Neofascismos en la región: el territorio virtual como ámbito de construcción de poder – Por Paula Giménez y Matías Caciabue

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Neofascismos en la región: el territorio virtual como ámbito de construcción de poder

Por Paula Giménez y Matías Caciabue*

En los últimos años, hemos sido testigos de una preocupante alianza entre proyectos políticos autoritarios y lo que podemos denominar como una nueva  aristocracia financiera y tecnológica. Esta colaboración se circunscribe en una redefinición de las dinámicas de poder mundial, que profundiza una lógica de violencia simbólica y cognitiva, amenazando, incluso, a la soberanía de nuestras democracias.

La situación en países como Brasil, Venezuela, El Salvador y Argentina ofrecen ejemplos claros de esta tendencia. Los neofascismos se configuran en la región desde una enorme capacidad de interpelar a grandes fragmentos sociales desencantados, imponiéndose como paladines de una “verdad única”, a costa de la violencia, el hambre y el desazón de los pueblos de América Latina y el Caribe.

En tiempos de capitalismo financiarizado y digitalizado, el poder no sólo se vehiculiza en los poderes estatales (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), que ya desde hace tiempo perdieron el monopolio del poder político y coercitivo, y en las tradicionales “trincheras” de la sociedad civil (sindicatos, cámaras empresarias, medios de comunicación, iglesias, etc), todas subsumidas a una nueva dinámica tecnológica de organización de la vida.

Las violencias económica y política se recrudecen y los líderes regionales embanderados bajo las consignas de la libertad y la seguridad social destilan odio, agresión y maltrato sin escatimar acciones ni palabras, habilitando a sectores de la sociedad que acompañan estas propuestas a que también lo hagan en las calles.

Las similitudes del neofascismo en la región

En Argentina, a 41 años de la dictadura más sangrienta que tuvo el país con más de 30.000 personas detenidas desaparecidas y luego de años de políticas de restitución de derechos y puesta en valor de los derechos humanos como política pública, pareciera que retrocedemos. Hace apenas unas semanas, se conoció que diputadas y diputados del bloque de La Libertad Avanza visitaron a genocidas presos en el penal de Ezeiza por los delitos de lesa humanidad ocurridos en la última dictadura argentina.

En la foto que circula en los medios se puede ver sonrientes a represores como Astiz, Guglielminetti, Martínez Ruiz, Dónde y otros, todos ellos autores intelectuales y materiales de la desaparición y muerte de miles de personas, así como del robo de bebés nacidos en cautiverio, entre otros delitos, cometidos por el gobierno de facto cívico-militar (1976-1983). El encuentro tuvo como tema central el debate sobre la presentación parlamentaria de un proyecto de prisión domiciliaria para los genocidas, que entró en la agenda del gobierno.

En la Argentina de Javier Milei no todos los medios hablan de la visita de los diputados libertarios a los genocidas pero sí hablan de bajar la edad de imputabilidad desde el relato de la seguridad en la región que tantos gobiernos han sabido y saben construir.

En Argentina según el último informe emitido por la Universidad Católica Argentina (UCA) la pobreza alcanzó al 54,9% de las personas en el primer trimestre de 2024, y en los menores de edad (0 a 17 años), alcanzó en el primer trimestre al 70% (una suba intertrimestral de 7,3 puntos), y la indigencia al 30,8% (una suba intertrimestral de 6,5 puntos). En la Argentina de Javier Milei se discute el punitivismo sin alarmarse por los contextos en los habitan las y los jóvenes que pretende incorporar a sus filas el sistema penitenciario.

El Brasil de Bolsonaro se caracterizó por la privatización de industrias nacionales, la presencia de grandes empresarios, la iglesia evangélica y las cúpulas militares en los órganos de gobierno, profundizando la desigualdad económica en el país y fomentado un clima de violencia política. En el gigante del sur se han vivido ataques y asesinatos de militantes del Partido de los Trabajadores durante la última campaña electoral, en un contexto social donde está habiendo un significativo aumento en la compra y posesión de armas.

Ferviente partidario de la flexibilización en el acceso a armamento, el ex presidente  Bolsonaro promovió políticas que hicieron más fácil para los ciudadanos adquirir y portar armas. Entre sus iniciativas más relevantes, se destacan los decretos que redujeron las restricciones para la compra de armas y municiones, además del permiso para que los ciudadanos brasileños posean un mayor número de armas.

Bolsonaro, un fascista confeso, configuró las políticas de seguridad a su imagen y semejanza, lo que en parte generó condiciones para que el 8 de enero de 2022 sus seguidores intentaran asaltar el Palacio de Planalto, en búsqueda de deslegitimar la victoria electoral de Luiz Inácio Lula da Silva.

