El cubano Mijaín López obtuvo la quinta medalla de oro consecutiva en los Juegos Olímpicos 2024
La noche dorada de Mijaín: la quinta medalla y una hazaña para todos los tiempos
Dicen que la algarabía estalló con el último segundo. No hubo lugar en Cuba en que no se celebrara “a lo grande” la victoria del pinareño y que en Herradura, su tierra natal, el clavo de la medalla relució como el oro, en espera de la última presea de un hombre que ha hecho historia en el olimpo.
A 7,846 kilómetros de distancia, las arenas del Campo de Marte vivieron un hecho insólito: el hijo de Bartolo obtenía su quinta presea dorada consecutiva en la misma prueba, al vencer 6-0 a su compañero y amigo, Yasmani Acosta por Chile en los 130 kilogramos.
Mijaín con su maillot rojo fue Cuba esta noche y él lo sabe. Se sembró como un roble en el centro del colchón, ahí donde mismo se coloca la insignia parisina y desde ahí vertió su fuerza y su estirpe en piernas y brazos, en rostro y piel.
Toda la tensión estuvo en el centro del recinto. La gente no cabía en el asiento y se balanceaban ansiosas como queriendo estar más cerca. En francés, español, inglés; no importaba el idioma para vitorear al héroe.
Casi enseguida empezaron los homenajes. No solamente los asistentes a la sala del Campo de Marte sabían que estaban delante de un hito nunca visto en citas estivales, sino también otros muchos desde decenas de lugares de París, de Francia y del mundo.
Apenas a la salida del colchón lo encontró Thomas Bach, el Presidente del Comité Olímpico Internacional, que llegó hasta él para reconocer tanto sacrificio y talento. Luego pudo avanzar despacio, en medio de la vorágine que genera su presencia. Cientos de periodistas, atletas, entrenadores, voluntarios, todos querían tener cerca al campeón.
Y desde Cuba llegó la llamada para transmitir el mensaje de todo un país que hoy se detuvo solo para verlo. “Es el suceso deportivo más importante de los Juegos. Eres un cubano y un revolucionario ejemplar”, le dijo Díaz-Canel mientras el gigante seguía rodeado de tanta admiración.
Muchos dudaron de su hazaña. Los argumentos para no ubicar a Mijaín como principal candidato de su división en la Ciudad de la Luz fueron diversos: la edad, los años sin contender en el alto nivel y la juventud, buenas condiciones y resultados de sus contrarios, en especial del iraní Amin Mohammadzaman Mirzazadeh.
Sin embargo, poco a poco despejó las dudas e impuso su clase: 4-1 en semifinal, 3-1 en cuartos y 7-0 en octavos.
El público, muy informado, no se equivocó y aclamó al campeón en su último baile, que lo coloca definitivamente en los libros de historia del olimpismo.
El cubano ya no aparentaba su edad cuando llegó a la zona mixta, hilarante como un niño y con una sonrisa más alta que un salto de Duplantis.
“El triunfo se lo dedico a todos los seres humanos que han contribuido con mis triunfos y a que Mijaín se mantuviera durante tantos años, a todos esos jóvenes que me inspiraron. Me siento contento, feliz de ser cubano y haber portado tantas veces la bandera de Cuba y entregado esa medalla a la delegación”, comentaba minutos más tarde.
Mijaín, de 41 años, dice sentirse amado por la gente de Herradura y orgulloso de haber marcado un “puntito a 140 km al oeste de La Habana, en la historia del universo”, con sus cinco títulos olímpicos.
Al deporte llegó de la mano de sus hermanos Misael y Michel, que practicaron remo y boxeo e intentaron animarlo a subir al ring, pero “él nunca fue de dar golpes” sino “de dar apretones y tirar al suelo”.
A los 13 años su carrera estuvo a punto de malograrse, cuando su padre, Bartolo López, fallecido en 2023, le ordenó dejar el deporte por una doble fractura de tibia y peroné durante una competición.
“Mijaín lloró y pataleó” y “Bartolo finalmente aceptó”, comentó su mamá recientemente a la prensa.
Tras recuperarse, participó en unos juegos escolares en Colombia, ganando dos medallas de oro y dos de plata. A los 17 años integró la selección cubana y comenzó a tejer su leyenda.
“Atenas fue el inicio. Detrás de una derrota vienen muchas cosas buenas y he ido a cinco Juegos Olímpicos, ganando cinco”, comentó.
En Tokio, Mijaín entró al selecto club de cinco campeones en cuatro citas olímpicas consecutivas en la misma disciplina deportiva, pero buscó sellar su carrera de más de tres décadas con la inédita proeza de sumar una quinta corona olímpica a su ya brillante palmarés.
En la historia, solo cinco leyendas del deporte han conseguido oro en cuatro citas bajo los cinco aros consecutivas: los estadounidenses Michael Phelps (natación), Carl Lewis (salto de longitud), Alfred Oerter (lanzamiento de disco) y el danés Paul Elvstrom (vela).
El orgullo de Mijaín López Núñez de representar a Cuba, y quizás de incluir a la Isla en una de las leyendas más grandes del Olimpo, no hace más que multiplicarse por diez: “Me siento honrado de hacer esto por mi país y de ofrecerle todas sus victorias”, declara con una sonrisa.
“A quien fuera mi entrenador, Pedro Val, tengo que dedicarle unas palabras”, comentaba como quien habla de un padre agradecido. “Son los que me han guiado y el que me hizo ser reconocido a nivel mundial”.
¡Y Trujillo va a extrañar mis estrallones!, decía mientras alzaba los brazos y lo buscaba entre la gente.
«Hoy puede ser un gran día», entonaba un colega en la Ciudad Luz, evocando a Juan Manuel Serrat, mientras en Cuba aun no apuntaba el Sol en el horizonte. ¡Y así ocurrió!
“Fue una final bonita, donde se enfrentaron dos cubanos por primera vez en la lucha y contento de que Yasmani haya sido mi contrincante”.
Un minuto más tarde de la victoria, Mijaín se despidió. Rodilla en tierra y en medio del colchón sembró lo que calificó sus zapatillas campeonas. “Sentí un vacío. Entregué las armas, mis zapatillas de victorias. Pero se quedaron donde debían quedarse, sobre el colchón”.
Este seis de agosto, en la Arena Champ de Mars y bajo la atenta mirada de la estatua del mariscal Joffre, se hizo realidad una leyenda. Las cortinas de una brillante carrera deportiva caerán dos décadas después de aquel amargo debut olímpico en Atenas, donde se fue sin medallas. Esa historia inicial quedó casi olvidada, pues los capítulos posteriores han sabido a gloria.
Hoy París no fue el mismo, ni tampoco lo fue el mundo. El más grande deportista cubano de todos los tiempos dice adiós.