Elecciones en Venezuela: para el pueblo lo que es del pueblo – Por Matías Caciabue

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Elecciones en Venezuela: para el pueblo lo que es del pueblo

Por Matías Caciabue

El 28 de julio, día del natalicio del expresidente Hugo Chavez, el pueblo venezolano acude una vez más a las urnas, esta vez, a elegir su próximo presidente en medio de la ya larga guerra por todos los medios, contra el gobierno bolivariano y su economía.  Estados Unidos y sus aliados atlantistas han impedido durante más de diez años, la producción y explotación soberana de hidrocarburos en Venezuela, que posee la mayor reserva de petróleo a nivel mundial. Al mismo tiempo, diversas estrategias de intervención política han buscado destituir ilegalmente al presidente Nicolás Maduro, atacando además su participación en espacios internacionales. Sobradas pruebas judiciales han proporcionado el gobierno y la justicia venezolanos sobre las operaciones paramilitares y de bandas criminales coordinadas desde el exterior para generar caos en el país y convocar a elecciones con la complicidad del Departamento de Estado norteamericano. La famosa frase de Porfirio Díaz, «Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos» captura de manera vívida la paradoja que enfrentan muchos países latinoamericanos bajo presiones externas. En el contexto venezolano, se refleja en las medidas coercitivas unilaterales internacionales impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea principalmente, que impiden el progreso económico, el avance científico tecnológico y la igualdad social en un país de abundancia petrolera. Antes de la llegada de Hugo Chávez al gobierno en 1999, la economía venezolana dependía enteramente de las regalías petroleras sin redistribución. Una economía transnacionalizada en favor de corporaciones como Chevron Texaco, Exxon Mobil, la británica British Petroleum,  ConocoPhillips, la francesa Total y la noruega Statoil, había empujado al país hacía ya una década atrás a una profunda crisis y estallido social: el Caracazo del ´89. La industria petrolera estaba en manos de una élite que concentraba la riqueza, dejando a la mayoría de los venezolanos sin los beneficios de los recursos naturales colectivos. Los ingresos petroleros en 1998 alcanzaron aproximadamente US$14.4 mil millones, pero la riqueza generada no se traducía en la calidad de vida de la población, con un sistema de salud, de educación y de vivienda totalmente privatizados. Con la victoria del líder de por aquel entonces, Movimiento V República, la situación dio un giro radical. Chávez nacionalizó, entre otras estratégicas, la industria petrolera. Incrementó la participación del Estado en los ingresos y redirigió estos recursos hacia programas sociales masivos buscando la reparación, o construcción de un tejido social destruido por las élites que gobernaban hasta ese entonces. Durante el auge petrolero de 2003 a 2008, Venezuela obtuvo un aumento espectacular en sus ingresos, alcanzando aproximadamente US$90 mil millones en venta de hidrocarburos para el  2008. Estos ingresos permitieron financiar una serie de Misiones Bolivarianas que mejoraron significativamente el acceso a salud, educación y vivienda para millones de venezolanos. La inversión social en programas como Barrio Adentro, Misión Robinson y Misión Vivienda Venezuela transformó la vida de millones, reduciendo la pobreza y el analfabetismo.Sin embargo, el panorama cambió drásticamente con la imposición de medidas coercitivas unilaterales por parte de Estados Unidos y otros actores internacionales a partir de 2014, iniciado el primer mandato de Nicolas Maduro. Como plantea el Observatorio Venezolano Antibloqueo, el país afronta casi un millar de “sanciones”, que incluyen restricciones severas al acceso a financiamiento y mercados internacionales y el embargo a Petróleos de Venezuela (PDVSA) e impactaron profundamente la economía del país. En 2021, Venezuela exportó apenas el 1.1% del crudo global, en comparación con el 5.5% en 2015 impactando en el ingreso de divisas. Según un informe del mencionado Observatorio del total de medidas contra Venezuela, ocho de cada diez corresponden a sanciones