De esta forma acontecieron, sin éxito, grandes paralelismos con el asalto al Capitolio de Estados Unidos en enero de 2021. Dos semanas después del intento de usurpación y destrozos a la casa de gobierno brasileña y demostrando los vínculos de las fuerzas armadas con este hecho se conoció que el jefe del Ejército, General Júlio César de Arruda, había sido cómplice del intento de desestabilización bolsonarista.

Durante sus cuatro años de gobierno Jair Bolsonaro no sólo se dedicó a la política nacional ultraliberal y represiva, sino también a fortalecer las relaciones con actores latinoamericanos e internacionales de su mismo proyecto político.

Entre julio y agosto de 2019, Elon Musk y Jair Bolsonaro comenzaron sus vínculos a partir de una visita de Musk a Brasil. En abril de este año, 2024, el ex presidente elogió al milmillonario en una manifestación en Río de Janeiro, destacando su defensa de la libertad de expresión. Bolsonaro se alineaba públicamente, con esta declaración, con Musk luego de que el dueño de X entrara en conflicto con el ministro del Supremo Tribunal Federal de Brasil Alexandre de Moraes.

Moraes, encargado de llevar adelante la investigación por el intento de golpe de Estado, ordenó el bloqueo de varias cuentas en la plataforma X. En respuesta, Musk criticó estas acciones, clasificándolas de censura y prometiendo desobedecer las órdenes judiciales, lo que llevó al juez a imponer multas a la plataforma y a iniciar una investigación contra Musk por conspiración y obstrucción de la justicia.

La vinculación de los neofascismos con la aristocracia financiera y tecnológica no es nueva. Bolsonaro se reunía durante su gobierno con Elon Musk, mientras el presidente argentino Javier Milei realiza visitas mensuales a Estados Unidos con una nutrida agenda de acuerdos con empresarios tecnológicos, tanto con Musk como con Mark Zuckerberg.

Nayib Nukele en El Salvador ya acordó un plan  para convertir al país en un centro tecnológico regional bajo el eje de la modernización del país con la empresa Google (empresa de Alphabet) trasladando toda la información pública del país a manos de esta empresa.

Mandatarios neofascistas que en el marco del alineamiento con Estados Unidos e Israel, comparten sus políticas de seguridad, o mejor dicho, de militarización de la sociedad civil y su política.

En el país centroamericano, en dos años de gobierno se detuvo y encarceló a 78.175 personas llegando a llevar a prisión al 2.46 % de su población adulta. Al igual que Javier Milei, Bukele ganó en 2019 la elección presidencial en El Salvador después de presentarse como un “outsider” y anti “casta”, candidato del partido de extrema derecha Gran Alianza Nacional. Dos años más tarde  ganó la mayoría absoluta parlamentaria y en mayo del 2021 avanzó en la destitución de los miembros del Tribunal Constitucional de la Corte Suprema para habilitarse la posibilidad de reelección.

Venezuela: un golpe en marcha en la mira de Elon Musk

Elon Musk opera como un actor central y protagónico de la estrategia de la ultraderecha venezolana durante el reciente proceso electoral.

La oposición activó su protocolo de acción no sólo insuflando focos de violencia, denominados por Corina Machado como “Comanditos”, sino también con una artillería de desinformación y noticias falsas disparadas en las redes sociales con el apoyo explícito de Elon Musk.

En contrapunto, Nicolás Maduro sentenció que se trata de un plan ciberfascista criminal, financiado y comandado desde el exterior, en alianza con la oposición radical venezolana que, pese a su cacareo, no logra mostrar pruebas incuestionables de un supuesto fraude perpetrado por el Consejo Nacional Electoral (CNE), algo que las Cancillerías de México, Brasil y Colombia han explicitado en su reciente comunicado.

Musk, desde su cuenta personal, en línea con la oposición radical venezolana, desconoció la autoridad del CNE, promulgó la victoria de Gonzales Urrutia, difundió la página web de conteo paralelo, azuzó la violencia contra Maduro, llamó a las fuerzas armadas bolivarianas a sublevarse, y hasta compartió un pedido de captura de la OEA contra Maduro y el ofrecimiento de una recompensa millonaria por información que sirviera para apresarlo.

Desde uno de sus perfiles “secundarios” se encarga de difundir miles de mensajes anónimos y/o falsos, denunciando los “delitos del régimen” chavista, sosteniendo el terror mediático de una campaña de desprestigio global cargada de violencia y escasa de pruebas de aquello que se lo acusa al gobierno venezolano.

El territorio virtual se ha convertido en el nuevo campo de batalla frontal. Los gobiernos autoritarios han comprendido que controlar la narrativa en internet es clave para consolidar su poder. Plataformas como WhatsApp, Twitter, Tik Tok y Facebook son utilizadas para la manipulación masiva de la opinión pública.

