Nazismo, falangismo y banzerato: así obtuvo su carta de ciudadanía la élite cruceña – Por Diego Portal

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Diego Portal *

El golpe de Estado del 21 de agosto de 1971, originado en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, más propiamente en el Colegio Militar de Aviación, y que pronto fue secundado por pronunciamientos militares en el resto del país, con excepción del regimiento escolta presidencial “Colorados”, marcó un hito importante en la historia nacional, mucho más allá de la gran cantidad de muertos, desaparecidos, perseguidos y encarcelados que fueron víctimas de ese cruento golpe militar, ya que estableció un momento de insurgencia activa de los grupos fascistas –que hasta entonces habían permanecido tras bambalinas– para jugar en adelante un rol clave en la política nacional.

Detrás del golpe de Estado no solo estaban inscritos los nombres de militares como Andrés Selich, Hugo Banzer, sino los de otras personas, en su mayoría migrantes dedicados al rubro agropecuario, que habían visto en riesgo su permanencia en el país y la prosperidad de sus negocios aun en desarrollo en las tierras orientales ante la presencia en el gobierno nacional de un presidente de origen popular y con un discurso que no digerible por esos empresarios de origen foráneo.

Al concluir la Segunda Guerra Mundial, Santa Cruz, la ciudad y su ubérrima área rural, acogió a cientos de europeos, eslavos y alemanes que, huyendo del triunfo aliado, vieron un futuro prometedor en esta parte del continente. Ya el gobierno de Paz Estenssoro había determinado iniciar su “marcha al Oriente”, particularmente con la construcción de las carreteras 1 y 4, que servirían para integrar las zonas orientales con los principales mercados nacionales y de allí al mundo. Posteriormente, René Barrientos Ortuño consolidó el apoyo gubernamental estos sectores privilegiados con la otorgación de títulos de propiedad de las áreas de las que ya se encontraban en posesión y con un considerable apoyo y financiero y técnico proveniente del Gobierno.

Los grupos nazis en Bolivia

Acudimos a fragmentos de una publicación del periodista Ricardo Bajo a propósito de este tema (La Razón, 26 de agosto de 2020), donde podemos identificar algunas precisiones meritorias:

¿Hubo nazis bolivianos? La respuesta es sí. Nazis en Bolivia: sus militantes y simpatizantes 1929-1945 de Irma Lorini (Plural Editores, 2016) es un libro apasionante. Uno queda sorprendido por la dimensión organizativa y “destructora” (Lorini dixit) que tuvo la ideología nazi en “un país tan lejano y con población tan mezclada y heterogénea” como el nuestro. ¿Y cuántos eran? No eran muchos pero hacían mucho ruido. ¿Suena familiar en estos días? La respuesta también es sí. Una estadística de 1933 del Instituto Alemán de Extranjeros de Stuttgart enumeraba a las personas de lengua materna alemana que vivían en Bolivia (de los dos mil alemanes en total). Eran 905 arios del Tercer Reich, 24 austríacos alemanes, 21 bolivianos de origen alemán, 16 checoslovacos alemanes, 51 alemanes-suizos, cuatro húngaros, cuatro daneses y un chileno.

Pero, ¿quiénes fueron esos nazis bolivianos? Hubo de todo, como en botica. Un personaje clave de esa trama olvidada fue Federico Nielsen Reyes, embajador boliviano en Berlín durante los Juegos Olímpicos de 1936. Federico Nielsen Reyes representó la cara amable del nazismo. Otros públicamente fieles admiradores del Führer y con estrechas relaciones con el III Reich fueron el alcalde paceño Hugo Ernst Rivera (uno de los fundadores de la industria cervecera nacional), Julio Sanjinés, el exministro de Minas Dionisio Foianini Banzer y Elías Belmonte (del cual un informe nazi llegó a decir que tenía “sangre india”). El propio padre del presidente Germán Busch Becerra, Pablo Busch, también figura en la lista de “caras conocidas”.

