Salud mental, internación y trabajo: dificultades para la reinserción laboral de las mujeres
Salud mental, internación y trabajo: dificultades para la reinserción laboral de las mujeres
Entrevista a Marisel Hartfiel, socióloga e investigadora sobre salud mental
Por Damián Ierace, Andrea Romero y Julio Longa
“Uno de los mayores desafíos para la inclusión social de las personas que han atravesado internaciones psiquiátricas prolongadas es el trabajo”, sostiene María Isabel Hartfiel, directora asociada del Hospital Neuropsiquiátrico José Esteves de Temperley, partido de Lomas de Zamora. Docente de la Licenciatura en Relaciones del Trabajo de la UNAJ, su planteo se basa en un estudio que realizó sobre la inclusión laboral de 69 mujeres externadas del hospital Esteves bajo el Programa de Rehabilitación y Externación Asistida (PREA), que se desarrolla desde 1999 en esta institución ubicada en Temperley.
La externación en salud mental se refiere al proceso de transición de un/a paciente desde un hospital psiquiátrico o una clínica de salud mental, hacia la comunidad o su entorno familiar, con el apoyo continuo de profesionales de la salud mental. La investigación, titulada “Significaciones y prácticas en torno al trabajo de mujeres externadas de un hospital neuropsiquiátrico de la provincia de Buenos Aires”, fue publicada en Vertex, Revista Argentina de Psiquiatría, y plantea que “el trabajo es central para la inclusión de personas que tuvieron internaciones psiquiátricas prolongadas”. El estudio se realizó en el 2018 y los datos analizados son desde que se inició el PREA al momento de la investigación (1999-2018).
El trabajo constituye un ámbito vital de socialización y para la inclusión social. Para las personas que han estado mucho tiempo internadas, al momento de la externación, el trabajo no sólo es importante como sostén económico, sino que es fundamental como espacio para las relaciones sociales y de logros personales. El artículo publicado asegura que después de la internación, las actividades laborales que obtienen estas personas son menos calificadas, más informales y menos expuestas al público con relación a los que tenían antes de ingresar a las instituciones neuropsiquiátricas. Y generalmente, son tareas que se sostienen a partir de políticas públicas que implementan programas nacionales o provinciales de acompañamiento, capacitación y reinserción laboral.
Según el estudio, el 74% de las mujeres externadas realizó algún trabajo durante el periodo de 1999 a 2018. Aunque apenas el 33% trabajaba al momento del estudio (2018). De las 51 mujeres que tuvieron algún trabajo desde su externación, un 49% lo hizo bajo un programa nacional o provincial de empleo. Por su parte, un 23% de las mujeres había realizado trabajos autogestionados e informales: ventas por catálogo, cuidados de personas, producción y venta de artesanías. Un 6% había obtenido trabajos en relación de dependencia (todas contratadas por el Hospital Esteves o por empresas que brindan servicios al mismo) en tareas de limpieza, cocina o administrativas. Un 22% había combinado formas de trabajo, por ejemplo, en un primer momento en programas asistidos y luego en relación de dependencia o por cuenta propia, o realizando en forma paralela trabajos por cuenta propia mientras mantenían alguno de los otros formatos.
Un aspecto para destacar es la situación de las profesionales: tres mujeres con estudios universitarios, que desarrollaban sus profesiones antes de la internación, no continuaron con esa tarea hasta el momento de realización de este relevamiento; las seis mujeres que eran docentes de nivel primario/secundario o en institutos de arte, no continuaron con la actividad.
El estudio demuestra las dificultades para la reinserción laboral sin el acompañamiento de los dispositivos mencionados. ¿Considerás que este escenario es muy difícil de modificar?
Son recorridos que recién se están transitando. Hasta hace unos años, cualquier tipo de discapacidad estaba por fuera del mercado laboral. Hay varios países que han hecho experiencias (y algunos muy buenas) de inclusión laboral. Y tienen mejores resultados aquellas propuestas que tienen un equipo que acompaña, que se ofrece a la empresa para resolver cualquier complejidad que se presente. Esas son las mejores experiencias. Por otro lado, en un mercado laboral restrictivo, por qué tomaría una persona con discapacidad si puedo tomar a una “normal”. Aunque habría que pensar en la idea de lo normal porque hay estudios en la Argentina que muestran que 3 de cada 10 personas a lo largo de su vida tienen algún trastorno vinculado a la salud mental. Es decir que la salud mental es cada vez más importante como problemática de salud para las poblaciones. En el estudio nosotros mostramos cómo eso implica perder no sólo el derecho a trabajar, sino a ser considerado como sujeto social. Queda muchísimo por hacer en el campo de la inclusión laboral. Nos falta seguir trabajando, no sólo desde salud, sino desde trabajo, desde desarrollo social, porque estas temáticas son transversales.
Una de las cuestiones que plantean es que de por sí la inclusión laboral de personas con padecimiento mental es compleja. ¿Para las mujeres es más compleja?
Si bien para nosotras la cuestión de género no fue una premisa, lo cualitativo nos permitió ver otras variables que eran importantes. Y sucede lo mismo que en la población en general, en cuanto a los tipos de trabajo a los que pueden acceder las mujeres y los varones. En particular estas mujeres están en desventaja, pero tienen que ver con la cantidad de años por fuera del mercado laboral. Ellas salen a buscar trabajo como lo hacían cuando tenían 20 años. La mayoría no tiene redes sociales que las ayuden, entonces lo que hacen es hacer cartelitos para poner en distintos lugares, por ejemplo.
¿Cuántos años de internación, en promedio, tenían las mujeres analizadas desde el estudio?
