Perú: el discurso final – Por Germán Vargas Farías

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Germán Vargas Farías *

Ojalá sean sus últimas palabras. Digo, como presidenta de la República, cuando este 28 de julio acudió al Congreso para cumplir con el mandato constitucional de dirigir, en forma personal y por escrito, el mensaje anual con la exposición detallada (demasiado extenso de más de 4 horas)* sobre  la situación del país.

Desde el año 2016, las personas que han gobernado el país han ofrecido, en promedio, dos mensajes cada una. Este será el segundo mensaje presidencial de Dina Boluarte, y la señora no ha hecho ningún mérito para permanecer más tiempo en el cargo, de modo que tengamos que escucharla, una vez más, en julio de 2025.

En realidad, ni siquiera se trata de hacer algo especial o extraordinario, si solo quisiera cumplir las atribuciones del artículo 118 de la Constitución Política y, por ejemplo, respetara la Constitución y los tratados, y las sentencias y resoluciones de los órganos jurisdiccionales, podríamos hablar de un gobierno que guarda ciertas formas democráticas. Pero no, este no es el caso.

Dina Boluarte ha optado por sobrevivir en la presidencia entregando el gobierno, como sostiene The Economist, al Congreso. No solo es un gobierno frívolo y mediocre el suyo, sino desalmado y cobarde. Eligió cohabitar con la representación congresal más corrupta y depredadora de nuestra historia, con el único propósito de permanecer en el cargo. Por eso la desaprobación de su gobierno no tiene precedentes, y ha devenido, tanto como su felonía, en histórica.

El 23 % de la gente, según reciente encuesta de CPI, espera que la presidenta explique en su mensaje cómo combatirá la delincuencia y la inseguridad ciudadana, y lo que seguramente escucharemos es cifras impresionantes de operativos “sin precedentes”, que resultan en la “desarticulación” de decenas de bandas criminales, y la captura de centenares, sino miles, de presuntos delincuentes, con despliegues costosos y espectaculares de miles de vehículos y decenas de miles de policías pero que, sin embargo, no han servido para nada.

Pues no solo quisieron tomarnos el pelo con un supuesto “plan Boluarte” que apenas existió en la imaginación de su ex primer ministro Alberto Otárola, sino que parecieran haber tenido la intención de empeorarlo todo colocando a un ministro del Interior, como Juan José Santiváñez, con modales de gánster, y dedicado a insultar y amenazar periodistas, y a perseguir policías como los que conforman, o conformaban, la División de Investigación de Delitos de Alta Complejidad (Diviac).

Con un ministro de Economía que ha cedido el manejo técnico de la economía, un ministro de Relaciones Exteriores extremista que entiende por soberanía callarse ante la arbitrariedad, un ministro de Educación que cree que la violación sexual de niñas y niños es una práctica cultural, y un primer ministro que asegura que todo está bien y, por tanto, no hay necesidad de hacer cambios de ministros, lo que se anuncia es nada.

Razón tienen el 6.8 % de personas encuestadas que dice no esperar nada de la presidenta, como el 12.1% que esperan que sus últimas palabras sean para anunciar su renuncia, o el adelanto de elecciones. Solo eso le daría relevancia al mensaje presidencial, pero no sucederá.

Dina Boluarte se ha aferrado al cargo porque sabe lo que le espera, y lo que a pronunciado el 28 de julio, no es más que un relato ficticio de un gobierno que abdicó su mandato, y que apenas postergará un poco más su final.

* Abogado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Publicado en Diario Página 3

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