Migración irregular a EEUU golpea al agro salvadoreño

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Migración irregular a EEUU golpea al agro salvadoreño

Edgardo Ayala

La preocupación que martilla al agricultor salvadoreño Álvaro Cerón es quién le ayudará en las tareas agrícolas cuando, con el paso de los años, sus cuatro trabajadores estén más cansados o enfermos, dado que a los jóvenes de El Salvador ya no les atrae el trabajo en el campo y prefieren emigrar hacia Estados Unidos.

“Me preocupo porque son hombres que ya no están jóvenes, están entre los 45 y los 65 años, ya la vida les está pasando la factura”, dijo Cerón, un pequeño productor de cítricos, maíz, sorgo y frijoles, en su parcela de dos hectáreas localizada en el cantón San Isidro, del municipio de Santa María Ostuma, en el central departamento de La Paz.

Cerón, de 54 años, agregó: “Estamos fregados, porque dentro de unos 5 o 10 años pienso que ya no va a haber mano de obra en el campo”, cuando vaya falleciendo esta generación de campesinos que hoy por hoy aún tienen fuerzas para trabajar.

Álvaro Cerón es un pequeño productor de cítricos y granos en Santa María Ostuma, en el departamento de La Paz, en el centro de El Salvador, a quién le preocupa la falta de mano de obra campesina que ayude en las diferentes tareas requeridas. Los trabajadores que él contrata son personas que en unos años ya no podrán trabajar, por la edad o por enfermedades. Santa María Ostuma y Tamanique, 8 y 9 de mayo. Imagen Edgardo Ayala / IPS

El golpe de la migración

Uno de los factores que más incide en la caída de la agricultura en El Salvador es la migración irregular sobre todo hacia Estados Unidos, donde se calcula que viven unos 3,5 millones de salvadoreños. La mayoría son indocumentados aunque no se pueden contabilizar precisamente porque viajan irregularmente, sin pasar por las oficinas de migración.

“Es un problema muy serio, nosotros lo venimos diciendo desde hace unos tres años, que la producción agrícola ha bajado principalmente por la falta de mano de obra”, explicó el presidente de la Cámara Salvadoreña de Pequeños y Medianos Productores Agropecuarios, Luis Treminio, consultado por IPS. La institución aglutina a unas 15 asociaciones en ese rubro.

Según cifras de esa gremial, la producción de maíz, infaltable en la dieta de los salvadoreños, ha mostrado una caída constante en los últimos años, medido por la disminución en el área cultivada.

La producción de maíz está en declive en El Salvador, pues en 2021 se sembraron 294 000 hectáreas de maíz, cifra que bajó a 209 000 en el 2022 y a 204 000 en el 2023. Santa María Ostuma y Tamanique, 8 y 9 de mayo. Imagen Edgardo Ayala / IPS

En 2021 se sembraron 294 000 hectáreas de maíz, cifra que bajó a 209 000 en el 2022 y a 204 000 en el 2023.

Además, El Salvador es deficitario desde hace unas tres décadas en varios rubros, como las hortalizas.

Se calcula que la producción de hortalizas en El Salvador cubre apenas 10 % de la demanda interna y el restante 90 % debe importarse de países vecinos, como Guatemala.

Treminio enfatizó en que los jóvenes, a los 18 años, ya están pensando en emigrar a la ciudad o a Estados Unidos, porque el trabajo en el campo es cada vez más precario, vale menos el trabajo, debido al alto costo de los insumos agrícolas e incluso por el cambio climático, que golpea las cosechas, y eso vuelve al rubro agropecuario insostenible en términos financieros.

Se calcula que en El Salvador, un país centroamericano de 6,7 millones de habitantes, hay unas 400 000 personas dedicadas al rubro agropecuario.

La migración irregular hacia Estados Unidos se acentuó en los años 80 debido a la guerra civil que vivió El Salvador entre 1980 y 1992. Luego, la violencia causada por las pandillas, llamadas “maras”, también siguió expulsando a muchos salvadoreños del país.

Buena parte de esos migrantes salen de la zona rural del país no tanto porque no haya empleo, sino porque, como ya se dijo, la actividad agropecuaria es insostenible económicamente, y consecuentemente los trabajos son mal pagados, de mala calidad, que no ofrecen ninguna esperanza para salir de la pobreza.

Según cifras oficiales, la pobreza alcanza a 24,9 % de los hogares en el área urbana, pero en el campo la cifra aumenta a 29,6 %.

“De la agricultura sale la comida, los alimentos, pero en unos 10 años lo que quizá va a haber es solo comida enlatada o carísima, no sé cómo va a ser”, pronosticó el agricultor Cerón.

El otro rostro de las remesas

La afectación de la migración en el sector agropecuario también acarrea un cambio cultural en el gasto de las remesas, que es a su vez una paradoja.

Si bien por un lado son los salvadoreños radicados en el exterior quienes mantienen la economía del país, con el envío de unos 8000 millones de dólares anuales, por otro, se ha creado una cultura de remesas en la que muchos jóvenes prefieren esperar el dinero enviado por sus padres o familiares en el exterior, en lugar de trabajar en áreas como la agricultura.

