Entre residuos y reciclajes: ¿trabajo (in)decente o digno? – Por Eduardo Camín
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Eduardo Camín *
A la luz de un sinnúmero de injusticias subyacentes en el mundo laboral, y su precariedad creciente, un reciente trabajo sobre las Estimaciones mundiales y regionales de la ocupación en determinadas actividades económicas y/o profesionales, desarrollado por Valentina Stoevska, Estadista Senior de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), nos dio pie para tratar de comprender y tomar conciencia sobre un tema poco conocido e infravalorado.
Aunque, a pesar de su visibilidad, nadie los ve pero muchos denigran, como es el caso de aquellos que trabajan en la gestión de residuos y el reciclaje los cuales se enfrentan a numerosos retos, como los elevados índices de informalidad, los bajos salarios y las largas jornadas laborales.
Es cierto que la necesidad de aprender, y de actuar en función de lo aprendido, se ha hecho extensiva a prácticamente todos los aspectos de la vida y de la política, incluyendo sin duda alguna, al mundo del trabajo. Cabe pues preguntarse qué cosas sabemos ahora que antes no sabíamos y qué enseñanzas podemos extraer de esta experiencia.
Trabajo decente
En este sentido entendemos necesario ofrecer una mirada más lucida al analizar algunos aspectos de la vida laboral, más cercana a la indigencia que al trabajo decente, que nos quieren vender a pesar de que llevamos más de 24 años hablando de este, como una noción democrática e igualitaria .Surgido en los albores de la globalización, en la ampliación de la brecha entre ricos y pobres el concepto de trabajo decente aparece como la noción mas cercana a la defensa de los trabajadores.
Así explicado, claramente hay que apoyar el Programa sobre Trabajo Decente. Sin embargo, aquí queremos realizar una crítica de su sustento epistemológico y de sus efectos concretos en el accionar político. Ajustando un poco más las categorías, la OIT, sostiene que “todas las formas de trabajo pueden ser fuentes de bienestar y de integración social si están debidamente reglamentadas y organizadas”.
Es decir que, si no se puede evitar que el trabajo sea convertido en una mercancía, entonces lo que sí se puede hacer es poner límites a su nivel de mercantilización. De esta forma se instala una nueva dialéctica, en esa eterna antesala del trabajo decente,todo esto a pesar del reconocimiento y la firma de los tratados por parte de los Estados Miembros de la OIT.
Es sin dudas en esta semántica que encontramos los mejores argumentos, minimizando o exagerando los hechos, empleando recurrentes eufemismos con los cuales se envuelve una realidad, para soslayar lo acordado: éste es el sentimiento cuando hablamos del mundo del trabajo en general envueltos en una nube de promesas, que constituye un agravio más para los trabajadores, haciendo que las crisis se diluyen en los discursos o numerosos informes.
Problema colectivo de informalidad… precariedad y esclavitud
Planteamos reflexionar sobre un problema colectivo, teniendo en cuenta que los graves problemas sociales no son inocentes ni naturales, pues aparecen como el resultado de un tipo de desarrollo, de un modelo económico que no mide las consecuencias de sus actos sobre la naturaleza y las relaciones sociales.
El artículo de la experta Valentina Stoevska pone en evidencia de que estamos frente a una realidad tangente: la industria de la gestión y el reciclaje de residuos está creciendo rápidamente, impulsada por el aumento de la generación mundial de residuos, la mayor concienciación pública, las iniciativas gubernamentales y la demanda de materiales reciclados. Sostiene la experta que los más optimistas pregonan que esta industria no solo beneficia al medio ambiente -al reducir las emisiones de gases de efecto invernadero-, sino que también desempeña un papel importante en la creación de empleo y el sostenimiento de las economías locales.
Sin embargo, la industria se enfrenta a innumerables retos, como una elevada proporción de trabajadores en el sector informal, la ocupación, salarios bajos, largas jornadas laborales, bajos niveles de cualificación y exposición a riesgos para la salud. Todos estos factores indican importantes déficits de trabajo decente.
Conscientes además de que a medida que crecen las poblaciones y las economías mundiales, también lo hace la generación de residuos y la proporción de residuos que se reciclan. El reciente crecimiento de la industria del reciclaje se ha visto impulsado por una mayor concienciación pública, el aumento de la demanda industrial de materiales reciclados, y una política pública y unos compromisos empresariales sólidos.
En teoría, el reciclaje actúa como un medio de recuperar el valor de lo que de otro modo serían residuos, proporcionando medios de vida a muchos pobres, especialmente en los países en desarrollo con escasas oportunidades de vida y trabajo dignos.
La industria de la gestión de residuos y el reciclaje incluye empresas y organizaciones que recogen, procesan y reciclan materiales como vidrio, plástico, papel, metal y aparatos electrónicos, estableciéndose como una de las primeras industrias ecológicas del mundo, que reduce las emisiones de gases de efecto invernadero, conserva la energía y protege los recursos naturales, al tiempo que crea empleo y apoya las economías locales.
