El regreso del trumpismo: hegemonía, poder y nueva ofensiva neoconservadora – Por Matías Caciabue
El regreso del trumpismo: hegemonía, poder y nueva ofensiva neoconservadora
Por Matías Caciabue*
El trumpismo, en su segunda llegada a la Casa Blanca, no es solo una fuerza política. Es la manifestación más ambiciosa del proyecto neoconservador angloamericano. Ya no se trata de un outsider mediático irrumpiendo en la escena, como lo fue Trump en 2016, sino del arquitecto principal de una reconfiguración geopolítica que busca establecer un nuevo bloque histórico imperialista. Este movimiento, ahora consolidado, reconoce que el dominio multilateral del mundo es insostenible y emprende un “repliegue” —es decir, ceder terreno, a condición de preservar fuerzas para intentar multiplicarlas— hacia el control unilateral de su Lebensraum, su “espacio vital”. En este rediseño del tablero mundial, Europa occidental y América Latina —como parte del “Sur”— se posicionan como piezas fundamentales en su plan para contrarrestar la amenaza de “Oriente”, liderada por China, en el cada vez más tenso enfrentamiento del G2.
En ese marco, resulta particularmente interesante observar cómo se desarrolla la dinámica de lo que podríamos denominar como el “cuadrilátero de poder”, la geografía económica, tecnológica y política que define el rumbo de los Estados Unidos, compuesto por Washington, Nueva York, California y Florida. Este entramado define el rumbo de EEUU, articulando decisiones clave que moldean tanto la política interna como el liderazgo mundial del país. Washington sigue siendo el centro de la administración, donde se toman las principales decisiones de política exterior. Nueva York, con Wall Street como epicentro, representa el poder económico y financiero que moldea las políticas comerciales y de inversión. California, con Silicon Valley, emerge como la territorialidad principal de la nueva fase capitalista, mientras Florida, bastión republicano y capital del trumpismo, es el núcleo político de la ultraderecha estadounidense. Este «cuadrilátero del poder» no solo coordina los intereses económicos y políticos internos, sino que el equilibrio y la disputa entre sus visiones e intereses establece las bases para el accionar imperialista de EEUU hacia América Latina y el resto del mundo.
La dinámica del “cuadrilátero de poder” se manifiesta de una manera cada vez más evidente en la mirada de Estados Unidos hacia América Latina, con Venezuela como su principal foco geopolítico. En este contexto, la política de Donald Trump hacia Caracas refleja un dilema estratégico: intensificar la confrontación directa o explorar una negociación pragmática, “transaccional”, con el gobierno de Nicolás Maduro. Mientras Marco Rubio, como secretario de Estado, lidera una línea dura que busca profundizar las sanciones y la presión internacional desde su bastión en Miami, James Vance, vicepresidente electo, aboga por una aproximación más negociadora, “transaccional”, priorizando acuerdos estratégicos sobre recursos clave como el petróleo, que favorezcan los intereses de la fracción autodefinida “neorreaccionaria – NRX” de Silicon Valley, que él representa.
Esta tensión interna dentro del trumpismo, impulsada por los intereses que convergen en el “cuadrilátero de poder”, podría traducirse en un reposicionamiento de la política estadounidense hacia Venezuela. Esto implicaría abandonar la estrategia fallida, diseñada por figuras del viejo establishment republicano como el ex Consejero de Seguridad Nacional John Bolton, el artífice del “gobierno en el exilio” de Juan Guaidó. En su lugar, el trumpismo podría inclinarse hacia nuevas formas de entendimiento, más pragmáticas y alineadas con su renovada lógica neoconservadora, posiblemente influenciadas por los avances en la relación entre Washington y Moscú, en un intento por consolidar su control sobre los recursos estratégicos venezolanos y latinoamericanos.
Doctrina Monroe 4.0
Donald Trump y su equipo prepararon un «Blitz» de más de 100 Órdenes Ejecutivas para definir el perfil de desarrollo programático del segundo mandato, entre las que se incluyen algunas que empiezan a definir una dinámica de relacionamiento entre el gigante del norte y nuestra región.
La declaración de emergencia nacional en la frontera sur es una de las medidas más emblemáticas y controversiales del segundo mandato de Trump. Bajo este marco, la administración busca endurecer drásticamente las políticas migratorias, restringiendo el acceso al asilo y prometiendo la deportación masiva de más de un millón de personas al año, lo que representaría el mayor esfuerzo en la historia del país en esta materia, y que preanuncia un innegable drama humanitario en la frontera. Este enfoque no solo apunta a frenar los flujos migratorios, sino también a proyectar una imagen de firmeza ante los votantes republicanos, consolidando la narrativa chauvinista, de “seguridad nacional”, como eje central del trumpismo. Además, la movilización de recursos federales, incluidas las fuerzas armadas, y la construcción de nuevas infraestructuras en la frontera buscan reforzar el control territorial, mientras se intensifica la retórica de criminalización hacia los migrantes, presentándolos como una amenaza delincuencial para Estados Unidos.