El primer nazi conocido arribado al país fue Ernst Röhm. El más conspicuo inspirador de las SA (Sturm Abteilung, sección de choque, cuerpo de paramilitares dentro del partido nazi) fue bien recibido por ciertos círculos sociales paceños. Lorini recoge un testimonio literal: Röhm era visto como “inteligente, cultivado y agradable”. No era algo extraño en la época, figuras claves de nuestra política, literatura, periodismo o Ejército como Víctor Paz Estenssoro, Carlos Montenegro o Augusto Céspedes, demostraron simpatía con el régimen nazi en algún momento de sus vidas, según cita el mencionado libro.

Hasta la década del 50 del siglo pasado era la ciudad de La Paz donde se albergaban con industrias y comercios; a continuación fueron incursionando en los departamentos de Santa Cruz y Beni, sobre todo por las potencialidades económicas de estas regiones en materia agropecuaria. Tras la Revolución del 52 y con el impulso a la vinculación del Oriente con los mercados del Altiplano fueron ellos quienes incursionaron en esas zonas apropiándose de valiosísimas tierras hasta entonces trabajadas y ocupadas por los pueblos indígenas originarios.

La Falange Socialista Boliviana

Un antecedente del fascismo es la Falange Socialista Boliviana (FSB), partido político que, más allá del denominativo de “socialista”, fue la vanguardia de las fuerzas más conservadoras. La FSB fue creada en Chile el 15 de agosto de 1937, fundado allí por un grupo de exiliados, entre ellos Óscar Únzaga de la Vega. En un inicio la organización se inspiró en el falangismo español y adoptó una agenda política similar al fascismo, al estilo de Francisco Franco y Benito Mussolini. No obstante, mantenía un perfil reformista al abogar por grandes transformaciones al orden político y social oligárquico existente en Bolivia.

Dicho objetivo los acercó a movimientos revolucionarios de la época como el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) de Víctor Paz Estenssoro, el cual llegó al poder en 1952. De hecho, la FSB fue invitada a formar parte de la coalición liderada por el MNR al inicio de las manifestaciones que derivaron en la Revolución, pero se retiró a último minuto. A pesar de ser un grupo marginal en la década del 40, la Falange comenzó a acumular popularidad por parte de antiguos latifundistas y miembros de la élite en reacción a la Revolución de 1952 llegando a convertirse en el principal partido opositor al emenerrismo.

La popularidad del FSB coincidió con un período de fuerte inflación, durante la presidencia de Hernán Siles Zuazo (1956-1960). Además, la organización contaba con popularidad entre los estudiantes universitarios de clase media alta. Se organizaba en células partidarias al nivel nacional, lo que les facilitó tener una presencia considerable en ciertas zonas específicas como La Paz y Santa Cruz. Pero fracasó en su intento de convencer al campesinado de Cochabamba de unirse a la organización y vio afectado su crecimiento.

El 19 de abril de 1959 la Falange lanzó un complot contra el Cuartel Sucre, que devino en una matanza donde murieron la mayoría de sus dirigentes. Los supervivientes huyeron e intentaron reagruparse en el departamento de Santa Cruz, exactamente en Terebinto.

La FSB llevó a cabo una serie de acciones de desestabilización de baja intensidad contra el Gobierno, que culminó en la rebelión de abril de 1959, en la cual la organización obtuvo brevemente el control parcial de la sede de gobierno, La Paz. Actividad que fue reprimida por el Ejército que dejó un saldo de 50 muertos en combate, entre ellos Únzaga, cuya muerte fue declarada oficialmente como un suicidio.

La oligarquía cruceña

Durante las décadas del 50 y 60 se había creado e instalado en Santa Cruz una oligarquía con pretensiones aristocráticas que poco a poco fue tomando el control de la economía local a partir de la actividad agrícola y pecuaria, pasando luego al comercio y acaparando en pocas manos el movimiento económico.

