Sobre la gobernación y administración de China: una guía para entender la dirección estratégica del principal socio comercial de Latinoamérica – Por Sabino Vaca Narvaja

168

Sobre la gobernación y administración de China: una guía para entender la dirección estratégica del principal socio comercial de Latinoamérica

Por Sabino Vaca Narvaja*

Tal como lo afirma Xulio Ríos (2024), hay dos importantes razones que nos convoca a prestar interés al discurso político chino. La primera, claro está, se vincula a la creciente importancia de China en múltiples niveles, no solo en relación con lo económico: hoy día, el gigante asiático ejerce una influencia decisiva en áreas globales clave tales como la ecología, la diplomacia, el combate contra la pobreza o la tecnología, y podríamos seguir sumando. Por otro lado, como señala el autor, China hace un inestimable aporte a los principales retos mundiales apelando a puntos de vista innovadores y diferentes, fruto de una vibrante y singular tradición intelectual y cultural. Por mi parte agregaría un tercer argumento a los vertidos, que a la vez se relaciona íntimamente con aquellos: el gran dato político es que China no solo sabe y es consciente de su posición de liderazgo mundial, sino que también está decidida a asumirlo —y por cierto, lo hace—, mostrándose como un actor globalmente responsable y aceptando con determinación dicho mandato.

No es la primera vez que lo afirmo. Si vuelvo a dicho concepto es porque existe una línea de conducta en el accionar de China, una coherencia que se refleja entre los objetivos y acciones planteados en la política que llevan adelante las élites gobernantes de aquel país y los problemas que la fundamentan, tanto en el plano interno como internacional. Resalto esta idea porque recientemente fuimos testigos del triunfo electoral de Donald Trump, que volverá a ser presidente de los Estados Unidos a partir del 20 de enero de 2025. Como en el pasado, vuelve embanderado tras las consignas del “America First”, ciñéndose a una agenda proteccionista que, al menos en las declaraciones, promete ser más recargada que la anterior.

Vaya paradoja, el país de América del Norte, hasta ayer defensor del libre comercio promete, de la mano de Trump, volver a replegarse sobre sí mismo abominando de los principios de la ONU y el multilateralismo y rechazando, asimismo, los principales acuerdos de comercio que regulan el proceso de globalización. No es que esta predisposición no existiese, porque si en algo está de acuerdo el presidente electo Trump con la administración demócrata es en el impulso de competir con China por intermedio de una combinación de políticas industriales, proteccionismo y restricciones a las transferencias de tecnología. Claro que Biden mostró algunas diferencias, practicando lo que yo defino como una suerte de “multilateralismo a la carta”, volviendo a ocupar ciertos espacios internacionales abandonados por el republicano y recomponiendo relaciones con sus “aliados históricos”, léase Europa y la OTAN.

Si menciono esto antes de adentrarme propiamente dicho en el abordaje del texto que me convoca (La gobernación y administración de China, Vol. 4), es porque el volumen —que fuera publicado en 2023 y que contiene una recopilación de 109 escritos y disertaciones del secretario general del Comité Central del Partido Comunista de China, Xi Jinping, hechos entre el 3 de febrero de 2020 y el 10 de mayo de 2022— sirven como imagen especular para ver los contrastes existentes entre ambas potencias a la hora de gestionar su influencia global y evidenciar, claro está, la existencia de dos modelos en pugna.

El liderazgo mundial de los Estados Unidos en el mundo de posguerra se caracterizó por su capacidad y disposición para incidir y coordinar respuestas globales ante las distintas crisis que se fueron sucediendo a nivel mundial. Esa disposición, sin embargo, fue puesta de lado cuando Donald Trump asumió por primera vez el gobierno estadounidense en enero de 2017. En aquel momento, Estados Unidos se retiró de los principales espacios de cooperación multilateral con las consecuencias que aquello acarreó y muy bien diagnóstico el presidente Xi (2023): “Mientras el unilateralismo, el proteccionismo y la intimidación se intensifican, los déficits de gobernanza, de confianza, de desarrollo y de paz aumentan continuamente”.

China, en cambio, asumió que la interdependencia entre los países era esencial para conservar la paz mundial y promover el desarrollo, como así también para garantizar la vigencia de un mundo multipolar y fortalecer la globalización económica. En las propias palabras de Xi, esta visión de mundo debe ser descifrada en clave civilizatoria:

A pesar de todo esto, seguimos convencidos de que el tema de nuestros tiempos —la paz y el desarrollo— no ha cambiado y que la tendencia hacia la multipolaridad y la globalización económica no puede revertirse. Por tanto, debemos pensar en el bienestar del pueblo, defender el concepto de la comunidad de destino de la humanidad y hacer nuestra debida contribución a la construcción de un mundo mejor con acciones prácticas.

