El protagonismo de los feminismos populares en la resistencia al neofascismo de hoy en Argentina
Por Paula Klachko*
De sujetadas a sujetas
A cada etapa del capitalismo y de su desarrollo (deforme, anárquico y destructivo) de las fuerzas productivas le corresponde un modelo de familia funcional a las relaciones de producción y explotación, en el que nos son asignados roles específicos a las mujeres. De reproductoras y productoras de la fuerza de trabajo, luego se le agregará el de trabajadoras asalariadas superexplotadas y cuidadoras (actividades que se suman y no se reemplazan para la mayoría de las mujeres), lo que es acompañado por la educación y socialización en valores conservadores para atar y sujetar la percepción de realización personal al buen desempeño en dichos roles. En otras palabras, formar sujetas sujetadas a esos designios del capital.
La familia tradicional dejó de ser funcional a los modos de acumulación en la transición hacia una nueva fase del capitalismo[1] y las relaciones afectivas liberadas de ese formato autoritario, además de dar lugar a la natural diversidad del reino humano (que es el reino animal), favorecieron al “descarrilamiento” del rol femenino tradicional y subordinado, vigente todavía por la inercia del peso que tuvo por siglos. Por supuesto que ese efecto no se explica por el mecanicismo del devenir de la lógica del capital, sino por el esfuerzo y las enormes luchas de las mujeres en las distintas olas feministas que, junto a la cada vez más grande población que se referencia en la diversidad sexual y de géneros, posibilitaron el pasaje hacia la autoconstrucción de sujetas históricas y políticas, participes o protagonistas del presente social.
Debemos aclarar aquí que el protagonismo político de muchas mujeres en el mundo y en Argentina no es solo popular o de izquierda. Tenemos el caso de la vicepresidenta en nuestro país que responde a los valores e intereses mas retrógrados o la referente de la ultraderecha alemana (que contrariamente a los disvalores que sostiene su agrupación, está en unión civil con otra mujer con la cual tiene hijxs). Pero lo que nos interesa aquí son las luchas de los verdaderos feminismos aunados a las luchas e intereses populares y antiimperialistas que hoy protagonizamos la resistencia al experimento de neofascismo colonial que vivimos en nuestro país. Esas mujeres que ocupan lugares de poder para favorecer la reproducción ampliada del capital dirigida por las cúpulas burguesas locales y trasnacionales son mujeres patriarcales. El patriarcado, como forma de dominación que subordina a las mujeres y degrada sus derechos humanos, habita en la sociedad y no es patrimonio de los varones, como tampoco lo es el feminismo. Hay, y debe haber cada vez más, varones identificados con el feminismo popular. Es que el feminismo o es popular y socialista, para tomar las palabras de Chávez, o no es. Y viceversa, el socialismo será feminista o no será.
Desencajadas
En Argentina las dictaduras cívico militares, y en especial la última y mas sangrienta como brazo armado en posición de gobierno de los grandes grupos económicos y el capital financiero trasnacional, desplegaron artillería propagandística para reencajar a las mujeres en sus tradicionales roles, aunque aceptaban a la mujer trabajadora en tareas de cuidado, docencia, enfermería y otras, las invitaba a “cuidar a la familia” y a cumplir su rol tradicional para que no se alteren las “normas” sociales, para no criar “subversivos”. Al tiempo que en las salas de tortura, según cuentan lxs sobrevivientes, se ensañaban con las militantes mujeres.
Al final de la dictadura, ese corset fue desmontándose de a poco con el activismo feminista en la primavera democrática y el destape militante y cultural. En los cuarenta años posteriores las mujeres y diversidades fuimos ganando derechos a fuerza de lucha y, luego, reconocimiento por parte del estado cuando fue timoneado por la fuerza social política que tomó el nombre de Kirchnerismo. La batalla cultural la librábamos nosotras.
