Argentina | Crece la tensión y la represión en Misiones tras una semana de protestas sociales

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Por Juan Ignacio Provéndola

La historia misionera tan pródiga en hitos, mitos, próceres y leyendas se anotó anoche una jornada épica para el recuerdo gracias a la valentía de docentes y sectores de salud que resistieron dos embates represivos de la Infantería, superaron la indiferencia de los legisladores provinciales y coronaron una multitudinaria marcha en la casa del gobernador Hugo Passalacqua, quien pasada una semana de protestas aún sigue no solo sin recibir a los distintos sectores que reclaman paritarias salariales, sino sin siquiera dar la cara ni ofrecer ningún mensaje oficial a una sociedad que cada vez lo cuestiona más.

Antes de ese desenlace, los docentes en lucha habían padecido el desaire de los policías en pie de protesta frente al Comando Radioeléctrico de Posadas (quienes, pese a que se especulaba con su participación, finalmente desistieron de sumarse a una marcha que en el fondo brega por lo mismo que ellos luchan: la recomposición salarial del 100 por ciento). Así las cosas, una nutrida caravana inició su marcha a las 18 desde el acampe en Uruguay y Trincheras de San José, la esquina del barrio posadeño de El Palomar alrededor del cual decidieron nuclearse los gremios docentes más combativos (además de profesores, profesoras, maestros y maestras autoconvocados) que no aceptaron la oferta de miseria que el ministro de Educación, Ciencia y Tecnología, Ramiro Aranda ofreció y, en cambio, sí firmaron la Unión Docentes de la Provincia de Misiones (UDPM) y SIDEPP (docentes públicos y privados).

La procesión (de la que participaron docentes pero también personal de salud, especialmente médicos y médicas del Hospital de Pediatría Fernando Barreyro) tenía inicialmente un destino ya establecido: la Cámara de Representantes de Misiones ubicada en la zona del Parque República del Paraguay, a metros del río Paraná y unos tres kilómetros al norte del acampe. Las columnas se trasladaron principalmente por calle Colón, lo cual permitió pasar primero por la plaza principal de Posadas, la 9 de Julio, frente a la cual se encuentra la Casa de Gobierno, y también por la Comisaría Primera, la seccional principal de la capital misionera y también uno de los Espacios de Memoria, ya que allí funcionó durante la última dictadura un Centro Clandestino de Detención.

Cerca de las 19 arribaron al menos dos mil manifestantes a la explanada peatonal de la legislatura misionera, la que estaba presta para sesionar. Entre sus cuarenta diputados se encuentran referentes de peso en la historia del Frente Renovador de la Concordia que administra la provincia desde 2003, entre ellos su presidente Oscar Herrera Ahuad (gobernador entre 2019 y 2023) y Carlos Rovira, conductor absoluto del espacio político.

Tal como se observó en distintos videos que circularon durante la fría y lluviosa tarde del jueves, el frente de la Cámara de Representantes de Misiones estaba vallada. Detrás de esas estructuras se ubicaron unos veinte efectivos de Infantería con cascos, escudos y armas munidas de balas de goma, secundados en los laterales por alrededor de cuarenta policías más y otros tantos dispersados en las inmediaciones del palacio legislativo.

Una primera refriega se produjo cuando algunos docentes quisieron ingresar a la Legislatura con el propósito de ser recibidos por los diputados provinciales. Para eso intentaron correr las vallas, aunque las fuerzas de seguridad intervinieron al instante y eso desembocó en un momento dramático: los uniformados tiraron gas pimienta en varias cantidades, en reiteradas ocasiones y de manera indiscriminada, afectando incluso a trabajadores de prensa que se encontraban registrando los acontecimientos. Además repartieron palos e hirieron a al menos tres docentes distintos, uno de los cuales debió ser trasladado por una ambulancia.

Luego de quince minutos de alta tensión, los efectivos depusieron la agresividad, pero se mantuvieron apostados para formar un escudo humano que en todo momento impidió el acceso al recinto legislativo. En los pisos superiores del congreso provincial se observaron a numerosos empleados legislativos filmando a los manifestantes con sus teléfonos celulares, algunos de ellos incluso con miradas provocadoras.