Pese al impulso recibido por parte del gobierno de Barrientos esta oligarquía no logró rebasar los límites departamentales. Esta limitación tuvo que ser sorteada a través de la toma del poder, cuando considerándose en riesgo a causa del gobierno popular de J. J. Torres determinaron impulsar su propio proyecto político apoyándose en los dos partidos políticos más importantes en ese momento, por un lado el MNR, que ya se había extraviado de sus principios revolucionarios y populares con los que había llegado al poder en 1952, y la FSB, que había convertido a Santa Cruz en su principal bastión político, con dirigentes lugareños como Mario Gutiérrez y Carlos Valverde Barbery, entre otros que, junto a Banzer y a otros oficiales, lograron consumar el golpe y acceder al poder de la República por la vía de la conspiración civil-militar.

El golpe del 21 de agosto de 1971, que colocó a Banzer en el Palacio Quemado, marca un hito fundamental en nuestra historia, no solo porque constituye la dictadura más sangrienta de la vida republicana, sino también porque apertura el traslado del eje del poder económico y político, afincado hasta entonces en el occidente del país.

Solo para recordar, tras la fundación de la República en 1825, y desde la época colonial, el poder político y económico había permanecido instalado alrededor de Sucre y Potosí, sobre la base de la explotación argentífera de las minas del Cerro Rico y alrededores. Tras la llamada Revolución Federal se logró el traslado de la sede del gobierno a la ciudad de La Paz, por su proximidad a los puertos del Pacífico, su mayor población y la emergente minería del estaño en sus proximidades.

La oligarquía cruceña se planteó la tarea de cambiar la matriz económica del país desde la economía de la tierra, con el apoyo de los hidrocarburos que fueron recuperados por el gobierno de Ovando y Marcelo Quiroga Santa Cruz en 1969 y que pasó a ser parte de la base del poder oriental.

El despegue económico oriental y su impacto político

Banzer gobernó por Santa Cruz y para Santa Cruz. Su labor gubernamental estuvo dirigido a potenciar económicamente el Oriente, en específico al departamento de Santa Cruz, a través de variados mecanismos, además de las cuantiosas regalías que percibió ese departamento, con una cantidad hasta ahora indeterminada de créditos, procedentes en su mayoría del Banco del Estado y del Banco Agrícola, que nunca fueron devueltos al fisco y que no solo fueron empleados en el desarrollo de actividad agropecuaria, sino que sirvieron de base al desarrollo de la banca privada, la industria y el crecimiento de la ciudad de Santa Cruz, convirtiéndola en muy poco tiempo de una ciudad pequeña y casi aldeana en una metrópoli.

Tal despegue económico se dio a la par del potenciamiento del fascismo en la ciudad y en el departamento de Santa Cruz, acaparando de manera hegemónica todas sus instituciones públicas y privadas, con fuertes dosis de racismo y discriminación en contra de la población originaria de tierras bajas, avasallando sus tierras, apropiándose indebidamente de ellas y explotando sin control, casi al estilo feudal, la mano de obra nativa.

El milagro cruceño nace y se sustenta en el apoyo del conjunto del erario público de Bolivia, de la mano de la dictadura banzerista y de los posteriores gobiernos liberales. El fascismo hizo de Santa Cruz su centro de acción y si bien en determinados momentos de la historia de los últimos 10 lustros asumieron papeles protagónicos en la vida política nacional, no pudieron en democracia romper la frontera natural del Oriente para acceder al poder, razón por la que mediante golpes materializaron su presencia en los círculos de poder.

Hay mucha historia que analizar sobre el papel que jugó esta oligarquía, con sueños de aristocracia, que nunca pudo constituirse en una verdadera burguesía y que hoy como antes sigue viviendo casi parasitariamente del Estado nacional, aunque en su discurso renieguen de este.

Debe quedar en la consciencia de las bolivianas y de los bolivianos que fue aquel 21 de agosto de 1971, con el sangriento golpe de Estado que dejó a centenares de familias con luto y dolor por sus muertos, desaparecidos forzosos, presos y perseguido políticos, el que otorgó la carta de ciudadanía que pretende ostentar el fascismo boliviano.

* Cientista político boliviano, analista de La Época

Le Época

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