Más allá de los contrapesos internos y externos a una política agresiva hacia América Latina, resulta evidente que los intereses y la visión de Florida, dentro del “cuadrilátero de poder”, será casi determinante. El ya mencionado Marco Rubio como secretario de Estado, y Mauricio Claver-Carone, como enviado especial para América Latina, reflejan las pretensiones trumpistas de impulsar una agenda punitivista contra gobiernos y proyectos populares de la región, mientras delinea una confrontación estratégica con la presencia de China. Este renovado énfasis en la Doctrina Monroe pone en primer plano sanciones, control migratorio y políticas de fuerza en temas como el narcotráfico y las relaciones comerciales.
Florida y su ciudad más importante, Miami, se han consolidado como bastión republicano gracias a un electorado latino, dominado por comunidades cubanoamericanas, venezolanas y nicaragüenses, que respaldaron masivamente a Trump en las últimas elecciones. Además, el estado alberga think tanks y organizaciones conservadoras como el Adam Smith Center For Economic Freedom o el America First Policy Institute, que han moldeado la narrativa trumpista para con nuestra región. La combinación de esta base política e ideológica, junto con el apoyo financiero de magnates “cubano-americanos” y la presencia de una ultraderecha organizada, posiciona a Florida como un eje crucial en la proyección del trumpismo en América Latina, a través de la muy compacta “Internacional Reaccionaria”.
En este contexto, Trump ya viene anunciando una política exterior hacia la región que prioriza la imposición unilateral de los intereses estratégicos neoconservadores sobre el multilateralismo. Miami, una de las principales capitales del lavado de activos del narcotráfico latinoamericano, buscará que la nueva administración de la Casa Blanca endurezca las sanciones contra Cuba, Venezuela y Nicaragua, y ejerza presión sobre México y Brasil para alinearse con sus objetivos, destacando una retórica agresiva contra partidos progresistas y movimientos populares.
Al ser consultado por una periodista brasileña sobre su visión respecto a las relaciones con Brasil y América Latina en su segundo mandato, Donald Trump respondió con su característico tono directo y contundente: “Nos necesitan, nosotros no los necesitamos. Todo el mundo nos necesita”. Aunque su declaración reafirma la postura de supremacía que define su política exterior, el mandatario no dejó de matizar, expresando que esperaba mantener relaciones “excelentes” con Brasil, bajo el liderazgo del progresista Luiz Inácio Lula da Silva, sugiriendo una aparente apertura al diálogo, a pesar de los lazos estrechos con el bolsonarismo.
Donald Trump cumplió sus promesas de campaña y designó a los Carteles del Narco mexicano como “organizaciones terroristas”. Esta decisión, más que simbólica, abre la puerta a un abanico de medidas agresivas, incluyendo posibles operaciones militares directas en territorio de México, justificadas bajo el pretexto de combatir estas “amenazas a la seguridad nacional”.
Por otro lado, Trump ha reinstaurado a Cuba en la lista de países promotores del terrorismo, una decisión que revierte la jugada de último minuto de la administración demócrata, y que había sido criticada por los sectores republicanos de Florida como una “concesión inmerecida” a la revolución cubana. Este movimiento tiene un impacto político y económico directo, petrificando aún más el inhumano bloqueo económico a la isla mayor del mar Caribe.
“Yo te diría que el anuncio de que estamos solos y no nos importa Latinoamérica, etcétera, es un anuncio peligroso, no para el mundo solamente, sino para la misma sociedad norteamericana”, dijo Gustavo Petro, el presidente colombiano, ante una consulta de periodistas de su país.
Palabras de cierre
El retorno de Donald Trump a la Casa Blanca marca un esfuerzo deliberado por reconfigurar el orden geopolítico bajo el lema “América Primero”. Su noción de un “occidente ampliado” busca consolidar el liderazgo estadounidense a través del control de recursos estratégicos, la presión sobre territorios clave y la redefinición de alianzas internacionales. Esta estrategia no sólo desafía a potencias rivales como China y Rusia, sino que también genera fricciones con aliados históricos y profundiza tensiones con la región que considera su “patio trasero”.
Los próximos años serán decisivos para determinar si este intento de rediseñar el «Occidente» fortalece el liderazgo mundial estadounidense o, por el contrario, marca el comienzo de una erosión definitiva de su influencia imperialista. El cuadrilátero del poder de los Estados Unidos se presenta como el engranaje clave desde donde emerge el proyecto estratégico neoconservador, con Donald Trump a la cabeza.
*Matías Caciabue es Licenciado en Ciencia Política y ex Secretario General de la Universidad de la Defensa Nacional UNDEF en Argentina. Analista de NODAL. Investigador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).