Geopolítica del testeo estratégico: ¿Qué hay detrás del intento golpista en Bolivia? – Por Rafael Bautista S. 

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Rafael Bautista S.

Cuando en el 2021 advertíamos[1] que, el gobierno electo, no podía enfrentar la nueva coyuntura como un mero continuismo de la gestión anterior de 14 años del MAS (cuyo abandono paulatino de lo político en favor de un burocratismo empoderado, coadyuvó también a su pérdida de legitimidad y el éxito consecuente del golpe de Estado del 2019), poníamos de relieve un hecho fundamental para toda comprensión de lo político en la configuración estatal: si el Estado es la síntesis de la política (y aquí no nos referimos a la idea reduccionista y pueril que se tiene del Estado como apenas un órgano de poder), es por la existencia de un acontecimiento fundante que da sentido a la direccionalidad que el propio Estado se propone políticamente.

La fidelidad al acontecimiento es lo que enmarca el horizonte de legitimidad estatal. Ese acontecimiento fundante ya no era octubre de 2003 sino la resistencia popular al golpe del 2019 y la recuperación democrática del 2020. Esa recuperación restituyó el espíritu popular y el proyecto plurinacional; lo cual representó, otra vez, el rescate de lo democrático, ya no sólo como patrimonio popular sino el activante de resistencia y movilización popular auto-convocada, más allá de toda pretensión política circunstancial. Porque el pueblo comprendió que ese golpe estaba dirigido a destruir no un partido o un líder en específico sino al espíritu plurinacional, o sea, al sujeto del cambio: el indio convertido en horizonte y proyecto político, o sea, la médula misma del Estado como la objetivación histórico-política del universo ético de todo un pueblo.

La cúpula política del MAS no comprendió aquello y, por eso, creyeron que el voto del 55% podía traducirse como fidelidad exclusiva al partido y a su líder. El propio despecho que desató, en la cúpula, el éxito golpista, fue desde entonces la nota divergente que sembró las condiciones para una disputa que está ahora exhibiéndose como demasiado funcional a generar un nuevo retorno de un encumbrado fascismo (ahora mucho más concluyente, al estilo Milei), capitaneando a una oposición sin más argumento que el odio visceral de clase hacia todo lo que signifique plurinacional.

En ese sentido, resulta contraproducente y hasta sospechoso que el instalado relato mediático del “auto-golpe”, sea replicado por el sector “evista”, convertido en oposición funcional a un provocado proceso de desestabilización creciente; cuya cosecha no hará de Evo la figura redentora de la política boliviana, como pretende ingenuamente su cúpula de poder.

En todos los escenarios posibles –como ya lo dijimos con anterioridad–, su señalización negativa, que provocaron los propios errores (por decirlo diplomáticamente) de su gestión, es lo único que logra unir a toda la oposición en bloque político. Si él mismo coadyuva a fracturar al bloque masista, colabora también a minar sus propias expectativas políticas.

No hay que olvidar que, por sobre las determinaciones populares, fue la cúpula masista que, desde Buenos Aires, desconoció la soberanía popular, imponiendo candidatos por puro cálculo político. La gestión actual misma se vio rodeada de elementos, en puestos de decisión, que respondían más a esa impostura que a la propia línea gubernamental (que se iba reduciendo ya a cuestiones puramente administrativas). Entonces, la cúpula desplazada el 2019, azuzaba las pretensiones precoces de su “rey cercado”[2], haciéndole actuar como gobierno paralelo y dándose atribuciones que ya no le correspondían; de ese modo empieza a desprestigiar la propia gestión estatal que, a su vez, demostraba no estar a la altura de enfrentarse a dos tipos de oposición que, además incrustados en el propio aparato gubernamental, sobre todo, ya empezaban a actuar según sus conveniencias y adhiriéndose a los típicos pactismos de la política boliviana.

Fuera del país y sin tomar en cuenta las determinaciones de quienes verdaderamente recuperaron la democracia, se eligieron a los candidatos productos del “dedazo”, que nunca eligió bien, porque siempre privilegió a los obedientes y sumisos antes que a los mejores elementos; por eso, también, las críticas de las organizaciones indígenas a David Choquehuanca por ceder a esa decisión, develaron que el verticalismo del famoso “centralismo democrático” estaba desplazando al sujeto del cambio y se ponía, de nuevo, al séquito del “rey cercado”, como sujeto sustitutivo de las decisiones políticas.

