Trump: Carteles terroristas = violencia imperialista en América Latina
Por Katu Arkonada*
La Administración de Donald Trump ha, finalmente, formalizado la designación de los principales cárteles de la droga de México como organizaciones terroristas extranjeras (FTO, por sus siglas en inglés). Esta medida, más que una estrategia de seguridad, es el nuevo pretexto del imperialismo estadounidense para ampliar su injerencia en América Latina, en un contexto donde la Casa Blanca busca reposicionarse geopolíticamente frente a China y Rusia. La declaración de terrorismo no es solo una acción simbólica, sino la antesala de posibles intervenciones militares encubiertas o directas en suelo mexicano, una opción que ya se menciona abiertamente dentro del círculo de poder trumpista.
El uso de la etiqueta de “terrorismo” contra los cárteles del narcotráfico representa un giro en la doctrina estadounidense. Hasta ahora, Washington había reservado esta categoría para actores con agendas políticas explícitas, como el Estado Islámico (EI). Sin embargo, en su afán de justificar intervenciones, la Casa Blanca ha ampliado el espectro a grupos que, aunque delictivos, no encajan en la categoría clásica de terrorismo. Hay, como todo lo que pasa en el trumpismo, un error de concepto: el Narcotráfico proviene del crimen organizado, y es un tema de seguridad, no de defensa.
La estrategia responde a la lógica de la política de Trump, donde el fentanilo y la migración son utilizados como armas retóricas en la política doméstica. La histeria desatada en Estados Unidos por la crisis de opioides ha llevado al gobierno republicano a colocar la culpa en el país vecino, pese a que la demanda de drogas y la disponibilidad de armas provienen de EE.UU. A su vez, la declaración de terrorismo abre la posibilidad de que Washington aplique sanciones, utilice recursos militares y presione a terceros países a sumarse a su cruzada.
La amenaza de intervención militar y la presión económica
La retórica de Trump se ha focalizado en México, país con el que no solo comparte una extensa frontera, sino también una compleja relación económica, política y social. A esto se suma la inminente renegociación del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) en 2025, que será utilizada por Washington como una herramienta de chantaje para imponer sus condiciones.
Pero la verdadera amenaza no solo se encuentra en el plano económico. Con la designación de los cárteles como organizaciones terroristas, la Casa Blanca ha abierto la puerta a una posible intervención militar. Elon Musk, convertido en una de las figuras de poder clave en el nuevo gobierno de Trump, ha insinuado que esta medida habilita el uso de drones para bombardear objetivos en suelo mexicano. En paralelo, se ha confirmado que la CIA ha estado operando drones espía en México, supuestamente para rastrear laboratorios de fentanilo, lo que demuestra que la militarización del conflicto ya está en marcha.
El gobierno de Claudia Sheinbaum ha rechazado cualquier posibilidad de intervención extranjera y ha intentado minimizar el impacto de la decisión estadounidense. Sin embargo, la administración Trump no se ha caracterizado por respetar la soberanía de sus vecinos. Si se mantiene esta escalada discursiva y militar, México enfrentará una presión sin precedentes que podría desembocar en una crisis regional.
La hipocresía estadounidense y el flujo de armas a los cárteles
Mientras Washington señala a México como el epicentro del narcotráfico, ignora que el mercado de drogas más grande del mundo está dentro de sus propias fronteras. Más aún, el armamento con el que los cárteles han construido su poderío proviene de la industria armamentística estadounidense.
Las armas que alimentan la violencia en México ingresan ilegalmente a través de los 3.152 kilómetros de frontera compartida, con Texas y Arizona como los principales puntos de tráfico. El fortalecimiento del crimen organizado en las últimas dos décadas se debe, en gran medida, a la falta de control sobre el flujo de armamento desde EE.UU., lo que ha permitido que los cárteles accedan a rifles de asalto y armamento de uso militar.
La llamada “guerra contra el narco”, iniciada bajo el gobierno de Felipe Calderón (2006-2012) y perpetuada por Enrique Peña Nieto, solo logró intensificar la violencia armada. El acceso de los cárteles a fusiles semiautomáticos Barrett calibre .50 BMG US Army es una muestra de cómo han logrado equiparse con tecnología de guerra.
Este crecimiento de la potencia de fuego criminal responde a tres factores clave:
- En 2004 expiró la prohibición sobre la fabricación y venta de armas de tipo militar en EE.UU. (Federal Assault Weapons Ban).
- En 2005 el Congreso estadounidense aprobó una ley de inmunidad que protege a la industria armamentística de demandas civiles.
- La expansión de la producción y comercialización de armas de uso militar, impulsada por el lobby armamentista.
Mientras EE.UU. se desentiende del problema, el gobierno de México ha intentado actuar. Bajo el mandato de López Obrador, el canciller Marcelo Ebrard impulsó dos demandas contra fabricantes de armas en EE.UU. La primera vista de estos casos, que involucran a empresas como Smith & Wesson, tendrá lugar el 4 de marzo de 2025 en la Corte Suprema de EE.UU.
Aunque la probabilidad de éxito en estas demandas es baja, la estrategia es clara: exponer la complicidad de Washington en la crisis de seguridad que enfrenta México.
Deportaciones masivas: la crisis humanitaria que se avecina
Si la declaración de terrorismo contra los cárteles mexicanos es el pretexto de Trump para justificar futuras intervenciones militares, su política migratoria es el otro pilar de su estrategia de desestabilización.
Trump ha prometido deportar a un millón de personas por año, una medida que, de concretarse, desatará una crisis humanitaria en más de un país latinoamericano. México, Centroamérica y el Caribe se verán desbordados por la llegada masiva de migrantes expulsados, sin redes de apoyo ni estructuras institucionales suficientes para lograr su incorporación al mundo del trabajo.
El impacto económico sería devastador. Solo en noviembre de 2024, las remesas enviadas por migrantes mexicanos sumaron 5.435 millones de dólares, alcanzando un total de 59.518 millones de dólares en el año, una cifra superior al PIB de Bolivia y cercana al de Uruguay. Un flujo migratorio abrupto, sin planificación, podría colapsar los sistemas económicos de varios países y provocar una crisis social de enormes proporciones.
Conclusión: la disputa por la soberanía
La llegada de Trump ha marcado un punto de inflexión para México y América Latina. La designación de los cárteles como terroristas, la militarización del conflicto y la política de deportaciones masivas configuran un escenario de injerencia sin precedentes.
México tiene una carta de negociación clave: la responsabilidad de EEUU en la crisis de violencia. Sin armas estadounidenses, los cárteles no tendrían la capacidad de generar terror en México. Sin el mercado de opioides de Estados Unidps, el tráfico de drogas no tendría la magnitud que hoy posee.
El desafío del gobierno de Claudia Sheinbaum será doble: resistir la ofensiva imperialista y utilizar todos los recursos políticos, judiciales y mediáticos para obligar a EE.UU. a asumir su responsabilidad. Sin esta estrategia, Trump encontrará el pretexto perfecto para intervenir en México, con el mismo libreto que EEUU. ha utilizado históricamente en sus aventuras militares.
* Analista político internacional, residente en México.