Más de 17 millones de peruanos sufren hambre – Por Alejandro Narváez Liceras
Más de 17 millones de peruanos sufren hambre
Alejandro Narváez Liceras *
El tema que nuevamente nos ocupa encoge el alma, estremece el corazón, pero al cual no podemos quedarnos ni indiferentes ni impasibles. Es el elefante en la habitación del que no quieren hablar o se habla apenas. Paradójicamente, en el
mundo se producen cada vez más alimentos, sin embargo, millones de seres humanos se van a la cama con el estómago vacío. El gran escándalo del hambre, en palabras de Juan Pablo II, impide vivir dignamente a millones de hombres y mujeres que se levantan cada mañana sin saber si van a comer ese día.
Más concretamente, el último informe de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación de julio 2024 (FAO, por sus siglas en inglés), revela que aproximadamente el 9% de la población mundial (733 millones de seres humanos) pasaron hambre en 2023. Obviamente, la situación no es la misma en todo el mundo. África tiene el mayor porcentaje de población que se enfrenta al hambre, con un 20.4%. En Asia es del 8.1%, en Oceanía del 7.3% y en América.
Pero, ¿qué es el hambre?
Hambre es una palabra que significa muchas cosas al mismo tiempo y ninguna buena. Es también las ganas de comer cada cierta hora. En opinión de la FAO, el hambre “es cuando una persona no consume las calorías necesarias para sus
necesidades fisiológicas, su actividad física y mental”. Una persona está en situación de hambre cuando no come lo suficiente para una vida plena y digna.
Según la Real Academia Española (RAE), “Hambre es la escasez de alimentos básicos, que causa carestía y miseria generalizada”. Si se relaciona con el concepto de seguridad alimentaria, el hambre entendida así es más visible, más
urgente. Afecta biológica y psicológicamente a la persona y a su descendencia. Desafortunadamente, este flagelo condena a millones de personas a vivir vidas peores, a depender de otros, a enfermarse, y finalmente morir por hambre.
La gran paradoja, es que el hambre no es sólo un problema de escasez de alimentos en el mundo, si es que alguna vez pudo haber sido. La FAO estima que a nivel mundial 1300 millones de toneladas de alimentos acaban directamente en la basura cada año, lo cual representa un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano (véase el Índice de desperdicio
de alimentos 2024). En dinero esto representa aproximadamente 700 mil millones de dólares en los países desarrollados y 320 mil millones en los países en desarrollo. En América Latina se desperdicia el 34 % de alimentos disponibles, lo que equivale a 130 millones de toneladas por año. Con el agravante, cuando la comida se tira a la basura, el proceso de gestión de estos residuos tiene un impacto negativo en el medio ambiente. Se estima que esta gestión es responsable del 8 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
Secuelas del hambre
Está demostrado que el hambre produce una serie de secuelas, muchas de ellas irreparables. La desnutrición durante los dos primeros años de vida lastra el desarrollo físico y cognitivo del niño, hipotecando su futuro y, por extensión, el de su comunidad y su país. Disminuye su capacidad física y produce un grave déficit en su aprendizaje. Los que sufren desnutrición tienen su desarrollo truncado.
El hambre no permite concentrarse, dificulta la retención de conocimientos, debilita la memoria. Y esa dificultad para estudiar lastrará su futuro, recortando su capacidad para ganarse la vida. Es el círculo perverso de la exclusión social, la pobreza y el hambre, que no solo encadenan a quienes la sufren, sino también a las siguientes generaciones. Como bien dice el escritor argentino Martin Caparrós (2015) “el hambre es inhumano porque le quita al hombre lo que es más suyo. Lo que le hace realmente humano. El hambre deshumaniza al hombre cuando, además de su salud, su crecimiento o su potencial desarrollo,
le arrebata sus sueños”.
Las peores cifras del hambre en el Perú
El hambre en el Perú está en su punto más alto, como jamás se había visto antes. Es el país que encabeza el ranking de inseguridad alimentarita de América del Sur. El informe anual de la FAO 2024, revela que el 51.7% de la población, es decir, 17,6 millones peruanos se encuentran en situación de inseguridad alimentaria moderada o grave (2022:16,600 millones). Una persona está en situación de inseguridad alimentarita moderada cuando no tiene dinero para llevar una dieta saludable, no sabe si va a comer durante el día o se queda sin comer ocasionalmente. En cambio, la inseguridad alimentaria grave o
crónica, se refiere cuando una persona no consume sus alimentos durante el día o más tiempo. Estas cifras son particularmente dramáticas en las áreas rurales que alcanza al 64.1% de peruanos y en las zonas urbanas llega al 46.8%.
