¿Es posible un mundo sin hambre y sin pobreza? – Por Vívian Braga
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Por Vívian Braga *
El hambre en el mundo es una de las expresiones más crueles de la pobreza. Silencia, enferma, enloquece y mata el cuerpo y la esperanza. En general, se manifiesta cuando no se garantiza permanentemente el acceso a alimentos en cantidad y calidad suficientes. Su causa es multifactorial. La falta de acceso a un conjunto de condiciones consideradas esenciales para una existencia digna, además del trabajo y los ingresos, también es responsable del hambre. Considerando aquí el acceso a los recursos productivos, a la tierra, al agua, a la vivienda digna, a la educación, al saneamiento básico, a la salud, entre otros derechos, bienes y servicios fundamentales. El hambre se instala, especialmente cuando ya se han violado otros derechos fundamentales. En América Latina, el hambre surge con la formación de sociedades de clases, racistas y patriarcales. Se asocia a la aparición de la división sexual y social del trabajo y a la apropiación de la riqueza colectiva, cuando se rompió efectivamente la condición de acceso a los alimentos para una parte de la población.
“Hablar de este tema es hablar de una modalidad de genocidio, una realidad en la que la escena de la muerte está anunciada por la carencia material y destinada a la vida cotidiana extrema de pobreza y violencia. Situado en el umbral entre la vida y la muerte, el hambre es difícil de describir y comprender por quien no la experimenta” (Freitas, 2003).
En la actualidad, frente a los múltiples escenarios socioeconómicos y políticos asociados a la quiebra y crisis de un sistema global regido por la lógica del capital y del mercado, observamos el severo impacto de este sistema y de las crisis climática y ambiental –provocadas por él– en la producción, distribución y consumo de alimentos. Una situación de emergencia, estructural e inédita que ha afectado de manera masiva y desproporcionada la vida de las poblaciones periféricas, indígenas, ribereñas, quilombolas y campesinas que están en la base de esta estructura de clases donde descansan las raíces más profundas de las desigualdades, de la pobreza y por ende del hambre.
La Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza en el G20
Con la recién lanzada Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza durante la Cumbre del G20(2), la pregunta que surge es: ¿Cómo erradicar el hambre y la pobreza en un contexto global regido por un sistema productivo hegemónico y colonial, guiado por acuerdos comerciales neoliberales que concentran la riqueza, impiden el desarrollo de los países del Sur Global y profundizan las desigualdades entre y a lo interno de los países?
Esta no es una pregunta fácil de responder, especialmente si reconocemos, como menciona Eduardo Galeano (1981)(3), que la geopolítica del hambre está demarcada en países cuyas historias sociales registran la explotación y dominación de los mercados extranjeros. Pero, antes de intentar equiparar posibles respuestas, es necesario arrojar luz sobre algunos antecedentes que impulsaron la idea de una Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza. En primer lugar, la situación mundial cuantificada en el informe de la FAO (2024) (4) que apunta a un contingente poblacional de más de 730 millones de personas sin acceso a alimentos y en situación de hambre y 2 mil millones de personas que viven en inseguridad alimentaria porque no saben si tendrán qué comer mañana.
En segundo lugar, por el éxito que tuvo la experiencia brasileña –durante los primeros mandatos del presidente Luiz Ignacio Lula da Silva– en la implementación de políticas públicas de transferencia de ingresos, programas de fortalecimiento de la agricultura familiar y aumentos consecutivos del salario mínimo- para sacar a Brasil del Mapa del Hambre en 2014. Y más recientemente, en el actual período, que se ha logrado reducir los índices de inseguridad alimentaria (baja, moderada y severa), con la retoma de un conjunto de políticas públicas en la misma dirección.
Es un hecho que la experiencia brasileña tiene una relevancia singular en el directorio de la Alianza Global. Terreno fértil para acciones de Cooperación Sur-Sur de experiencias exitosas en la lucha contra el hambre. Pero vale la pena recordar que, si bien Brasil abandonó el Mapa del Hambre y que tardó más de una década en hacerlo, esto no garantizó su completa superación, ni siquiera que no regresaría a tal realidad, rápidamente, unos años después. El hambre está y ha estado siempre presente en nuestros territorios urbanos y rurales. En estos contextos, existe un importante contingente poblacional, compuesto especialmente por niñas y mujeres negras, que nunca han salido del Mapa del Hambre, a pesar de que Brasil sí lo ha hecho.
Sin embargo, con todos los esfuerzos realizados en este tema, hasta la fecha la lucha contra el hambre y la pobreza no ha sido considerada en todas las decisiones políticas y económicas de una manera contundente y estructural, para que países como Brasil no volvieran a ser parte del Mapa del Hambre. Asimismo, las demandas históricas de las luchas campesinas, fundamentales para la construcción de un sistema alimentario sostenible, justo e inclusivo, nunca han sido plenamente satisfechas.
