual y el paternalismo, profundizó el rol asignado en la época a las mujeres, que se refleja aún en la actualidad con la feminización de algunos sectores productivos, incluyendo la economía del cuidado. Esta última se define en el Artículo 2 de la Ley 1413 de 2010 como “el trabajo no remunerado que se realiza en el hogar, relacionado con mantenimiento de la vivienda, los cuidados a otras personas del hogar o la comunidad y el mantenimiento de la fuerza de trabajo remunerado”.
A pesar de que desde 2010 la matrícula en educación superior de mujeres ha sido en porcentaje mayor al resto de la población –según informe del Ministerio de Educación Nacional (2021) –, y que estas constituyen el 54,4 % de las graduadas universitarias en Colombia; el acceso al mercado laboral para las mujeres en Colombia está muy por debajo de la demanda. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (2020), la carga total de trabajo para mujeres es en promedio 2 horas 10 minutos diarios más que la de los hombres. Y ellas asumen mayores responsabilidades en las labores de cuidado, sobre todo hacia la costa atlántica del país.
Nota: tomado de encuesta nacional del uso del tiempo libre (ENUT) (2022), Colombia. P. 6
La informalidad laboral es otro desafío significativo. Para el 2024, disminuyó 0,2 % en los hombres y aumentó un 0,4 % para las mujeres.
Nota: Información tomada de las encuestas del DANE 2023- 2024. Elaboración de la autora.
Las actuales condiciones de falta de garantías laborales para las mujeres, ha conllevado una feminización de la pobreza (Pearce, 1978) y otras problemáticas relacionadas con la desigualdad histórica y estructural, la división sexual del trabajo, la precarización en las formas de vida, la sobrecarga laboral, el trabajo no remunerado y la capacidad despojada de decisión.
Para contrarrestar dicha situación, la acción de sectores organizados ha sido fundamental. Hoy vemos como una necesidad el poder robustecer la organización gremial sindical, política y popular en los territorios para seguir avanzando en la disminución de la brecha laboral y salarial que persiste en nuestro país. Uno de los ejes principales en los planes de acción de organizaciones como la Federación Colombiana de Educadores (Fecode) –donde están sindicalizadas aproximadamente 220 mil maestras– ha sido el avance en garantías de participación, toma de decisiones y permanencia de mujeres en los sindicatos, ejemplo que se ha replicado en otros gremios.
Asimismo, desde la Secretaría de Mujer y Género de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) se ha venido avanzando en posicionar los debates de acuerdo a las necesidades históricas que se van detectando. Esto ha hecho que esa agremiación haya desarrollado ya siete congresos sobre el tema (1er Congreso–1988: La eliminación la discriminación de la mujer trabajadora; 2do Congreso–1994: Dignificar el trabajo femenino; 3er Congreso–1998: Las mujeres trabajadoras como fuerza colectiva de acción social y política; 4to Congreso–2004: El impacto de los tratados comerciales TLC en los derechos laborales de las mujeres; 5to Congreso–2015: Situación de las mujeres a nivel internacional y nacional, efectos del modelo económico y la paz; 6to Congreso–2019: La ley de cuotas avanza: la participación política de las mujeres; 7mo Congreso–2024: Sin sindicalismo no hay democracia, y sin mujeres trabajadoras sindicalistas partícipes, deliberantes y con capacidad de decisión, tampoco hay democracia).
En mi opinión, considero que la tarea no solo ha estado dirigida al reconocimiento del trasegar de las mujeres en la lucha obrera, en el acceso al mundo laboral y las condiciones actuales que sufren los rezagos de una estructura patriarcal y capitalista; sino que se ha hecho énfasis en los procesos organizativos que permitan dejar de normalizar la brecha laboral y salarial que existe, haciendo alegoría de roles de género que no atienden a la realidad actual.
El llamado es a que en nuestras organizaciones sigamos avanzando en la discusión y generación de estrategias para que la lucha antipatriarcal, desde sus diferentes escenarios, permita fortalecer las apuestas de transformación social.
Finalmente, la disputa con estas estructuras por la autonomía económica para trabajadores y trabajadoras, reconociendo la principal afectación a las obreras, debe representar un objetivo estratégico en la lucha de clases que, de manera simultánea, conlleve a la despatriarcalización de la sociedad, eliminando la triple explotación, las violencias basadas en género, el acoso y la desvalorización de saberes y capacidades de las mujeres. Todo esto con el fin de transformar las actuales relaciones laborales hacia un horizonte emancipador.
*Docente, educadora popular y sindicalista.
Referencias:
Arango, L (1991) Mujer, religión e industria: Fabricato 1923- 1982, Universidad de Antioquia. Colombia
Encuesta nacional del uso del tiempo libre (ENUT) (2022), Colombia.
Gran encuesta integrada de hogares GEIH en el DANE (2024), publicada en 2025. Colombia
Ministerio de Educación Nacional (2021) ¿Cómo va el acceso de las mujeres a la educación superior? Colombia
Pearce, D. (1978). The feminization of poverty: Women. Work, 28-30. Disponible en https://heinonline.org/HOL/LandingPage?handle=hein.journals/yjfem4&div=14&id=&page=
Rodríguez, A. (2023) Una visión evolutiva del trabajo femenino hasta su lugar actual en el capitalismo de plataformas [revista en línea] disponible en https://revistas.uexternado.edu.co/index.php/derest/article/view/8164/13249