Más trabajo, menos riqueza: la brecha productiva que condena a la clase trabajadora
La productividad laboral en América Latina sigue siendo una de las grandes asignaturas pendientes en el desarrollo económico y social de la región. A pesar de contar con una de las fuerzas laborales más grandes del mundo, diversos factores estructurales han impedido que se alcancen los niveles de eficiencia productiva observados en las economías desarrolladas. En 2025, los datos actualizados muestran que la brecha con respecto a los países más avanzados no solo persiste, sino que en algunos casos se ha profundizado.
El bajo nivel de productividad en América Latina no se debe a una falta de trabajadores, sino a una serie de factores estructurales y económicos propios de la histórica división internacional del trabajo que llevaron adelante las grandes potencias económicas del siglo XIX y XX.
Esto último se puede observar claramente en el libro de historia de Eric Hobsbawm cuando dice: “La economía de América Latina, desde mediados del siglo XX, estuvo marcada por su papel como proveedora de materias primas y productos agrícolas, con una clase trabajadora que enfrentaba condiciones laborales difíciles y salarios bajos, reflejo de su posición subordinada en la economía global”.
El autor también hace referencia a la estructura laboral que se generó desde los países imperiales, cuando dice: “El papel de la clase trabajadora en América Latina, especialmente en el sector agrícola y minero, fue crucial para las exportaciones, pero conllevó condiciones laborales adversas y bajos salarios, reflejando la dependencia de la región en la economía global”. (Hobsbawm, 1994, p. 120 y 203). La historia general de la región marca en lo concreto las condiciones materiales de trabajadores y empresarios en la actualidad.
Un crecimiento estancado y una brecha que se amplía
Desde hace décadas, la productividad en América Latina y el Caribe ha crecido de manera significativamente más lenta en comparación con otras regiones. Mientras que en los países de altos ingresos la productividad laboral ha aumentado en promedio un 1.5% anual en los últimos 30 años, en América Latina este crecimiento no supera el 0.5% anual. De acuerdo con el informe más reciente de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) publicado en 2025, la productividad laboral promedio en la región se sitúa en apenas el 40% de la productividad estadounidense, lo que significa que un trabajador latinoamericano genera menos de la mitad de la riqueza que su contraparte en Estados Unidos en la misma cantidad de tiempo.
El problema radica en la falta de inversión en innovación, infraestructura y educación, tres factores que han sido determinantes en el crecimiento de las economías desarrolladas. Mientras que en Estados Unidos el 2.8% del PIB se destina a investigación y desarrollo, en América Latina el promedio sigue estancado en un 0.7%, con países como Argentina, Colombia y México por debajo de este umbral.
Jornadas laborales largas y baja productividad: un binomio insostenible
La relación entre horas trabajadas y productividad sigue mostrando una paradoja en la región: trabajar más horas no significa producir más. En países como México y Colombia, donde las jornadas laborales pueden superar las 48 horas semanales, la productividad sigue siendo una de las más bajas del mundo. Datos actualizados de la OCDE en 2025 revelan que en países como Alemania y Dinamarca, donde las jornadas son más cortas y los trabajadores cuentan con mejores condiciones laborales, la productividad por hora es hasta cuatro veces mayor que en algunos países de América Latina.
En conjunto, estos datos refuerzan la idea de que la productividad no depende solo de la cantidad de trabajo, sino también de su calidad y de las condiciones estructurales del país.
Se puede también hipotetizar que modelos laborales más eficientes, con mayor inversión en capital humano y tecnología, pueden generar mayor riqueza con menos tiempo de trabajo.
Tecnología e inversión: la gran deuda de la región
Como vimos, uno de los principales motores de la productividad en el mundo es la inversión en tecnología e innovación. Sin embargo, América Latina sigue rezagada en este aspecto. De acuerdo con datos actualizados al 2025 del Banco Mundial (BM), la inversión en investigación y desarrollo (I+D) en la región se mantiene por debajo del 1% del PIB, mientras que en economías avanzadas como Estados Unidos y Alemania supera el 3%.
Este rezago impacta directamente en la competitividad de las empresas latinoamericanas, que encuentran dificultades para aumentar su eficiencia y mejorar la calidad de sus productos. La falta de acceso al crédito, las cargas fiscales desproporcionadas para las pequeñas y medianas empresas (pymes) y la inestabilidad macroeconómica también han sido factores determinantes en el escaso crecimiento de la productividad regional.
El peso de la desigualdad y la informalidad
Además de la baja inversión en tecnología y educación, América Latina sigue lidiando con una distribución desigual de la riqueza y un alto grado de informalidad en su mercado laboral. Según la OIT, más del 50% de los trabajadores en la región se encuentran en condiciones de informalidad, con países como Bolivia y Honduras superando el 70%.
La falta de acceso a seguridad social, crédito y capacitación impide que estos trabajadores puedan mejorar su productividad. Además, los bajos salarios y la precariedad laboral desincentivan la inversión en formación profesional, creando un círculo vicioso difícil de romper.
Por otro lado, la falta de una estructura industrial sólida que genere empleo de calidad sigue siendo un problema. Mientras que en Asia economías como China han apostado por la industrialización y la incorporación de nuevas tecnologías en sus cadenas de valor, América Latina ha dependido en exceso de la exportación de materias primas sin valor agregado. La reprimarización de las economías latinoamericanas ha limitado el desarrollo de sectores estratégicos que podrían incrementar la productividad.
Olivia White, Directora del McKinsey Global Institute y Doctora en física por la Universidad de Harvard, pone relevancia en el rol de los Estados e indica: “Los gobiernos pueden desempeñar un papel determinante en la creación de incentivos para la inversión, ofreciendo marcos regulatorios más claros, promoviendo alianzas estratégicas y asegurando que los recursos destinados a infraestructura y educación sean utilizados de manera eficiente. Sin estas condiciones, los empresarios y las multinacionales seguirán viendo a la región como un mercado riesgoso y difícil de navegar”.
El futuro de la productividad en la región
Para salir del estancamiento productivo, América Latina debe apostar por una transformación estructural profunda. Esto implica:
Aumento en la inversión en tecnología y educación: El sector público y privado deben colaborar para incrementar el gasto en investigación y desarrollo, así como mejorar la educación técnica y la formación profesional.
Reducción de la informalidad: Es necesario fortalecer las instituciones laborales y generar incentivos fiscales para la formalización del empleo, garantizando derechos y seguridad social.
Políticas que fomenten la industrialización: La región debe buscar estrategias para diversificar su estructura productiva, priorizando sectores que generen empleo de calidad y con alta productividad.
Revisión de los esquemas de jornada laboral: La evidencia sugiere que reducir la jornada laboral y mejorar las condiciones de trabajo puede generar un incremento en la productividad sin necesidad de aumentar las horas trabajadas.
Visto lo anterior, podemos decir que el problema de la baja productividad en América Latina tiene su origen histórico, y en la actualidad obstaculiza el desarrollo de la región. Sin cambios estructurales en educación, tecnología y condiciones laborales, es poco probable que los países latinoamericanos logren cerrar la brecha con las economías más avanzadas del mundo.
La región necesita una estrategia de largo plazo que transforme su modelo productivo y garantice empleos de calidad para su población, y en ese camino el rol de los Estados Nación se presentan como indispensables.
*Por Diego Lorca, Licenciado en Psicología, Director del Observatorio Internacional del Trabajo del Futuro – OITraF, asociado a NODAL.