Interdependencias comunicacionales y antipatriarcales
Por Irene León*
La niña de los ojos del capitalismo del siglo XXI se llama inteligencia artificial -IA-. En ella los poderes corporativos han depositado sendas expectativas, atribuyéndole un papel central en el guión de la recomposición capitalista, especialmente en la conceptualización del capitalismo digital [1]. La IA ya es omnipresente en el campo de la comunicación, hasta se especula que más temprano que tarde tomará el relevo en la producción de información y que, con la ‘neutralidad’ resultante de la gestión de los datos, producirá informaciones ‘objetivas’, desvinculadas de los afectos y desafectos que caracterizan a los humanos.
Pero, además de las múltiples controversias que este escenario suscita, también genera interrogantes desde el ángulo de las relaciones de poder patriarcal: ¿Tendrá la inteligencia artificial un sesgo sexista? ¿Estará ella involucrada en la reproducción del patriarcado, como ya lo están la mayoría de las plataformas digitales y los medios de comunicación convencional? Y, por otro lado, ¿qué interdependencias entre comunicación y perspectiva antipatriarcal podrían conducir hacia sociedades en las que la comunicación, que fue siempre uno de los primeros actos humanos, gane sentidos de humanidad?
“Surgida en un contexto patriarcal y capitalista, la nueva realidad comunicacional arrastra todas las sinrazones de ambos sistemas, lo que se refleja en particular en su edificación androcéntrica que marca límites entre quienes deciden, poseen y diseñan, y quienes apenas acceden. Las brechas de desigualdad histórica, los actuales refuerzos de exclusión que impone el modelo, más el remozamiento de la ideología y prácticas sexistas, constituyen elementos clave para prefigurar los matices de género del mapa comunicacional actual que es extenso y complejo.” [2] Más aún si con la comunicación interactiva todo hecho social tiene una dimensión tecnológico-comunicacional.
Similares características se expresan en las áreas de la tecnología donde, camuflado en una presunta neutralidad, avanza vertiginoso el diseño de una sociedad digitalizada, perfilada bajo el cuño de los intereses del capital y con la impronta de la jerarquía patriarcal. No obstante, hay una tendencia a tratar los productos tecnológicos e incluso los comunicacionales como si fueran independientes de las sociedades que los producen y de los humanos que los desarrollan, al punto que en el Sur están en pie sendos programas de adaptación a la llamada cultura digital, nombrada en singular, como para dejar constancia de que se la proyecta desde una línea de pensamiento único.
Pero hay diversas perspectivas desde las cuales se puede desarrollar tecnologías, pues toda tecnología está interrelacionada con un proyecto de sociedad y con sus correlativas relaciones de poder. Además, son humanos quienes programan los implementos tecnológicos según los valores y relaciones de poder dominantes. Un ejemplo: un reciente estudio realizado en España por Lourdes Muñoz, especialista en open data, pone en evidencia que los valores patriarcales están incorporados en las respuestas de la inteligencia artificial, que es desarrollada por humanos [3] e insistimos bajo valores predominantes en la sociedad capitalista y patriarcal. Similares constataciones se evidencian en materia de racismo, homofobia y otras formas de discriminación.
Siendo así, si las orientaciones de la comunicación tanto como las de la producción de tecnologías se mantienen en los parámetros ideológicos patriarcales, el resultado invariablemente reflejará los preceptos sexuados que fundamentan ese sistema. Mas aún, las aspiraciones de igualdad y diversidades podrían neutralizarse en un contexto en el que la comunicación y las tecnologías están monopolizadas por corporaciones privadas principalmente las GAFAM [4], que son negocios transnacionales cuyo accionar se rige casi exclusivamente por el “orden basado en reglas”, es decir por su propia ‘autorregulación’ y no por políticas de género ni por la legislación internacional y menos aún por el derecho ciudadano o de las mujeres a la comunicación.
Bajo esos parámetros, la concentración del poder y la propiedad de las telecomunicaciones y del cyberespacio, en un contexto de ascenso de corrientes ultraconservadoras e incluso del neofascismo, donde se fusiona el autoritarismo de mercado con el reposicionamiento de valores patriarcales, podría robustecer el ímpetu de manifestaciones autoritarias, tales como la censura contra países, colectividades y personas, que imponen los propietarios de las plataformas en función de sus criterios personales o afinidades políticas. Asimismo, la adhesión de los propietarios de las plataformas a la extrema derecha, como es el caso de Elon Musk, podría exponencialmente influir en la diseminación de postulados contrapuestos a los derechos de las mujeres y de la diversidad sexo genérica, tales como los que exhibe el conservadurismo republicano estadounidense o el libertarismo argentino.
Y justamente, en la búsqueda de generar escenarios comunicacionales alternativos a estas dinámicas, se ubica la interrelación entre las perspectivas de soberanías -geopolítica, cultural, económica y tecnológica- y la propuesta política del feminismo, que plantea transformaciones tanto en lo relacional como en lo estructural, para generar cambios de raíz en la convivencia humana, con formas de comunicación multidireccional y descentralizada, como elemento ineludible para la construcción de sociedades alternativas.
Nuevos escenarios comunicacionales levantados en espacios lo más independientes posible del capital y sus reglas, con software y hardware libres, ofrecen posibilidades de humanizar las culturas comunicacionales, impregnándolas de contenidos y estéticas post capitalistas y post patriarcales. Una mudanza colectiva de los movimientos antisistémicos e incluso de países- hacia espacios propios, con tecnologías y éticas de comunicación compartidas, con una gestión colectiva de los datos, sería un gran punto de dinamización de formas de comunicación humanizada.
En ese sentido, las alternativas comunicacionales pueden concebirse como un modo de desconexión del capitalismo y del patriarcado, en la búsqueda de defender la dignidad inherente a la calidad humana, ante la arremetida del capital para imponer el mercado total y sus correlativos mecanismos de control y vigilancia, compendiados en el concepto de ‘capitalismo de la vigilancia’, acuñado para caracterizar la presente etapa.
En otras palabras, así como no hay proyecto de sociedad sin un proyecto comunicacional, tampoco hay producto tecnológico que no resulte de un proyecto de sociedad y de las relaciones de poder subyacentes y tanto estas últimas como todo lo demás son hechos humanos que pueden y deben ser cambiados.
[1] Burch, Sally (2021) ¿Quién decide nuestro futuro digital? ALAI https://www.alainet.org/es/revistas/552 [2] León, Irene (2005) Género en la revolución comunicacional. ALAI https://www.alainet.org/es/articulo/123215 [3] Muñoz, Lourdes (2024) Inteligencia artificial y sesgos de género: análisis feminista de su construcción y uso. Mujeres en Red https://www.mujeresenred.net/spip.php?article2439 [4] GAFAM acrónimo de las grandes empresas tecnológicas: Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft, que además concentran la big data. Pero también están en el escenario, las chinas Baidu, Alibaba, Tencent y Xiaiomi, que constituyen un poder con distintos matices.
*Socióloga y comunicadora ecuatoriana. Interdependencias comunicacionales y antipatriarcales (2025). En LAUICOM. Comunicación Liberadora. (139-145). Caracas. Vadell Editores