Recientemente, en el marco del G20 (5), subrayaron la necesidad de lanzar un nuevo proceso global de reformas agrarias redistributivas, que garanticen el derecho a la tierra, al agua y a los territorios para todos los productores de alimentos sin tierra y en pequeña escala. Sin embargo, las demandas del movimiento campesino relacionadas con la producción, los derechos a la tierra y la reforma agraria no están sobre la mesa de la Alianza Global. Esto nos parece un riesgo a largo plazo para la iniciativa, no considerar las desigualdades estructurales en el acceso a la tierra como uno de los principales responsables de la calamidad del hambre, y crear alianzas y compromisos para atreverse progresivamente a luchar por el derecho a la tierra y al territorio.
El cuerpo diplomático brasileño fue muy hábil en elegir las palabras y simplificar la iniciativa en torno a la unión de los esfuerzos financieros aplicables en una canasta de políticas públicas a escala global y hacer que la Alianza contra el Hambre y la Pobreza sea internacionalmente aceptable para los países del G20 y otros. Sin embargo, los países y organizaciones que se adhieran a la Alianza deben estar dispuestos a dar prioridad a las medidas a largo plazo, con políticas públicas estatales que tengan resultados continuos y se basen en una visión más amplia y sistemática de los derechos humanos. De otra manera, es posible que esa estructura colida con un enorme sistema financiero y económico global, que ignora sistemáticamente la existencia y formas de vida en los territorios. Un sistema que –a escala gigantesca– privatiza los bienes comunes, explota, precariza el trabajo, expropia todas las formas de vida y las trata como mercancías. En la región, este escenario corresponde a un proceso continuo y abrumador de generación de productos alimenticios dirigidos al mercado externo y a la industria alimentaria, que, a su vez, actúa como si no tuviera ninguna responsabilidad en la inseguridad alimentaria y nutricional que vive diariamente una parte importante de la población en el planeta.
Aquí se agrega otro elemento clave, el papel de la industria alimentaria y las grandes corporaciones en el sistema alimentario global y el impacto de la producción y consumo de alimentos ultra procesados en la salud y el bienestar socioambiental del planeta. Sobresale la responsabilidad de la industria alimentaria en promover y también beneficiarse del hambre y la mala nutrición, que muchos denominan “Industria del hambre”. Primero, porque promueven un sistema productivo explotador y devastador del ambiente, socavando la soberanía alimentaria de los pueblos, produciendo pobreza y hambre. Y segundo, por la responsabilidad que tiene sobre la mayoría de la población, que intercambia alimentos nutritivos por alimentos más baratos y de peor calidad, identificando a este segmento como un nicho de mercado para sus productos.
Alimentos y derechos vs commodities y mercado: ¿De qué lado estará la Alianza Global?
Hace poco más de una década, países como Brasil incluyeron en su texto constitucional la alimentación como un derecho fundamental reconocido por el Estado. Hoy en día, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS I e II, 2015) (6) son los nuevos parámetros. Pero el acceso a la alimentación nunca ha sido considerado y reconocido como un derecho garantizado por los Estados, a pesar de todos los pactos, tratados y declaraciones universales. Podemos decir categóricamente que precisamente por eso llegamos a las cifras presentadas recientemente por la FAO.
Estos indicadores demuestran que en una década se han registrado retrocesos significativos en relación con los indicadores de hambre y pobreza, malnutrición, mala nutrición y enfermedades crónicas asociadas. Estos retrocesos van acompañados del avance, sin precedentes en la historia, de la lógica neoliberal de mercado y la financiarización de la economía mundial, dado que las prioridades y decisiones políticas, económicas y financieras han estado orientadas a satisfacer las necesidades de los mercados y de las grandes corporaciones.
De la misma manera, también hubo retrocesos en la mirada sobre las condiciones de hambre y pobreza. En todo momento debemos recordar a la opinión pública que, en primer lugar, el hambre es un problema relacionado con el acceso y no con la escasez de alimentos. Numerosos datos confirman que en el mundo se produce lo suficiente para alimentar a toda la población. Los problemas alimentarios se relacionan especialmente con la desigualdad en la distribución de los alimentos y los recursos productivos (tierra, agua, tecnologías), el acceso y la calidad de los alimentos producidos y su finalidad. En segundo lugar, que el hambre no es una fatalidad. En ese sentido recordamos los estudios de Josué de Castro, y cuando mencionaba que el hambre es una cuestión política que debe abordarse con decisiones políticas.
