8M en Argentina | Un programa de Humanidad de las mujeres y diversidades trabajadoras contra el Fascismo – Por Emilia Trabucco

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8M en Argentina | Un programa de Humanidad de las mujeres y diversidades trabajadoras contra el Fascismo

Por Emilia Trabucco*

Este 8 de marzo, el movimiento feminista y transfeminista declara un nuevo Paro Internacional, a 14 meses de la avanzada del gobierno fascista de Javier Milei, el mayor experimento en la región comandado por la ultraderecha reaccionaria en todo el mundo. En continuidad con la masiva Marcha del Orgullo Antifascista y Antirracista del 1F, y las acciones por el día de la visibilidad lésbica el 7M, las mujeres y diversidades trabajadoras organizadas vuelven a ser quienes protagonizan la iniciativa en las calles, conscientes de que es el escenario principal para construir una fuerza capaz de hacer frente a un programa de hambre, saqueo y crueldad, como se lee en las consignas de las organizaciones convocantes.

Masivas movilizaciones fueron organizadas en todo el país, en un proceso de asambleas y de acciones preparatorias, donde fueron confluyendo múltiples demandas y espacios políticos que conforman en Argentina el movimiento transfeminista, cuya heterogeneidad y diversidad es un elemento central de su potencia. Se enlazan sindicatos, organizaciones feministas y LGTBIQ+, los organismos de derechos humanos, los partidos políticos, los movimientos sociales a través de redes que se tejen, la mayoría de las veces, fuera de las agendas mediáticas.

El gobierno argentino ha elegido al movimiento feminista y transfeminista como uno de sus principales enemigos, justamente por ser quien denuncia las raíces de la desigualdad producto de un sistema capitalista y patriarcal hoy en crisis, y que profundiza su violencia con el objetivo de hacer recaer las consecuencias de dicha crisis sobre toda la clase trabajadora, y en especial, sobre mujeres y diversidades. Justamente, el fascismo en posición de gobierno es expresión de un sistema en descomposición y profunda reconfiguración.

En este escenario de rápidas transformaciones, también se ponen en debate los fundamentos mismos de la democracia y del Estado como lo conocemos. La crisis institucional y de representación política se desata en medio de la avanzada de un gobierno que está dispuesto a destruir todos los mecanismos estatales que garantizaban la mediación y la puja distributiva a favor del pueblo trabajador. La disyuntiva aparece ante una democracia que no garantiza derechos, y se expresa con brutalidad el aparato estatal al servicio de los grandes capitales, que  han maximizado sus riquezas con el programa de especulación financiera, deuda y beneficios para los que nunca pierden.

Milei viene posicionándose frente a la comunidad internacional como abanderado del combate contra la llamada “agenda woke del globalismo”, oponiéndole los “valores de Occidente”, el fundamento ideológico de las derechas neoconservadoras, marcando a sus enemigos: «Feminismo, diversidades, inclusión, equidad, inmigración, aborto, ecologismo, ideología de género, justicia social». Lo que realmente está en juego es la identificación de la fuerza en posición de gobierno de las banderas que han movilizado al campo popular y bajo las que se ha construido la fuerza material y moral en la Argentina del siglo XXI: justicia social y derechos laborales, derechos de las mujeres y comunidad LGBTIQ+ y Derechos Humanos.

Con el único fin de maximizar sus ganancias, se desata la violencia económica con particular crueldad contra toda la clase trabajadora, pero especialmente sobre las mujeres y diversidades: desde la llegada de Javier Milei al Estado, se agudiza día a día la feminización de la pobreza y se destruyen las políticas públicas conquistadas, que habían logrado -no sin limitaciones- visibilizar sectores y colectivos que históricamente no fueron considerados sujetos de derecho.

A pesar de que el presidente repite que la brecha de géneros no existe, los números no muestran lo mismo (advirtiendo la deuda pendiente en materia de estadísticas que reflejen la diversidad de géneros): según CEPA (2025), al tercer trimestre de 2024, la tasa de actividad de las mujeres (52,1%) es 18,4 puntos porcentuales menor a la de los varones (70,5%); se profundizó la brecha de desocupación respecto al año anterior, ubicándose en 1,7 puntos porcentuales: la tasa de desocupación en mujeres es de 7,9%, mientras la misma tasa en varones es de 6,2%; la brecha en la informalidad laboral se incrementó a 3,7 puntos porcentuales: 38,7% en mujeres y 35,0% en varones; los ingresos de los varones son 27,7% mayores que los ingresos de las mujeres; esta brecha se reduce a 21,4% entre asalariadas/os formales pero se incrementa a 33,3% en los informales.

Este panorama general se traduce en una sobrerrepresentación de las mujeres e identidades feminizadas en la pobreza: son el 61,4% de las personas con menores ingresos; la contracara de la feminización de la pobreza es la masculinización de la riqueza: el 65% del sector de mayores ingresos son varones. La situación se agrava día a día, con cada medida de recortes, despidos masivos y destrucción de políticas que apuntaban a reducir los niveles de desigualdad.