Es en ese terreno (y pretendiendo robarnos ese concepto de nuestro Antonio Gramsci) que la ultraderecha neofascista hoy nos libra una guerra bajo el gobierno revanchista y patético de Javier Milei. Este personaje, cumpliendo su papel como mascaron de proa de la aristocracia financiara internacional, retoma su cruzada conservadora para hacer compatible lo imposible. Pues en el nuevo (des) orden occidental, guiado por la transformación de las relaciones sociales de explotación hacia otras más diluidas o difuminadas en distintos ámbitos y tiempos de la vida y descentralizadas, el rol tradicional de varones y mujeres heteropatriarcales encarceladxs en un contrato matrimonial y familiar autoritario, eterno e inmutable e incluso en establecimientos de trabajo, no encaja.
Intentan retrotraernos a roles caducados por el mismo sistema que defienden, tratando de desandar los logros del movimiento de mujeres y diversidades, de los feminismos populares que, arraigados en las enseñanzas de distintas generaciones de feministas, fuimos capaces de despertar una nueva ola verde que se difundió y expandió por todos los rincones del mundo. Hemos obtenido gracias a esas luchas en los últimos años varios logros. Una demanda histórica que nos movilizó y articuló uniéndola a otras contra el gobierno de Macri, concluyó con la aprobación de la Ley 27.610 que establece el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo (IVE, 2021). Antes, el presidente Néstor Kirchner firmó el decreto 1.454 que creó la que luego se conoció como jubilación de las amas de casa (2005). Y bajo el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, se sancionaron: la ley 26.844 (2013) de régimen especial de contrato de trabajo para el personal de casas particulares que habilita -a las mujeres que son las que concretamente son contratadas para esos trabajos- a tener los mismos derechos que cualquier otro trabajadxr[2]; la ley de identidad de género (2012); la del matrimonio igualitario (2010); la ley que tiene por objeto garantizar el acceso integral a los procedimientos y técnicas médico-asistenciales de reproducción médicamente asistida primero en la provincia de Buenos Aires (2013), que más tarde, en 2018, sería aprobada a nivel nacional; la ley que protege a las mujeres de la violencia en sus relaciones interpersonales (2009), luego reforzada con la Ley Micaela que establece la capacitación obligatoria en género y violencia de género para el personal público (2018). Esto último sucedió ya bajo el gobierno neoliberal de Mauricio Macri en el que las luchas de la llamada ola verde se potenciaron y multiplicaron. En ese año se aprobó también la ley que promueven la paridad de género en ámbitos de representación política.
Todas estas leyes y otras están siendo atacadas y recortadas por el gobierno actual. Pero, sobre todo, nos destacamos como dirigentas, referentas y militantes de diversos ámbitos antes muy relegados a figuras masculinas, como el sindicalismo y las representaciones políticas. Por supuesto que todavía prevalece la segregación vertical y nos destacamos más en el territorio, en las escuelas, en los hospitales, en las líneas medias de referencia de diversas organizaciones, con extraordinarias excepciones como la de Cristina Fernández de Kirchner, dos veces presidenta y una vez vicepresidenta, dirigenta de masas y del principal partido político de masas de Argentina, el Partido Justicialista, como también varias de las ministras durante sus presidencias, pero todavía nos falta mucho para que las mujeres feministas populares ocupemos en paridad lugares de poder. Esto se acentúa bastante en el campo del trabajo intelectual.
Encabezando la resistencia
Ahora bien, frente al ataque siniestro y fascista del presidente argentino en el foro de Davos hacia las diversidades, lxs migrantes y el feminismo (que intentan denostar denominándolo “ideología de género”[3]) en las que homologó homosexualidad y pedofilia y otras barbaridades[4], enseguida volvieron a ponerse en marcha como respuesta las asambleas feministas. La respuesta popular inmediata fue una masiva “asamblea antifascista LGTBIQNB+” realizada en el Parque Lezama de la ciudad de Buenos Aires, que motorizó y organizó lo que sería, el 1 de febrero, una gigantesca movilización denominada Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antirracista. No sin grandes debates sobre temarios infinitos, discusiones y tensas disputas, como sucede generalmente en todas las asambleas populares de cualquier ámbito, se tuvo en claro a donde apuntar, pues lo que esta en juego es la vida. El fascismo pone en riesgo la vida.