La Alianza Global puede hacer una enorme contribución con su llamamiento político, sus esfuerzos financieros y la adopción de medidas urgentes. En otras palabras, debemos considerar a la Alianza Global como un punto de partida que puede tener un impacto positivo tanto en los indicadores de hambre, como para acabar de una vez por todas con los argumentos negacionistas que intentan despolitizar y brindar oportunidades de movilización de recursos financieros para aumentar la producción de alimentos ultra procesados o las falsas soluciones de la industria alimentaria destinadas a erradicar el hambre y la malnutrición. Esto supone establecer mecanismos para identificar y gestionar los conflictos de interés dentro de la Alianza Global, de modo que los intereses privados y corporativos no anulen el bien común y el Derecho Humano a una alimentación y nutrición adecuadas.
La Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza ya se muestra prometedora, pero requiere dar un paso más allá del atractivo político y conectar fondos dispersos en cientos y miles de iniciativas existentes (gobiernos, sociedad civil, filantropía e instituciones financieras) y crear sinergias entre ellas. No se trata solo de recaudar y optimizar recursos. Es de suma importancia que los movimientos en torno a la financiación y la implementación de las acciones de la Alianza toquen algunas de las estructuras del sistema agroalimentario actual, la industria alimentaria y el sistema financiero, económico y comercial que promueven las desigualdades. Un buen ejemplo es la propuesta de gravar a los ultrarricos (incluida en la declaración final de la Cumbre del G210 (7)), así como los alimentos ultraprocesados, los pesticidas y promover exenciones fiscales para los alimentos saludables y la producción in natura orgánica y agroecológica. Algunas de estas propuestas se trabajaron en el track de finanzas del G20.
Por otro lado, será clave que se busquen estrategias más consecuentes en el tema de la deuda externa de los países del Sur Global. Por ejemplo, los mecanismos de canje de la deuda de los países para financiar la cooperación y la implementación de políticas de lucha contra el hambre y la pobreza y los mecanismos de cancelación de la deuda de los países con el fin de superar las causas estructurales de las violaciones al Derecho Humano a una Alimentación Adecuada. Se observa que, desde un punto de vista global, existe una enorme desigualdad entre países. La región africana, que concentra los porcentajes más altos de la población en situación de hambre e inseguridad alimentaria es la región más asfixiada desde el punto de vista del peso de la deuda externa (8).
Hay que decir que no es en el ámbito de la Alianza Global donde se debatirán y definirán los temas sobre su financiación. Prevé otros mecanismos de colaboración y solidaridad entre países. Sin embargo, es necesario actuar en la agenda de financiamiento para el desarrollo, en la agenda de la arquitectura financiera para que tengamos las condiciones para establecer los cambios estructurales mencionados. A pesar de que el G20 no es un espacio de toma de decisiones y que la Alianza Global no es un foro de debates, en este campo intermedio hay un lugar estratégico propicio para crear cierto consenso entre los países.
Desafíos
Estos y otros desafíos fueron señalados, tanto por el grupo de trabajo responsable del diseño de la Alianza Global, como por instancias que históricamente han trabajado en la formulación de propuestas y políticas públicas para combatir el hambre y promover la Seguridad Alimentaria y Nutricional. Se centran en la implementación de las políticas que conformarán la canasta (focalización y escala) y en temas de la agenda internacional que incluyen la gobernanza global, el rol de Naciones Unidas, la participación social en los espacios de toma de decisiones sobre políticas públicas, sobre el sistema agroalimentario mundial y la reanudación del debate sobre el Derecho Humano a la Alimentación (9).
En cuanto a los desafíos de focalizar y ampliar por la Alianza Global, además de observar la desigualdad entre los países y sus continentes, es esencial observar las desigualdades dentro de los países y cómo estas realidades se reflejan en el acceso a alimentos reales. El objetivo debe ser poner en el centro de la Alianza a las poblaciones más empobrecidas e históricamente excluidas, especialmente a las niñas y mujeres negras de la periferia, a los pueblos indígenas, a las comunidades tradicionales y a los sectores de la agricultura familiar y campesina. En cuanto a la escala, debería facilitar la movilización y promover una mayor armonización entre el apoyo nacional e internacional, incluidos los recursos financieros y los conocimientos especializados públicos y privados, para permitir la aplicación a gran escala de instrumentos de política que hayan demostrado ser eficaces, especialmente en los países más afectados por el hambre y la pobreza extrema, centrándose en las personas en situación de mayor vulnerabilidad.
