Venezuela: Washington y su estrategia de engatusamiento – Por Álvaro Verzi Rangel
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Washington y su estrategia de engatusamiento
Por Álvaro Verzi Rangel*
La situación que ha emergido luego de las votaciones del 28 de julio sugiere que la estrategia de la administración del anciano Joe Biden para Venezuela, centrada en inducir al gobierno a llevar a cabo un proceso electoral con las cartas marcadas por las 900 sanciones económicas y el bloqueo estadounidenses, ha logrado parcialmente algunos de sus objetivos.
En comparación, y considerando los intereses estadounidenses, la estrategia del gobierno de Biden parece haber superado la política de la administración Trump, quien promovió (sin mayor éxito) un enfoque más agresivo. El actual gobierno realizó un cambio calculado en su política hacia Venezuela y diseñó una nueva estrategia que el diario Washington Post etiquetó como «estrategia de engatusamiento».
Según el diario estadounidense, esta política combina una fuerte presión mediante sanciones y bloqueo económico con una sutil táctica que utiliza incentivos y ofertas atractivas para alcanzar sus objetivos, y reemplazó el estilo altisonante de la era Trump con un esquema más sutil de intervención en los asuntos internos de Venezuela.
Es una mezcla de fuerza y seducción que ha permitido a Washington recuperar parte del terreno en su conflicto con Caracas sin depender exclusivamente de métodos directos de confrontación, señala el analista político Leopoldo Puchi.
Esta estrategia indujo al gobierno venezolano a lanzar un proceso electoral marcado por las sanciones y usar ese proceso para provocar una ruptura significativa, por una derrota electoral o la erosión de su legitimidad a través del bombardeo mediático y la imposición del imaginario de un fraude electoral que jamás existió.
Lo que buscaba la administración Biden con esta estratagema era un derrocamiento pacífico del chavismo, que devolviera a Venezuela (y sobre todo sus enormes riquezas energéticas) a la órbita estadounidense, de la mano de una derecha digitada y financiada desde Washington y sectores de la Unión Europea.
¿Amnistía?
No es la primera vez que Estados Unidos trata de deshacerse de Maduro, sin tener en cuenta que hay un pueblo atrás. Washington negó esta semana haber ofrecido una amnistía a Maduro, para que abandone el Gobierno, después de que la autoridad electoral proclamara su reelección en los comicios del 28 de julio, resultados obviamente cuestionados por la oposición desde antes de los comicios, a la que se sumó parte de la llamada comunidad internacional.
El diario The Wall Street Journal, publicó que la Administración de Joe Biden odreció una amnistía para persuadir a Maduro para que se vaya antes de que termine su mandato en enero. El diario citó tres fuentes anónimas, según las cuales Estados Unidos habría ofrecido indultos a Maduro y a altos cargos del chavismo que enfrentan acusaciones del Departamento de Justicia para persuadirlos a dejar el poder.
«Eso no es cierto. No hemos hecho ninguna oferta de amnistía a Maduro ni a otras personas tras las elecciones», afirmó el portavoz adjunto del Departamento de Estado, Vedant Patel, quien señaló que EEUU «está considerando un amplio abanico de opciones para presionar a Maduro para que regrese a Venezuela el sendero de la democracia» y reivindicó que es hora de que el chavismo y la oposición «inicien conversaciones para una transición pacífica».
Al evaluar las fortalezas y debilidades en el panorama político, los estrategas de Washington llegaron a la conclusión de que la vía electoral era el terreno más favorable para avanzar en sus objetivos. Las sanciones iniciadas durante la administración Trump habían debilitado las bases de apoyo del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y sus aliados, lo que creó una oportunidad estratégica que la Casa Blanca estaba decidida a aprovechar.
El gobierno de Biden enfocó sus esfuerzos en reintegrar a la vía electoral a todos los sectores de oposición que habían apoyado el ‘gobierno interino’ de Juan Guaidó, impuesto por Washington en 2019 con desastrosos resultados.
Aun cuando estos grupos se encontraban en una posición de ilegalidad debido a su participación en la estrategia de derrocamiento, se llevaron a cabo negociaciones que finalmente permitieron a Washington alcanzar su objetivo de reincorporarlos, a cambio de algunas promesas que –como era de esperarse- no fueron cumplidas plenamente.
Para alcanzar sus metas, Washington utilizó una fórmula que incluía alivios parciales de sanciones económicas y el intercambio de prisioneros. Las negociaciones permitieron también a Estados Unidos disminuir la presión migratoria y garantizar el suministro energético mediante una alianza de intereses con sus corporaciones petroleras.
Aunque “la estrategia de engatusamiento” no ha logrado el cambio de gobierno por medio de elecciones que Washington había previsto, resulta evidente que ha logrado ciertos objetivos al crear una crisis de legitimidad que antes no existía. La estrategia utilizada puede evaluarse como un mecanismo fue útil para acercar a EEUU a sus metas geopolíticas en el hemisferio y sumar aliados para sus planes de dominio regional
No se cae de Maduro
El WSJ recordó que en 2020 Estados Unidos ofreció una recompensa de 15 millones de dólares por información que condujera al arresto de Maduro, a quien habían acusado de narcotráfico. Maduro dijo que Estados Unidos está dispuesto a darle «lo que sea» para que deje el poder, y exigió a Washington que deje «tranquila» a Venezuela.
La victoria de Maduro en los comicios del 28 de julio fue proclamada por el Consejo Nacional Electoral (CNE). Mientras tanto, la Administración de Joe Biden considera que el ganador fue el opositor Edmundo González Urrutia, según las actas obtenidas por el bloque opositor mayoritario, que nunca fueron hechas públicas. La oposición ya había declarado “fraude” antes de las elecciones, siguiendo el libreto de Washington.
Cuando Joe Biden ascendió a la presidencia, los servicios de inteligencia habían concluido que en Venezuela no existían militares disponibles para intentar de nuevo un derrocamiento. Además, las organizaciones partidistas internas estaban fragmentadas y existía un clima de desmoralización a causa de la derrota y de los escándalos de corrupción relacionados con el manejo de fondos y activos en el exterior.
Para alcanzar sus metas, Washington utilizó una fórmula que incluía alivios parciales de sanciones económicas y el intercambio de prisioneros. Las negociaciones permitieron también a Estados Unidos disminuir la presión migratoria y garantizar el suministro energético mediante una alianza de intereses entre la Casa Blanca y las corporaciones petroleras.
En su retahíla de «fake news», el 4 de agosto el Washington Post desinformó -tratando de crear un imaginario de triunfo opositor-, que «el candidato de la oposición de Venezuela habría recibido más del doble de votos que el
presidente Nicolás Maduro en las elecciones del país la semana pasada, según un análisis del Washington Post de más de 23.000 actas electorales a nivel de parroquias recopiladas por la oposición, una muestra que representa casi el 80 por ciento de las máquinas de votación en todo el país».
Aunque la estrategia de engatusamiento no ha logrado el cambio de gobierno por medio de elecciones que Washington había previsto, resulta evidente que ha logrado ciertos objetivos al crear una crisis de legitimidad que antes no existía. La estrategia utilizada puede evaluarse como un mecanismo que ha sido útil para acercar a Estados Unidos a sus metas geopolíticas en el hemisferio y sumar aliados para sus planes de dominio regional.
*Sociólogo y analista internacional, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)