Algunas reflexiones sobre la Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antirracista LGTBIQ+ en Argentina – Por Emilia Trabucco

Foto: EFE
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Algunas reflexiones sobre la Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antirracista LGTBIQ+ en Argentina

Por Emilia Trabucco*

La Marcha del Orgullo Antifascista y Antirracista LGTBIQ+ tomó las calles en todo el país este 1F, y su masividad sigue generando impacto y ocupando la centralidad del debate en redes sociales en estos días. Un profundo malestar social,  el agobio de la crisis económica de un programa político que considera una aberración la justicia social y una evidente crisis de representación política se combinaron con el gesto nazi de Elon Musk y los dichos fascistas, misóginos y homo transodiantes de Javier Milei en Davos, provocando la movilización de más de 3 millones y medio de personas en Argentina, acompañadas por miles en toda la región y el mundo.

El presidente Milei, acompañado por la orquesta de sus milicias digitales, siguieron justificando sus dichos en redes sociales, acusando al kirchnerismo de operar mediáticamente tergiversando su discurso, lanzando ataques a la comunidad e intentando subestimar la potencia de la movilización. Ello contrastó con su estrategia habitual, donde las movilizaciones en contra de sus políticas de gobierno intentan ser ocultadas en la arena digital, gracias al control algorítmico que ponen a disposición los dueños de las plataformas, referentes de una corriente de derecha reaccionaria mundial, a quien expresamente se subordina el presidente argentino. Y es que la Marcha Antifascista parece haber superado ampliamente sus propios cálculos.

“Somos más pueblo que millonarios” se escuchaba corear en las calles, bajo la consigna principal «La vida está en riesgo. ¡Basta! Al closet no volvemos nunca más». La marcha tuvo una previa de asambleas donde fueron confluyendo distintos espacios políticos, colectivas y “gente suelta”, combinando múltiples reclamos que fueron haciendo síntesis en los debates, no sin tensiones.

La potencia de esta movilización quizás reside en la confluencia de organizaciones tradicionales con las nuevas formas emergentes de hacer política, protagonizadas además por la comunidad LGTBIQ+, sujetos que fueron históricamente invisibilizados, tanto dentro de sus organizaciones con dirigencias eminentemente masculinas, como también, negados como sujetos de derecho por el Estado.

A pesar de los avances innegables de la “década ganada” durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, en los últimos años el Estado y la democracia representativa han mostrado sus límites con crueldad. La impugnación a “la política” de amplios sectores a los que el Estado no garantizó sus derechos mínimos se dejó sentir en las asambleas, como parte de un panorama de crisis estructural, de las deudas de gobiernos electos por voluntad popular  y la avanzada de proyectos del capital que diseñan un mundo donde solo hay lugar para unos pocos privilegiados. Frente a esta situación, el reclamo por reconocer las deudas históricas y los errores del movimiento popular, atraviesa los debates con mucha centralidad.

La otra arista de la discusión necesaria la sintetiza Georgina Orellano, secretaria general del sindicato de trabajadoras sexuales (AMMAR-CTA): “El gran problema que tuvimos fue dejar de lado la lucha de clases e imponer las luchas identitarias o sectoriales. Ocultar que somos parte de la clase trabajadora y que nuestras vidas están precarizadas”. Aquí es donde se reconoce la relación entre economía y política, aunque el mismo gobierno -y no pocos analistas- intentan negar. La lucha por las libertades individuales se vuelve liberal si no está enmarcada en un reconocimiento de la pertenencia a las mayorías trabajadoras; es allí donde es posible articular las demandas contra un gobierno que tiene como su principal enemigo a exterminar a todes les trabajadores, sin distinción, a pesar de sus esfuerzos de ocultarlo y tratar de acaudillar a parte de la clase con las banderas de los valores tradicionales de “Dios, Patria y Familia”, imponiendo falsos ejes de debate para debilitar al movimiento popular.

