Bolivia: 44 años después, ¿Marcelo vive?

666

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Diego Portal *

“¡Jamás vamos a rehuir el peligro, porque mucho más temible que ese enemigo que está buscando la manera de anularnos, aun físicamente, es una consciencia culpable!”. Esa es una de las frases que antes del fatídico 17 de julio de 1980 señalaba el futuro del líder socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz, futuro asumido con entereza y con la certeza de que el camino del movimiento popular hacia la revolución y el socialismo aún tenía mucho por andar.

Quiroga Santa Cruz se había convertido en una piedra en el zapato de los intereses imperiales yanquis en

 Bolivia, de la oligarquía y de sus lacayos criollos, especialmente aquellos uniformados serviles a los mandatos de la Embajada gringa, porque llamaba las cosas por su nombre, porque no se guardaba nada para negociar políticamente, porque enfrentaba frontalmente y sin vueltas en la defensa de los recursos naturales y la soberanía nacional a quienes seguían creyendo que la patria no era más que su hacienda o su feudo, a aquellos que propiciaban su saqueo y su entrega a la voracidad extranjera.

“No soy socialista por mi condición de clase, sino a pesar de mi condición de clase”, esa afirmación ilustraba con claridad la forma en que el líder socialista se integró a las luchas del pueblo, sin reclamar lugares preferentes, ni por su origen, ni por su condición de intelectual reconocido nacional e internacionalmente. Fue un luchador de a pie, llevando su mensaje y su propuesta a las calles, a las minas, a las fábricas, a las universidades, allí donde podía ser escuchado.

También usó como palestra el Parlamento, primero durante el gobierno de René Barrientos, a quien le inició un juicio de responsabilidades en 1968, encontrándose este militar en ejercicio de la primera magistratura, por daño económico al Estado y por violación de los Derechos Humanos. Esta acción le llevó a perder su fuero parlamentario, a la cárcel y al destierro. Pero eso no frenó en absoluto la convicción revolucionaria de Quiroga Santa Cruz, quien tras la dictadura y el exilio volvió a ser diputado, esta vez ya bajo su propia sigla partidaria, e inicio el histórico juicio a la dictadura banzerista.

La lectura del pliego acusatorio en el Parlamento, que le llevó varias jornadas, fue más que eso hasta convertirse en un verdadero manifiesto del pueblo en el camino de la revolución popular y el socialismo. Esta vez sus enemigos no se contentarían con alejarlo de su curul, ni siquiera con apresarlo o desterrarlo, para ellos el pliego acusatorio contra el dictador Banzer y sus secuaces constituía su sentencia de muerte. García Meza, meses antes de la toma violenta del poder, lo amenazó públicamente y le advirtió que los militares y él personalmente sabrían ponerlo en su lugar. Al poco tiempo esas amenazas se convirtieron en una dura realidad.

El legado de MQSC

Lo más importante de Marcelo, que debiera estar presente hoy y en el futuro, en las nuevas generaciones de bolivianas y de bolivianos, no es solamente su propuesta política de transformación del Estado, de la construcción de una sociedad socialista, sino fundamentalmente su integridad, su consecuencia, su entrega a sus ideales y su lucha hasta el final por las y los bolivianos. Lamentablemente no siempre sucede así. Se ha utilizado de forma por demás arbitraria el nombre y la figura de Marcelo Quiroga y no se ha transmitido adecuadamente ni el mensaje ni el legado del líder socialista.

El ejemplo más claro de eso es lo ocurrido con su partido. Marcelo Quiroga fundó el 1 de mayo de 1971, en un acto sencillo pero significativo en la esquina de las calles Comercio y Pichincha de la ciudad de La Paz (frente a la Pérez Velasco), junto a un grupo de dirigentes obreros e intelectuales, el Partido Socialista. Tras la cruenta dictadura, muchos de quienes eran parte del proyecto partidario habían tomado otros rumbos, lo que llevó a Marcelo en 1977 a crear el Partido Socialista 1, con el cual encararía tres elecciones muy particulares, en las que mostró un crecimiento inusual en la política boliviana, de alrededor de 10 mil votos en 1978 a más de 100 mil votos en los comicios de 1980, resultado que le otorgaba una importante brigada parlamentaria, con un senador por el Departamento de Oruro incluido, colocando a su partido con mucha mayor fuerza que cualquier partido marxista nunca antes en la historia del país. Las perspectivas abiertas para los socialistas parecían prometedoras.

El Partido Socialista Uno (PS1) había logrado una inesperada aceptación en la ciudadanía, particularmente en los sectores juveniles de las ciudades, del campo y de las minas. Esta aceptación se vio reflejada en el ascenso electoral registrado en menos de dos años. El partido de cuadros que había diseñado el líder socialista empezaba así a tomar forma.

