¿Qué pasa en Bolivia? – Por Tupaj García, especial para NODAL

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Tupaj García *

Entre el 16 y el 23 de septiembre Bolivia atravesó un sismo político. El desplazamiento de los diferentes bloques enfrentados continúa y sigue reconfigurando el mapa político nacional. A continuación, realizaremos un análisis de los diferentes desplazamientos iniciados y de las direcciones que estos están teniendo que, cuáles placas tectónicas, son lentos y constantes, acumulan tensiones y estas estallan en conflictos sociales.

El sismo inicia con dos desplazamientos. Desde el lago Titicaca, la “Tupac Katari”[1] comenzó un bloqueo de caminos exigiendo la devolución de su sede sindical, retenida por el gobierno desde junio, y la solución a los problemas económicos del país. El mismo día, en Caracollo, Evo Morales inició una marcha de 190 km rumbo a la ciudad de La Paz, exigiendo que se levanten las sanciones al MAS-IPSP y que se dé solución a los problemas económicos.

El lunes 16 la ciudad de La Paz amaneció rodeada por el bloqueo, desde el oeste, y la marcha, desde el sur, perdiendo 2 de sus 4 carreteras principales. El gobierno entendió ambas protestas como parte de un complot que tenía por objetivo acabar con la democracia y el orden constitucional. En consecuencia, movilizó centenares de funcionarios públicos a la localidad de Vila Vila, los armó con petardos y dinamitas para, finalmente, instruirles que ataquen y detengan la marcha encabezada por Morales.

En campo abierto, las brigadas de funcionarios, acostumbradas a combates urbanos en La Paz, fueron desbordadas por los marchistas, quienes los persiguieron en una retirada que dejó en ridículo al gobierno. El enfrentamiento no solo debilitó la imagen del presidente, sino que fortaleció la moral de los marchistas.

En los siguientes días, la “Tupac Katari” profundizó el bloqueo de caminos, mientras que la marcha de Morales avanzó por el territorio Aymara de la provincia Aroma. La interrogante sobre si Evo sería capaz de reencontrarse con las históricas comunidades, protagonistas de las insurrecciones de inicios del 2000, se respondió con los recibimientos masivos y las muestras de cariño al líder en cada localidad. Sin embargo, la “Tupac Katari” permaneció al margen de la marcha: “no somos evistas ni arcistas”, enfatizó el máximo dirigente sindical de los aymaras, David Mamani. Morales lograba un reencuentro con las comunidades, más no una alianza tacita con sus dirigentes. Diría mi abuela: “juntos más no revueltos”.

La marcha, una vez arribada a las afueras de El Alto, la ciudad aymara, el pánico se desató en el palacio de gobierno. En su desesperación, Arce encendió las almenaras y aguardó el auxilio de sus aliados. Sus dirigencias sindicales demostraron ser un castillo de naipes, de nada sirvió intervenir los congresos sindicales o cooptar a sus dirigentes. Los cooperativistas mineros exigieron direcciones y un ministerio, conscientes de la debilidad del gobierno. Solo Eva Copa, alcaldesa de El Alto, acudió por lealtad. La estrategia de Arce fue tan simple como cruel: masacraremos pueblo contra pueblo para frenar la marcha.

El domingo 22, el presidente movilizó a su coalición de mineros, funcionarios y policías al barrio de Ventilla, en la ciudad de El Alto, donde realizó un cabildo y anunciaron una vigilia para frenar la marcha. Se olvidaron que el barrio, y todo el distrito 8, es un núcleo duro del Proceso de Cambio, en general, y del MAS, en particular. La coalición quedó en jaque cuando fueron los propios vecinos quienes se organizaron para expulsarlos del territorio. La respuesta fue atacar con petardos, dinamitas y gases a personas que exigían: “no queremos que traigan violencia a nuestras casas, que el gobierno resuelva lo económico”. En condición de locales, los vecinos sostuvieron un extenso enfrentamiento contra la coalición hasta que, por desgaste, abandonaron la zona.

El gobierno comenzó a disociarse. Si antes temían la alianza de Evo con los aymaras, ahora les aterraba haber despertado la bronca del distrito 8 y de El Alto. Colapsados, al amanecer del lunes el gobierno realizó una pasarela de autoridades ante los medios de comunicación. Cada uno de ellos salió a pedir paz, suplicaron dialogo, imploraron que Morales entre en razón, que los perdone por atacar gente humilde.

Aquella humillación propia fue seguida de algo incluso peor. Mientras Evo ingresaba a El Alto y La Paz, Arce concentró a sus funcionarios públicos en la plaza principal y les repartió escudos, cascos, explosivos y otras armas. Los ministros conformaron brigadas de civiles armados y se levantaron barricadas en los alrededores del palacio junto con la policía. Ahí, el gobierno esperó aterrado, como otros gobiernos, que las “hordas salvajes” llegaran a cobrar su venganza.

Por su parte, la marcha ingresó el lunes 23 por Ventilla, su recibimiento en El Alto fue masivo. Los estudiantes salían de los colegios, las mujeres de los mercados y los obreros de fábricas y talleres, formaron callejones inmensos que recibían a la marcha. Miles de personas se sumaron a la columna, otros miles compartieron agua, comida y abrazos a los marchistas. Con 60.000 personas acompañándolo, Morales inició el descenso a La Paz por la autopista, mientras otras dos columnas, conformadas por sus aliados, ingresaban a la ciudad por otras carreteras.

En su clímax, la marcha se concentró a las afueras del centro de La Paz y Morales dio un discurso. Habló del hambre, de la suba en los precios de los alimentos y otros problemas económicos, así como de la necesidad de reunificar al pueblo para hacer frente a la crisis. Dio un ultimátum de 24 horas al gobierno para cambiar su gabinete y dar soluciones a la crisis, la demanda era taxativa: dejen la arena política y concéntrense en la economía. Cerró disculpándose por sugerir a Arce como presidente, explicó que creyó imposible tal traición.

Como la marcha nunca llegó al centro, ni buscaron conflicto, las brigadas arcistas fueron a buscar a los “salvajes”. Esperaron que Evo y la mayoría de los marchistas se retiraran. Entonces, policías y grupos civiles desataron una cacería contra un puñado de marchistas exhaustos que quedaban en el lugar. El acto abusivo causó indignación y bronca en la gente.

Mientras tanto, al otro lado de la grieta, una fracción importante de la derecha proclamó a Manfred Reyes Villa, alcalde de Cochabamba, como candidato presidencial para 2025. Tanto Manfred como diversos referentes reaccionarios acusaron al gobierno de cobardes, tanto por no sacar a la policía para reprimir la marcha como por armar a civiles de forma irregular. La derecha observaba de palco el conflicto, más encendió las alarmas al escuchar un Evo distinto al que retornó de su exilio en 2020. Propios y extraños coincidieron que el Evo de aquel lunes se parecía más al primero, a ese líder indígena que transformó Bolivia desde 2006.

El sismo continúa desplazando el campo político. Manfred entiende que puede doblegar a las dispersas fracciones de derecha, solo un candidato de Santa Cruz puede significarle una amenaza en líneas amigas. Evo Morales entiende que debe retejer a los sectores populares para devolver el gobierno a los indígenas, ya no lucha por el MAS o su candidatura, sino por defender y salvar el Proceso de Cambio. Y el gobierno, para cuando reaccionó, vio que está en caída libre sobre esta grieta que empieza a perfilar el clima electoral del siguiente año.

[1] Federación de Campesinos de La Paz “Túpac Katari”

* Licenciado en Sociología y militante del MAS, columnista de NODAL

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