El promedio de las mujeres del PREA que fueron estudiadas era de 39 años de edad y 10 años de internación. Eso es muchísimo tiempo en la vida de una persona. De hecho, hay casos de mujeres que ingresaron al hospital con 18 años, previamente no habían trabajado. Otras que habían estado veinte años internadas. Por más que tengan interés laboral, está la dificultad de incluirse en un mercado laboral que tiene otra dinámica.
Este es un estudio cuali-cuantitativo, que por un lado usa una base de datos que ya tenía el programa, donde muestra distintos datos de estas mujeres, y después hacemos un enfoque más cualitativo, donde se analiza la trayectoria laboral de estas mujeres. Por un lado, surge que el promedio de edad de las mujeres es alto. No son muy jóvenes las que salen a la vida en comunidad, han estado muchísimos años internadas dentro del hospital. Tienen dificultades, más allá de la patología, relacionadas con la edad y con la incorporación de saberes que no han tenido por muchísimo tiempo.
¿Esas dificultades se relacionan también con ciertos prejuicios?
No había resistencias en los barrios con estas mujeres en lo más mínimo. Y vimos que habían reconstruido sus vidas como lo hace el resto de la comunidad con el apoyo de los equipos. Pero en este trabajo en particular quisimos dar cuenta de uno de los aspectos importantísimos que hace a la inclusión social de las personas: el trabajo. ¿Qué pasaba con estas mujeres que habían salido del hospital y que hoy estaban interesadas en trabajar o estaban desarrollando un trabajo? ¿Cómo había sido su trayectoria laboral?
Sin embargo, a pesar de todas estas dificultades, muchas de ellas están trabajando o han conseguido trabajos. ¿Cómo funcionan esos dispositivos que ayudan a la inclusión laboral de estas personas?
Hay un interés y una motivación de tener trabajo por parte de estas mujeres. Y el motivador principal que encontrábamos ahí, que es parte de las conclusiones del trabajo, tiene que ver con ser sujeto social, “ser como los demás” dicen ellas, “ser una más de esta sociedad”. El PREA se articula con el Ministerio de Trabajo de la Provincia, de la Nación, con Desarrollo Social, con un montón de organismos a través de los cuales se arman proyectos laborales. Emprendimientos de los cuales ellas son parte, para que las que estén interesadas se capaciten, se formen y tengan la posibilidad de acceder a un trabajo. Programas como el PROMOVER, del Ministerio de Trabajo para la inclusión de personas con discapacidad, son dispositivos de entrenamiento y capacitación laboral que tratan de volver a habilitar a la persona a sentirse capaz de llevar adelante un trabajo. Son tareas asistidas, desde donde la persona va ganando autonomía y seguridad. Realmente, el resultado de esos espacios es excelente como vehículo para la inclusión social. El Centro de Día también tiene un dispositivo donde se evalúan los intereses, la experiencia de cada persona. Es un trabajo que hacen terapistas ocupacionales, se ocupan de analizar a la persona a través de sus necesidades, intereses, posibilidades y después la búsqueda de un espacio donde pueda hacer una experiencia. Lo cierto es que luego resulta difícil superar estas experiencias e ingresar en el mercado laboral competitivo. Es un paso bastante difícil, algunas mujeres lo han dado con trabajos más de tipo independiente: limpiar casas de vecinos, por ejemplo, que está buenísimo porque son cosas que ellas mismas han ido logrando. Lograron generar un vínculo con un vecino que les dé la confianza de que entre en su casa y que pueda hacer tareas de limpieza, esté contento con eso y recomiende a otra vecina para que también pueda trabajar. Todo esto es un proceso difícil porque el contexto del mercado laboral argentino es complejo. Ya es difícil la inserción laboral para cualquier persona, para una persona con discapacidad es peor y para una persona con este tipo de discapacidad o con este tipo de antecedente, es todavía más complejo, se van sumando variables que no ayudan.
¿Qué balance haces de estas experiencias y de la propuesta de salir del hospital como una forma de mejorar la salud mental de estas personas?
Te puedo contestar desde las estadísticas y te puedo hablar también desde mis sentimientos, desde mi propia experiencia como persona. Dentro de los hospitales, de los manicomios, y por distintas circunstancias de la vida, viven personas valiosísimas que alguna vez tuvieron un problema de salud mental. Los problemas de salud mental, las crisis, son algo que se resuelve en un corto tiempo. Sin embargo, hay personas que estarían perdidas para la vida social si no hubiera programas como estos, que trabajan para las relaciones con el afuera. La vivencia que tengo es de personas valiosísimas, que han constituido familias, que tienen amigas, que se van de viaje, que trabajan, que son valoradas por otras personas, que han estudiado, que por algunas circunstancias llegaron a ese lugar y quedaron como congeladas en el tiempo. Mucho más que si estuvieran presas porque los presos tienen un tiempo en el que saben que van a salir. En cambio, en estos hospitales, si no existieran programas que trabajan para pensar la vida en el afuera, estas personas van allí para morir, que es para lo que se constituyeron estos espacios. Hoy estos manicomios se han achicado muchísimo en la provincia de Buenos Aires. La gestión actual está absolutamente involucrada en los derechos humanos y en pensar en las vidas en el afuera de estas personas. Hay un proceso de cierre de las salas manicomiales y de apertura de espacios comunitarios de acompañamiento. En nuestro hospital se redujo casi el 40% de la población internada en larga estadía. Eso no quiere decir que alguien que necesite no se puede internar. Las partes de agudos del hospital siguen estando, igual que antes, y mejor, con equipos más interdisciplinarios, con muchísima demanda. También tenemos que decir que la pandemia ha hecho que la demanda sea enorme y se acreciente muchísimo. Pero esa internación se tiene que resolver en un tiempo corto, para que la persona no pierda de su propio ámbito social y pueda vivir en la comunidad con los apoyos que necesite.