Llamó la atención que el presidente Nicolás Maduro públicamente se retirara de WhatsApp como forma de identificar y denunciar su poder y su injerencia, al conocerse que esa plataforma liberó el número telefónico de miles de militantes chavistas. La acción chavista, indica además un intento por problematizar la necesidad de un control soberano sobre la comunicación digital y la resistencia contra la dominación extranjera. Por supuesto, Maduro fue ridiculizado por la medida, particularmente por los sectores progresistas que aún no comprenden las transformaciones civilizatorias que transita el mundo actual.

La guerra cognitiva, la ciberguerra y la utilización de los nuevos medios de elaboración de sentido común que son las redes sociales, se han puesto al servicio de los llamados golpes blandos o institucionales. El capitalismo digital pone en cuestión la caracterización de la lucha política y las disputas de poder tal como las conocíamos antaño. La manipulación de las mentes como blanco de guerra, ha pasado a ser un elemento decisivo que se complementa con golpes tradicionales en los que  participan las fuerzas armadas o fuerzas irregulares, sumando la manipulación de mecanismos judiciales, constitucionales y electorales.

La identificación por parte del Presidente de Nicolás Maduro de Elon Musk, Jeff Bezos y Mark Zuckerberg como “archienemigos” de la revolución bolivariana, da cuenta de la emergencia de una nueva personificación social dentro de la disputa global, que pugna por el control social, político y territorial en pos de la apropiación de las riquezas de la tierra y el empobrecimiento de la región, para garantizar el avance hacia una nueva fase capitalista.

Ejemplo de ello es que en esta oportunidad las conocidas guarimbas comandadas por la oposición venezolana han incorporado las redes sociales como herramienta de organización, a través de grupos como Anonymous Venezuela donde lanzan las coordenadas para que los manifestantes generen hechos de violencia en la ciudad.

Nada es casual. No solo las derechas y ultraderechas alternativas conocen a pie juntillas cómo sacar el mayor redito politico del paquete tecnológico comunicacional y su lógica de radicalización emocional de las respuestas, sino que además, en el caso venezolano, el país posee una enorme reserva de coltán, el denominado “oro azul”, demandado por las industrias tecnológicas para la fabricación de chips, baterías, teléfonos inteligentes, computadoras y demás dispositivos electrónicos.

Es también la sexta reserva de gas natural mundial, la décima en diamantes, la mayor reserva de oro en todo el continente americano, además de tener grandes reservas de biodiversidad, así como de hierro y otros cuarenta recursos minerales. La posesión de los recursos naturales por parte de Venezuela, da indicios de porqué los grandes actores del tablero internacional se alinean y operan en el proceso electoral, una vez más.

Vale recordar que desde la comunicación del primer boletín oficial de resultados, el presidente del Consejo Nacional Electoral,  informó que la demora en la transmisión de resultados fue producto del grave ataque cibernético coordinado y multifacético que no solo comprometió la infraestructura digital del CNE. Como una operación de guerra híbrida,  se combinó con acciones físicas de sabotaje, creando un escenario complejo de crisis que sin embargo, no afectó el conteo de los votos, sino su rápida disponibilidad pública. Para 02 de agosto, la autoridad electoral nacional ratificó la victoria del Gran Polo Patriótico, ya con el 96,87 por ciento de trasmisión de resultados por mesa.

La estrategia contra el proyecto bolivariano fue y es digitada desde los centros de poder económico de las principales empresas que operan por encima de la institucionalidad mundial, con complicidad de los gobiernos, principalmente de Estados Unidos e Israel, definido como el “Occidente”.

Todo se articula en los conocidos entramados de la ultraderecha en la región, que incluye empresas, Think Tanks, fundaciones, mandatarios y exmandatarios, ONGs, medios de comunicación, redes sociales y cárteles del narcotráfico.

La cruel arremetida psicológica a través de una campaña comunicacional global en la que primaron las noticias falsas, liderada por Elon Musk, y el protagonismo del bloque regional de gobiernos neofascistas como el de Argentina, Paraguay, Ecuador, Perú, Panamá o Uruguay -acompañados también por Chile, Costa Rica o Guatemala-, dispuestos a oficiar de punta de lanza con Luis Almagro y la OEA,  dan cuenta del funcionamiento de una Internacional Fascista, ya no ocupada por desplegar tanques y ejércitos regulares, sino apuntando directamente a destruir la capacidad humana de discernir críticamente entre lo que acontece en la realidad, y lo que los grandes centros de producción ideológica relatan.

*Giménez es Licenciada en Psicología y Magister en Seguridad y Defensa de la Nación y en Seguridad Internacional y Estudios Estratégicos, Directora de NODAL. Caciabue es Licenciado en Ciencia Política. Ambos son investigadores del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE). 

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