El objetivo de acabar con el hambre en 2030 está destinado al fracaso – Por Thalif Deen

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Thalif Deen *

Un histórico informe publicado en julio por cinco agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) resumió los retrocesos en la lucha contra el hambre en el mundo y advirtió que el mundo ha retrocedido más de 15 años en su implacable batalla contra la escasez de alimentos, con niveles de subnutrición comparables a los de 2008-2009.

Las agencias participantes en el informe son la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (Fida), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

El futuro, a su juicio colectivo, parece realmente sombrío, sobre todo si se mantienen las tendencias actuales, cuando se prevee que más de 582 millones de personas sufrirán desnutrición crónica en 2030, la mitad de ellas en África.

Además, es improbable que se cumpla el 2 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos por la comunidad internacional dentro de la ONU. El ODS 2 , el del Hambre Cero, destinado a poner fin al hambre en todo el mundo para 2030, que .

La ONU también señala una cruel paradoja: que el mundo produce suficientes alimentos para alimentar a todos, pero casi 20% se pierde o se desperdicia antes de ser consumido.

Las deficientes instalaciones de almacenamiento en las granjas pueden provocar la pérdida de cosechas debido a las plagas y el moho. En los países ricos, el desperdicio de alimentos suele producirse en la cocina, cuando se preparan pero no se consumen, o se dejan estropear en el frigorífico.

Desde una perspectiva diferente, Joseph Chamie, demógrafo consultor y exdirector de la División de Población de las Naciones Unidas, dijo a IPS que, además del medio ambiente, el cambio climático, las tecnologías, la organización social y los conflictos, la población sigue siendo un factor importante que incide en la crisis alimentaria de muchos países.

El rápido crecimiento de la población, señaló, intensifica la demanda global de alimentos. El crecimiento de la población mundial significa que la producción de alimentos debe aumentar para satisfacer la demanda.

«El rápido crecimiento de la población puede conducir a niveles crecientes de inseguridad alimentaria debido a la escasez de recursos. Aunque el mundo produce suficientes alimentos para alimentar a su población actual de 8000 millones, con demasiada frecuencia estos alimentos no llegan a quienes los necesitan o no pueden acceder a ellos», dijo Chamie, autor de numerosas publicaciones sobre cuestiones de población.

En las últimas cinco décadas, la población mundial se ha duplicado, pasando de 4000 millones a los 8000 millones actuales. Y a medida que ha aumentado la población mundial, ha aumentado el número de personas en el mundo que se enfrentan a la inseguridad alimentaria, con más de 800 millones de personas que se acuestan con hambre cada noche.

Incluso en los países del Norte industrial, señaló, demasiadas personas se enfrentan a la inseguridad alimentaria porque no pueden permitirse comprar alimentos o tienen un acceso limitado a los recursos alimentarios.

Se prevé que en 2060 la población mundial alcance los 10 000 millones de personas, y que la mayor parte de ese crecimiento se produzca en los países con mayores niveles de inseguridad alimentaria.

África, con la mayor proporción de personas que pasan hambre, tiene una población actual de 1500 millones que crece rápidamente y se espera que alcance los 2000 millones en una docena de años y los 3000 millones en 40 años, dijo Chamie.

«Desgraciadamente, es poco probable que se consiga un mundo sin hambre para 2030, Objetivo 2 de los ODS, debido a las grandes tendencias mundiales y nacionales, incluido el rápido crecimiento de la población en muchos países en desarrollo», anticipó.

Olivier de Schutter, copresidente del Panel Internacional de Expertos en Sistemas Alimentarios Sostenibles (Ipes-Food), y relator especial de la ONU sobre pobreza extrema y derechos humanos, consideró que «estas cifras sobre el hambre son una importante llamada de atención».

El hambre en el mundo sigue siendo catastrófica: 733 millones de personas se acuestan con hambre cada día, 36 % más que hace una década, dijo en diálogo con IPS.

Y además, añadió, 2800 millones de personas no pueden permitirse una dieta sana, lo que significa que para una de cada tres, los salarios son demasiado bajos o la protección social demasiado débil para tener una nutrición adecuada.