Durante las dos horas que duró la sesión parlamentaria, docentes y pediatras se fueron alternando el micrófono o el megáfono para proferir distintos discursos o mensajes, mientras que de fondo distintas batucadas le daban ritmo y calor a jornada que comenzó con vientos, tormentas y frío, pero luego derivó en la clásica humedad litoraleña. Mónica Gurina, docente y secretaria general de ATE Autónomo de Misiones, postuló que “no nos vamos a resignar hasta tener el 100 por ciento de aumento” y dijo algo profético: “Queremos que nos atiendan, así que vamos a ir a buscarlos adonde vayan”. Además se sucedieron numerosos cantitos dedicados especialmente a Rovira, quien seguía los acontecimientos desde el interior de la Cámara.

Efectivamente, cuando pasaron las 20 y la sesión parlamentaria había concluido sin dar respuestas a los manifestantes, estos votaron en asamblea y a mano alzada una decisión audaz e inédita: ir caminando hasta el domicilio del gobernador Hugo Passalaqua, con quien Página/12 intentó comunicarse en el transcurso del día pero sin respuesta alguna.

La procesión hasta el edificio de 25 de Mayo y San Martín donde vive Passalacqua, a unos dos kilómetros de la legislatura, agregó un detalle que hasta ahora no se había producido en la semana de protesta: numerosos misioneros salieron a la vereda o a sus balcones para aplaudir a los docentes y al personal de salud. Un cariño que blinda la confianza en una protesta que se presume larga y difícil.

Si bien la caminata se produjo sin inconvenientes y con el aporte de un móvil de Tránsito de Misiones que se adelantaba para cortar el camino y permitir que los manifestantes circularan sin problemas, media cuadra antes del domicilio de Passalacqua aparecieron a toda velocidad dos camionetas con efectivos de Infantería que se apostaron en la entrada del edificio habitado por el gobernador.

La escena fue violenta y dramática: los uniformados establecieron una cadena humana y volvieron a tirar gases lacrimógenos, esta vez en una zona mucho más concentrada de gente, ya que 25 de Mayo es una calle angosta y de mano simple. Además se realizaron al menos diez disparos al piso y al aire, generando confusión y corridas en un radio estrechísimo y densamente ocupado.

Cuando los hechos derivaban inevitablemente a una escalada represiva de magnitudes, ocurrió algo que cambió la dinámica: distintos docentes (especialmente mujeres), se sentaron en la vereda donde la Infantería, aunque a espaldas de ellos. El propósito era evitar que los uniformados avanzaran, tal como en un inicio insinuaron con su clásico repiqueteo. Esa actitud pacífica y valiente de maestras jóvenes y experimentadas dotó de ánimo a los demás manifestantes, quienes arrinconaron a las fuerzas de seguridad, notablemente inferiores en cantidad respecto a la masa que provenía de la marcha. Una imagen quedará para siempre entre los presentes de esta noche histórica: un policía comenzó a suplicarle calma a los protestantes con una evidente cara de angustia y fue un médico con barbijo y un tambor quien intervino para evitar que los lincharan. Poco después, quien parecía ser el jefe del operativo negoció con los docentes la retirada de la Infantería, que terminó replegada sobre la calle San Martín.

Allí, entonces, tomó la palabra el docente Carlos Lezcano con un micrófono que amplificaba su voz frente al balcón de Passalaqcua. “El gobernador piensa que va a resolver el hambre de los trabajadores con gases lacrimógenos. Pero la pobreza no se cura con garrote. El único camino es el diálogo y nosotros queremos que abra una mesa de discusión porque tenemos argumentos para demostrar que hay dinero para recomponer los salarios de miseria. No tenemos libros, tizas ni borrador, y si nos enfermamos ni siquiera nos cubre la obra social. Pagamos los boletos de colectivo más caros de todo el país y hay maestros que ya ni siquiera pueden ir a su trabajo. Lo curioso de todo esto es que el propio Passalaqcua es hijo de una maestra, aunque a su madre seguramente debería estar avergonzada de la actitud de quien crió. Pero eso no importa: que ponga alguien idóneo para tratar este tema. Y, si no está en su sano juicio o no tiene pelotas para resolverlo, que de un paso al costado y renuncie”. Aplausos, ovaciones y desconcentración pacífica rumbo al punto cero de esta marcha y de este reclamo: el acampe de calle Uruguay donde seguirán las acciones de lucha.

Página/12


 

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