Las marchas y concentraciones en todo el país superaron con creces las expectativas, dándose una participación espontánea enorme, además de las organizaciones feministas, de la diversidad, populares, sociales, políticas, sindicales, culturales y otras. Pero no fue espontánea la convocatoria. Al contrario, fue fruto de la militancia, de la acumulación de la lucha de los feminismos, de las disputas y debates que un grupo de valientes mujeres libraron contra los obstáculos de afuera y de adentro, y pudieron vertebrar el eje articulador preciso en este momento de la lucha de clases: el antifascismo y el antirracismo. Las asambleas movieron, estimularon, organizaron, debatieron y empujaron a la lucha. En ellas la experiencia militante confluyó con el sentimiento de masas, leyendo el momento, atando la geopolítica a la vivencia en los barrios más humildes, se pudo sintetizar la consigna correcta que aglutinó a millones en el país y, muy importante, ubicando al enemigo real del pueblo y la nación.
¿Por qué fascismo y por qué en América Latina?
La fascistización o reconversión hacia formas mucho mas violentas de estado, no es nada nuevo en Nuestra América. La versión más reciente y más trágica de ello fueron las dictaduras cívico militares impulsadas por Washington y enmarcadas en las Doctrinas de la Seguridad Nacional, que ejercieron de manera sistemática el terrorismo de estado y el genocidio para disciplinar a sangre y fuego a los pueblos.
Pero si nos atenemos al período en que la dictadura del capital toma formas democrático-electorales, lo que advertimos en los últimos años es una creciente fascistización de los cuadros e instrumentos de la clase dominante y el imperialismo. Ello tiene su raíz inmediata tanto en la crisis capitalista de 2008, agudizada por la pandemia, y su modo de salida, como en la dinámica política que vio nacer y crecer, retroceder y volver a resurgir un ciclo político que hemos caracterizado como progresista[5] -porque no alcanzó a ser revolucionario- y que despertó la reacción violenta (contrarrevolución) de las clases dominantes occidentales[6].
Si el fascismo es una forma autoritaria de reorganización estatal y un modo de resolución de la crisis capitalista, es también por excelencia contrarrevolución. Es sabido que no hace falta que se desarrolle un proceso revolucionario de las clases sojuzgadas, sino cualquier tipo de cuestionamiento o intentos reformistas, para que las clases dominantes reaccionen con violentas contrarrevoluciones. El escenario que quedó conformado en Nuestra América es el de una polarización asimétrica, pues la derecha se radicalizó y fascistizó y logró traccionar los escenarios políticos hacia la derecha. El campo revolucionario se circunscribió a territorios libres de imperialismo como Cuba, Venezuela y Nicaragua, bajo ataque feroz de una potencia en declive que necesita reorganizar lo que considera su plataforma de proyección imperialista: América Latina.
La polarización política y social se fue profundizando y el gran capital local y trasnacional fue forjando expresiones políticas de ultraderecha para intentar, por un lado, frenar el avance de las fuerzas progresivas desde el punto de vista de las mayorías populares y obstaculizar con toda la artillería posible todos los intentos reformistas o revolucionarios donde esas fuerzas están gobernando. Y, por otro lado, donde los cuadros políticos que expresan los intereses del gran capital han conseguido recuperar posiciones de gobierno, se proponen conducir la reorientación estatal que necesita ese capital concentrado para reproducirse de manera ampliada en las actuales condiciones de transición geopolítica global.
Para eso procuran hacer retroceder y destruir los derechos adquiridos para y por las mayorías y sus organizaciones populares bajo esos gobiernos progresistas que interrumpieron la libre disposición de fuerzas objetivas de la dictadura del capital. Es decir, pretenden generar condiciones extraordinarias de extracción de plusvalía, como otras veces han logrado en las periferias del sistema, mediante la superexplotación de la fuerza de trabajo, y el saqueo y extracción directa de bienes naturales estratégicos. Con esos objetivos fortalecen sus herramientas y personificaciones en tanto instrumentos del neo-fascismo como forma política del capital financiero concentrado. E intentan poner en caja y disciplinar a la masa de mujeres, sobre todo jóvenes, que han logrado unir feminismo y demandas populares, lucha de género y lucha de clases, en masivas movilizaciones callejeras que ponen piedras en el camino de entrega y miseria que diseñaron para un hermoso país como Argentina.
