Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Observatorio en Comunicación y Democracia *
Los países del Mercosur y la Comisión Europea anunciaron a principios de diciembre en Montevideo la conclusión de las negociaciones de casi un cuarto de siglo para un acuerdo Mercosur-Unión Europea; el entendimiento se “encuentra listo para su revisión legal y traducción para llevarlos adelante en los próximos meses con miras a la futura firma del Acuerdo”,
¿Qué puede suceder con el Acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea? ¿Es beneficioso para ambas partes o es un tratado que perjudicará a los países sudamericanos? No hay que dejar de considerar que China, y no la Unión Europea, es el socio comercial más importante del Mercosur, así como su comprador principal de materias primas.
Detlef Nolte, investigador asociado del Instituto GIGA de Alemania, señala que el acuerdo es criticado como un «proyecto neocolonial» o «tratado vampiro». Desde esta perspectiva, después de la firma del acuerdo, la Unión Europea explotará y exprimirá a los países del Mercosur.
Gerhard Dilger, director para el Cono Sur de la Fundación Rosa Luxemburgo, indica que bajo el lema de «Europa Global», la Comisión Europea busca desde 2006 hacer más competitivas a «sus» empresas e imponerles a la Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay una política comercial neoliberal. En la recolonización de Brasil con el gobierno ultraderechista de Jair Bolsonaro el proyecto parecía haber cobrado impulso renovado.
Susan George –dirigente de la Asociación por la Tasación de las Transacciones financieras y por la Acción Ciudadana (ATTAC) – los ha calificado de «tratados vampíro»:si se dan a conocer públicamente, mueren al instante y rara vez resisten el debate democrático.
Este acuerdo no favorece a las mayorías en ambos lados del Atlántico. Si llegara a firmarse y ratificarse, el triunfo sería sobre todo de las corporaciones transnacionales y su lógica de lucro.
La situación es diferente a la del 2019: Con el retorno de Donald Trump y su política de “America First” que incluye los aranceles como arma de presión económica y expresión de una política proteccionista.
Fue tras la elección de Trump, que la Comisión Europea y Mercosur acordaron un texto modificado con anexos a principios de diciembre de 2024, que aún debe ser firmado y ratificado por las partes. Llamativamente se repite un anuncio conjunto realizado en junio 2019, durante la primera presidencia de Trump, cuando también se anunció el fin de las negociaciones y un primer borrador de un Acuerdo de Asociación.
Luego las negociaciones de 2019 quedaron bloqueadas por la disputa sobre una mayor garantía de protección del clima como demanda de la UE, el proteccionosmo agrícola de Francia y –por el otro lado- por la desastrosa política medioambiental y climática del entonces presidente brasileño Jair Bolsonaro.
En la división internacional del trabajo, América Latina desempeña fundamentalmente el papel de proveedor de materias primas. Tras los intentos de emancipación de la región en los primeros años del siglo XXI, parece que la idea es volver a atar a nuestros países a ese rol de manera permanente.
Algunos analistas tomaron la conclusión de las negociaciones, como una señal de la UE y del Mercosur a favor del libre comercio y en contra de la política proteccionista de la administración Trump y sus atropellos cotidianos a los países del Sur, una hipótesis oportunista que debiera ser analizada más a fondo.
Pero un acuerdo Mercosur-UE debe poner énfasis en políticas y medidas para compensar asimetrías, y diferencias de desarrollo y competitividad, intra y extra regionales. La alarma está encendida: El futuro de los mercosureños puede quedar completamente comprometido por una mala negociación.
Mercosur no requiere mayor liberalización descompensada, sino estrategias y políticas públicas elementales de defensa de su desarrollo, utilizadas históricamente también por los países europeos, a través de la sustitución de importaciones, de complementar y diversificar producciones nacionales y regionales, poniendo eje en la atención en sectores más desfavorecidos que serían inhibidos estructuralmente por los acuerdos europeos.
De continuarse con la línea de apertura mientras crece el proteccionismo europeo, los países del Mercosur no podrán alcanzar una mayor exportación de productos de base agropecuaria (no así de energía o minería que ya tienen bajos niveles arancelarios) a cambio de una apertura inédita masiva de los mercados locales a una competencia abierta de una región más desarrollada; sobre todo evidente para la mayor parte de los productos industriales y servicios .
En forma engañosa suele afirmarse que las negociaciones en marcha son sólo de tipo comercial. No es así, la mayor parte de los temas en discusión son de carácter estructural y comprometen el conjunto de la economía en aspectos críticos tales como servicios, patentes, propiedad intelectual, inversiones y competencia.
La eventual provisión de “igualdad en el tratamiento nacional» a los países de la UE , aun si se incluyeran algunas salvaguardas de excepción marginales, impediría defender y priorizar la diversificación de matrices productivas que hoy resulta imprescindible encarar ante los cambios de economía mundial.
Los europeos han impuesto el imaginario de que no hay otra alternativa para una negociación con la Unión Europea que avanzar a libro cerrado. Esta caricaturización la repiten voceros del establishment afirmando que los sectores, organizaciones y personas que rechazan la firma rápida del acuerdo en condiciones desventajosas solo lo hacen para “poner palos en la rueda” y no pueden contar con propuestas alternativas serias y efectivas.
A diferencia de Trump, el Mercosur y la UE están a favor de una liberalización comercial amplia y la consolidación de sus relaciones comerciales sobre una base jurídica que crea seguridad para empresas y gobiernos. La UE y el Mercosur se refieren al Acuerdo de París, del que Trump ha vuelto a retirar a Estados Unidos. En cambio, la UE y el Mercosur reafirman su validez y se comprometen a cumplirlo. Por ahora, porque sobre el tema no se ha expedido el gobierno libertario argentino.
Pero el mundo se encuentra ante una creciente y peligrosa ola proteccionista por superposición de cambios estructurales y mayores tensiones geopolíticas. El mundo se encuentra ante una creciente y peligrosa ola proteccionista por superposición de cambios estructurales y mayores tensiones geopolíticas.
Desde la perspectiva de las pequeñas y medianas empresas latinomericanas –reunidas en Alampyme- se evidencia la necesidad de analizar y debatir alternativas que refieran estratégicamente sus alternativas de desarrollo, amplíen matrices productivas, generen inclusión social y complementen sus economías. Debiera, por lo tanto, ponerse énfasis en políticas y medidas para compensar asimetrías, y diferencias de desarrollo y competitividad, intra y extra regionales.
Quizá el retorno de Trump haya influido en la conclusión de las renegociaciones. ¿Será que Trump es el partero de un acuerdo (del que no forma parte) que venía negociándose por más de dos décadas? Se dice que con el acuerdo, ambas partes marcarían una clara contraposición a la política estadounidense.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyden afirmó que el acuerdo significaría “ una ganancia» para la Unión Europea, donde hay unas 60.000 empresas que exportan al Mercosur que gracias al acuerdo ahorrarán 4.000 millones de dólares”. En tanto, se multiplicaron manifestaciones de productores en Europa, oponiéndose al acuerdo