Allí ya se develaba el plan de seguir siendo gobierno, ahora en las sombras; lo cual todavía hacía pensar en un programa acordado para enmendar los “errores” propios que condujeron al golpe. Pero no fue así, pues se iba evidenciando que no se había aprendido nada y tampoco había interés alguno en corregir algo. La desidia gubernamental a iniciar por lo menos una reforma en las estructuras objetivas y subjetivas del Estado, no hizo más que continuar lo que hicieron siempre: hacer de todos los órganos estatales receptores domesticados de financiamiento externo, para instalar sus agendas como si fuesen gestión de gobierno.

La dependencia naturalizada como forma de vida estatal continúa incluso bajo fisonomía plurinacional. Entonces, otra vez, cuando las decisiones trascendentales se deben asumir en los primeros meses de gobierno, cuando se cuenta con el pico de legitimidad, son abandonadas por la típica apuesta burocrática de la “prudencia política”. Por otro lado, la cúpula anterior que veía a un gobierno decidir cosas por cuenta propia (porque eso es lo que debe hacer un gobierno), ya no quería ser gobierno en la sombra sino ejercer visiblemente las decisiones gubernamentales.

Los desencuentros empezaron a crecer inevitablemente, pero por puro protagonismo. Entonces, mientras la querella por el patrimonio político se disputa hasta de modo deshonroso, se va generando también las condiciones de reconstitución de la oposición bajo la consigna –legitimada por la propia disputa interna– de “salvar al país del abismo al cual nos está conduciendo el MAS”. La derecha no sabe cómo merecer ser gobierno, por eso necesita que se derrumbe la gestión actual para generarse la ilusión de su liderazgo.

Mientras tanto, con dos frentes al acecho, el gobierno, sin programa ni horizonte político propio, sólo acudiendo a dar continuidad a la gestión anterior de los 14 años de Evo, sólo sabe responder defensivamente y ya no muestra señales de ofensiva política. Como en la última gestión de Evo, no hay lectura estratégica ni geopolítica; de modo que se hace improbable comprender y evaluar cómo y en qué medida, el contexto nacional, regional y global ha cambiado y la estabilidad económica anterior se hace cada vez más frágil, exhibiendo una impotencia que no sabe lidiar con la nueva realidad.

En tal situación ya no era posible seguir, de modo empecinado, afirmando el “modelo económico” por sobre la realidad. Idiosincrasia neoliberal: creer que un modelito ideal de funcionamiento perfecto, puede prescindir de lo moviente y dinámico de la realidad. Los cambios tectónicos en la reconfiguración geopolítica global, requería una nueva visión estratégica que, por lo menos, actualice el “modelo” para enfrentar la hipercomplejidad que se estaba desatando a nivel regional y global. Porque, por no tomar las medidas adecuadas en su debido tiempo, las propias opciones se van reduciendo y uno va cediendo hasta no tener más nada con qué negociar su propia sobrevivencia.

Ésta es parte de la escenografía que está detrás del intento de golpe que vivimos el pasado miércoles 26 de junio. Conjeturar automáticamente la hipótesis del auto-golpe, por parte del sector “evista” resulta en un autogol que se propinan quienes parecen desconocer que, el desprestigio creciente del gobierno, arrastra su propia existencia política y creer que de este río revuelto habrá alguna ganancia para el propio Evo, representa una ceguera que ya sólo parece provenir del mero revanchismo.

Vayamos por partes. Primero se acusa al gobierno de inoperante y ya no creíble y luego, al modo de los silogismos mecánicos, se instala el relato del “auto-golpe”, lo cual merece, por lo menos, un grado creíble de planificación que desdice la inoperancia aducida (relato que además aparece, curiosamente, antes que el evento alcance su pico de relevancia, con supuestas pruebas y deducciones aventuradas en las redes sociales, lugar donde se instalan todo tipo de fake news y relatos artificiales). La burla de algunos dirigentes, en consonancia con voces de la oposición, no hacen más que instalar crecientemente en la opinión pública, la figura del desgobierno, que es lo que prevalece como cosecha exitosa de un siguiente paso, en un provocado proceso de precipitada desestabilización política.