Las formas fascistoideas de estados mafiosos[7] gendarmes o policiales, aprietan las clavijas del orden y control social, restringiendo derechos, exacerbando la represión para liberar controles sobre la producción y realización de la extracción de valor del trabajo humano en todas las ramas legales e ilegales, en favor de las cúpulas burguesas de cada fracción del capital, sobre todo los grandes grupos y corporaciones locales y trasnacionales.
La radicalización de las derechasy la experiencia de algunos gobiernos progresistas que hicieron de la moderación un culto (Alberto Fernández en Argentina y Gabriel Boric en Chile) le abrieron paso a experimentos disruptivos que se presentaron como antisistema, pero son su más fiel perro guardián. Y con su radicalidad lograron referenciar a vastos sectores que salieron de la pandemia enojados, furiosos y, sin duda, con cicatrices profundas en la salud mental colectiva e individual.
La memoria histórica y acumulación de experiencia de lucha que se pone en juego y se activa contra la opresión muy asiduamente en Nuestra América, es contraatacada con mayores grados de violencia simbólica y material. Las mujeres y diversidades que jugamos un rol central en la lucha de los últimos años fuimos colocadas en la mira revanchista de esa violencia.
El experimento argentino y la potencia de los feminismos populares
El candidato de diseño experimental apoyado por las corporaciones mediáticas y financieras, Javier Milei, supo ubicar un enemigo culpable de esas frustraciones. Exaltando la meritocracia, la competencia y el individualismo de la ley del más fuerte como ordenadora social, construyó una narrativa eficaz que prendió en las masas: “la casta”, la clase política supuestamente responsable de exprimir y aplastar a la ciudadanía y absorber sus capacidades individuales para mantener sus privilegios, ocultando que eran y son sus mandantes (las personificaciones del capital más concentrado, local y trasnacional) los que construyen y reproducen el desamparo de masas para perpetuar sus privilegios.
Con una población sobrante desde el punto de vista del capital[8] que crece mostrando la crueldad sin atenuantes en las calles de las grandes ciudades, solo la cultura del fascismo, del salvajismo social y el sálvese quien pueda, logra extender la indiferencia y la naturalización del hambre y desamparo. Naturalizar el descarte de población y su deshumanización y empujar a masas trabajadoras a ser autómatas individualistas compitiendo para poder producirse y reproducirse arrinconadxs por la obsolescencia programada que les amenaza, y, por ende, aceptar mansamente la reducción del precio de venta de su fuerza de trabajo y de su tiempo, como necesita el imperialismo tecnológico, solo se logra con la fascistización de los estados. Y para ello necesitan debilitar y desarticular al denso entramado y variado tejido de organizaciones populares, sindicales, políticas que habita en nuestra tierra. Para el caso de las organizaciones de mujeres pusieron en marcha el artilugio de la “ideología de género” con la que intentaron desprestigiar nuestras luchas y desandar el camino de derechos conquistados, para lo que también suprimieron el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad. El desarme moral de las masas populares y sus organizaciones se torna indispensable para retomar el dominio político de los estados de manera completa para los intereses de los grandes grupos económicos locales y la oligarquía financiera trasnacional y realizar su programa de acumulación mediante la depredación (ahora llamado anarcocapitalismo).
Frente a esto, fue el movimiento feminista y de la diversidad y su vanguardia popular mas esclarecida la que supo ubicar el enemigo de los pueblos -verdaderos responsables de la situación de creciente miseria, desamparo y opresión-, no en la casta de políticos, sino en el fascismo que expresa a los grupos concentrados del capital trasnacional y a sus cuadros políticos que ahora ocupan el gobierno y lo esencial de los tres poderes institucionales del estado.
El racismo o racialización de los grupos humanos es el condimento necesario para operacionalizar la inferiorización y deshumanización que justifican la opresión que, a su vez, es necesaria para profundizar la sobreexplotación de toda la clase trabajadora en su enorme diversidad.
