América Latina en la nueva era Trump ¿Garrotes sin zanahorias? – Por Carla Morasso y Emilio Ordoñez

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América Latina en la nueva era Trump ¿Garrotes sin zanahorias?

Por Carla Morasso[1] y Emilio Ordoñez[2]

Desde el pronunciamiento de la Doctrina Monroe (1823) los vínculos entre Estados Unidos y América Latina estuvieron marcados por la asimetría y la proyección hegemónica estadounidense. La visión estadounidense de “América para los americanos” se plasmó a lo largo del tiempo en diferentes estrategias que combinaron, con diferentes intensidades, herramientas de poder blando y demostraciones directas de poder duro. Desde la “zanahoria y el garrote” hasta las injerencias directas en asuntos domésticos y desde la “Alianza para el Progreso” hasta la propuesta del “Acuerdo de Libre Comercio de las Américas” (ALCA), los gobiernos norteamericanos siempre desplegaron políticas específicas para América Latina en función de sus intereses geopolíticos y económicos y de la orientación política-ideológica de cada una de las administraciones.

Durante el primer gobierno de Donald Trump (2017-2021) América Latina se insertó en la agenda externa estadounidense marcada por el rechazo a los esquemas multilaterales de gobernanza, la confrontación con los gobiernos de izquierda (Cuba, Nicaragua y Venezuela), el apoyo a gobiernos ultraconservadores y la competencia con China por la influencia regional en el marco de la visión “America first” y “Make America Great Again” (MAGA). En base a estos antecedentes y a los recientes discursos y decisiones del presidente Trump, es posible señalar que la agenda para América Latina impactará especialmente en cuatro temáticas: migraciones; crimen organizado; comercio; y desarrollo.

La problemática migratoria es un elemento central de la política interméstica trumpista. Tal como puso en relieve Anzelinni  (2025), la inmigración es“encuadrada por Trump en la noción de invasión” y debe ser repelida. Así planteado, este punto retoma una histórica tradición nativista presente desde el siglo XIX y cuya radicalidad ya estaba presente en grupos como el “Tea Party” que fungen como antecedentes ideológicos del movimiento MAGA. Si durante el primer período de Trump esta visión se concretizó en la construcción parcial del muro en la frontera con México, en esta segunda etapa toma la forma de un plan de emigración masiva forzada que afecta a más de 11 millones de migrantes en situación irregular, poniendo incluso a la comunidad latina legalmente asentada en riesgo. De esta forma, la variable identitaria se torna central en la medida en que es impulsada directamente desde el vértice del poder y es percibida como una reacción a los cambios etnográficos de la sociedad, todo lo cual está llamado a generar fuertes tensiones políticas hacia el sur de su frontera, como lo demuestran los conflictos alrededor de los vuelos de repatriación de migrantes, que suponen un desafío económico y social para los países recipiendarios.

El tema migratorio está vinculado, además, con las amenazas del crimen organizado. Aquí se da el entrecruzamiento de dos elementos: salud pública y criminalidad. Dada la crisis causada por el fentanilo, un opioide sintético que se ha cobrado alrededor de 70 mil víctimas anuales por sobredosis y uno de cuyos puntos de entrada es la frontera con México,  así como también la presencia de pandillas tales  como la salvadoreña Mara Salvatrucha o el grupo venezolano Tren de Aragua, Trump acude a un discurso en el que vincula a ambos fenómenos con la migración ilegal, legitimando así sus medidas extremas. Así, en su discurso ante el Congreso, Trump dijo: “El territorio inmediatamente al sur de nuestra frontera está ahora dominado en su totalidad por cárteles criminales que asesinan, violan, torturan y ejercen un control total. Controlan una nación entera, lo que supone una grave amenaza para nuestra seguridad nacional.  Los cárteles están librando una guerra en Estados Unidos, y es hora de que Estados Unidos libre una guerra contra los cárteles, cosa que estamos haciendo” (Martínez, 2025).

Estas declaraciones prefiguran un escenario de consecuencias impredecibles en la medida en que juegan con un escenario de intervenciones unilaterales puntuales en territorio mexicano contra los cárteles de la droga, lo cual ha dado pie desde el gobierno mexicano a iniciativas de reforma constitucional para prevenir dicho escenario. Más allá de este hecho, las cartas migratoria y de criminalidad han constituido, hasta ahora, los principales elementos de una relación de carácter extorsivo de cara a América Latina, y cuyos efectos se extienden no sólo a las consecuencias económicas derivadas de la reinserción de los colectivos retornados a sus países de origen, sino incluso al reformateo de las relaciones comerciales con sus vecinos.

En efecto, el tercer punto que se vislumbra sumamente importante para la región es el económico-comercial. En el marco del descrédito trumpista por la globalización liberal y la creciente competencia con China, las decisiones más importantes están vinculadas con el reforzamiento del proteccionismo y a la repatriación de empresas al territorio norteamericano. Como ejemplos tempranos encontramos los anuncios de alzas de aranceles a México y Colombia (que tras las medidas de corte migratoriode los gobiernos latinoamericanos fueron aplazadas) y en particular la alarmante amenaza proferida al Estado de Panamá sobre una deseada “recuperación” del canal bioceánico.