Las desigualdades sistémicas se profundizan así en una nueva fase económica, que ha transformado la arquitectura del trabajo bajo el interés de las élites. El trabajo formal es sinónimo de pobreza, la informalidad laboral sin derechos es la condición mayoritaria, prolifera el endeudamiento de los hogares a través de las billeteras virtuales como Mercado Pago  -que especula con la necesidad de sobrevivir-, proliferan las apuestas virtuales -principalmente entre las adolescencias-, y  los barrios son ocupados por el negocio del narcotráfico -en connivencia con el Estado-, como “salida laboral” para lxs jóvenes y sus familias.

Cuando el trabajo no dignifica, ni organiza la vida frente al enriquecimiento exponencial de unos pocos especuladores, cuando solo está en juego la posibilidad de sobrevivir, cuando la mayoría no accede a derechos laborales ni previsionales, y cuando estas condiciones se vuelven la generalidad, resulta urgente la reflexión sobre las características que deben asumir las organizaciones que representan a les trabajadores.

Dicha reflexión se vuelve urgente ante la perversidad y sistematicidad con que las derechas reaccionarias llevan adelante su programa. Para justificar la destrucción y el saqueo, construyen antinomias para operar sobre el sentido común, golpeando sobre las deudas pendientes y contradicciones del movimiento popular, con el objetivo de seguir atomizando a las organizaciones. A pesar de los avances innegables de la “década ganada” durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, en los últimos años el Estado y la democracia representativa han mostrado sus límites con crueldad.

La impugnación a “la política” de amplios sectores a los que el Estado no garantizó sus derechos mínimos se dejó sentir en las asambleas, como parte de un panorama de crisis estructural, de las deudas de gobiernos electos por voluntad popular  y la avanzada de proyectos del capital que diseñan un mundo donde solo hay lugar para unos pocos privilegiados. Frente a esta situación, el reclamo por reconocer las deudas históricas del movimiento popular y la lectura sobre la conformación de una clase trabajadora muy distinta a la de décadas pasadas, atraviesa los debates con mucha centralidad.

Los feminismos y transfeminismos populares -no sin tensiones con los feminismos liberales- vienen alojando estas discusiones hace años. En la historia reciente, protagonizaron el primer Paro a Mauricio Macri y su programa antipopular, y nunca abandonaron las calles, construyendo la unidad necesaria más allá de intereses corporativos, sobreponiendo el objetivo de fortalecer la organización por sobre los personalismos. Las características de esta nueva época son sufridas y recaen en los cuerpos de mujeres y diversidades, principalmente en los barrios populares, quienes sostienen sus hogares, cuidan a otres y trabajan sin derechos ni reconocimiento. La violencia institucional se agudiza contra el colectivo travesti trans, lxs trabajadorxs sexuales y de la economía popular, y contra les pibes a les que les es negada la posibilidad de soñar un futuro con dignidad.

Las mujeres y disidencias de la clase trabajadora, organizadas en sus múltiples expresiones, son hoy la punta de lanza de la construcción de un proyecto de dignidad para las mayorías, con plena conciencia de que la unidad, el fortalecimiento de las organizaciones y las movilizaciones de calle son fundamentales. Sin embargo, sus reivindicaciones suelen correr por carriles paralelos a las agendas de las organizaciones populares, cuyos lugares de decisión son ocupados también, en su mayoría por hombres.

Este divorcio es parte de la estrategia de atomización que pretenden imponer los sectores económicos concentrados y sus cómplices políticos, cuya superación supone reinventar las formas de organización en los tiempos que corren. Es hora de preguntarse por la ausencia de las mujeres y personas LGTBIQ+ en los lugares de toma de decisiones, que lejos de ser una minoría, sostienen todos los días las iniciativas políticas en sus territorios y sus puestos de trabajo.

Frente a los intentos de institucionalizar y llevar la atención a las discusiones palaciegas donde las mayorías solo son espectadoras, los feminismos y transfeminismos contraponen un programa de dignidad y justicia social que enfrente al fascismo, inundando las calles y las plazas de todo el país. Frente a un sistema en descomposición, cada vez más excluyente, este 8M se vuelve a expresar la necesidad de dejar de discutir la pobreza para discutir la riqueza de unos pocos a costa del trabajo de las mayorías populares: esa “casta financiera”, que tiene como cómplice fundamental al gobierno argentino, que ha declarado la guerra al pueblo movilizado en todo el mundo, con su programa de violencia y odio. Hoy las mujeres y diversidades trabajadoras demuestran que hay voluntad y capacidad de luchar, en contra de pronósticos fatalistas, por un proyecto de Humanidad para todes, todas y todos.

* Psicóloga, Magíster en Seguridad. Analista de la Agencia NODAL y del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE) en Argentina. Directora del Área de Universidad, Género y Trabajo del IEC-CONADU.

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