Perú: se equivocan – Por Nicolás Lynch

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Nicolás Lynch

En días recientes ha circulado un comunicado titulado “La emergencia de un pacto de unidad”, firmado por destacadas personalidades nacionales, tanto de Lima como de las regiones. Es importante que las personas se manifiestan, en especial si dicen tener preocupaciones sobre la aguda deriva autoritaria de la política en el Perú. Sin embargo, cada manifestación establece una determinada relación entre táctica y estrategia. No valdría la pena el comentario si los firmantes no manifestaran opinión sobre lo que deben hacer los partidos de izquierda que ya lograron inscripción legal, lo que los convierte lógicamente en actores políticos con valor electoral.

Al diagnóstico de lo que sucede sigue una propuesta de puntos de acuerdo, en torno a la defensa del Estado de Derecho, al funcionamiento de la economía del país y la identidad y el bienestar de los colectivos y sectores más vulnerables. Todo esto resumido en la propuesta de un pacto social, que nos llevaría a otro momento de la política nacional.

Loable el esfuerzo, salvo si se quiere construir una perspectiva de izquierda que proponga un cambio para transformar el Perú. En anteriores artículos he señalado que las propuestas de puntos mínimos frente a la situación actual no tendrían como efecto, en caso de ser exitosas, sino “una vuelta a la manzana”, es decir, el regreso al punto de partida de la crisis política que atravesamos, desde con generosidad marzo de 2018, la fecha de la caída de Kuczynski. La pregunta que se cae de madura es: ¿vale la pena regresar a ese punto de partida y peor todavía luego de experiencia vivida?

He caracterizado esta crisis como una crisis orgánica: de gobierno, régimen y estado. Tal crisis, del personal que gobierna, de las instituciones que lo alojan y de la alianza de intereses sociales que le da sustento estatal, tiene varias características. Sobre todo, permite ver en el día a día la corrosión de las estructuras, nuestros problemas más hondos articulados con las dificultades cotidianas, señalando que lo inmediato no puede cambiar si no cambia lo histórico. De allí, que un programa de mínimos no convence a la mayoría de los peruanos, que aspiran a más, tal como lo demostraron las movilizaciones que se dieron entre fines de 2022 y comienzos de 2023.

En ellas, como ya venía produciéndose desde fines del 2020, se levanta la bandera constituyente en la movilización y organización popular como alternativa a la crisis orgánica que atraviesa el Perú. El mismo triunfo de Pedro Castillo, más allá del pésimo gobierno y la postrera huida hacia adelante, expresa que los ciudadanos del Perú desean votar por alguien que represente una alternativa al orden existente, no una repetición, con algunos afeites, de lo mismo.

Además, esta propuesta de mínimos expresa también una concepción de la política, tan cara al liberalismo, como la necesidad de encontrar consensos para que el país pueda salir adelante. ¿Consensos? ¿Es posible encontrar consensos con el saqueo y la sobre explotación del trabajo? No lo creo.

La política es hoy en el Perú, una vez más, hondo conflicto y no se va a resolver negando ese conflicto. De allí la necesidad de levantar una alternativa que muy probablemente polarice con este poder ilegítimo, pero que a la postre nos pueda permitir ponernos en camino a un nuevo orden, a una nueva estabilidad, a la cual no llegaremos si las fuerzas contestatarias se convierten en furgón de cola de los consensos liberales.

Por lo demás, no caigamos en la tentación de creer que la bandera de una Nueva Constitución es un asalto al poder disfrazado de lenguaje jurídico. Se trata de activar el poder constituyente por la vía de un proceso de movilización y organización en el que habrá avances y retrocesos, para lograr una constitución progresista y plural, lejana del bando autoritario que cambian todos los días a su antojo. Pero a esta nueva orientación no llegaremos si escondemos el programa o lo llamamos de diferentes maneras para tener la aprobación de lo que jamás votarán por ninguna alternativa progresista y solo pretenden una izquierda a su medida.

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