Chile | Feminismo más allá de las agendas: una alternativa emancipadora – Por Karina Oliva

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Feminismo más allá de las agendas: una alternativa emancipadora 

Por Karina Oliva*

Seguramente a muchas mujeres feministas nos ha tocado enfrentar debates sobre quienes son las o los responsables del ascenso de la ultraderecha en la región, y tristemente hemos tenido que escuchar a compañeros de ruta decir que gran parte de la responsabilidad está en las feministas por supuestamente haber abandonado la dicotomía histórica -lucha de clases- por la agenda de género.

Es importante para un debate necesario, urgente y contingente entender que el feminismo no es sólo una agenda, más bien, es una propuesta alternativa ante la estructura patriarcal y capitalista, por tanto, es una alternativa emancipadora de mujeres, hombres y diversidades, porque no se puede entender la emancipación de parte de la población a costa de la opresión de una otredad. Es decir, el feminismo entiende la consolidación de la libertad de mujeres y diversidades en la misma medida que las masculinidades, por tanto, es necesario abandonar la caricatura que han instalado los ultraconservadores promoviendo la errada idea de que el feminismo es  anti masculinidades, cuando es justamente todo lo contrario: una respuesta liberadora ante el patriarcado.

Por otra parte, la consolidación de derechos es base elemental a la hora de pensar proyectos radicalmente democráticos, soberanos y justos, pero eso jamás puede ser entendido sin avanzar en los derechos igualitarios de las mujeres. Si miramos la sociedad como ha estado históricamente estructurada entre la vida de lo público y lo privado, la vida de las mujeres ha estado relegada en el espacio privado, incluso se podría decir que el inicio de una vida en el espacio de lo público comenzó con la conquista del derecho a voto a mitad del siglo XX en la mayoría de los países de la Región y con dicho avance democrático se pudo ver nuevos horizontes políticos, la conquista de ejercer el derecho como ciudadanas pudo develar lo relegadas al espacio privado en el que estábamos, desde el sometimiento económico, laboral e incluso sexual; hasta lograr el voto femenino las mujeres éramos consideradas interdictas en la mayoría de los asuntos de la vida pública, pasábamos de estar en custodia de la figura paterna a la figura conyugal en el caso de aquellas que contraían matrimonio.

El camino hacia el espacio de lo público ha significado reconocer que la estructura del poder está hecha a la medida del patriarcado, y como bien decía Rosa Luxemburgo, “quien no se mueve no siente sus cadenas” y, vaya que las mujeres hemos sentido como aprietan esas cadenas. En ese tránsito -de lo privado a lo público-  hemos vivido de manera cruel como la sociedad patriarcal y capitalista nos hace asumir los costos políticos, económicos y sociales de la desigualdad, la pobreza y la clase. Esto quedó en evidencia durante la pandemia por el COVID 19 donde el mundo se detuvo ante la magnitud de la tragedia. En el caso de Chile fueron las mujeres quienes mayoritariamente perdieron sus empleos  o tuvieron que renunciar a ellos para asumir las tareas de cuidados ante el inicio de la escolarización virtual producto de la pandemia. Sin ir más lejos, la fuerza laboral femenina entre diciembre del 2020 y febrero del 2021 se redujo en promedio 43,75% mientras que la masculina llegó en promedio al 65,7% en el mismo periodo, según datos de la BCN. Si miramos la región, según el estudio de Cepal “la tasa de participación laboral de las mujeres se situó en 46% en 2020, mientras que la de los hombres en 69% (en 2019 alcanzaron un 52% y un 73,6%, respectivamente). Se calcula, además, que la tasa de desocupación de las mujeres llegó al 12% en 2020, porcentaje que se eleva al 22,2% si se asume la misma tasa de participación laboral de las mujeres de 2019”, al mismo tiempo, para el 2022 se estimaba que en América Latina más de 4 millones de mujeres aún no lograban recuperar los puestos de trabajo lo que fomenta el trabajo informal femenino dejándolas fuera de la protección social y de los derechos laborales.

Pasemos a otra de las cadenas opresoras que el espacio público nos ha dejado en evidencia: el acoso sexual. Casi la totalidad, por no decir todas, hemos enfrentado acoso sexual sea callejero, laboral, familiar, etc. El acoso sexual es una de las tantas formas de ejercer violencia de género, no discrimina edad ni nivel socioeconómico, muchas veces algunos han querido situarlo en el espacio de lo valórico, sin embargo, es una de las expresiones hegemónicas que explican la relación de opresión que ha ejercido el patriarcado hacia las mujeres, porque es un mecanismo de intimidación, vulneración e invasión, elementos que se tienden a agudizar en función de clase, por ejemplo, quien ejerce el acoso sexual en espacios laborales es quien tiene algún tipo de jefatura, esto es, mediado por la posición de poder, lo mismo ocurre en la relación de poder entre docente y estudiante, por tanto, el acoso sexual que se da en distintos espacios de lo público y/o privado esta ligado directamente a las asimetrías del poder.

Ejemplos de cómo las asimetrías del poder tienen un impacto en la vida de las mujeres son infinitos, ello significa que la respuesta feminista a estas y otras funciones de opresión que viven millones de mujeres en nuestra región que están agudizadas por los avances de la agenda ultraconservadora de esta época, deben darse desde una izquierda feminista, que tenga centralidad en la condición de clase y trabajadoras de las mujeres. No se puede constituir un proyecto de izquierda que no proponga una solución a la precarización laboral de las mujeres por la brecha salarial, ante el aumento del trabajo informal ligado al trabajo de cuidado no remunerado generando condiciones de dependencia económica, o bien, garantizando condiciones de seguridad en los entorno frente a las diversos tipos de violencias.

Las transformaciones y las disputas políticas no  avanzan negando batallas y tareas democráticas como las feministas, sino generando condiciones igualitarias para dar disputas políticas e ideológicas con más justicia por tanto, las izquierdas deben abandonar la retórica de la ultraderecha de responsabilizar a las mujeres feministas de los retrocesos y fracasos, más bien debe disputarle a la ultraderecha la desde una hegemonía política, económica y cultural.

*Karina Oliva Pérez, Politóloga. Instituto Plebeya. Chile


 

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