Ecuador en la encrucijada del almacenamiento de energía
Gabriela Castillo – IPS
En Ecuador, las energías renovables no convencionales, como la solar y la eólica, enfrentan el desafío de la intermitencia, lo que hace imprescindible la implementación de sistemas avanzados de almacenamiento para maximizar su aprovechamiento. Sin embargo, la falta de inversión, tecnología adecuada y trabas burocráticas limitan su desarrollo en un país que atraviesa una crisis energética.
Un zumbido constante invade las concurridas calles de la avenida 10 de Agosto, a la altura del barrio América, en el centro norte de Quito. Son los generadores eléctricos encendidos para mantener a flote los locales comerciales que se adaptan a la intermitencia del suministro de energía.
Personas apresuradas esquivan las pequeñas plantas apostilladas afuera de cada local. A los estridentes retumbos de los aparatos se suman otros inconvenientes: el olor a combustible quemado y el humo de los vehículos. Gases emanados por los generadores y el monóxido de carbono de los automotores propician un espacio donde respirar es casi peligroso.
Esta es solo una de las consecuencias que viven los ecuatorianos debido a la deficiente capacidad de almacenamiento de energía eléctrica.
En el país, entre otras cosas, el problema obedece a la reducción de reservas hídricas en embalses debido a fenómenos climáticos como El Niño, que afecta la generación hidroeléctrica, principal fuente del país (95 % de la producción). Además, la creciente demanda supera la capacidad de generación y distribución. Mientras tanto, los proyectos de energías alternativas avanzan lentamente.
El almacenamiento eléctrico es la capacidad de retener energía generada, especialmente de fuentes renovables como solar o eólica, para usarla en momentos de alta demanda. En Ecuador, la falta de reserva limita la estabilidad del sistema eléctrico.
El país cuenta con recursos naturales con potencial geotérmico y una ubicación estratégica para la energía solar y eólica, pero vive una encrucijada en su transición hacia el acopio de energías limpias, enfrentando retos que van desde la dependencia de la energía hidroeléctrica hasta la necesidad de inversión y tecnología, alertan expertos consultados por este artículo.
Ecuador enfrenta un severo estiaje por la falta de lluvias desde 2017. Ante este problema, el presidente Daniel Noboa dispuso restricciones en los horarios de luz.
Los racionamientos se iniciaron el 23 de septiembre de 2024. Al principio, fueron cortes de cuatro horas, pero luego se prolongaron hasta 14 horas diarias. Desde el 15 de diciembre, los racionamientos se redujeron a dos. Esto, debido a las mejoras en la generación hidroeléctrica por el incremento de las lluvias, la importación de electricidad de Colombia y la activación de plantas termoeléctricas que utilizan gas o petróleo.
No obstante, se mantiene la incertidumbre de que las suspensiones del suministro regresen, especialmente en épocas de sequía, debido a que no existe una solución radical. A eso se suman las consecuencias económicas.
Hasta el 23 de noviembre, la Cámara de Comercio de Quito estimó que el país registró una “pérdida brutal” de 7500 millones de dólares. De estos, 4000 millones corresponden al sector industrial, mientras que 3500, al sector comercial.
El régimen presentó con bombos y platillos el Plan Maestro de Electricidad (PME) 2018-2027 asegurando la ejecución de importantes obras en el sector eléctrico. Sin embargo, expertos alertan que todavía no está clara la capacidad de almacenamiento de energía.
El objetivo del PME es diversificar el sistema energético para reducir los cortes. Por ello clasifica las energías renovables en dos grupos: Convencionales, como las hidroeléctricas, que dominan la producción eléctrica del país, pero tienen impactos ambientales. Y las no convencionales (solar, eólica, geotérmica, hidrógeno verde y biomasa) enfocadas en tecnologías limpias y sostenibles. Pero la realidad dista mucho del plan.
“De momento, solo se puede depender de las lluvias”, advierte Ulrike Stieler, directora de Leiterin DEinternational de la Cámara de Industrias Ecuatoriano-Alemana. La experta reconoce que esa no es la solución. Lo ideal, dice, sería “diversificar la matriz energética mediante generación distribuida, almacenamiento de energía con hidrógeno verde y centrales hidroeléctricas de bombeo”.
El Plan del gobierno prevé la necesidad de implementar sistemas de almacenamiento avanzados para garantizar un suministro eléctrico a mediano y largo plazo.
Por ello, plantea que las necesidades de contención para un «bloque resiliente» podrían alcanzar hasta 600 megavarios hora (MWh), con una participación máxima de 4 horas en el Sistema Nacional Interconectado (SNI). Eso será posible a través de tecnologías de depósito como baterías, celdas de combustible, volantes de inercia, supercapacitores y sistemas basados en hidrógeno verde.
La intermitencia, un gran obstáculo
Uno de los mayores desafíos que enfrenta la industria renovable es la intermitencia. El suministro solar y eólico dependen de factores como la luz solar y la fuerza del viento lo que puede ser impredecible, refiere Jorge Hidalgo, experto en energía y gerente de GreenPower. Aunque existen avances regulatorios, persisten obstáculos burocráticos y de gestión que dificultan la implementación tanto proyectos renovables como de almacenamiento.
“La falta de previsión y continuidad en las políticas públicas ha debilitado al sector energético que anteriormente presentaba a Ecuador como líder regional”, sentencia Stieler.
La experta reconoce que Ecuador tiene un inmenso potencial de energías “pero su aprovechamiento está lejos de alcanzar 25 % del total disponible”. Añade que el progreso depende de una mayor inversión, regulación adecuada y conciencia pública sobre los beneficios de estas tecnologías. “En las hidroeléctricas tal vez llegamos a 20 % del potencial, pero el resto de las energías renovables se queda por debajo de 25 %”, advierte.
Stieler reitera que Ecuador es un país donde 91 % de su energía depende de las hidroeléctricas. No obstante, este suministro necesita de un flujo permanente, pero se ve amenazado. El cambio climático y las sequías en la Amazonía, agravada por el Fenómeno del Niño y la falta de mantenimiento en el sistema eléctrico ponen al límite la situación energética del país.
Llas energías renovables son vistas como complementarias a las fuentes convencionales como las hidroeléctricas. De ahí que su implementación y almacenamiento requieren superar obstáculos de costos, infraestructura y políticas públicas.
René Ortiz, consejero Internacional de Energía e Inversiones, explica que, en “tiempos normales”, Ecuador tiene una matriz energética de consumo de 92 % de energía por hidroelectricidad. Sin embargo, la sequía extrema ha afectado gravemente la generación.
El consejero reconoce que hay otros escenarios que impiden una adecuada generación y almacenamiento. Estos son: el financiamiento insuficiente y la burocracia que obstaculizan el mantenimiento de equipos esenciales en el sistema eléctrico nacional. A eso se suma el déficit fiscal que impacta directamente en la capacidad de respuesta del sector.