Se estima que el 20% de la población peruana (alrededor de 6 millones) están crónicamente desnutridos, es decir, en situación de inseguridad alimentara grave. Es una situación que tiene consecuencias graves en términos de desnutrición y anemia, especialmente entre los grupos más vulnerables (niños y adultos mayores). Si comparamos estos datos con las cifras de pobreza y pobreza extrema, vemos que hay una correlación. La pobreza monetaria aumento de 27.5% en 2022 a 29% en 2023.
Por último, uno de los indicadores de la seguridad alimentaria más alarmantes es el aumento de la anemia en los niños. Según las últimas cifras de la Encuesta Demográfica de Salud Familiar (ENDES), en el Perú aumentó su porcentaje en
el 2023 a 43.1%, lo que significa que 4 de cada 10 niños y niñas menores de 3 años padecen esta terrible enfermedad.
Las causantes del hambre
Quizás podríamos encontrarlas respuestas en dos frentes. En el frente interno: las elevadas tasas de pobreza monetaria y la creciente y extrema desigualdad de ingresos. El análisis de Latinometrics, basado en el informe sobre desigualdad global 2022 del World Inequality Lab, nos advertía que el Perú era el cuarto país con más desigualdad en el mundo. También están otros factores no menos importantes que causan el hambre. Por citar algunos: el cambio climático, la recesión económica, la permanente crisis política y social, lacorrupción que su strae millones de soles anuales del presupuesto público, etc. No obstante, la ausencia de un Gobierno con sentido de país y de un Estado capaz de garantizar los mínimos derechos a sus ciudadanos es la causa fundamental de las abultadas cifras de hambre que exhibe el Perú. Las causas en el frente externo: el control de los alimentos básicos que está en manos de monopolios y de pocos países. La seguridad alimentaria mundial no
está diversificada. Y lo peor de todo esto es que no se trata de un problema nuevo. Ya lo era en 2008 (en la última crisis financiera global). Y lo sigue siendo ahora. Menos de 10 países controlan cerca del 86% de las exportaciones de trigo,
el 85% del maíz, el 78% del arroz y cerca del 87% de la soja. También es preocupante la distribución de las reservas de estos alimentos. Solo cinco países tienen las tres cuartas partes de todas ellas. China y Estados Unidos concentran el 82% de las reservas de maíz en el mundo. Las sanciones impuestas a países productores de alimentos y fertilizantes, también son causantes de la crisis alimentarita.
Consideraciones finales
Estamos ante una crisis alimentaria en toda regla. Las cifras pueden seguir aumentado. Las condiciones están dadas: un país sin norte económico, crisis política permanente, corrupción generalizada, crisis de confianza, falta de políticas de Estado dirigidas a combatir realmente las causas del hambre. Los problemas estructurales (desempleo, pobreza, desigualdad, hambre, etc.) en el Perú son consecuencias de decisiones de política económica y política social equivocadas tomadas por quienes gobiernan el país desde tiempos atrás. En otras palabras, es el efecto de un modelo económico de más mercado y menos Estado, del dejar hacer y dejar pasar (Laissez faire), que sigue vigente a pesar de su evidente fracaso.
El hambre en el Perú es un problema de primera magnitud. Mitigar al menos en parte, pasa por poner en marcha medidas sencillas pero efectivas, como por ejemplo: a) Proteger a las familias en situación de pobreza y pobreza extrema y apoyar a la agricultura familiar, b) Tomar medidas audaces de mitigación y adaptación al cambio climático, c) Adoptar medidas que aseguren el buen funcionamiento de los mercados de alimentos de productos básicos y sus derivados, d) Promover la educación alimentaria y nutricional en todos los niveles educativos, e) Invertir en infraestructura rural, en la investigación, el
desarrollo y la innovación agrícola, y f) Perfeccionar el marco jurídico que fije políticas y estrategias que garanticen el derecho a la alimentación, la seguridad alimentaria y nutricional de todos, etc.
Todos exigimos paz y seguridad en el país. Pero, ¿cómo puede haber paz y seguridad en una nación donde más de la mitad de sus habitantes pasan hambre? Creo que no entendemos lo que realmente nos ocurre.
* Doctor en Ciencias Económicas y profesor principal de Economía Financiera en UNMSM y director del Instituto Internacional de Economía y Empresa