Resulta por ello disparatado el argumento de la ausencia de muertos, alarde de fuerza coercitiva y espectáculo morboso de descuartizamientos políticos para desdecir la intentona golpista (esto sería como afirmar que sólo hay violación si hay penetración). Mucho Hollywood pervierte el sentido de realidad y naturaliza en el morbo social el hambre de muerte. La vida es lo que menos interesa para quienes sólo se dejan guiar por la política instrumental.

El exiguo despliegue militar que montó el general Zúñiga sólo demuestra que era ya una apuesta perdida y que lo dejaron abandonado, o sea, sacrificado por quienes estaban tasando dos expectativas estratégicas. La primera consistía en constatar si la incertidumbre y el declive político del gobierno podía traducirse en agotamiento moral del pueblo. Segundo, si la incertidumbre económica estaba en su punto de inflexión como para acelerar una desestabilización social y política. Lo cual nos conduce a advertir que, lo que sucede el miércoles 26, es un testeo de laboratorio estratégico.

Las simplezas recurrentes de los análisis periodísticos no entienden que la realidad política es como un tablero de ajedrez y que, por definición, en un juego no hay un solo jugador sino, por lo menos dos; además, si se obvia del análisis –por ingenuidad geopolítica– el factor imperial, difícilmente se puede reordenar el tipo de partida que se viene desenvolviendo, sobre todo si queremos observar el juego para atrás, o sea, descubriendo qué fichas y qué jugadas se fueron desplegando para llegar a una situación de amenaza de un jaque mate. Jugar para atrás significa desmontar el orden de los eventos para visibilizar el tipo de lógica desenvuelta en una situación que no está consumada y que, por ello mismo, el reordenamiento de los eventos es lo único que puede mostrar el sentido de los efectos inmediatos y las consecuencias posteriores.

El testeo que se estaba desarrollando pretendía estimar el tipo de respuesta que una nueva aventura golpista podría recibir. Lo cual nos advierte que esto es apenas la antesala de algo mayor, como lo sucedido en Chile, pues previo al golpe de septiembre de 1973, se produjo en junio el llamado “tanquetazo”, que tenía, por objetivo, verificar el desarme de un pueblo, aunque organizado, sin capacidad de respuesta disuasiva.

Y en esto hay que subrayar el hecho siguiente: todos los argumentos que se esmeran en afirmar el “auto-golpe”, basan sus conjeturas en un supuesto inexistente, como hubiese sido la consumación de la intentona en golpe de Estado. Como dijimos, el general Zúñiga, acompañado además por los comandantes de las otras dos fuerzas, precipita la intentona golpista creyendo que todo el apoyo que creía poseer, iba a obedecer a su convocatoria; no tiene un plan de toma fáctica del gobierno porque eso requería el acompañamiento de la policía que, de modo también sospechoso, se encontraba acuartelada en la unidad más cercana al palacio de gobierno.

Varias unidades del ejército se encontraban acuarteladas en el interior del país, el propio Estado mayor estaba siendo objeto de solicitud de municiones y armas por los comandantes en rebeldía. Estaban en espera de una orden superior que nunca llegó. La pregunta entonces debiera ser: ¿quiénes, ya sea por precipitación del general o por ya haber decidido su sacrificio, lo abandonan y no instruyen el acompañamiento que debieron prometerle?

Sus desafortunadas declaraciones (de escarmentar a Evo Morales) en un medio de comunicación, develan su imprudencia; lo que al parecer decide su alejamiento de un plan previamente establecido, siendo además un jefe militar de inteligencia. Lo cual levanta interrogantes sobre el tipo de individuos que están a la cabeza de semejantes ámbitos estratégicos para el Estado.