Debemos persistir en el multilateralismo y salvaguardar la paz y la estabilidad mundiales. La historia nos enseña que el multilateralismo, la equidad y la justicia pueden mantenernos alejados de la guerra y el conflicto, y que el unilateralismo y la política de fuerza agudizarán la disputa y la confrontación. Las prácticas de desacatar las normas y las leyes, seguir recorriendo el camino de las leyes, seguir recorriendo el camino del unilateralismo y de la intimidación y abandonar organizaciones y acuerdos internacionales no solo van en contra de la voluntad de los pueblos del mundo, sino que también atropellan los derechos legítimos y la dignidad de todas las naciones.” (Xi:2023)

Para Xi, el multilateralismo, la equidad y la justicia aparecen como los pilares que han de cimentar la construcción mancomunada de un nuevo orden mundial, en que todas las partes, sin excepción, resulten ganadoras en la lógica del “ganar-ganar” chino, dejando de lado los patrones de “suma cero” con que se mueve occidente.   

Los textos que aparecen en esta obra, escritos entre 2020 y 2022, corresponden al período de mayor impacto de la pandemia global por covid-19. En ellos, es importante rescatar la referencia hecha por Xi al enfoque centrado en el pueblo, como ya vimos, tomando a éste como el punto de partida de las decisiones políticas. Esto es así y no de otra forma porque, para el Partido-Estado, el apoyo del pueblo es la máxima prioridad política. A la vez, dicha tendencia pone de relieve la necesidad de adentrarse en un nuevo marco de cooperación internacional, reflexivo y basado en la buena fe entre los países:

Los hechos han demostrado que los actos de politización, estigmatización, atribución de culpas solo perturbarán la cooperación mundial en la lucha contra el virus. Por tanto, es crucial reemplazar las diferencias y los prejuicios por la unidad y la razón, así como erradicar el «virus político», en aras de aglutinar la mayor fuerza convergente para afrontar codo con codo la pandemia”. (Xi: op.cit.)

La pandemia por covid-19 fue un parteaguas a nivel internacional. En un futuro, los libros de textos escolares van a hablar de ella, pero, fundamentalmente, van a hablar de la cooperación internacional, distinguiendo entre aquellos países que se involucraron de manera decidida en la resolución de dicha crisis, por un lado, y aquellos que solo ofrecieron como respuesta una retahíla de mezquindades, por otro. China, principalmente —aunque también otros países, es justo decirlo— tuvo una actitud solidaria y prestó importante ayuda a otros gobiernos, así como proveyó de vacunas y demás insumos médicos a aquellos que los requerían cuando éstos escaseaban. Mientras tanto, Estados Unidos —y también Europa occidental, digámoslo— se dedicaron a acapararlos. Lo hecho por China excede el marco de un mero compromiso y, por lo tanto, resulta imperioso describirlo como algo más denso, en el sentido de poder hablar de una verdadera propuesta civilizatoria. Un proyecto civilizatorio, que los chinos han dado a conocer sabiamente como “comunidad de futuro compartido para la humanidad”, el cual podrá alcanzarse extremando el desarrollo de la alta calidad y la cooperación científico-tecnológica:

“(E)mplearemos bien las nuevas modalidades operativas y los nuevos modelos generados por la pandemia, intensificaremos la cooperación en la innovación científico-tecnológica, crearemos un ambiente de negocios abierto, equitativo, justo y no discriminatorio para lograr juntos un desarrollo de mejor calidad y más resiliente.” (Xi: op.cit.)

