La disyuntiva de la élite militar colombiana
Por Christian Arias Barona[1]
El 4 de febrero el presidente Gustavo Petro convocó a un consejo de ministros que por primera vez fue transmitido al público, sin embargo su contenido desató una crisis en el gabinete con una ola de renuncias. Tras el pedido presidencial de la renuncia protocolar a todos los ministerios, el ministro de Defensa Iván Velásquez fue uno de los que presentaron su retiro irrevocable. Como sucesor fue nominado el General Brigadier Pedro Sánchez lo que suscitó un nuevo debate por ser el primer militar en ocupar la conducción del Sector Defensa y Seguridad.
Civiles y militares: un acuerdo de distribución del poder
El esquema de relaciones civiles-militares que inauguró el Frente Nacional, y que en parte continúa como herencia pos Constitución de 1991, supone que una élite civil se encarga de los asuntos políticos y económicos, mientras la élite militar planifica y ejecuta lo respectivo al orden público[2]. Eso, entre otras cosas, alimentó la autonomía militar que se quiso remediar (sin éxito) con la reforma constitucional del 91 y la designación de civiles en la conducción ministerial. El cambio buscaba que institucionalmente las Fuerzas Militares y de Policía pasaran a ser un instrumento subordinado a la conducción política. A partir de entonces los militares sólo han ocupado el cargo de manera interina por la vacancia del cargo ante renuncia o muerte de la persona civil nombrada. Sin embargo, la política militar ha tenido siempre una correspondencia entre estos grupos.
Es importante a la luz de los desafíos del proceso de cambio caracterizar el problema. La estructura anteriormente señalada se completa entendiendo que los militares han estado en la toma de decisiones de la mano de la llamada élite civil, que en realidad se compone de los ricos corporativos y el directorio político formando una triada del poder: económico, político y militar. Por ello las atrocidades cometidas por la Fuerza Pública (Ejército, Fuerza Aérea, Armada y Policía Nacional) no son una mera responsabilidad de sus ejecutores, también lo es de la conducción civil de la defensa y la seguridad en calidad de coparticipe.
Punto de ruptura: un militar en el Ministerio de Defensa
[1]Politólogo colombiano. Docente de la Universidad de Buenos Aires e Investigador del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC). Integrante del Grupo de Trabajo “Fuerzas Armadas, Defensa y democracia en América Latina” del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.
[2]Dicho esquema se basa en se basa en el mensaje que el presidente Alberto Lleras Camargo dirigió a las Fuerzas Armadas el 9 de mayo de 1958, luego del intento de golpe del 2 de mayo:
Yo no quiero que las Fuerzas Armadas decidan cómo se debe gobernar a la Nación, en vez de que lo decida el pueblo; pero no quiero, en manera alguna, que los políticos decidan cómo se deben manejar las Fuerzas Armadas, en su función, en su disciplina, en sus reglamentos, en su personal. Esas dos invasiones son funestas, pero en ambos casos salen perdiendo las Fuerzas Armadas. (Lleras Camargo, Alberto (2003) “Las Fuerzas Armadas”. Discurso 9 de mayo de 1958. En Las relaciones cívico-militares en tiempos de conflicto armado. Embajada de los Estados Unidos de América., pp. 335-336)
Gustavo Petro, al postular un militar activo como Ministro de Defensa, rompió la tradición institucional del 91, lo que no necesariamente implica que la haya traicionado. En el modelo preliminar bajo la constitución de 1886 el presidente nombraba como ministro de Guerra (Defensa) al General de mayor rango, y en caso de elegir a uno inferior, los superiores pedían el paso a retiro. Eso es lo que aducen en la actualidad los grupos de oposición para cuestionar la decisión. El problema en sí no está en la designación de un militar, sino de su formación y trayectoria, en un país donde la militarización pública ha estado acompañada por el secretismo y la falta de transparencia, pero además, donde la doctrina contrainsurgente ha impregnado todos los niveles de mando. Puede suceder, no obstante, que en esa atmósfera pervivan individuos o grupos con ideas democráticas y pluralistas, de algún modo extrañas a la hegemonía anticomunista de la élite militar que además se corresponde con una clase social dominante en Colombia.