Su desaparición dejó trunco el proyecto. Sus seguidores, cuando menos la mayoría de ellos, no estuvieron a la altura de su legado y lo despilfarraron, se farrearon lo avanzado en la construcción del partido. Con el tiempo este proyecto estaba enterrado en los hechos, aun cuando varios quisieron, por diversas razones, mantener viva la sigla. El primer congreso del partido tras la desaparición de Quiroga se realizó en 1984, en el gobierno de la Unidad Democrática y Popular (UDP), coalición que fue observada permanentemente por Marcelo antes de 1980. En este evento confluyeron cuando menos tres corrientes lideradas por Roger Cortez, Ramiro Velasco y Carlos Borth, los dos primeros pretendiendo el entrismo al seno de la UDP como opción de supervivencia partidaria; en tanto el tercero, junto a dirigentes obreros, postulaba una mayor radicalización.

Allí no solo se dividió el partido dando paso al surgimiento del PS1-MQ con Borth, Justo Pérez y José María Palacios, dejando con la sigla original a Roger Cortez. Velasco retomó su origen en el MPLN. Ese congreso fue el entierro del proyecto partidario de Marcelo Quiroga Santa Cruz. Los tres caminaron más rápido de lo previsto hacia la derecha, traicionando abiertamente la herencia de Quiroga, pese a que pretendieron usar la sigla partidaria para acomodarse dentro de otras organizaciones y proyectos políticos que nada tenían que ver con Marcelo Quiroga y el PS1. Borth devino en vocero de la derecha más recalcitrante, luego de haber transitado por el MIR de Paz Zamora y la ADN de Banzer, logrando seguramente sus propósitos personales. Roger Cortez se aproximó al gonismo y allí concluyó su carrera política. Buena parte de la militancia de ese entonces terminó cooptada por el neoliberalismo y unos pocos quedaron pregonando la utopía socialista.

Con la llegada del Movimiento Al Socialismo (MAS) al gobierno en 2006 nuevamente el nombre de Quiroga cobra relieve, aunque solo fuese en homenajes, en discursos rimbombantes y no precisamente en aras de impulsar sus postulados como parte del proceso de transformación histórica que vive el país desde entonces a la fecha.

Marcelo Quiroga Santa Cruz se identificó siempre como un revolucionario marxista, un socialista y un convencido de que solamente el pueblo movilizado podría lograr una verdadera transformación del Estado boliviano, pobre, dependiente y atrasado, como él lo caracterizó. No contemplaba en su horizonte la democracia formal y representativa, de carácter liberal, como un camino en la toma del poder, sino apenas como una transición hacia una fase superior de la revolución; pero tampoco desestimó dar lucha en ese terreno a la oligarquía y a la derecha criolla.

¿Marcelo vive?

Sin duda que el pensamiento y el ejemplo de consecuencia revolucionaria de Marcelo Quiroga Santa Cruz pervivirán en la memoria de las bolivianas y de los bolivianos, más allá de la coyuntura que atraviese el país, puesto que las condiciones que dieron lugar al programa político que planteó han cambiado muy poco.

Si bien es cierto que las políticas de inclusión social han conseguido incorporar a la sociedad a sectores históricamente marginados y convertirlos en sujetos del proceso histórico y de la esfera estatal, no es menos cierto que las condiciones estructurales no han variado radicalmente.

Quien se precie de seguir el pensamiento del líder socialista tendrá que plantear, entre muchas otras cosas, medidas fundamentales para encaminar al país hacia una verdadera revolución socialista: como la nacionalización de la minería mediana, estatización de la banca privada, defensa y preservación de los recursos naturales, industrialización estratégica y otras de corte radical en la economía y la estructura estatal.

Solo así se podría aspirar a un futuro distinto y promisorio para la patria y considerarnos herederos del ideario de Quiroga Santa Cruz.

Ya no se trata de revivir el partido, ni siquiera de utilizar la imagen de Marcelo para convocar a las nuevas generaciones, sino de recuperar los postulados revolucionarios que nos dejó antes de su desaparición.

Habrá que reclamar a quienes aún gritan la frase de “Marcelo Vive” y que tuvieron a su cargo la administración del Estado las últimas dos décadas qué fue lo que realmente hicieron para establecer la verdad de lo que pasó con Marcelo Quiroga Santa Cruz tras el asalto del edificio de la Central Obrera Boliviana (COB) el 17 de julio de 1980. Se dice que fue torturado, que fue asesinado, pero no se tiene ninguna certeza de lo que realmente ocurrió. Si fue asesinado, ¿dónde están sus restos? En tanto no se tenga esa evidencia debiera ser considerado como un desaparecido forzoso de la dictadura; dictadura de la que sus principales actores ya han muerto y en muchos casos se han llevado la verdad de lo sucedido como secreto a la tumba.

44 años después de esta historia, aún hay más dudas que certezas de lo que realmente pasó entonces.

La lucidez, el carisma, el compromiso de Marcelo Quiroga viven y vivirán por siempre en la consciencia del pueblo, mientras haya un niño sin escuela, un hogar sin pan, alguien sin salud; mientras nuestros recursos naturales sigan siendo explotados irracionalmente y continuemos siendo un país pobre y dependiente.

Como dijo Marcelo: “somos pobres por ser dependientes”. Habrá que romper con esa dependencia para poder salir de la pobreza. Entre tanto eso suceda, 44 años después, y con seguridad por muchos años más, Marcelo estará vivo entre todos nosotros.

* Analista de La Época, Bolivia.

La Época

Más notas sobre el tema