La pandemia fue un parteaguas, pero también fungió como oportunidad para que China se reposicionase geopolíticamente aun con más vigor y se dispusiera a ejercer un liderazgo a nivel mundial, como quedó reflejado en la última cumbre de los BRICS+, que se realizó en Kazán, República de Tartaristán (Federación Rusa) el pasado mes de octubre, y en los recientes Foro de Liderazgo de la APEC en Lima, Perú y la cumbre del G-20 en Río de Janeiro, Brasil. En particular, en el primero de dichos encuentros —como antes sucedió en el Foro de Cooperación China-África que este año se celebró en Beijing—, Xi Jinping exhortó a sus compañeros de ruta, los países del “Sur Global”, a reforzar la solidaridad y la cooperación entre sí. El concepto (“Sur Global”) reaviva la idea de la existencia de un grupo heterogéneo tanto política como económicamente de países unidos por una aspiración común: avanzar en las cuestiones generales y que afectan a todos y cada uno de ellos vinculadas a la gobernanza mundial y asimismo a la búsqueda común del sueño de la modernización. Son estas enunciaciones, así como las acciones concretas que derivan de ellas —trasladando la teoría a la práctica—, las que resaltan la importancia global subyacente al pensamiento del presidente Xi, lo cual nos ayuda a entender y comprender de manera fehaciente cómo es el despliegue que está desarrollando China para el mundo y en particular para Latinoamérica, que no es otra cosa que el anhelo de abrazar una “comunidad de futuro compartido para la humanidad”, es decir, de adoptar un nuevo humanismo que pueda recuperar el espíritu de la Conferencia de Bandung y rescate los principios de la Cooperación Sur-Sur y que nos permita, a la vez, construir un mundo mejor, un mundo polifónico donde prevalezcan las mejores prácticas y las voces de todos los países sean escuchadas y no la de uno solo.

Conclusiones

El libro, parte de una obra mayor que resume el pensamiento vivo del secretario general del PCCh, Xi Jinping, da cuenta de una experiencia única de liderazgo, gobernanza y gestión económica en el marco de una situación compleja, la pandemia por covid-19, que puso a China, y al mundo en general frente a riesgos y desafíos raramente vividos anteriormente.

Los textos dejan en claro que para Xi la prosperidad común es el requisito esencial del socialismo con características chinas para la Nueva Era y un rasgo distintivo de la modernización al estilo chino. El concepto, con profundas raíces en el PCCh, ya fue utilizado en los años 50 y a finales de los 70 bajo diferentes liderazgos. Ahora es resignificado por Xi en otro contexto, asociado a la idea de desarrollo centrado en las personas y en la búsqueda de un desarrollo de alta calidad. Ya no se trata de plantear un igualitarismo absoluto como pudo haber sido en otro momento. De hecho, una lectura atenta de Marx y Engels nos haría desechar esa opción. Los padres del socialismo científico, en esa obra reveladora que es el Manifiesto Comunista, señalaban el carácter reaccionario de la literatura proletaria fundada en un “ascetismo universal y en un torpe y vago igualitarismo” (Marx y Engels; 2003:58).

Cuando sostengo que es clave tanto para la perspectiva latinoamericana como argentina estudiar las bases del pensamiento del presidente Xi, lo hago desde el convencimiento de que su cosmovisión atesora un carácter civilizatorio. La visión china del mundo y la de Xi, en particular, su narrativa maestra, se cimenta en la necesidad de alcanzar los objetivos del elevado estándar, la sostenibilidad y el mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo, lo cual exige adoptar un enfoque centrado en este último y “hacer que el desarrollo global sea más equitativo, eficaz e inclusivo para que ningún país se quede rezagado” (Xi: op. cit.). Quitándole el cariz expansionista que tiene en su versión estadounidense, me atrevería a afirmar, incluso, que ese es su destino manifiesto. El destino manifiesto de China es forjar la tan ansiada “comunidad de futuro compartido para la humanidad”. Por ello, el gigante oriental se empeña día tras día en ganar relevancia geopolítica y sumar músculo en el plano internacional, a través del diálogo y las mejores prácticas diplomáticas, a sabiendas de cuál es su lugar y su responsabilidad bajo el cielo.

Referencias bibliográficas

Marx, C. y F. Engels (2003), Manifiesto comunista, Buenos Aires: Prometeo libros.

Ríos, X. (2024, 11 de noviembre), Dos razones de libro, a propósito de «Xi Jinping: La gobernación y administración de China (IV)», en Observatorio de Política China. Disponible en línea.

Xi, J. (2023), La gobernación y administración de China, vol. IV, Beijing: Ediciones en Lenguas Extranjeras.

Reseña:

Xi Jinping, La gobernación y administración de China IV, Ediciones en Lenguas Extranjeras Cía. Ltda., 2023.

*Sabino Vaca Narvaja, Ex embajador de Argentina en la Republica Popular China, Director de la Maestría de Vinculación con China de la Universidad Nacional de Jose C.Paz.

Más notas sobre el tema