Entre residuos tóxicos y residuos humanos del capitalismo
El empleo en la industria de los residuos y el reciclaje se estima en 6,9 millones, lo que representa el 0,2% del total mundial la ocupación, aunque se trata de una flagrante subestimación debido a las limitaciones de los datos. No obstante, el empleo en la industria ha aumentado sustancialmente entre el período de 2014 a 2023, destaca la autora del estudio.
Por otra parte, un informe de la OIT dado a conocer en el 2019 señalaba que cada año, cerca de 50 millones de toneladas de residuos electrónicos y eléctricos son desechados y, a modo de comparación, destaca el organismo que equivale a un peso superior a todos los aviones comerciales que se han construidos. A su vez, en términos de valor material, equivale a 62.500 millones de dólares, más del PIB de la mayoría de los países.
Destaca además que menos del 20 por ciento de estos residuos se recicla formalmente. En cambio, millones de mujeres y hombres en el mundo trabajan informalmente para recolectar, reparar, readaptar, desarmar, reciclar y desechar los residuos electrónicos. Gran parte de este trabajo es realizado en condiciones nocivas tanto para la salud como para el ambiente.
Miles de toneladas de residuos electrónicos son eliminados por los trabajadores más pobres del mundo en las peores condiciones, lo que pone en peligro su salud y su vida. En la exposición a sustancias químicas tóxicas, agentes biológicos y riesgos físicos derivados de la manipulación de materiales peligrosos y el manejo de maquinaria pesada.
Estos riesgos se agravan en los países mal desarrollados, donde la normativa sobre seguridad y salud en el trabajo (SST) es a menudo más débil o se aplica de forma deficiente (o simplemente no se aplica), lo que hace que los trabajadores sean más vulnerables a las lesiones, los problemas respiratorios y los problemas de salud a largo plazo.
Este marcado contraste entre el papel de la industria en la promoción de una economía verde y las condiciones inseguras que soportan muchos trabajadores pone de relieve la necesidad de reforzar la protección de la SST, especialmente en las regiones donde los marcos normativos son menos sólidos.
El informe insiste en que a medida que la industria sigue expandiéndose, aumenta la necesidad de trabajadores que recojan, clasifiquen y procesen materiales reciclables. Sin embargo, el reciclaje no siempre es la opción más deseable para tratar muchos materiales en comparación con otras prácticas de economía circular como el rechazo, la reducción y la reutilización.
Para garantizar que la industria pueda satisfacer las demandas futuras y la transición hacia una economía circular, existe una necesidad urgente de programas de reciclaje y mejora de las cualificaciones. Hasta la fecha, los avances en este ámbito son, en el mejor de los casos irregulares, deficientes. Sin embargo, estos esfuerzos serían cruciales para mejorar las condiciones laborales, aumentar los salarios y preparar a los trabajadores del sector para los rápidos cambios que se avecinan.
A medida que avanzamos hacia prácticas más sostenibles desde el punto de vista medioambiental, es vital que se dé prioridad al bienestar y el desarrollo de los trabajadores que impulsan esta industria, incluyendo los recicladores.
Trabajo decente, una falsa utopía
Hablamos de la semántica -es decir del significado de las palabras- y recordamos que, al principio de las luchas sociales, en los debates de los movimientos obreros no aparece la noción de decencia sino la de dignidad. En otros casos se habla de “trabajo auténtico”, “trabajo autónomo”, “trabajo autogestionado”, o “trabajo genuino”. Esto muestra de alguna manera que estos conceptos surgen desde la base, desde la fermentación de las luchas populares, de la propia necesidad de los sujetos en lucha, de su propia conciencia de clase y no es un concepto propuesto “desde arriba”, como sería el de «trabajo decente» de la OIT.
En realidad, la noción de trabajo decente de la OIT articulada por Juan Somavia en 1999 como Director general de la organización, expresa la búsqueda de un nuevo modo de imponer un comando sobre el trabajo que genere estabilidad para un nuevo proceso de acumulación del capital a largo plazo, en los preámbulos de la globalización, lo que estaría basado nuevamente en la centralidad del pleno empleo y de la relación salarial. Es cierto que no es poca cosa en los tiempos que corren, pero no es la solución, sino más de lo mismo.
Desde sus orígenes en 1919 nacida en los albores de la primera guerra mundial, en el marco de las negociaciones del Tratado de Versalles, la OIT simboliza el “acuerdo de paz para las clases”.
Cristaliza, a partir de su vocación de universalidad, la necesidad de generar un encuadre de normalidad para el desarrollo de las relaciones laborales con el fin de permitir la acumulación del capital a escala global. Así, el trabajo decente sea expresado por sus voceros a través de nociones como “justicia social”, “equidad”, “igualdad de oportunidades”. De ahí que el Programa de Trabajo Decente haya sido ampliamente aceptado y apoyado mayoritariamente por el movimiento sindical internacional.
Pero en realidad se trata de una falsa utopía, porque la reconciliación es imposible al interior de una sociedad capitalista neoliberal fragmentada por la producción de valor, donde … en el fondo todos seremos residuos reciclados.
*Periodista uruguayo residente en Ginebra exmiembro de la Asociación de Corresponsales de Prensa de Naciones Unidas en Ginebra. Analista Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)