Por fin, gobernanza multilateral democrática sin veto – Por Federico Mayor Zaragoza y Eduardo Soto Pérez

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

  Federico Mayor Zaragoza y Eduardo Soto Pérez *

Con verdadera satisfacción y esperanza hemos leído que  “El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, reclamó en el Consejo de Seguridad de la ONU que se elimine la posibilidad de veto que tienen algunos países en la toma de decisiones en este organismo de Naciones Unidas… Ante esa situación consideró fundamental reaccionar y por ello propuso una reforma que transforme debidamente el sistema, conservando lo que funciona y modificando lo que ha quedado obsoleto. (EFE, 26/09/24).

Al término de la Segunda Guerra Mundial, el Presidente Franklin Delano, Roosevelt creó un diseño perfecto de multilateralismo democrático. La primera frase de la Carta de las Naciones Unidas es el gran deber presente: “Nosotros, los pueblos hemos resuelto evitar a las generaciones venideras el horror de la guerra”.

Hizo más: creó una Comisión para redactar los Derechos Humanos presidida por una mujer –la suya, Eleonora-, cuyo artículo primero proclama la igual dignidad de todos los seres humanos… Y la UNESCO, Organización de las Naciones Unidas para la educación, la ciencia y la cultura, que debe forjar, personas “libres y responsables”, cuya formación permita “elevar los baluartes de la paz en la mente de los hombres”.

En 79 años (desde 1945) NO ha sido posible aplicar la Carta, cumplir la voluntad de “Nosotros, los pueblos…”, siempre acallados por el veto, por la gobernanza plutocrática y supremacista. Fue Eisenhower,  Presidente de los Estados Unidos, quien tuvo el valor, el 20 de enero de 1961, de transmitir a su sucesor, John Fitzgerald Kennedy y al pueblo norteamericano, que quien mandaba en realidad en Norteamérica no era el Presidente sino el “complejo bélico industrial”. Desde el Presidente Wilson al término de la Primera Guerra Mundial creando la Sociedad de Naciones a la fundación por Roosevelt de las Naciones Unidas, las oportunidades para la transición de la fuerza de la palabra se desvanecieron progresivamente. “Nosotros, los pueblos…” fueron sucesivamente ignoradas las decisiones por el veto de los cinco países vencedores de la segunda guerra mundial.

La situación actual de la gobernanza mundial sigue inhabilitada por el veto. Es apremiante ahora reconocer sin ulterior demora que son “los pueblos”, como establece la Carta de Naciones Unidas, los que deben asumir sus responsabilidades teniendo siempre en cuenta a las generaciones venideras. Ahora ya es impostergable desde un punto de vista ético evitar situaciones irreversibles en muchos temas. Por ejemplo en el del clima, afectando la habitabilidad a escala planetaria. Ahora ya no hay disculpa. Ya no podemos volver a aceptar que nos indiquen que las propuestas realizadas por la COP —¡que desvergüenza!— no son “vinculantes”. La comunidad científica, académica y artística debe, de la mano y a escala mundial, poner en práctica las medidas apropiadas, rechazando el veto del G7 e instituciones militares…

Hace 25 años que para sustituir la fuerza por la palabra, se aprobó en la Asamblea General de las Naciones Unidas, una Declaración y Plan de Acción sobre Cultura de Paz. Ha llegado el momento de superar tantas resistencias, de poner en práctica, para la Nueva Era, la principal propuesta de la Carta de las Naciones Unidas: “Nosotros, los pueblos… hemos resuelto evitar a la generaciones venideras el horror de la guerra”. Deber de memoria. Es nuestro deber impostergable cambiar, por fin, ¡el “bellum” por el “verbum”! La Resolución y Plan de Acción para una Cultura de Paz no pudo aprobarse en la UNESCO por la estricta vigilancia del G7…

Es necesario y urgente que sean muchísimas las voces que se movilicen conscientes de que ahora -iguales en dignidad y capaces de participar- deben actuar inmediatamente. Sí: ahora, por primera vez en la historia, “Nosotros, los pueblos ….” podemos conseguir que se suprima el veto en las Naciones Unidas … y en la Unión Europea, también inhabilitada para la toma de decisiones por el requisito de “unanimidad”, antítesis de democracia.

Ante la terrible situación que están viviendo y padeciendo miles de niñas y niños actualmente, la ciudadanía  tendría que reaccionar y, por fin, dejar de ser espectadora impasible de lo que acontece y pasar a ser actora activa. Quieran o no quieran reconocerlo los que siguen teniendo ambiciones hegemónicas, la única solución es, como tantas veces he insistido en los últimos años, refundar las Naciones Unidas, dando plena validez a la Carta de 1945: con un Consejo de Seguridad sin  derecho a veto… Ciudadanía consciente de que puede movilizar a los medios de comunicación y muchas instituciones y personas para un gran clamor popular que sea capaz de sustituir el veto por la acción democrática, multilateral… El “complejo bélico- industrial “ debe dejar de ser el representante de la fuerza para convertirse a escala global en el gran protector de la palabra, permitiendo que la razón de la fuerza se transforme en fuerza de la razón, inspirándose en lo que establece el preámbulo de la Constitución de la UNESCO: “actuareis inspirados en los principios democráticos”.