Una de las primeras cosas que hizo el gobierno golpista de Añez, el 2019, fue reponer en nuestro país a la CIA (y también un contingente del Mossad). Lo preocupante –y que cuesta siempre desenlaces agrios– es que el gobierno actual no haya explícitamente expulsado esta presencia. Previamente la embajada gringa, ya con el auspicio del gobierno golpista, se puso a la tarea de trabajar molecularmente y hasta hacer trabajo hormiga con distintas alcaldías y ONG’s, sobre todo en el oriente del país; y el gobierno actual nunca hizo seguimiento a este tipo de actividades que se activaron aun más con la presencia de la encargada de negocios Debra Hevia (de quien se sabe ser promotora exitosa de procesos de desestabilización social y política en Ecuador y cuya nueva tarea se encuentra en Bolivia, según las prerrogativas establecidas por Laura Richardson, jefa del Comando Sur).

Las denuncias que se tiene sobre las actividades que realiza la embajada y que debieran provenir de los propios seguimientos que realizan ámbitos como el que dirigía el general Zúñiga en el ejército, provienen de otros ámbitos nunca tomados en cuenta por los burócratas y acusados siempre de conspiracionistas. Después de ser convocada Debra Hevia por la cancillería, el pasado 24 de junio, a dos días de la intentona golpista, circuló con mayor difusión un audio donde, entre otras cosas, se le escucha decir: “… para que sea un cambio verdadero, Evo y Arce deben dejar el poder y cerrar ese capítulo”[3].

Antes de estas declaraciones, el presidente Arce había estado con Vladimir Putin en San Petersburgo, formalizando la petición de ingreso de Bolivia a los BRICS y estableciendo acuerdos comerciales y energéticos, además de respaldar a la Federación Rusa y profundizar la cooperación en los ámbitos nuclear y estratégico.

En geopolítica nada es casual y un intento golpista sólo tiene sentido, incluso como aventura individual, dentro de un contexto favorable donde son posibles los respaldos decisivos para consolidar aquello. A nivel nacional se viene generando la escenografía de inestabilidad económica que es continuamente incentivada por una oposición que cree poder encaramarse en un virtual vacío de poder.

Pero lo más probable es que esto sea digitado para provocar una explosiva progresión de caos indefinido. Bolivia ha quedado sola en el triángulo del litio, insistiendo (aunque sea discursivamente) en una soberanía energética reducida a un solo país; ya que, ahora, el gobierno de Milei acaba de entregar virtualmente el litio argentino a la transnacional israelí XtraLit, exonerada de impuestos, como todos los capitales extranjeros, según la nueva ley bases. Las consecuencias internas de la promulgación de esta nueva ley son graves, no sólo por el desencadenamiento de la protesta social sino por la probable generación de las condiciones de una balcanización, empezando con la Patagonia (y los problemas limítrofes con Chile que esto ocasionará) y su diseminación a las fronteras inmediatas del país argentino.

La inflación económica en Bolivia también tiene como componentes los cambios negativos en la variable del gas con Argentina, la inestabilidad en las fronteras comerciales con ese país y con el Perú en manos de los golpistas. Esta situación se ve agravada por la escasez de dólares que, con el intento golpista cobra una nueva dimensión que debiera llamar la atención. Según el BancTrust & Co., los efectos inmediatos del golpe llevarán a una situación que agrave la actual crisis de divisas que enfrenta nuestro país; la incertidumbre de los capitales (que es lo más miedoso que se pueda imaginar), aun cuando recuperen sus pérdidas sufridas en la intentona golpista, generando la imagen negativa de marca país, hace creer que no volverán a sus niveles anteriores[4].

El retiro de efectivo que se dio el miércoles 26, incide ya en la escalada de inflación, así como el acaparamiento de bienes de primera necesidad acelera la curva negativa de transacciones, generando escenarios de escasez virtual, lo cual también se traduce en inflación exponencial. Algunos bancos privados, como teniendo información privilegiada, movieron dinero entre diversas cuentas de peso considerable, mientras otros se vieron afectados, hasta quedar sin sistema por la alta demanda. Empresas de transacciones móviles, anunciaron retiros masivos en medio del caos, haciendo uso de su liquidez para evitar cualquier tipo de acciones legales.

Es decir, y siguiendo con nuestra hipótesis del testeo de laboratorio, el objetivo de la intentona golpista no era consumar un golpe sino operativizar un ejercicio de psyops estratégicos, es decir, operaciones psicológicas de comunicación estratégica y tácticas no convencionales para medir lo que puede llamarse testing social response, o sea, el testeo de respuestas sociales ante la generación estratégica de situaciones de incertidumbre social.