Otro elemento central que permite pensar qué expresó la marcha y cuál fue su composición, es la masividad y heterogeneidad que asumió ordenándose principalmente en defensa de “la democracia versus el fascismo”. La “temida” clase media (o pequeña burguesía) asistió a mostrar su repudio, y se plegaron actores políticos que vienen mostrando una actitud dialoguista con el gobierno (¿comparable al “Laica o Libre” del 58?)[1].

Un frente antifascista es fundamental en este momento, pero con la precaución de que se ha mostrado insuficiente en otros momentos de la historia. La defensa del republicanismo o del Estado debe acompañarse por una crítica a su funcionamiento, reconociendo que la exclusión ha sido la regla desde la conformación del Estado moderno. Cabe recordar el reciente derecho de las mujeres a votar, o el derecho a ser nombradx bajo la identidad de género que cada une elige. La discusión sobre la concepción de la democracia también es central: es representativa y formal, o es democracia popular y participativa.

Es importante visualizar, hoy más que nunca, la profunda crisis institucional y la crisis ideológica en curso, producto de profundas transformaciones en el marco de una nueva fase del sistema capitalista (Aguilera, 2023). Dicha crisis es provocada por el propio capital -digital y financiero-, que ocupa el estado práctico y necesita romper las mediaciones gobierno-actores sociales.  La apariencia del ciudadano “todos somos iguales ante la ley”, que une formalmente y oculta las desigualdades estructurales, comienza a resquebrajarse. Por ello la categoría de “ciudadano-ciudadana” no puede ser la que defina al movimiento, ni tampoco la consigna “unidad hasta que duela”, que también ha demostrado ser insuficiente. Milei con sus dichos en Davos y con su accionar político a más de un año de gobierno, viene explicitando que solo unos pocos privilegiados son considerados “ciudadanos de derecho”.

“Somos más pueblo que millonarios” es una consigna que expresa posibles nuevos realineamientos de las mayorías populares. Los acelerados cambios económicos van produciendo transformaciones en el estado de las relaciones de fuerza, es decir, el orden de las personas y las cosas. Una conmoción de estructuras sociales se manifiesta como una crisis en el sistema institucional e impulsa una crisis ideológica en las diferentes fracciones sociales.

Lo importante es poder observar en qué grado de desarrollo se encuentra la lucha social, para recuperar la iniciativa desde el campo popular desde su propio interés, en el marco de las posibilidades que se abren en un escenario de crisis institucional, cuyas manifestaciones son: los que median ya no pueden mediar; los que organizan ya no pueden organizar; los partidos políticos y otras organizaciones pierden la iniciativa; los cuadros políticos entran en crisis con el sistema de valores dominante; el sistema parlamentario entra en crisis (Balvé, 2005).

Para ello es fundamental también abrir el debate por las transformaciones en la composición de la clase trabajadora en este siglo, y por ende, la emergencia de nuevos sujetos con disposición a dar el enfrentamiento contra sus enemigos. Las demandas expresadas en las asambleas y la propia marcha demostraron una vez más la pauperización y el profundo empobrecimiento de millones de argentines, donde más de la mitad del país tiene trabajos informalizados, precarios o directamente está desempleada, habitando los índices de pobreza e indigencia. El “peronismo se desordenó”, considerando al peronismo como la identidad histórica de la clase trabajadora, fue como Cristina Kirchner viene expresando la crisis de representación ante estos cambios estructurales. Cabe destacar que la asamblea de San Telmo tuvo un rol fundamental en esta marcha, un espacio que se conformó, en las vísperas del estallido social de diciembre del 2001, en un escenario similar, que puso fin al gobierno neoliberal de la Alianza; un dato que quizás aporte elementos en clave histórica.

Estamos nuevamente ante una profunda transformación de la arquitectura del trabajo, dirigida por las élites económicas asociadas a las finanzas y las empresas tecnológicas. El trabajo formal es sinónimo de pobreza, y prolifera el endeudamiento de los hogares a través de las billeteras virtuales como Mercado Pago, de Marcos Galperín, que ofrecen créditos a tasas exorbitantes a les trabajadores precarizados -formales e informales- y la posibilidad de especular en la bicicleta financiera a pequeña escala con sus ingresos, también provenientes de los subsidios estatales, que el gobierno siguió aumentando, sumado a que habilitó a ser cobrados en las billeteras virtuales, constituyéndose como nuevos “intermediarios”.