«El sistema alimentario industrial mundial es desastrosamente vulnerable a las crecientes crisis climáticas, económicas y de conflictos, y el cambio climático golpea cada vez más a los agricultores», planteó De Schutter.

A su juicio, «construir sistemas alimentarios resistentes al clima es ahora una cuestión de vida o muerte. Como lo es establecer niveles mínimos de protección social y garantizar que los trabajadores cobren salarios dignos».

«Necesitamos desesperadamente una nueva receta para hacer frente al hambre, basada en una producción agroecológica diversificada y mercados de alimentos localizados, en lugar de cadenas alimentarias industriales globales, así como sistemas de protección social que garanticen el derecho a la alimentación de los más pobres del mundo», subrayó De Schutter.

Frederic Mousseau, director de Políticas del Instituto Oakland, un centro de pensamiento progresista con sede en la ciudad estadounidense de Oakland, dijo a IPS que a pesar de la crisis climática y la guerra en Ucrania, el mundo ha producido récords históricos de alimentos en los últimos años.

Ese récord productivo, sin embargo, no ha impedido el aumento de los precios de los alimentos y la persistencia de un nivel insoportable de hambre en el mundo.

Reducir el despilfarro es importante, pero no debe hacer que los gobiernos pierdan de vista dos cuestiones políticas fundamentales que requieren una acción decisiva, señaló.

En primer lugar, consideró Mousseau, el uso de productos alimenticios para usos no alimentarios es masivo y está creciendo rápidamente: los piensos y los agrocombustibles representan respectivamente 38 y 18 % de los cereales utilizados en el mundo.

«Esto está ocurriendo a un alto coste para la humanidad, con productos básicos no disponibles para el consumo humano, pero también con tierras arrebatadas a comunidades indígenas y locales, la devastación de bosques, aguas y biodiversidad y la contaminación por la agricultura industrial intensiva basada en productos químicos y combustibles fósiles», detalló.

En segundo lugar, añadió Mousseau,  los alimentos están disponibles, pero a menudo no son asequibles para los hogares pobres, incluso en los países ricos donde el hambre va en aumento.

Recordó que varias instituciones internacionales, entre ellas el Fondo Monetario Internacional (FMI), han demostrado que la subida de los precios de los alimentos en 2022, que amenazó el acceso a la alimentación de miles de millones de personas en todo el mundo, se debió en gran medida al aumento significativo de los márgenes de beneficio de las empresas agroalimentarias.

Todos los grandes actores transnacionales del sector han obtenido beneficios récord en los últimos años tras aumentar sus precios de venta.

Los consumidores pueden reducir con relativa facilidad su propio desperdicio alimentario, pero esto no debe distraerles del verdadero reto, que es que se movilicen como ciudadanos y recuperen el control de sus sistemas alimentarios, afirmó Mousseau desde Okland, en el estado occidental de California.

«La mayoría de los gobiernos han pasado por alto las cuestiones anteriores y muchos de los más destacados, empezando por la administración Biden, siguen pidiendo más producción de alimentos», dijo.

Añadió que «se trata de un caso de ceguera voluntaria, que va en contra de todas las pruebas de que el problema no es la cantidad de alimentos producidos, sino lo que hacemos con ellos y quién controla y se beneficia de la producción y el comercio de productos alimentarios».

Ha llegado la hora de un tratado mundial sobre la no proliferación de la producción industrial de carne y agrocombustibles para frenar la aparentemente interminable expansión de la producción agrícola para usos no alimentarios, argumentó Mousseau

«La otra urgencia es actuar con más decisión sobre un mecanismo fiscal global de las grandes corporaciones alimentarias y agroquímicas que limite sus comportamientos especulativos y redistribuya parte de sus ingresos como solidaridad global para hacer frente tanto al hambre en el mundo como a la crisis climática», consideró el especialista.

*Jefe de la Oficina en la ONU y Director Regional de IPS Norte América. Ex editor adjunto del Sri Lanka Daily News, fue redactor editorial senior en The Standard de Hong Kong. Analista Senior de Defensa en Forecast International; y editor militar de Medio Oriente / África en Jane’s Information Group.

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