La religión, mal utilizada en la mano de instrumentos conservadores, aporta propagando la salvación individual, el regreso a los valores patriarcales y la auto-represión, poniendo el foco de su ataque hacia el movimiento de mujeres y diversidades por ser éste quien ha oxigenado y recreado creativamente las luchas en los últimos años. Mientras que otros y otras buscan el camino de la solidaridad para enfrentar el hambre y la miseria, así como para defender los derechos conquistados. En ese camino las mujeres han jugado un rol indispensable.
Al igual que el movimiento obrero, el movimiento de mujeres en Argentina es muy heterogéneo y contiene diversas corrientes ideológicas, pero predominan los feminismos populares que, sin perder la meta principal del movimiento, tienen en la mira estratégica la inserción en la lucha de clases, la dinámica política nacional y la geopolítica internacional. En ese sentido, ya hemos mostrado en este verano 2025 que tenemos las agallas, la inteligencia, la creatividad y la capacidad de responder de manera masiva al experimento trágico que hoy nos gobierna, de encabezar la resistencia, de ubicar al verdadero enemigo y radicalizar el otro polo de la lucha de clases: el de lxs trabajadores. Como dijo Claudia Sheinbaum: es tiempo de mujeres.
*Paula Klachko. Licenciada en Sociología UBA; Doctora en Historia UNLP; Profesora en UNDAV-UNPAZ; Coordinadora del Capítulo Argentina de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (REDH), madre de tres hijos y militante de la Patria Grande.
Notas:
[1]Véase Aguilera, Lucas (2023) Nueva Fase, Editorial Punto de Encuentro, Buenos Aires
[2]Para este tema véase Entel, Rosa (2025) Trabajadoras de casas particulares. De la servidumbre a la conquista de derechos, Editorial La Hendija, Entre Ríos, en prensa.
[3]El objetivo es denostar la perspectiva de género denominándola “ideología de género”, pues “la perspectiva de género pone de relieve las relaciones de poder y dominación tanto en el ámbito privado como en el público, desenmascarando su dimensión política, contribuyendo a hacer visibles ideas, creencias y prácticas de la vida cotidiana impregnadas de prejuicios sexistas, naturalizados”, en Entel, Rosa (2010) Mujeres en situación de Violencia Familiar. Embarazo y violencia, Espacio Editorial, Buenos Aires.
[4]Pueden leerse en: https://www.casarosada.gob.ar/informacion/discursos/50848-discurso-del-presidente-de-la-nacion-javier-milei-desde-el-foro-de-davos-suiza
[5]Ver Boron, Atilio y Klachko, Paula (2023) Segundo turno. El resurgimiento del ciclo progresista en América Latina y el Caribe, Editorial Peña Lillo/Continente, Buenos Aires y otras ediciones. Tomamos la noción de progresivo y su contracara regresivo, de la elaboración conceptual de Antonio Gramsci sobre la fórmula política del cesarismo, (1999) «Notas breves sobre la política de Maquiavelo», en Cuadernos de la cárcel, t. 5, Ediciones Era/BUAP, Puebla.
[6]Existen ciertas similitudes con la década de 1920 en Europa, en la que confluyen las consecuencias de la competencia interimperialista expresadas con toda brutalidad en la primera guerra mundial, el triunfo de la Revolución Rusa, la agudización y polarización de la lucha de clases como resultado de la violenta contrarrevolución, no solo en territorio ruso, sino como reacción a los movimientos populares sindicales y revolucionarios que se expandían en Europa. A ello hay que sumarle la crisis capitalista de los ‘30, que al tiempo que genera la proletarización de crecientes fracciones sociales y más miseria, la dictadura del capital busca en sus estados nacionales europeos una reorientación violenta de la organización de su dominación, manifestada en el fascismo y nazismo.
[7]Carbone, Rocco (2023) Lanzallamas. Milei y el fascismo Psicotizante Editorial: Debate, Buenos Aires.
[8]Véase Marx, Karl (1867) El capital, Capitulo XXIV La llamada acumulación originaria. 1. El secreto de la acumulación originaria. Ediciones varias