El panorama se completa con la proliferación de las apuestas virtuales, principalmente entre las juventudes, alimentando la ludopatía con relatos de “sé rico sin trabajar” y con la rápida ocupación de los barrios por el negocio del narcotráfico -en connivencia con el Estado-, quienes les ofrecen dinero rápido a los y las jóvenes para que entren en sus redes de mercado y encuentren allí una muerte rápida también. Cuando el trabajo no dignifica, ni organiza la vida frente al enriquecimiento exponencial de unos pocos especuladores, cuando solo está en juego la posibilidad de sobrevivir, cuando la mayoría no accede a derechos laborales ni previsionales, y cuando estas condiciones se vuelven la generalidad, resulta urgente la reflexión sobre las características que deben asumir las organizaciones que representan a les trabajadores.

En síntesis, estos cambios traen consigo la emergencia de un nuevo sujeto económico, que enfrenta desafíos distintos a los que enfrentaron les trabajadores industriales en tiempos de constitución del peronismo en el siglo pasado. El escenario de insatisfacción actual genera nuevamente un espacio que necesita ser ocupado. ¿Qué pasó que no lo están ocupando hoy los proyectos nacionales y populares o los proyectos revolucionarios?

La Marcha del 1F trae nuevos elementos para seguir ensayando respuestas, visibilizando las luchas de les que históricamente quedaron al margen del Estado de derecho, de quienes confiaron en alternativas que no lograron cumplir la promesa de vivir con dignidad. La presencia en la Marcha de sindicatos, organizaciones sociales y partidos políticos parece demostrar la voluntad de dar estos debates urgentes. Párrafo aparte merece la izquierda infantil argentina, sin vocación de mayoría y profundamente antipopular (antiperonista), dispuesta a romper todos los acuerdos colectivos y boicotear los esfuerzos organizativos desde 1955.

El colectivo LGTBIQ+ marcha esta tarde hacia Plaza de Mayo para rechazar del discurso del presidente Javier Milei en el Foro Económico de Davos. Foto: MAXIMILIANO LUNA/ NA

Ante la avanzada del fascismo, en las asambleas apareció con fuerza la claridad de que a esta fuerza que busca el exterminio de las mayorías no se lo discute, se lo combate. Frente al ataque permanente, al sentimiento de dispersión y orfandad política, se discute hace tiempo -y especialmente, dentro de los movimientos transfeministas, feministas y LGTBIQ+ – la necesidad de recuperar la iniciativa (tenerla no es llegar primero sino marcar donde hay que ir), con imaginación para recuperar la potencia creativa, que permita pasar a la acción superando la reacción.

La Marcha del Orgullo Antifascista y Antirracista fue un gran paso en este sentido, un enfrentamiento que transformó a quienes protagonizaron la calle. Los colectivos plantean una nueva convocatoria a asambleas para el sábado 8 de febrero, con el objetivo de dar continuidad a la lucha hacia el 8M -Paro Internacional Feminista y Transfeminista- y el 24M -Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia-, dos fechas enlazadas por tramas muchas veces invisibles, y por las banderas que el movimiento popular supo conquistar, y no está dispuesto a ceder. Con todos, todas y todes adentro.

1. Se conoce con la denominación de laica o libre, al conflicto desatado en el año 1958 en Argentina entre quienes rechazaban o apoyaban, respectivamente, el propósito del gobierno de Arturo Frondizi, de autorizar a las universidades privadas a emitir títulos habilitantes. Supuso una ruptura del movimiento estudiantil y la intelectualidad con sectores de la Iglesia.

*Trabucco es psicóloga, Magíster en Seguridad de la Nación. Analista de la Agencia NODAL y de CLAE Argentina. Directora del Área de Universidad, Género y Trabajo del IEC-CONADU.


 

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