El dominio silencioso de los fondos de inversión

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El dominio silencioso de los fondos de inversión

Paco Cantero

La concentración del mercado en pocas manos convierte a los consumidores en actores pasivos, víctimas de una dinámica que empuja a la acumulación de bienes innecesarios.

En el mundo actual, los fondos de inversión se han convertido en una herramienta popular para que los inversores diversifiquen sus carteras y potencien sus ahorros.

Sin embargo, no todos los fondos tienen los mismos objetivos. Por una parte, existen aquellos que buscan construir riqueza de forma gradual y sostenible a través de inversiones en empresas sólidas y estables, basándose en la paciencia, la disciplina y la reinversión de los beneficios para obtener un crecimiento del capital a lo largo del tiempo. Por otra parte, existen otros cuyos objetivos son la búsqueda de beneficio inmediato, priorizando la maximización de la rentabilidad a corto plazo, incluso asumiendo mayores riesgos y sacrificando la sostenibilidad a largo plazo con consecuencias como:

– Concentración de la propiedad en diversos sectores económicos, algunos de ellos estratégicos para la sociedad, como pueden ser los sectores agrícola y e inmobiliario, a través de fusiones y adquisiciones, creando oligopolios que controlan una gran parte del mercado y limitan la competencia, lo que puede llevar a un aumento de los precios para los consumidores, una menor innovación y una menor eficiencia en la economía, a la vez que limitan el margen de maniobra de los gobiernos y condiciona las políticas públicas.

– Penetración en los servicios públicos que tradicionalmente han sido provistos por el Estado, gracias a las políticas de privatización impuestas por los gobiernos neoliberales, degradando los servicios de educación, sanidad y agua públicos, o vendiendo viviendas de protección social a estos fondos para que obtengan pingües beneficios con la especulación.

– Aumento del riesgo sistémico en el sector financiero, sobre todo a partir de la ley estadounidense  Gramm-Leach-Bliley de 1999, que eliminó las barreras entre bancos comerciales, compañías de seguros y fondos de inversión y dio lugar a la creación de entidades financieras gigantescas, conocidas como too big to fail (demasiado grandes para caer). Estas entidades, con los fondos de inversión a la cabeza actuando en muchos casos como bancos en la sombra, asumieron riesgos desmedidos en busca de mayores beneficios a través de los derivados financieros, lo que finalmente desembocó en la crisis de 2008. Pero, lejos de ser debilitados por la crisis, los fondos de inversión se han convertido en los nuevos actores dominantes de la economía.

Tres grandes fondos

Actualmente, se calcula que el volumen total de activos que manejan los fondos de inversión supera los 100 billones de dólares. Las tres primeras gestoras de activos —BlackRock, Vanguard y State Street— son las principales accionistas del 88% de las 500 empresas más grandes del mundo, con un volumen de activos que ascienden, aproximadamente, a 24 billones de dólares. Una de las características de estos fondos es el carácter especulativo de la gestión a través de su inteligencia artificial llamada Aladdin, propiedad de BlackRock pero que cede a otros fondos para que busquen su mayor rentabilidad.

El poder de las grandes corporaciones

En los últimos tiempos observamos que los beneficios financieros de las grandes corporaciones han disparado las cuentas de resultados, incluso en algunos casos por encima de los beneficios obtenidos por la propia actividad del negocio. Muchas corporaciones han puesto al frente de su organización a CEO provenientes del sector financiero que han ido implantando la filosofía de fortalecer la rentabilidad y maximizar el valor para los accionistas por encima de todo.

Un ejemplo paradigmático es el de Boeing, una empresa conocida históricamente por la calidad y seguridad de sus aviones que, a partir de 2003 y de su fusión con McDonnell Douglas —con un cambio en la dirección de la compañía y la presión para aumentar la rentabilidad y la prioridad de sus accionistas— provocó la toma de decisiones que no fueron las más óptimas para la seguridad de los aviones, como la política de ahorro de costes, que posiblemente fuera la causa de los accidentes ocurridos en su modelo 737 MAX y los incidentes de estos últimos tiempos, que han ocasionado una cierta alarma en el mundo de la aviación.

Hacia un nuevo modelo

La concentración del mercado en pocas empresas y la falta de alternativas reales nos convierte a los consumidores en actores pasivos, víctimas de una dinámica económica que empuja al consumo desaforado y a la acumulación de bienes innecesarios. Es hora de despertar de la ensoñación y abrir los ojos a la realidad. Es hora de un debate político profundo y urgente que ponga en jaque el poder de estos fondos de inversión y apueste por un modelo económico que priorice el bienestar de las personas y la salud del planeta; un modelo que redistribuya la riqueza, democratice el poder y ponga el foco en la sostenibilidad y la justicia social. Para lograr este objetivo tenemos tres tareas importantes:

  1. Democratizar el sistema monetario haciendo que los bancos centrales sean los únicos autorizados a generar dinero, impidiendo, de esta manera, que los bancos comerciales lo hagan cuando conceden préstamos.
  2. Controlar la concentración de poder en las empresas estratégicas impidiendo que un solo fondo, o la suma de varios con participación cruzada, controle una parte significativa de una corporación o un sector económico.
  3. Recuperar los servicios públicos privatizados y promover las regulaciones necesarias para impedir la privatización de estos servicios.

La batalla por un futuro en el que todas las personas puedan tener una buena vida no será fácil. Habrá que desafiar el statu quo, luchar contra los intereses creados y construir un nuevo paradigma económico. Es un camino que exige la participación activa de la ciudadanía, la movilización social y la construcción de un movimiento político capaz de plantar cara al poder  corporativo.

En definitiva, el poder de estas corporaciones es una realidad tangible que amenaza con asfixiar la democracia, la justicia social y la salud del planeta. Es hora de tomar las riendas de nuestro destino y construir un futuro en el que la economía esté al servicio de las personas y no al revés.

Alternativas Económicas

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