directas (766); el resto son medidas restrictivas o punitivas (164). Por ejemplo, en 2017, Estados Unidos, mediante un decreto ejecutivo, prohibió a  la empresa venezolana Citgo Petroleum que entregase dividendos al país. En 2019, bloqueó todos los activos de PDVSA en territorio estadounidense incluyendo, por supuesto, a Citgo. Esta medida generó también un bloqueo operativo y financiero a la empresa Monómeros, propiedad de PDVSA, que opera en Colombia, que poco después (agosto de 2020) sería confiscada por el gobierno de Iván Duque. El ataque económico también limitó gravemente la capacidad del país para importar bienes esenciales, exacerbando el desabastecimiento y reduciendo la capacidad del gobierno para financiar programas sociales. Mientras, la prensa global siguió apuntando sus cañones a responsabilizar al chavismo por la crisis humanitaria. El gobierno, sin embargo, no dejó de denunciar la guerra imperialista en su contra y ensayó acuerdos económicos y comerciales con algunos actores regionales y globales no subordinados a occidente. Un punto de inflexión que servirá de muestra sobre los daños del bloqueo internacional contra Venezuela, fue el levantamiento de restricciones y la licencia otorgada por Estados Unidos a la petrolera Chevron para reanudar operaciones en el país, tras el desabastecimiento europeo de energía.Gracias a la flexibilización del comercio exterior, las exportaciones de crudo y combustible aumentaron 12% en 2023, pasando a casi 700.000 barriles por día (bpd). Cabe destacar que China es el principal comprador de crudo venezolano, absorbiendo alrededor del 68% de las exportaciones, mientras que India y otros países reanudaron la compra de petróleo venezolano en este periodo de levantamiento de medidas, explicando en parte la reactivación económica que se vive en el país. Sin embargo, y extorsivamente, como reacción a la ratificación de la inhabilitación política de María Corina Machado, el gobierno de Joe Biden anunció el 17 de abril el restablecimiento de las medidas coercitivas unilaterales y otorgó a las empresas 45 días para «cerrar» sus transacciones con la compañía petrolera estatal venezolana.Otro de los logros del gobierno de Maduro en 2023, lo marca el índice de soberanía alimentaria en alrededor del 50%, con proyecciones de alcanzar el 57% al cierre de 2024, gracias a la mejora en la producción de rubros claves como maíz, caña de azúcar, carnes y vegetales para el consumo interno. No es casual. La Gran Misión Agrovenezuela (GMA), lanzada el 25 de enero de 2011, ha sido crucial para aumentar la producción nacional de alimentos y reducir la dependencia de importaciones. “Hemos resistido porque amamos nuestra patria”, reflexionó Maduro en Caracas frente a más de un millón de venezolanas y venezolanos durante el cierre de campaña, al tiempo que recalcó la preparación del pueblo para la gran victoria del 28 de julio. La continuidad o no, del proyecto chavista en el gobierno es un hecho geopolítico relevante en el tablero global, a tres meses de la elección presidencial norteamericana, al tiempo que expresa la disputa frontal de proyectos ético-políticos enfrentados en el seno del pueblo.Sobrellevar los embates del bloqueo y expropiación de recursos y avanzar en la transformación de la matriz productiva en pos de la soberanía alimentaria, no sería posible sin la combinación de las políticas económicas y sociales desplegadas, una política exterior abierta a la diplomacia de los pueblos y los procesos comunales que alimentan la democracia participativa y juegan un papel central en la gestión de políticas públicas y proyectos comunitarios en áreas de salud, educación, servicios públicos y producción desde el 2006, a través de los Consejos Comunales. Maduro encarna este proyecto enteramente democrático, una creación original del socialismo bolivariano que rompe el designio divino, universalizado a fuerza de guerra y muerte, de que el sistema capitalista es incuestionable. Y por ello, intentan, sin lograrlo, doblegar al gobierno y subordinar a un pueblo, que consciente de sus derechos, continúa haciendo su revolución y dándole un ejemplo de dignidad al mundo. 

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