Las presiones de Trump en torno a la retrocesión del Canal de Panamá no sólo configuran una mera medida de presión económica al gobierno panameño, ni tan solo un aspecto de la disputa hegemónica global con China en la región. Cada vez existen más indicios que la nueva Administración ha renovado la percepción de la región de América Central y el Caribe como su “patio trasero”, resaltando la importancia del dominio sobre los mares adyacentes con el objetivo de explotar sus recursos naturales. Así, al proyecto de restitución forzada del Canal panameño se le suma el cambio unilateral del nombre del Golfo de México a “Golfo de los Estados Unidos”, marcando la intención de transformar a éste en un Mar Mediterráneo propio. Esta misma lógica puede apreciarse detrás de las intenciones declaradas del propio Trump en cuanto a la anexión de Canadá y Groenlandia al territorio norteamericano.

En cuarto lugar, y no por ello menos importante, encontramos la cuestión del desarrollo. En este campo sobresalen dos anuncios que tendrán incidencia en la región. Por una parte, el anuncio del desguace de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés), la institución que gestiona los programas y proyectos de cooperación internacional del país desde 1961 y es uno de los principales actores oferentes del Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE). Por otra parte, el abandono de los principios de la Agenda 2030 de Naciones Unidas en línea con la retracción del multilateralismo, lo cual implica la retracción estadounidense de los acuerdos y organizaciones globales, como el Acuerdo de París por el cambio climático o la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre otros, en torno a los cuales se organizan los fondos de financiamiento para los países en desarrollo del Sur.

En este sentido, una de las características inéditas del trumpismo al frente de la Casa Blanca es el quiebre con respecto a anteriores administraciones republicanas en torno a las herramientas de “poder blando” como alternativa para la proyección de poder, ancladas en nociones tradicionales como “nation building” o “ganar los corazones y las mentes” de las sociedades, que guiaron el accionar político por décadas incluso en gobiernos demócratas. Trump ha impulsado desde su primer mandato una visión en la que el mundo se ha aprovechado de Estados Unidos, y es por eso que, ahora con una burocracia gubernamental totalmente identificada con sus ideas-fuerza, establece una política que en los hechos renuncia al uso del poder blando, a caballo de otros posicionamientos políticos como la inexistencia del cambio climático o el carácter “socialista” de algunos organismos internacionales.

Asimismo, siguiendo este hilo conductor, creemos importante subrayar que se abre una etapa de consternación ante un posible ajuste en uno de los ejes centrales del histórico discurso articulador y justificador del accionar estadounidense en el mundo (a pesar de sus injerencias en cuestiones internas y el apoyo a dictaduras): la defensa de la democracia. En el contexto del cambio de posicionamiento sobre al apoyo a Ucrania, los guiños a los gobiernos de ultraderecha en la región, como los de Javier Milei y Nayib Bukele, que desacreditan los principios republicanos y democráticos, por un lado, y los gestos confusos para con Nicolás Maduro que indican un posible gesto realista de acercamiento, por otro, ahondan las preocupaciones sobre la visión del mundo y los valores que guiarán la política internacional norteamericana.Tal como nos advierte Friedman (2025): “En cualquier caso, compatriotas estadounidenses y amigos en el extranjero, al menos durante los próximos cuatro años, el Estados Unidos que conocían se terminó. Los valores fundamentales, los aliados y las verdades que Estados Unidos siempre ha defendido están ahora en entredicho o en venta”.

A modo de conclusión, podemos señalar que la diferencia de la lógica transaccional de la zanahoria y el garrote, donde el país más poderoso brinda incentivos y amenaza con la coerción para influir en las decisiones de sus vecinos con menores capacidades relativas, parecemos asistir al retorno del “big stick” de la era Roosvelt (1882-1945), cuando Estados Unidos intervino militarmente en el Cuba, República Dominicana, Panamá y Nicaragua para satisfacer sus intereses. A la sombra de este “big stick trumpista” de corte neo-rooseveltiano, es de esperar que la coacción y las decisiones unilaterales sean las herramientas predilectas en detrimento de las herramientas de poder blando, vinculadas con los beneficios económicos, la cooperación al desarrollo y el diálogo político en base a los valores y consensos democráticos.


Referencias bibliográficas

Aguirre, M. (2025). “Trump contra América Latina”. Nueva Sociedad, febrero. Disponible en:  https://nuso.org/articulo/trump-contra-america-latina/

Anzelini, L. (2025). “¿Cosmopolita, imperial o etnocentrista? El perfil del nuevo gobierno de los Estados Unidos”. Revista Soberanía Digital, 7 de febrero. Disponible en: https://soberaniadigital.org/cosmopolita-imperial-o-etnocentrista/

Busso, A. et. al. (2024). “El retorno de Trump a la Casa Blanca: ¿qué impactos tendrá?”.Análisis CIPEI n. 46, edición especial. Disponible en: https://rephip.unr.edu.ar/items/db366b76-adb7-4b17-af84-8f1761b92dec

Friedman, T. (2025). “Al centro del drama Trump-Zelenski hay algo inquietante”. New York Times, 27 de febrero. Disponible en:  https://www.nytimes.com/es/2025/02/27/espanol/opinion/trump-putin-ucrania-zelenski.html

Martínez, A. (2025). “El discurso íntegro de Donald Trump en su mensaje al Congreso”. El País, 5 de marzo. Disponible en: https://elpais.com/us/2025-03-05/el-discurso-integro-de-donald-trump-en-su-mensaje-al-congreso.html

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[1] Dra. en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Docente e investigadora de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales (UNR).

[2] Analista Internacional. Miembro del Grupo de Estudios sobre Malvinas de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales (UNR).


 

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