Argentina | La potencia de lo genuino en la marcha de los jubilados – Por Marcelo Rosa

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La potencia de lo genuino en la marcha de los jubilados

Por Marcelo Rosa*

Durante 2024 hubo decenas de movilizaciones contra el gobierno nacional que comenzaron a mermar en el segundo semestre tras la represión del 12 de junio del año pasado, en el marco de la votación por la Ley Bases.

No obstante, este 2025 parece que asoma distinto. Los insultos de Milei en Davos a las mujeres y diversidades tuvieron como respuesta la multitudinaria Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antirracista que aconteció el 1 de febrero y cuyo origen fue la Asamblea Antifascista LGBTIQ+ en Parque Lezama, Ciudad de Buenos Aires.

En esa misma línea contestataria, las represiones a jubilados durante varios miércoles seguidos no hicieron más que acrecentar tanto la indignación como la afluencia de manifestantes al Congreso de la Nación y dieron forma a la convocatoria del miércoles 12 de marzo en la cual emergió una inédita alianza entre jubilados e hinchas de clubes de futbol que acudieron en defensa de aquéllos.

El día de la marcha hubo una deliberada intención del gobierno de impedir una foto de la Plaza del Congreso colmada. Por tal motivo y, a medida que aún llegaban columnas de manifestantes, la represión feroz se desató alrededor de las 16 hs. con el objeto de despejar la plaza, sus adyacencias y disuadir a las personas que estuviesen llegando.

Junto con una amiga llegamos caminando a la altura de las calles Ayacucho y Avenida Rivadavia, en las cercanías del Congreso, pasadas las 17:00 hs. El aire era irrespirable y en seguida se sintió el ardor en los ojos que hacía imposible no llorar. Los gases arrojados en las inmediaciones tornaban al clima espeso en esa esquina, en la cual había un nutrido grupo de manifestantes que cantaban consignas contra Milei, mientras algunos vehículos continuaban transitando y tocaban bocina en solidaridad con los jubilados.

Posteriormente, se pudo avanzar hacia Riobamba y Rivadavia. Había pecheras de algunos sindicatos y gente con sus remeras de clubes de fútbol. Se cantaba la marcha peronista, por la unidad de los trabajadores y se recordaba que “a pesar de las bombas, de los fusilamientos, los compañeros muertos, los desaparecidos, no nos han vencido.”

Más adelante, volvieron los balazos de goma y los estruendos. La policía comenzó a avanzar. A cincuenta metros, cayó una bomba lacrimógena y los manifestantes retrocedieron, pero había una primera línea integrada por un puñado de personas que intentaba formar una defensa.

Al alejarnos de la zona, nos cruzamos con una jubilada que no pudo acercarse al Congreso, pero que agradecía que estuviésemos apoyando la causa. Nos consultó si habían reprimido. Las noticias sobre el operativo policial salvaje ya circulaban por los teléfonos, así como la gravedad del cuadro de salud del fotoreportero Pablo Grillo que recibió el impacto de un cartucho de gas lacrimógeno disparado por la Policía Federal.

Al movernos unas cuadras más, llegamos a la intersección de las calles Ayacucho y Mitre donde había otro nutrido grupo de manifestantes, sin banderas políticas partidarias pero que cantaban una consigna clásica de la rebelión popular de 2001: “que se vayan todos, que no quede ni uno sólo.” Más adelante estaban las fuerzas federales que, luego de varios minutos, comenzaron a arrojar gases lacrimógenos para intentar desalojar a ese grupo, pero la arenga de varios de los que estaban allí fue: “hay que defender la esquina.”

A este clima de marzo se llega tras una concatenación de eventos que nos grafican este momento: la estafa cripto a la vista de todos, la designación de dos jueces de la Corte por decreto y un nuevo acuerdo con el FMI mediante DNU, sumado a los palazos semanales a los jubilados y el fin de la moratoria previsional.

El miércoles 12 de marzo pareció ser el inicio de la conformación de una fuerza popular dispuesta a resistir la violencia institucional, a confrontar con los esbirros del régimen, a diferencia de lo ocurrido en 2024 cuando ante cada represión, no había otra alternativa que desconcentrar e irse.

Hay un músculo social que va recuperando visos de combatividad y de autoestima, pero aún sigue desorganizado y sin conducción. Sin embargo, se percibió un ambiente diferente. Había ganas de marcar un límite y de expresar que la paciencia democrática—en términos formales—se estaba agotando porque hay un gobierno que agrede de forma total y constante. Su programa de ajuste permanente comienza a enfrentar un clima de conflictividad social que irá en aumento.

La moneda hoy está en el aire. El gobierno nacional necesita el préstamo del FMI porque su modelo económico se expone inviable y requiere mostrarse dispuesto a todo, a fin de sostener un orden social injusto. No obstante, su torpeza radica en la subestimación de la energía callejera que tiene el pueblo argentino históricamente. Se demostró en 2001 que el estado de sitio y los asesinatos en Plaza de Mayo no hacían más que aumentar la cantidad de manifestantes.

A otra escala, la represión del miércoles en el Congreso no logró desalojar fácilmente a los concurrentes, sino que, por el contrario, retrocedían para luego reagruparse en diferentes esquinas durante toda la jornada. Incluso avanzada la medianoche cientos de personas ingresaron a Plaza de Mayo a repudiar el operativo represivo que se llevó a cabo por la tarde.

En suma, lo que vimos en esta jornada es la confirmación de una democracia que ya no puede concebirse como tal, puesto que el gobierno pretende decretar el fin de la movilización social, pero también advertimos que lo que surge de abajo lo hace con la potencia de lo genuino y de lo plebeyo.

Ya no sorprenderá que haya escenas de mayor violencia represiva en lo sucesivo porque del gobierno al servicio del capital concentrado sólo puede esperarse lo peor. Además, le temen a un subsuelo que empieza a moverse, por lo que habrá que diseñar formas organizadas de autocuidado y autodefensa en las movilizaciones que vendrán.

Con el espíritu de la jornada combativa del miércoles 12, habrá que seguir desafiando el miedo que quieren impartir y defender cada esquina porque allí también se juega el destino de la patria.

 

*Marcelo Rosa. Abogado. Militante social, Argentina.


 

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