Lo que se operó en la tentativa golpista era un test para establecer si la experiencia del golpe del 2019 favorecía o no al asalto definitivo del poder político, vía insurgencia militar. Pero lo que no tenían en cuenta los operadores estratégicos, era que la memoria del pueblo ya no estaba recluida en el trauma del golpe sino en lo democrático hecho patrimonio popular y activante de resistencia inmediata.

Ahora, la apuesta que le queda a la influencia imperial es azuzar el desgaste gubernamental mediante la instalación del relato de un gobierno vacío de credibilidad y poder político; al cual, paradójicamente, se presta el ala “evista”, creyendo que esto posibilita su retorno al poder. En eso el presidente Arce fue agorero: si triunfa el propósito que impulsa a la demencia política o la política del odio insertada en el sistema democrático made in USA, no sólo van por Arce o Choquehuanca sino después por Evo.

Por eso repetimos, una y otra vez, en política no se critica a las personas sino a las categorías políticas que encarnan los actores. Y, en ese sentido, el desplazamiento del cual es objeto el vicepresidente, como el tercero excluido, sólo representa, por parte de “evistas” y hasta de “arcistas”, el desplazamiento de lo plurinacional, de lo indígena; porque ambas alas enfrentadas, en el fondo, no creen en lo que cree el indio, por eso mismo no se proponen impulsarlo, porque creen, eso sí, en los credos neoliberales que, por ejemplo, lo expresa muy bien Mary Daly, presidenta de la Reserva Federal de San Francisco, USA, cuando en referencia al grado de afectación que está produciendo la IA en las posibilidades de trabajo de la clase media a nivel mundial, dice que es “una evolución natural de la economía”[5].

Del mismo modo, nuestros economistas, fuera y dentro del gobierno, de modo religioso, creen que las leyes (impuestas por el liberalismo metafísico) que rigen en la economía son divinas y que sólo hay que adaptarse fatídicamente a ellas, aunque ello signifique la muerte de todos, para salvar al sistema; por eso no salen de sus patrones desarrollistas y modelos liberales de una economía del crecimiento que, desdecida en los hechos, sigue vigente por la sola creencia y fe en su cumplimiento religioso.

Por eso les parece hasta anacrónico los “códigos del vivir bien” que plantea el vicepresidente que, hoy por hoy, es el único solitario que promueve lo que debiera constituir la doctrina estatal del Estado plurinacional. Ya que eso es lo que, como contenido, expresa la nueva constitución: el vivir bien como paradigma de vida, horizonte y proyecto político. En ese sentido, cuando el exvocero Jorge Richter señalaba la inutilidad gubernamental de instancias como la vicepresidencia, tal aseveración podría extenderse a la mayoría de ministerios y viceministerios que, en esta crisis, demostraron ya no sólo su inutilidad sino su carencia de sentido estatal (cuando un gobierno se priva de ejercer lo político como su propia materia, hace que cada eslabón del aparato gubernamental actúe por cuenta propia, así se empodera la burocracia por sobre el propio poder político).

Ya muchos señalaron, en esta coyuntura, la inoperancia del Ministerio de Defensa, que es o debiera actual como el brazo operativo de disuasión frente al poder fáctico de los militares; o el Ministerio de Salud, que sólo operativiza los protocolos de la OMS, que representa los intereses de una institucionalidad global al servicio de mafias como es la industria farmacéutica global; el Ministerio de la Presidencia dejó de ser un órgano político para convertirse en administrativo, lo mismo que Culturas que, de promover la revolución cultural, más necesaria que nunca, sólo se dedica a la promoción del establishment artístico antes que dar lugar, por ejemplo, a las experiencias artísticas populares que resistieron al golpe y promovieron expresiones de politización cultural mucho más genuinas.

