Cinco palancas para sostener la economía en 2024, según el FMI
Cinco palancas para sostener la economía en 2024, según el FMI
Por Diego Herranz
Con suma cautela, la directora gerente del Fondo, la búlgara Kristalina Georgieva, apuntaba en el tradicional discurso Curtain Raiser -que precede al pistoletazo de salida de cada cumbre de la institución- que el renovado pulso productivo en EEUU y en los mercados emergentes serán los motores que impulsarán el crecimiento al entorno del 3% este año. Justo en el límite de lo que la doctrina económica establece como nivel para diferenciar fases de vigor y recesivas.
Pero, a juicio de la jefa del FMI, las buenas noticias acaban en este punto. Porque el comercio -el tradicional propulsor de la prosperidad- continúa anclado, y la globalización -el modelo de libre flujo de mercancías, servicios y capitales-, seriamente amenazada de fragmentación por el alto voltaje geopolítico.
Un reciente informe del propio Fondo así lo atestigua. La división en bloques creada por la guerra de Ucrania ha alejado tectónicamente ya al hemisferio occidental liderado por EEUU del oriental que abandera China y modula Rusia. Según sus expertos, los intercambios entre ambas zonas han descendido entre un 12% y un 20% desde el estallido del conflicto armado provocado desde el Kremlin. De hecho, resalta el FMI, China ha dejado de ser el principal abastecedor de EEUU en beneficio de México. Las exportaciones chinas al mercado americano han pasado del 22% en 2018, cuando Donald Trump inició su batalla arancelaria contra Pekín, al 14% en 2023.
La OMC certifica esta climatología adversa en el comercio. Tras registrar una caída del 1,2% en 2023, en el presente año apenas remontará un 2,6%, y un 3,3% en 2025. Una dinámica demasiado leve para un parámetro que acostumbraba a casi triplicar la tasa de crecimiento del PIB global en los buenos tiempos de la globalización y que traslada señales de agotamiento en Europa, en América del Norte y, sobre todo, Asia, el epicentro de los tránsitos de mercancías.
Georgieva se ciñó a estos dos componentes (la tensión geopolítica y el desarme globalizador) a la hora de explicar la compleja radiografía de situación de la economía global y las opciones de tratamientos, dóciles o de choque, que demandan estos convulsos años veinte.
Estas cinco lecturas ayudan a entender la realpolitk en la que se mueven las fuerzas productivas.
1 Dejarse llevar por las turbulencias, respuesta tibia o cambio de paradigma
Este es el trilema que plantea Georgieva para encauzar esta década de sobresaltos. Dejarse imbuir por la historia de turbulencias, divergencias y confrontaciones; asumir una respuesta tibia con fragilidad en los ritmos de crecimiento y una atmósfera generalizada de descontento social; o abordar un cambio de paradigma, con transformaciones meteóricas en el terreno tecnológico que conduzcan a unas tasas de productividad más intensas que generen avances en la prosperidad mundial a través de una consolidación de los consumos de los hogares y de las inversiones de las empresas capaz de expandir el empleo y absorber cotas de inmigración laboral y de talento profesional.
Para ello, en primer lugar, “debemos conseguir la vuelta de la estabilidad de precios” y crear las condiciones imprescindibles para que los bancos centrales “retornen a unos tipos de interés más acordes con la ortodoxia monetaria”.
En segundo término, se deben retomar los estabilizadores automáticos, en especial, en el orden fiscal, tras varios años de post-pandemia dóciles en el control presupuestario y la contención de la deuda. En 2023, los niveles de endeudamiento mundial alcanzaron la factura récord de 313 billones de dólares, algo más del triple de los 104,4 billones en los que el FMI valora el PIB mundial. La OCDE alerta, en este punto, de un riesgo latente: el 40% de la deuda soberana y el 37% de la corporativa colocada en bonos en los últimos ejercicios pasarán a engrosar el stock de deuda en tres años de sus 38 socios de rentas altas, lo que añadirá 56 billones de dólares a sus niveles de endeudamiento.
Todo ello conduce a un tercer estadio de actuación: las reformas que revigoricen el crecimiento con impulsos de productividad, medidas de fortalecimiento de los buenos gobiernos corporativo y estatal, reducción de las trabas burocráticas, inserción laboral de las mujeres y equiparación de puestos y sueldos directivos y mejoras en el acceso al capital. De concretarse agendas de este tenor, los mercados emergentes y los países en desarrollo añadirían ocho puntos de dinamismo a sus PIB en cuatro años, concluye Georgieva, que añade un punto final: una mayor sincronización económica y conexión multilateral entre Estados para diluir la elevada conflictividad geopolítica y conectar de nuevo el proceso globalizador.
2 La amenaza cibernética atenta contra empresas, economías y mercados
Los ciberataques se han duplicado desde la gran pandemia y los riesgos de incidentes se han disparado. Esta será una de las piedras angulares del informe sobre Estabilidad Financiera del FMI que pronostica un incremento de las pérdidas de compañías y episodios de pérdida de solvencia, porque los costes por las amenazas cibernéticas se han más que cuadruplicado desde los 2.500 millones que se registraron en 2017.