Con esta decisión el presidente colombiano plantea una disyuntiva para las élites militares y la oposición: aceptar el nombramiento del Brigadier General Pedro Sánchez Suárez como una prerrogativa del poder ejecutivo y no activar la renuncia de generales de rango superior al nuevo ministro, o desnudar su oposición al presidente y manifestarse deliberantes en contra de la Constitución. El primer caso es plenamente compatible con la constitución, ya que ninguna norma indica que en el caso del Ministerio de Defensa deban renunciar, y simplemente harían un reconocimiento a la institucionalidad; prueba de fuego para su honor y estatus. En el segundo, no se retrocedería tres décadas, sino 60 años exactos, cuando en el segundo gobierno del Frente Nacional el presidente Guillermo León Valencia eligió relevar del ministerio al General Alberto Ruiz Novoa, obligándolo a pasar a retiro cuando fue reemplazado por el General Gabriel Revéiz Pizarro; un hecho menos tensionante, pero del mismo tipo había sucedido al nombrar a Ruiz Novoa[1].
La incorporación del General Sánchez al gabinete puede verse públicamente como un reconocimiento y un aprecio a la Fuerza Pública, algo necesario en medio de las tensiones que vive el gobierno y las consecuencias del quiebre de algunos diálogos de paz. Por otra parte, supone un reordenamiento de prioridades en el Sector Defensa y Seguridad que deberán conocerse pronto, y como indica el ritmo del año pre-electoral: mostrar resultados.
¿Qué se sabe del General Pedro Sánchez Suárez?
Ingresó a la Fuerza Aeroespacial Colombiana (FAC) en 1993 donde ascendió hasta el rango de Brigadier General. Su perfil es publicitado como el de un académico, puesto que cuenta con estudios en Administración de Empresas en la Escuela de Administración de Negocios (Universidad EAN) y es especialista en Seguridad y Defensa Nacional de la Escuela Superior de Guerra. Además, además, es Magíster en Pensamiento Estratégico y Prospectiva por la Universidad Externado de Colombia, y en Estudios Estratégicos por la Air University de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos[2]. La visión del General Sánchez ha estado puesta en aplicar un modelo de poder aéreo integrado o de “servicio individual” ya que produce mayor integración, capacidad de reacción y destreza de combate en escenarios de guerra convencional, tomando como ejemplo la experiencia en doctrina conjunta israelí[3].
Su reconocimiento público se dio a partir del comando de la exitosa Operación Esperanza en mayo de 2023, dedicada al rescate de los hermanos Mucutuy en la región amazónica del Guaviare luego de sobrevivir a un accidente aéreo.
Debate abierto
Desde la izquierda y el progresismo se tienen múltiples reservas sobre los militares y se ha construido una imagen homogénea que personifica un sujeto despiadado, temerario y conspirador permanente contra los intereses populares. Esto tiene sustento en los efectos perniciosos que ha dejado una doctrina que criminaliza a las fuerzas sociales que se oponen al orden dominante, cuestionan el régimen de acumulación y las prácticas políticas elitistas. Sin embargo, hace falta promover el conocimiento y elevar el control público sobre la Fuerza Pública para tamizar las opiniones, superar los prejuicios y reconocer los grados de profesionalismo que distinguen a cada una de las fuerzas.
También hay que reconocer que esta decisión deja un precedente para futuros gobiernos, donde la actual oposición tendría menos prevenciones para nombrar militares en carteras del gobierno, lo que de algún modo les expondría como protagonistas de la toma de decisiones y no sólo de modo tácito.
En definitiva un debate profundo al respecto puede ayudar a esclarecer el rol que ha cumplido, cumple y debería cumplir la Fuerza Pública, más allá de las formas institucionales. Es decir, cómo se desarrolla la autonomía militar y su influencia en la toma de decisiones, y si esto debe cambiar. Queda por comprobar el carácter pluralista y la perspectiva doctrinal del nuevo ministro.
[1]“cuando nombré al general Ruiz Ministro, lo nombré pasando por encima de dos militares más antiguos: los generales Villamizar Flores y Ahumada. Y que en la misma tarde del 7 de agosto de 1962, me vi enfrentado a una grave crisis militar porque los dos más altos comandantes de las Fuerzas, a saber el general Villamizar, jefe de las Fuerzas Armadas, y el general Ahumada, jefe del Estado Mayor, me presentaron su dimisión por la molestia que les ocasionó el nombramiento del general Ruiz” ver El Tiempo (1997, Agosto 24). Tormentoso retiro del General Ruíz Novoa [Testimonio del ex-presidente Guillermo León Valencia]. El Tiempo. https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-635484
[2]El Espectador. (2025, febrero 20). Las FF. MM. confirman el retiro del general Sánchez para asumir como MinDefensa. El Espectador. https://www.elespectador.com/judicial/urgente-general-pedro-sanchez-pedira-la-baja-para-asumir-como-ministro-de-defensa-noticias-hoy/
[3]Sánchez Suárez, Pedro Arnulfo (2018). Gane la guerra antes de que empiece. Air & Space Power Journal, 30, 13-32.