Como ya se mencionó, si bien se reconoce que la Alianza Global no es ni pretende ser un foro de debates y que debe ser muy concisa en su propuesta y flexible para garantizar el aumento del número de miembros (10), teniendo en cuenta la diversidad de los países, sus regímenes, culturas y prácticas, es necesario observar cuidadosamente algunas cuestiones. Una de ellas se refiere a los espacios de participación y gobernanza a nivel internacional y nacional para la Alianza Global. En general, se destaca que la promoción de la participación social es un lineamiento en el diseño de gobernanza de la Alianza, a partir de la institucionalización de estrategias y espacios formales de participación social, con miras a asegurar que las consultas públicas y el control social se realicen de manera sistemática y regulada, y no exclusivamente a demanda.
La Alianza Global tiene enormes desafíos por delante, la lucha contra la pobreza, el hambre y la malnutrición es estratégica para llevar a un punto de real concreción la agenda de la Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional y el Derecho Humano a la Alimentación y una Nutrición Adecuada, así como garantizar alimentos sanos y de calidad que eviten la acumulación de enfermedades crónicas y el agravamiento de la actual crisis climática. Estos logros dependen de un cambio profundo en el sistema alimentario mundial, de manera que se incorpore centralmente la perspectiva de promover sistemas alimentarios saludables y sostenibles, basados en los circuitos cortos de producción, abastecimiento y consumo de alimentos, promotores de la transición agroecológica como perspectiva emancipadora. Así como, el profundo y consecuente reconocimiento de que los agricultores familiares, los pueblos indígenas, las comunidades tradicionales, los campesinos, son responsables de más del 80 por ciento de los alimentos producidos en todo el mundo, desempeñando un papel central en la soberanía y seguridad alimentaria y nutricional, en la conservación de la biodiversidad y la resiliencia climática y, por lo tanto, en la lucha contra el hambre y la pobreza(11).
El reto es inmenso y encararlo cabalmente va más allá de los Estados y los gobiernos. Por lo tanto, debe ser estratégico para incorporar el rol de la sociedad civil y los movimientos sociales en la elaboración y seguimiento de las políticas públicas. Los actores no estatales también deben ser parte constitutiva del tema en la agenda internacional, ya que sabemos que no existe una solución única para superar problemas estructurales como el hambre y la pobreza. La Alianza Mundial es un punto de partida en este viaje, siempre que logremos que los alimentos dejen de ser tratados como mercancías y avancemos en la compresión del derecho humano a una alimentación adecuada.
Notas
- Freitas, Maria do Carmo Soares.Agonía del hambre, Salvador, Bahía, Edufba, Fiocruz, 2003.
- El Grupo de los 20 (G20) es el principal foro para la cooperación económica internacional. Está integrado por Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, República de Corea, Rusia, Sudáfrica y Turquía, así como por la Unión Europea y la Unión Africana.
- Galeano, Eduardo.Las venas abiertas de América Latina, 13aEdição, Rio de Janeiro, Paz e Terra. Tradução: Galeano de Freitas, 1981.
- FAO. Relatorio SOFI. El Estado de la Seguridad Alimentaria y del a Nutrición en el Mundo. Lanzado en 2024, con datos referentes a año 2023. Preparado conjuntamente por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la organización Mundial de la Salud (OMS).
- Declaración de Agricultores Familiares, Pueblos Indígenas, Comunidades Tradicionales, Campesinos, Afrodescendientes, Pastores y Pescadores Artesanales para la Cumbre Social del G20. Véasehttps://www.gov.br/mda/pt-br/noticias/2024/10/Declaracao_Agricultura_Familiar_G20_Bilingue.pdf
- Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) 1 y 2 son compromisos para erradicar la pobreza y garantizar una alimentación adecuada para 2030: ODS 1 – Erradicación de la pobreza. ODS 2 – Hambre cero y agricultura sostenible.
- Ver Declaración Final Cumbre del G20
- Según el Relatorio SOFI – ONU, en 2023 la proporción de la población mundial subalimentada era del 9,1%. Este porcentaje se ha mantenido prácticamente igual en los últimos tres años, lo que indica un estancamiento en la lucha contra este problema. África es la región con mayor porcentaje de población que pasa hambre (20,4%), seguida de Asia (8,1%), América Latina y el Caribe (6,2%), Oceanía (7,3%), América del Norte y Europa (por debajo del 2,5%).
- Conselho Nacional de Segurança Alimentar e Nutricional Recomendação no 6/2024/CONSEA/SG/PR. Brasília, 2024.
- Al cierre de este artículo, 82 países y 66 organizaciones se han unido a la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza.https://globalallianceagainsthungerandpoverty.org/pt-br/members/
- En este sentido, cabe destacar la escasa participación de los campesinos en la Alianza. Hasta la fecha, sólo 1 organización de los 148 miembros de la Alianza representa al segmento de la agricultura familiar y campesina.
* Antropóloga, Máster en Desarrollo, Agricultura y Sociedad (UFRRJ) e investigadora del Instituto EQÜIT