“Los padres, desde Estados Unidos, ya solo les envían el dinero a sus hijos, ya no les gusta que salgan a trabajar, ya solo los mantienen en shorts, en yinas (sandalias de hule), viendo el celular, ya no se les ve trabajando en el campo, eso ya no existe”, subrayó Cerón.

Cerón y su esposa, Verónica Vásquez, también tienen una docena de vacas, que él ordeña todos los días desde las 3 a. m. hasta las 6 a. m.

Cuando IPS visitó el hogar de la pareja, dentro de la finca, Vásquez escurría el suero de una bola amorfa de queso, del cual, una vez escurrido, sacaba trozos para colocar en moldes circulares hasta totalizar 40 quesos, circulares, para luego venderlos en el caserío o el pueblo, a 1.75 de dólar cada uno.

Sin embargo, ella señaló que también tiene problemas para encontrar a alguien que le ayude a vender los lácteos.

“Me ha costado hallar a una vendedora, hay muchachas que podrían ir a venderlos, pero tienen familiares en Estados Unidos que les envían remesas, ya no sienten la necesidad de ir a ganar un poco de dinero”, aseguró Vásquez, de 47 años.

Y añadió: “Veo que las muchachas se dedican ahora a pagar para arreglarse las uñas, las pestañas, el pelo, y ya nadie quiere trabajar”.

Antes, agregó su esposo, era un orgullo ser campesino, ser agricultor, pero ahora para los jovencitos es una vergüenza. Aceptó que, por supuesto, es normal que las personas busquen estudiar y superarse, pero siempre debe haber alguien que siembre los alimentos, y eso podría hacerse dignamente, en otras circunstancias.

La cooperativa San Isidro, en el litoral salvadoreño, apuesta a la producción de café orgánico, para venderlo molido y embolsado, para lograr mejores precios de venta y estabilizar las finanzas de la asociación agrícola. Santa María Ostuma y Tamanique, 8 y 9 de mayo. Imagen Edgardo Ayala / IPS.

Sin poder competir con el turismo

La misma situación de falta de mano de obra campesina se da en la cooperativa agropecuaria San Isidro, una propiedad de 1140 hectáreas, enclavada en los cerros cuyas faldas se van elevando desde los bordes del océano Pacífico, en la jurisdicción de Tamanique, departamento de La Libertad, en el sur de El Salvador.

Rutilio García, presidente de la cooperativa, dijo a IPS que el porcentaje de socios de la cooperativa que ha emigrado a Estados Unidos se ha ido incrementando con los años.

García aseguró que hasta el año 2000 aproximadamente un 10 % de las familias de la cooperativa tenía parientes en EEUU. es decir, socios que se habían ido. Pero a partir de ese año la cifra subió al 40% y, consecuentemente, ahora son más las personas que reciben remesas.

“Las personas dicen: en lugar de matarme trabajando la tierra, mejor compro el maíz (para el consumo y para venderlo a terceros), y los parientes les mandan desde allá el dinero para eso”, explicó a IPS García, de 64 años de edad.

La cooperativa San Isidro se fundó en 1980 como producto de la reforma agraria iniciada en el país, la cual no fue una iniciativa real para entregar tierra a los campesinos y agricultores para que la trabajaran eficientemente.

Fue más bien una maniobra política diseñada por el gobierno estadounidense, para quitarle banderas reivindicativas a una izquierda cada vez más revolucionaria y que desde mediados de los 70 ya venía armándose y operando militarmente, hasta que en 1980 estalló la guerra civil.

García añadió que esa cooperativa no puede competir con los salarios que paga el sector turístico que parece crecer en el litoral y que demanda trabajadores en hoteles, restaurantes y en los proyectos inmobiliarios, algo a lo que el gobierno de Nayib Bukele le está apostando fuertemente, pero que descuida abiertamente la agricultura.

Y no es que esos salarios en el turismo sean muy buenos, sino que simplemente son un poco más altos que lo que se paga en el campo.

De modo que, mientras la cooperativa alcanza a pagar unos 12 dólares al día, el turismo, en la zona costera, paga 20, detalló.

“Mucha gente de la cooperativa se ha ido a trabajar a la costa, de aquí bajan cinco (camionetas) pickups y dos buses cargados de trabajadores, todos los días”, subrayó García. “No podemos competir con eso”, aseguró.

Los precios deprimidos de los productos agrícolas no generan los dividendos que permitiría a la cooperativa pagar mejores salarios.

Y añadió: “Entonces prácticamente lo que la cooperativa está haciendo es dándole mano de obra a otras personas, a otros sectores, a los restaurantes, hoteles, al sector de la construcción que están levantando proyectos”.

La cooperativa ahora tiene cifradas sus esperanzas de levantar cabeza en la venta del café molido y embolsado, con lo cual logrará un mejor precio. Ya tiene la maquinaria para hacerlo.

IPS

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