La arquitectura financiera también está sometida a estos chantajes. Las entidades bancarias han soportado la quinta parte de ellos y se han convertido en las firmas más expuestas, lo que genera situaciones disruptivas en la prestación de sus servicios, de confianza en el sistema y elevan los daños reputacionales. Pero, sobre todo, pone en riesgo las redes de pagos y transacciones que cada vez están más digitalizados.
El FMI llama a aplicar estrategias de seguridad multilaterales, con regulaciones eficientes y bajo la supervisión de las agencias estatales que “identifiquen periódicamente potenciales amenazas sistémicas”, contribuyan a reforzar los sistemas de ciberseguridad del sistema financiero global, creen mecanismos formativos y profesionales de autentificación y protocolos de reacción ante posibles ataques, o compartan información privilegiada con el sector privado para prevenir estos actos delictivos.
3 La política industrial no es la pócima mágica contra la parálisis económica
El FMI considera adecuada la estrategia de EEUU y su Chips and Science Act, de la UE y su Green Deal Industrial Plan, de la japonesa New Direction on Economy and Industrial Policy, de la surcoreana K-Chips o la de no pocos mercados emergentes con China y sus billonarios planes quinquenales para devolver esplendor a sus industrias en una época de transición energética y tecnológica como la actual. Están en su derecho y es lícito, pero no pueden pasar por alto una “consideración crucial”: deben dirigir la innovación sin alterar los equilibrios del mercado. La historia –dice el FMI– está repleta de errores y de costes excesivos en esta dirección.
Este será uno de los análisis del informe fiscal monitor primaveral. La disyuntiva entre el conveniente contagio entre sectores y países por la transferencia de innovación que se requiere para alcanzar las emisiones netas cero, y encauzar las manufacturas, los chips y los circuitos integrados en una economía digital y un despliegue de recursos y subsidios que “fomenten el proteccionismo y el aislacionismo” industrial.
El FMI incide en la necesidad de inculcar productividad y beneficios sociales y de instaurar cauces que no discriminen a las empresas foráneas. Así como un “desglose justo de ayudas y ventajas fiscales que no vayan en detrimento de la productividad ni de los Estados de bienestar”. Es decir, que protejan la actividad, sin costes desmesurados en época de ajustes presupuestarios que se conviertan en enemigos de los recursos destinados a servicios sociales. Y, en este sentido, afirma que las políticas industriales deberían enfocarse a inversiones tecnológicas que apoyen cambios estructurales con los que espolear la competitividad y vigilar que no fragmenten el comercio y las inversiones transnacionales.
4 Las reformas estructurales deben priorizar la productividad
El World Economic Outlook (WEO) destina un capítulo a vincular estímulos fiscales con competitividad tecnológica y productividad laboral y empresarial. Es la línea correcta, frente a los subsidios desmesurados. El Fondo estima que el incremento en un 0,5% del PIB en ayudas a la industria aumentaría en más de dos puntos el dinamismo económico de la OCDE. “Debemos priorizar las reformas en productividad para mejorar los niveles de vida, sacar a las naciones con rentas bajas de su círculo vicioso de crecimiento insuficiente para generar riqueza per cápita y recuperar el dinamismo y la globalización”.
Para ello es preciso que no se perjudiquen unilateralmente ni a la industria ni al comercio. En el supuesto de que no se concreten reformas tecnológicas y estructurales, el crecimiento del PIB en 2030 seguirá en cotas del 2,8%, un punto por debajo de su promedio histórico. En cambio, si se acometen agendas orientadas a la productividad, con medidas aperturistas, en favor de cotas de competitividad más elevadas, el acceso a los mercados financieros y el clima de negocios dará 1,2 puntos extra cada año al PIB global hasta 2030. Una Inteligencia Artificial (IA) bien regulada sería el centro de gravedad de esta transformación, aclara el WEO.
5 Los mercados emergentes aumentan su peso global
Es la guinda al pastel transformador del que habla Georgieva. Las potencias de rentas medias ganan influencia en el G20, músculo en el orden mundial y peso manufacturero y exportador en sus áreas geográficas. El WEO dedica este semestre un apartado específico al ascenso de economías como las de México, Indonesia, Turquía, Marruecos o Nigeria, que mantienen la llama de la globalización y elevan el dinamismo económico global. Con restructuraciones constantes en sus cadenas de valor y una adaptación permanente a las oscilantes condiciones geopolíticas y coyunturales de sus sectores exteriores e industriales, con repuntes de competitividad internacional y de productividad en el terreno doméstico.
Estas economías adolecen, como el espectro industrializado, de reformas estructurales, pero han hecho uso de una mayor “cooperación multilateral, coordinación de estrategias exportadoras y minimización de los riesgos que han emanado de los mercados financieros internacionales”. Y este tacticismo “se mantiene como prioridad” en sus agendas políticas nacionales, admite el Fondo.