El Viceministerio de Comunicaciones y sus dependencias brillaron por una ausencia vergonzosa el día de la intentona golpista, haciendo que la ciudadanía opte por los canales de televisión privados y redes sociales para saber, en tiempo real, qué estaba realmente sucediendo. No era difícil adivinar lo que se venía, pero Cancillería tarda mucho en ofrecer una posición oficial para manifestar al mundo la versión gubernamental, porque el asunto se estaba debatiendo en minutos. La lista sigue… El Ministerio de Gobierno debiera también hacer una seria investigación sobre la ausencia de resguardo policial a plaza Murillo y el por qué la UTOP[6] se encontraba también acuartelada en su unidad más cercana a palacio de gobierno.

El gobierno no desmontó los restos del golpismo militar-policial del 2019 y éstas son las consecuencias. Si ahora no se desmonta todo lo que permanece como amenaza de despliegue mucho más contundente, el propio gobierno estará permitiendo su propio derrumbe; lo cual significará también y, desgraciadamente, la anulación del bloque popular.

El gobierno tiene la oportunidad que, otra vez, le otorga el pueblo: de constituirse en portavoz, operador y ejecutor del proyecto plurinacional, para demostración que allí se encuentra lo más genuino que necesitamos como Estado para ingresar de modo soberano al tablero geopolítico del siglo XXI.

Este año es de definiciones en la geopolítica global. Para nosotros es un año de definiciones estatales. Si para el 2025 no hay la más mínima proyección de consolidación del proyecto plurinacional, en vano estarán disputando un liderazgo sin contenido político.

Así como los “evistas” no ofrecen nada programático sino su simple retorno como programa político, así también los “arcistas” no saben defender su presencia mediante una direccionalidad acorde y en consonancia con los postulados plurinacionales. Para la elección del 2025 se debe generar un nuevo proceso de re-encantamiento de los principios plurinacionales y, de modo anticipatorio, generar a nivel estatal, las condiciones de liderar una apuesta regional que nos devuelva, de modo estratégico, el lugar de centro neurálgico de la geopolítica sudamericana. Lo contrario será quedar relegados por otro siglo, en un mundo que tomará decisiones al margen de nosotros y, para colmo, a costa de nosotros.

Dejemos entonces la retórica cacareada que imponen los relatos mezquinos. Las preguntas reales son otras y son las que descubren un cerco político-mediático peligroso que, al modo de la consigna del “no fue golpe, fue fraude”, del 2019, está preparando las condiciones de un nuevo asalto fascista y, esta vez, mucho más ambicioso. La escenografía que hemos presentado, que sirva entonces como advertencia de lo que puede venir, bajo la complicidad de intereses encubiertos al interior del propio instrumento político que dice defender la soberanía popular. Hace más de un mes propusimos la necesaria discusión en torno al tipo de contrainsurgencia geopolítica que se viene desarrollando en nuestro país; nos queda repetir lo que ya dijimos: si los involucrados no lo consideran relevante, que la historia los juzgue.


Notas

[1] Las referencias que realizamos, las encontrarán detalladas en nuestro más reciente libro: El Ángel de la Historia, volumen II: La disputa del arco sudamericano y la geopolítica del reinicio global; sobre todo en la Primera Parte: Geopolítica de la recuperación democrática y el acecho oligárquico, así como en la Segunda Parte: La crisis del MAS como crisis de la paradoja señorial.

[2] El “síndrome del rey cercado” la exponemos en el capítulo El termidor del proceso de cambio, op. cit.

[3] www.plenglish.com/news/2024/04/30/new-plans-against-bolivia-denounced-despite-u-s-denials/

[4] www.bloomberglinea.com/2024/06/27/intento-de-fallido-golpe-de-estado-en-bolivia-podria-agravar-escasez-de-dolares-segun-banco-de-inversion/

[5] https://www.youtube.com/watch?v=cijZTLA31Aw&list=WL&index=3

[6] “Unidad Táctica de Operaciones Policiales”, que se encuentra al frente de Palacio de Gobierno y al lado de a Cancillería.

* Pensador decolonizador boliviano, autor de: “El tablero del siglo XXI. Geopolítica descolonial de un orden global post-occidental” y: “El Ángel de la Historia. Genealogía, ejecución y derrota del golpe de Estado: 2018-2020. Dirige “el taller de la descolonización” y “la comunidad de pensamiento amáutico”.

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