Está claro, pues, que la solución no vendrá de la deriva actual y de la marginación del multilateralismo sino de la plena puesta en práctica de unas Naciones realmente Unidas.

“¡Sapere aude!”, ¡atrévete a saber!, exclamó Horacio. Sí: atreverse a saber… y saber atreverse después para que el conocimiento despliegue todo du inmenso potencial. Saber y unirse para, formando una red global de grandes proporciones, poder, como primer paso histórico para una nueva era, eliminar el veto que inhabilita el adecuado funcionamiento del excelente diseño democrático de las Naciones Unidas.

Y hacer lo mismo a continuación con Organizaciones como la Unión Europea, que hoy se hallan totalmente incapacitadas para proceder democráticamente debido al requisito de la “unanimidad”.

He tenido ocasión de participar personalmente en la “Cumbre de la Tierra” de 1992, cuya Agenda 21 (directrices para el siglo XXI) fue cuidadosamente redactada… y, sin embargo, rechazada rotundamente por el G-7. Lo mismo sucedió 10 años más tarde, en la 3ª Cumbre celebrada en Johannesburgo en 2002, los ODM (Objetivos de Desarrollo del Milenio) fueron, así mismo, rápidamente reducidos por la gobernanza plutocrática, a pesar de que indicaban unas pautas de comportamiento bien precisas, la adopción de medidas de gran urgencia para la adecuada conservación del medio ambiente.

En 2015, una nueva pausa de esperanza: el Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Barack Obama, firma en París en el mes de septiembre, los acuerdos sobre cambio climático. Y, dos meses más tarde, suscribía en la Asamblea de las Naciones Unidas en Nueva York, la excelente “Resolución para transformar el mundo” sobre la Agenda 2030. ¡Por fin podía la ciudadanía consciente respirar tranquila…! Pero sólo fue posible durante muy poco tiempo: el Presidente Obama fue sustituido a los pocos meses por el insólito presidente Donald Trump que, el mismo día de su elección, anunció que no pondría en práctica los acuerdos aprobados por su predecesor…

Y, desde entonces, los horizontes climáticos han sido todavía más sombríos. Desde entonces, al veto de las Naciones Unidas se ha unido el veto de la Unión Europea, por el requerimiento de la “unanimidad”… y porque –como ya hemos indicado- los acuerdos alcanzados en las reuniones COP… ¡resulta que no son “vinculantes “!

Hoy, 79 años después, debemos constatar —deber de memoria— que nunca ha sido posible poner en práctica la Carta debido al veto otorgado a los cinco países vencedores de la Segunda Guerra Mundial.

En la encíclica “Pacem in Terris”, en 1963,  su Santidad el Papa Juan XXIII, adelantado lúcido en tanta dimensiones de la humanidad, sostuvo que “como hoy el bien común de todos los pueblos plantea problemas que afectan a todas las naciones, y como semejantes problemas solamente puede afrontarlos una autoridad pública cuyo poder, estructura y medios sean suficientemente amplios y cuyo radio de acción tenga un alcance mundial, resulta, en consecuencia, que, por imposición del mismo orden mundial es preciso constituir una autoridad pública general”. En efecto, tanto para el mantenimiento de la paz y de la seguridad internacionales como  respecto a una organización controlada política y jurídicamente, y por ello más humana y social,  nuestro principal activo es el sistema multilateral de las Naciones Unidas.

Para hacer frente a problemas comunes que ni siquiera los más poderosos pueden resolver aisladamente, los Estados precisan de la cooperación permanente e institucionalizada a través de las Organizaciones Internacionales, esto es, en el marco de entidades dotadas de órganos propios y de voluntad propia, distinta y separada de la de los Estados Miembros, con el propósito de gestionar sus relaciones de cooperación en un determinado ámbito de materias.

El primer párrafo de la Carta de las Naciones Unidas es tan clarividente que contiene los tres pilares que, hoy ya sí, podrían iniciar la nueva era de la humanidad para una vida digna de todos los seres humanos sin excepción. (1) Las riendas del destino están en manos de los “pueblos” con lo que queda claro que no corresponde al poder absoluto sino a la participación ciudadana la gobernación a escala local, nacional, regional y mundial. (2) “Evitar el horror de la guerra”, lo que supondría,  de ahora en adelante, “construir la paz” y  (3) son las generaciones venideras las que deben inspirar los grandes cambios.

Demos alas a la especie humana para que, sin vetos, actúe democráticamente para la gran transición de la fuerza a la palabra .Cada ser humano único capaz de crear, nuestra esperanza. Ahora, por fin, podemos. Ahora debemos actuar sin demora. Deber de memoria. Delito de silencio.

*Federico Mayor Zaragoza (Barcelona, 1934) Doctor en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid (1958), ha sido catedrático en diferentes universidades españoles y ha desempeñado numerosos cargos políticos, entre otros el de ministro de Educación y Ciencia (1981-82). Entre 1987 y 1999 fue director general de la Unesco. Actualmente es presidente de la Fundación para una Cultura de Paz. *Eduardo Soto Pérez: biólogo, periodista, realizador cinematográfico y escritor, autor del ensayo Contra la nación, el Mundo Mundial.

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